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viernes, 6 de septiembre de 2013

Capítulo 32.

     Por la mañana fue Alejandro quien despertó primero y miró a Vicky que dormía a su derecha. Se incorporó apoyándose sobre su codo derecho y la besó en la mejilla a lo que ella respondió con una perezosa sonrisa.
- Buenos días, cariño.- dijo el hombre muy bajito para no despertar a sus invitados.
Vicky levantó ambos brazos y le atrapó entre ellos hasta acercarlo a ella. Se besaron con dulzura un buen rato, y luego Alejandro se apartó muy despacio.
- Lo siento, mi vida, pero tengo que ir al baño y de paso me voy a dar una ducha.
  Ella asintió.
- Vale, yo mientras me voy ir levantando y me ducho cuando tú termines.
   Él asintió mientras con ayuda de sus brazos se pasaba de la cama a la silla en cuestión de segundos.
Alejandro cogió del armario un pantalón de chándal color gris claro y una camiseta de manga larga azul marino. De la parte de abajo, sacó unas zapatillas de deporte color negro con las suelas intactas; del cajón de arriba unos calcetines grises, luego buscó un cajón más abajo la ropa interior. Cuando lo tenía todo sobre su lado de la cama, cogió una pequeña mochila y sacó de dentro un pañal de adulto que escondió entre la ropa, por si aparecían las niñas de improviso y así evitar preguntas incomodas. Luego escondió la mochila de nuevo en el armario y lo cerró. Cuando se giró hacía Vicky ella le observaba con el codo izquierdo apoyado en la almohada y la cara sobre su mano.
-¿Se puedes saber que miras, so cotilla?-bromeó él.
- Te estaba observando mientras lo preparabas todo para la ducha, y me he dado cuenta que realmente no necesitas ayuda para eso. Bueno, ni para eso, ni para casi nada, a decir verdad.
- Menos mal que, al menos tú, te has dado cuenta, así que díselo a Myrna, que todavía no me cree capaz de apañármelas solito y algún día me la voy a encontrar metida en el baño, esponja en mano, dispuesta a frotarme la espalda, o algo más íntimo.
  Vicky rió.
- Conociéndola, me lo creo. Vaya que si me lo creo.-dijo riéndose.
- Es tremenda. Tiene un instinto maternal tan fuerte que lo quiere desahogar conmigo.-dijo echándose a reír.
- ¿No tiene hijos?
  Alejandro asintió.
- Claro que los tiene. Son tres, dos chicas y un chico, pero ellos viven en Honduras.
- Eso es terrible, y tienen que ser muy jóvenes pues Myrna no debe tener más de cuarenta años, ¿verdad?
  Alejandro negó.
- Tiene treinta y nueve años. Sus hijos tienen dieciocho, la mayor, luego otra de dieciséis, y un niño de doce, creo. Por lo que yo sé, su marido la abandonó hace varios años por otra más joven y ella tiene que llevar su casa como puede.
   Vicky se mordió el labio inferior.
- Eso es espantoso, no sólo tener que hacerse cargo ella sola de tres críos pequeños sino también tener que venir tan lejos para poder mantenerlos. ¿Supongo que los chavales estarán con algún familiar?
- Sí, viven en casa de la hermana mayor de Myrna, que ya tiene cinco hijos propios.
- Ostras, menudo panorama.
   Alejandro asintió.
- Pues, si, es cierto.- cogió la ropa de encima de la cama y se la puso sobre el regazo.-Bueno, yo me voy a duchar que esos cuatro de ahí fuera deben estar a punto de desayunarse las almohadas de las camas.
- Sí, mientras haré la cama.

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