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lunes, 26 de agosto de 2013

Capítulo 28.

     A las dos de la tarde, coincidiendo con el reloj de pared del comedor, se oyó como un coche aparcaba delante de la casa y Myrna fue a comprobarlo. Cuando reconoció el Citroën Xsara Picasso gris oscuro de la familia regresó a la sala.
-¡Ya llegaron, Alejandro!
- Fantástico.-dijo el hombre echando a rodar su silla en dirección a la entrada. Vamos, Vicky, que no muerden, mujer.
   La chica se acercó a Alejandro justo cuando sonaba el timbre de la puerta. Myrna fue a abrir y aparecieron cuatro personas, dos adultos y dos niñas gemelas de unos ocho o nueve años.
- Mª José, Jorge, bienvenidos.-saludó Alejandro mientras su hermana le daba un gran abrazo.
   La hermana de Alejandro era una atractiva mujer de cuarenta y tres años, de rizados cabellos color miel con discretas mechas rosadas y platino y cortado a la altura de su mandíbula. El color verde de sus ojos quedaba resaltado con unas gafas de montura color malva, para corregir una leve miopía.
- Alejandro, que alegría de verte así de bien, estás más guapo que cuando vinimos el año pasado.-reconoció.
   Alejandro rió.
- Y eso que me pilláis en mal momento. Acabo de pasar un cólico al riñón de tres pares de narices.-reconoció ofreciéndole la mano a su cuñado, un hombre de espeso pelo casi rapado, gafitas muy pequeñas y algo entradito en kilos.-Jorge, ¿qué tal va eso, cuñao?-dijo estrechándole la mano.
Alejandro aún sonreía al recordar las caras de su vieja y solterona tía Sonsoles, el único familiar mayor que les quedaba, al conocerle y darse cuenta que era diez años menor que Mª José. Se conocieron cuando él, cámara de televisión, estaba trabajando filmando unas entrevistas a pie de calle y la periodista al que acompañaba se acercó a Mª José para hacerle una encuesta. Aquello ocurrió tres años atrás cuando las niñas tenían ya seis años, y rápidamente se enamoraron a pesar de los diez años de diferencia entre ellos, pues Mª José tenía cuarenta años y él treinta, pero la diferencia de edad nunca les supuso un problema para ninguno de los dos y Jorge se adaptó rápidamente a su nueva vida de casado y padre, hasta el punto que le dio su apellido a las niñas nada más contraer matrimonio civil en una discreta ceremonia a la que sólo asistieron la tía Sonsoles, Alejandro, que ya llevaba en silla de ruedas seis años, y empezaba, poco a poco a reanudar su vida social después de superar una larga depresión, y el suegro de éste, que fue el encargado de llevar a la novia. En dicha ceremonia había muchas ausencias, a las de la mujer y los hijos de Alejandro, se sumó la muerte de los padres de la novia, Alejandro y Carlota, que habían muerto varios años atrás, él de un ataque al corazón con apenas sesenta años y ella de cáncer con poco más de setenta.
   Alejandro se acercó a Vicky, que poco a poco se había ido apartando de ellos y la cogió de la mano, orgulloso.
- Chicos, ella es Vicky Fernández, mi novia.-exclamó de sopetón.
   Mª José soltó una exclamación de alegría y agachándose para quedar a la altura de su hermano se abrazó a ambos a la vez.
-¡Ostras, que sorpresa!-exclamó feliz.
  Jorge se acercó a su cuñado, al que apreciaba mucho a pesar de los doce años de diferencia entre ambos.
- ¡Joder, tío, que alucine! ¿Cómo no nos lo has contado hasta ahora, hombre?. De haberlo sabido habríamos venido mucho antes para conocerla, joder.-le dio un beso a Vicky.-Bienvenida a la familia, pero piensa que aún estas a tiempo de echarte atrás.- Su forma de expresarse delataba su juventud respecto a su cuñado, pero los dos hombres se querían muchísimo, casi como hermanos.
   Todos rieron y Vicky empezó a relajarse.
- No me la asustes, hombre, que no sabes lo que me ha costao convencerla. Fijaros hasta tuve que fingir un ataque al riñón para que se quedase conmigo.
- Que mentiroso eres, Alejandro.-bromeó Vicky, y miró a Mª José.-Ha estado muy pachucho pero Myrna le ha atendido lo mejor posible.
- Hablando de Myrna.-dijo Alejandro buscándola entre los demás.- ¿Dónde se ha metio?
- Nos hemos saludado en la entrada y luego ella y las niñas han desaparecido en dirección a la cocina.-dijo Jorge.
   Alejandro se giró en el asiento y miró en dirección a la cocina.
- ¡Myrna, devuélveme a mis sobrinas, secuestradora!-exclamó ante la risa de los demás.
   Mª José miró a Vicky sonriendo.
- Vicky, mi hermano está irreconocible. Creo que eres el antidepresivo que estaba necesitando desde hace mucho. No me imaginaba nada de esto. Ha sido una agradable sorpresa.
- Si te digo la verdad, Mª José, para mí también ha sido todo muy rápido, y es que tu hermano sabe como camelar a una mujer. Es un cabezota adorable.
  La hermana de Alejandro se echó a reír.
- Sí, ese es mi hermano. Cuando quiere algo se lanza en picado, y mira, después de casi nueve largos años sólo ya tocaba que fuese feliz. Gracias por devolverle la alegría a mi hermano, de verdad.
   Ambas mujeres se abrazaron y Vicky pudo apreciar que la hermana de Alejandro era igual de alta que ella, alrededor de uno setenta y tres.
- Aunque no te lo creas, él también me ha curado viejas heridas del corazón que aún sangraban no hace mucho.
   Pocos segundos después apareció Myrna precedida por dos preciosas niñas de largas coletas de color dorado.
- Papá, mira que perrito más lindo, se llama Óscar.-dijo una de las niñas con el can en los brazos. Iban vestidas con pantalones vaqueros desgastados y jerséis de punto, una de rojo y la otra de lila, y encima sendas cazadoras de color hueso.
- Tranquilas, primero quitaros esas cazadoras, colgarlas en la percha de la entrada y luego dadles un beso a tío Alejandro y a Vicky.-les pidió su padre en tono sereno pero firme.
  Las niñas, que habían cumplido los ocho años tres meses atrás, después de quitarse las prendas de abrigo, se acercaron de nuevo. Primero besaron a Vicky y luego, a la vez, se subieron cada una a una de las piernas de Alejandro que se las comió a besos.
- Madre mía. Que lindas y grandes estáis.-les dijo feliz de tenerlas de nuevo a su lado. Las adoraba.- Pero, vamos a ver, ¿quién es Carlota y quien Carolina? Que sois idénticas, chicas.
  Las niñas se pusieron de pie delante de él. La de rojo dijo entre risas:
- Tío Alejandro, yo soy Carlota.-dijo decidida.-Además, es muy fácil, yo llevo los pendientes de oro amarillo con forma de aro y los de mi hermana son dos perlitas y de oro blanco. ¿No te acuerdas, hombre? Que nos los regalasteis tú para nuestra Primera Comunión.
  Vicky rió el desparpajo de la niña.
  Alejandro levantando la mano exclamó:
-¡Ostras, es cierto, que despiste!-exclamó entre risas.- Aja, ya lo tengo, entonces tú eres Carolina.- dijo cogiendo a la otra niña y haciéndole cosquillas por todas partes.-¡Confiesa, renacuaja!
   Vicky le observaba jugar con la niña y le costaba reconocer al hombre cabizbajo que ella había conocido a penas dos meses atrás.
- Sí, jajá, vale, jajá, soy Carolina.-admitió la niña riendo a carcajadas y provocando que los demás la imitasen.-Para, tío Alejajajaja, paraaaa, jajaja, ayayay, jajaja…
   Vicky observaba la escena, divertida al ver cómo Alejandro reía a carcajadas, igual que las dos pequeñas.
- Venga, sentaros en el tresillo, que estaréis hartitos de tanto coche.-les pidió Vicky al matrimonio recién llegado.
   Al cabo de un rato de alegre conversación, Myrna anunció que la comida ya estaba lista. Se dirigieron al comedor y Carlota, la más revoltosa de las hermanas le dijo a Alejandro que si podía llevarle ella.
- ¿Estás segura de que vas a poder conmigo?-bromeó el hombre.
- Pues claro, no soy una enclenque.-aseguró la pequeña muy convencida.
- Vale, pues adelante, señorita.
-¿Os habéis lavado las manos?-preguntó el padre y ambas asintieron.
   Ya en la mesa ovalada del comedor se distribuyeron de la siguiente manera:
   Alejandro la presidía en la parte más próxima a la entrada al comedor, a su derecha, Mª José, después la pequeña Carlota y a su derecha Myrna, que estaba sirviendo los platos. A la izquierda de Alejandro estaba Vicky, después Jorge y por último, la tímida Carolina. Cuando terminó de servir a todos Myrna se sentó entre las dos niñas.
- Bueno, a ver si les gusta la paella.-dijo sonriente como era habitual en ella.
  Cuando probaron el primer bocado, fue Vicky quien habló.
- Madre mía, Myrna, te ha salido de fábula.-admitió y el resto de los comensales asintieron fervientemente.
   Óscar permaneció toda la comida junto a Vicky, ya que no estaba acostumbrado a estar entre tantos extraños. Después de dar buena cuenta de la deliciosa paella y del postre a base de frutas del tiempo, Vicky hizo un delicioso café y mientras lo saboreaban en la sala de estar comentaban alegres cosas del pasado lejano, tales como anécdotas de la infancia de cada uno.
- Pues yo, de niño, era una buena pieza.-admitió Alejandro.- Creo que me pasé la mitad de la Básica en el despacho del Sr. Zulueta, el director del colegio.-reía al recordar sus andanzas de niño y adolescente. Los profesores le admiraban por su inteligencia tanto como le temían por sus numerosas gamberradas, que hicieron historia en el centro educativo.- Es posible que aún se conserve en la pared del baño de los chicos una pintada a que hice con la aguja del compás, -rió-, la desgasté completamente grabando en la pared del cuarto de baño del colegio algo así como: “Itziar, viva la madre que te parió”.-soltó una carcajada.-. Por culpa de ese arranque pasional me llevé una sonora bronca del director, una gran bofetada de mi padre cuando se enteró, que por poco me pone en órbita, y encima, la tal Itziar no me hacía ni caso, estaba loquita por un armario de tres puertas llamado Iñaki- rió y todos le imitaron- y, para arreglarlo, el gorila ese me esperó a la salida de clase, me llevó literalmente a rastras a un callejón cercano y me dio la del pulpo-soltó una nueva carcajada ante el asombro de su hermana.- En definitiva, por culpa de la presumida aquella recibí ostias pa dar y regalar.
- Menuda pieza debiste ser, cariño.-dijo Vicky riendo.
- Bueno, no era un santo, pero creo que era en eso donde residía mi encanto.
   Mª José le dijo entre risas:
- Nada, tú encanto residía en que eras un descarado con las chicas.-indicó para luego soltar una gran carcajada.- Con la excusa de que era el “guaperas” de clase se benefició a la mitad femenina. Creo que sólo se le “resistió” la famosa Itziar.
   Alejandro le miró y soltó la risa tapándose la boca que estaba llena de la dulce y jugosa manzana granate que se estaba comiendo.
- Bueno, digamos que mi agenda estaba bien surtida de nombres de chicas.-dijo entre risas.
   Carlota, que escuchaba atenta, miró a su tío y mientras se levantaban de la mesa y regresaban a la sala, le preguntó sin pensárselo dos veces:
- Tío Alejandro, ¿qué quiere decir “benefició”?.
   La inocente pregunta de la niña hizo que los adultos soltaran una gran carcajada, pero fue el mismo   Alejandro quien, sonriendo, le dijo a modo de explicación:
- Quiere decir que les hice unos cuantos favores.-respondió un sonriente Alejandro.
   Su hermana soltó una carcajada de lo más parecida a la de él.
-¡Pero será engreído!
- Realista, hermanita, realista.
- ¡La madre que te parió!-le espetó Jorge muerto de la risa.
- Tú no tienes abuela ¿eh?-Vicky reía, relajada.
-¿Habéis visto como me tratan vuestros padres?-la pregunta de un “cabizbajo” Alejandro iba dirigida a las dos niñas.
   Carolina rió con timidez. La pequeña se quedó satisfecha de la explicación y regresó al sofá junto a su madre, que le dio un cariñoso tirón de la coleta.
- Hija, tú curiosidad patológica te va a meter en más de un lío.-dijo riendo mientras la niña, ajena a la expectación que había levantado su pregunta, se sentó entre sus padres.
- Bicho, que eres un bicho.-le dijo su padre, revolviéndole el cabello.
- Ay, papi, que me despeinas.-protestó la niña ladeando la cabeza.
- Santo Dios, miren que presumida nos salió la bebita.-exclamó Myrna, que estaba sentada en una de las silla junto a Vicky.
   Carlota se levantó como con un resorte y exclamó airada:
- Myrna, no soy una bebita, ya tengo ocho años, ¿vale?
   La mujer levantó ambas manos en señal de rendición.
- Ok, ok, lo lamento, señorita Carlota.
   Su hermana, que era mucho más comedida en sus palabras y hechos, se le acercó.
- Carlota, no se grita a los mayores, ¿te acuerdas que nos lo dijo la “seño” en clase?
- Carolina es la sensata de las dos.-dijo su madre cogiéndola por la cintura y dándole un gran beso en la cara, que la niña aceptó de buen grado.
- Digamos que Carlota ha salido a mí y Carolina a ti en eso de la sensatez.-dijo su hermano.
- Creo que tienes mucha razón, Alejandro.- dijo Jorge riendo.
- Cuñao, no me provoques que duermes en el coche.-exclamó Alejandro señalándole con el dedo índice hacia la puerta de la calle después de exhalar el humo del cigarrillo que estaba saboreando.
   Entonces Myrna intervino.
- Ya que hablan de eso, ¿a dónde es que van a dormir sus invitados, Alejandro?
- Pues está solucionado, en el garaje hay un colchón de esos auto hinchables, lo podemos poner en mi habitación y ellos pueden dormir allí con las niñas y Vicky y yo, nos quedaremos en la cama de mis padres.
   Vicky reconoció que era una gran idea, pero no se atrevió a opinar.
   Jorge fue el que habló.
- De ningún modo. Sólo faltaría que os quitásemos el dormitorio.
- Tranquilo, ahí no duerme nadie. Yo duermo en la habitación donde tengo la cama de mis padres, y es esa la que usamos Vicky yo ¿verdad, cariño?
   La pregunta pilló por sorpresa a la mujer, igual que el hecho que confesara a su familia que dormían juntos.
-¿Eh?, oh, sí, claro. Ningún problema, de veras.
- Pero….-empezó a protestar Mª José, pero su hermano no la dejó acabar la frase.
- Pero, nada. Os quedáis en mi antigua cama y listos. O, si te da repelús, nos trasladamos nosotros a ella y vosotros os quedáis en la de mis padres.
- De ninguna manera, la tuya es perfecta.-dijo su hermana.
   Mª José conocía bien a su hermano y sabía que nada ni nadie le haría cambiar de opinión. Asintió.
- De acuerdo, no nos vamos a poner a discutir ya que sólo será una semana.-dijo Jorge al fin, decidido a zanjar el tema.
- ¿Una semana?-protestó Alejandro.-Pensé que os quedaríais al menos quince días.
   Fue Jorge quien contestó.
- No podemos, cuñao, sólo dispongo de una semana. Acuérdate que las otras tres las pasamos aquí en diciembre cuando lo de tu accidente casero.
   Vicky le miró.
-¿Accidente casero, Alejandro?-preguntó intrigada.
   Alejandro asintió.
- Sí, me caí en el baño. Me estaba duchando y al pasarme del asiento de la ducha a la silla, se me resbaló la mano de la humedad y me pegué una buena castaña en el suelo. Me disloque el hombro izquierdo al caer de lado sobre él y lo tuve que llevar en cabestrillo varios días y claro, necesité ayuda para casi todo, ya sabes que mis brazos son mis piernas y con uno inmovilizado, pues no podía hacer nada. Me pasé las tres semanas en la cama y sólo podía levantarme con ayuda de Jorge pues, por suerte, ellos estaban aquí pasando las vacaciones de Navidad. El pobre me tuvo que hacer de niñera a jornada casi completa, para los cambios posturales y todo eso, pues con un solo brazo no podía girarme sólo. Además entre mi hermana y Myrna me lavaban en la cama y me cambiaban de todo, ya sabes.
   Vicky asintió, pues sabía perfectamente a que se refería.
   Alejandro admitió que era cierto y aceptó el hecho de que su familia sólo podía quedarse una semana, y estaba dispuesto a aprovechar cada minuto.
- Bueno, más vale eso que nada.-dijo al fin abriendo los brazos en señal de aceptación.
  Su hermana sonrió y abrazándole por detrás de la silla le dio un cariñoso beso en la frente.
- Ya verás como de aquí a tres días estas deseando que nos larguemos.
- Lo dudo mucho, hermanita. Me hacéis mucha falta.-dijo besándole las largas y finas manos.
  Mª José miró a Vicky con tristeza, pero habló en tono distendido.
- Pues habrá que aprovechar el tiempo.-dijo y él asintió.

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