- Pues yo no soporto los tacones altos.-decía Vicky justo al llegar junto a la mesa que ya estaba lista.
Mª José se sentó a su lado.
- Yo no llevo tacones nunca.-decía justo cuando su marido se sentó a su izquierda.
- No los necesitamos, somos las dos altas. Yo me los pongo a veces, por cambiar.
Las niñas se sentaron entre Jorge y Alejandro.
- Bueno, es que tú, además de alta, tienes un tipazo que cualquiera diría que has parido gemelas.-dijo Vicky asintiendo.
Mª José asintió sonriendo.
- Tú no sabes lo dura que fue mi adolescencia. Cuando tenía catorce años medía lo mismo que ahora, pero claro con el cuerpo de una niña, lisa como una tabla y sin curvas por ningún sitio. Recuerdo que cuando estaba en el colegio me llamaban “La patas largas”.-se echó a reír y los mayores la imitaron.-Ahora me río pero a los catorce me acomplejaba mucho ser más alta que todas las demás e incluso algunos chicos eran más bajitos que yo, y claro, a la hora de ligar nadie quería salir conmigo. No salí con ningún chico hasta los dieciséis y eso porque él era jugador del equipo de baloncesto de instituto y medía más de uno noventa.-concluyó su relato con una sonora carcajada que a Vicky le recordó a las de su hermano.
Alejandro, que escuchaba atento la conversación de las dos mujeres intervino sonriendo.
- Hay que joderse, las chicas nunca estáis contentas, tú te quejas por qué dices que eres demasiado alta y Vicky se lamenta de estar algo rellenita, que no sé de donde se lo ha sacao, sois unas exageradas, estáis perfectas, ¿no es cierto, cuñao?.
Jorge parecía divertido con la conversación.
- Da lo mismo, las mujeres nunca están satisfechas de cómo son, que si muy altas, que si muy bajas, que si rellenita, que si demasiado flaca, joer, sois la pera.
Todos soltaron la risa.
- Supongo que tienes razón, Jorge.-admitió Vicky entre risas y se dio cuenta que era la primera vez que se dirigía a él directamente, pero se sintió cómoda.
- No os quejéis que yo medía casi un metro noventa y ahora aquí sentado casi no paso del metro y medio. Eso sí es frustrante, pero no me queda otra que aceptarlo. Lo jodio es que sigo usando la misma talla de pantalón pero ya no me quedan como antes.-se lamentó entre risas.-Ahora tengo las piernas tan flacas que no relleno los perniles.
- Alejandro, no exageres que tú siempre has sido muy largo y espigado, por suerte los años te han puesto kilitos y ya estas menos flacucho.-le dijo su hermana.
- ¿Flacucho yo?-exclamó señalándose al pecho.- Ejem, bueno, vale, lo reconozco, era un fideo con patas-reía-y ahora como siga comiendo como me pide el cuerpo voy a parecer una albóndiga con ruedas.- se dio unas palmadas en las piernas.-Eso sí, estas no engordan ni patrás, todo lo contrario, cada día están más esmirriadas.
Todos soltaron la risa. Fue Vicky quien habló.
- Que exagerado eres. Estás perfecto, y yo pienso, si te vale mi poco neutral opinión, no te sobra ni te falta nada.-reconoció y a continuación se sonrojó.
- Bueno, no me vendrían mal unos cuantos ceros más en la cuenta de ahorro.-bromeó Alejandro.
Los demás sonrieron al escuchar su comentario.
- Que exagerado, no te puedes quejar, hermanito.
Alejandro asintió.
- La verdad es que no, Maritxo. Eso es verdad.-reconoció Alejandro.-Entre los artículos que le vendo a Karlos, y las novelas cortas que me publica de vez en cuando, no me quejo. No soy multimillonario, pero me va bastante mejor de lo que esperaba después del accidente, cuando el médico aquel me dijo que seguramente terminaría en una cama metido de por vida.
- Pues vaya con el médico, es un lince prediciendo el futuro de los pacientes.-comentó Vicky sorprendida.-¿Y te lo dijo así?. Quiero decir, de esa manera tan...brutal.
Alejandro sonrió levemente.
- En realidad me dijo que sería mejor que me fuese a una residencia, que estando en aquellas condiciones sería una carga muy dura para mi familia.
Vicky no salía de su asombro ante la falta de humanidad de aquel facultativo.
- Que cab...-se detuvo en seco al advertir que las dos niñas estaban allí, e intento "suavizar" sus palabras.-brito.
- Ese tío es un insensible.-indicó Alejandro.-Siempre decía las cosas de la manera más dura. Según la supervisora de la planta en la que yo estaba, solía ser siempre igual de "amable". Según ella, aquel tipo es de la opinión que no hay que servirse de "paños calientes" para luego entregar a los pacientes a la realidad de la calle.
Vicky, sin conocer a aquel médico se sentía furiosa por la falta de tacto que mostraba para con sus pacientes, en unos momentos en los que ellos no esperaban otra cosa que una pequeña esperanza de que volverían a caminar.
- Claro, eso si, pero seguro que hay mil formas de hacer eso sin dejar a los pacientes con la moral por el suelo, digo yo, vamos.
- Por supuesto que las hay.-repuso Alejandro, a sabiendas de que lo que acababa de contar había hecho daño a Vicky.
En ese momento se acercó a la mesa el gigantón y orondo propietario.
- Hombre, Alejandro, cuanto tiempo, ¿qué tal te encuentras?.-le saludó Andrés dándole la mano y una palmada en la espalda, que por poco, le hace caer al suelo- Vicky me contó lo de tus problemas intestinales.
La onubense abrió unos ojos como platos.
- “¡Ay, Dios, Alejandro me mata esta misma noche!”.-pensó para sí misma.
Alejandro sonrió al comprender lo que pensaba su amigo.
- Sí, he estao jodio, pero ya pasó todo.-dijo como intentando zanjar el tema.
- Me alegro, hombre, que me preocupé. Por lo visto hubo una pasa de colitis en esta zona y temí que sanidad pensara que yo tenía comida en mal estado en mi negocio. Ya sabes cómo se ponen al menor problema.
- Sí, lo supongo. Pero tú tranquilo que no fue culpa de nadie, en todo caso mía, por gilipollas.- dijo Alejandro.
- En fin, lo importante es que ya estás bien.-dijo Andrés.
- Sí, eso sí. Gracias por preguntar, Andrés.
- No hay de que, además a los clientes buenos hay que cuidarlos.-rió- Bueno ¿qué vais a tomar?
Alejandro miró a los demás.
- Propongo una paella, que este hombre las bordas.-dijo y le pareció que el abultado cuerpo del camarero aumentaba por momentos de orgullo.
- Pues si tú lo dices, no se hable más.-dijo Mª José y los demás asintieron.
- De acuerdo, pues una paella para seis, Andrés.-pidió Alejandro.
- ¿Para beber?-preguntó el propietario del restaurante.
-¿Vino tinto con gaseosa?-preguntó Alejandro a los demás.-estos asintieron.-Ya sabes, Andrés, y para las niñas unas coca colas, ¿verdad, chicas?
Quien respondió fue Carlota.
- Sí, la mía con tres cubitos y la de Carolina con una rodaja de limón, sólo.-dijo la niña ante la mirada divertida de Andrés.
- Muy bien, señorita, así será.-dijo divertido ante el desparpajo de la niña.-Ahora os traigo las bebidas.
- Por cierto, no conoces a mi hermana y a su marido ¿verdad?-preguntó Alejandro, el camarero negó-Pues mira, ella es Mª José mi hermana menor, y su marido, Jorge, y estas dos preciosas jovencitas son mis sobrinas, Carolina, y Carlota.
-¡Anda, pero si veo doble!.-bromeó Andrés.
Carolina rió inocentemente.
- Andrés, no ves doble, es que somos gemelas.-explicó la niña con gran desparpajo, para luego ruborizarse.
-¡Ah, ya decía yo que no podía ser si vais vestidas diferente!-siguió Andrés divertido.
- Pues claro, hombre.-exclamó Carlota, levantando la mirada sorprendida por la “ignorancia” de algunos adultos.
- Andrés, estas de un tonto últimamente…-dijo Alejandro entre risas siguiéndole la corriente a su amigo, lo que hizo que la pequeña Carolina, algo más inocente que su hermana gemela, se echase a reír tímidamente.
- Tío Alejandro, no le digas esas cosas a tu amigo, que se va a molestar.-le advirtió la pequeña Carolina.
-¿Este molestarse?-repitió Alejandro entre risas.- ¡Qué va, es un tío genial!
-¿Intentas hacerme la pelota para que no os cobre?-bromeó el camarero.-Por que te advierto, que no te va a funcionar, so liante.
Alejandro, que estaba muy alegre, escoltado por sus dos queridas sobrinas, chasqueó la lengua en señal de disgusto.
- Cachis, y yo que quería comer “de gorra”.-dijo y soltó una carcajada.
Andrés, el grandullón dueño del local,que no debería pesar menos de ciento cincuenta kilos repartidos en su metro ochenta de estatura, le dio con la libreta de notas en la cabeza.
-¡Ay!.-exclamó Alejandro mientras se rascaba en el sitio y miraba a sus sobrinas, que reían a placer.
- Tío, eso te pasa por decir esas cosas delante de él.-advirtió la pequeña Carolina provocando la risa de todos.
- Eso está muy bien, pequeña.-dijo Andrés.-Bueno, voy a prepararos la paella más sabrosa que habéis comido jamás. De eso me encargo yo personalmente.
- Seguro que sí, Andrés.- dijo Mª José sonriendo y Vicky volvió a ver en su sonrisa la de su hermano mayor.
El camarero se marchó y Alejandro se dirigió a Vicky, decidido a ponerle en un buen aprieto para reírse a su costa.
- Cariño, tengo una duda, ¿de dónde demonios se ha sacao Andrés que yo he pasao una colitis? ¿Sabes tú algo sobre eso?-sonreía ante la cara de pasmo de la mujer.
Vicky le miró con ojos asesinos. “Mira que es.-pensó-Saca el tema para ponerme en evidencia y divertirse un rato a mi costa”.
- Pues… igual no me expliqué bien… no recuerdo.-dijo para zafarse del tema.-Además ya te lo he contado antes, ¿no?
- Chicos, mi novia, le ha dicho a Andrés que lo que tuve fue una colitis, ¿os imagináis?
Todos rieron ante la mirada “asesina” que le echó Vicky, que carraspeó mientras pensaba:”Yo te mato, Alejandro Jaureguibeitia”.
- Bueno, pensé que era mejor que tú se lo explicaras, no sé, ¿y si tú no querías dar explicaciones?- Vicky se sentía acorralada por la mirada divertida de Alejandro, y al final, soltó una nerviosa risotada.- ¡Yo que sé!
Alejandro soltó una carcajada.
- Mujer, pero con decir que tuve un cólico nefrítico no pasa nada, y no era necesario decir que me iba patas abajo.
Su hermana y Jorge soltaron una sonora carcajada.
Vicky negó con un movimiento enérgico de la cabeza.
- Un momento, yo no le dije nada concreto, lo de las colitis es de su cosecha, que conste.-dijo a modo de autodefensa.
Alejandro soltó una carcajada y su hermana y Jorge le imitaron divertidos.
- Papi, ¿Qué es irse patas abajo?
La curiosa Carlota hizo que su padre se ruborizase.
- Hija, no tienes arreglo.-dijo Mª José riendo.
- Es tener muchas ganas de hacer pis, más o menos.- intentó arreglarlo Jorge.
La niña asintió.
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