Por la mañana, Vicky llegó al hospital temprano y nada más llegar se dirigió a la habitación de Alejandro. Se acercó a él y le dio un beso.
- ¿Has dormido bien, mi vida?-se interesó la mujer.
Alejandro miró al joven que permanecía acostado en la cama de al lado.
- Pregúntale a Ramón, el pobre muchacho no habrá pegao ojo por mi culpa. Me he llevao toda la noche llamando a las enfermeras y pidiendo calmantes.
El chico se incorporó en la cama y Vicky pudo ver su cara y pecho que el pijama azul dejaba un poco al descubierto. Era alto y de complexión atlética. Vicky se rió para sus adentro pensando en cómo le definiría Marga en una sola frase:”Un pedazo macizo”.Seguramente sería esa su descripción de aquel Apolo griego de veintitantos años, pelo castaño corto y ojos grises.
- No te preocupes Alejandro, aquí se viene cuando se está jodido y nadie tiene ganas de cantar precisamente. Lo normal es que uno u otro se queje y al que no le guste que se pase a la privada.-dijo el joven muy acertadamente según opinión de Vicky.
- Estoy totalmente de acuerdo contigo, Ramón.-reconoció la mujer.
Ramón sonrió y volvió a recostarse.
- Por cierto.-comenzó a decir el joven compañero de habitación de Alejandro.-Yo estoy aquí por una gastroenteritis.
Alejandro le miró con la cabeza apoyada en la almohada.
- Yo por una “roca” en el riñón que me está dando más guerra que un inspector de Hacienda cabreao. Llevo ya dos ataques en dos meses y no hay forma de echarla. Se ve que es muy grande y ayer me la torpedearon, pero no sale por lo que se ve. Me tienen que operar, pero aún no sabemos el día.
- Pues, no es por nada, pero un tío mío también le dan cólicos de esos y al final, después de pasarlas putas con la litotricia esa que hacen, tuvieron que operarle para sacársela. La puta piedra era como un hueso de albaricoque, y no veas lo mal que lo pasó el pobre hombre.-rió de pronto.-Ahora bebe dos litros de agua al día, por lo menos, y eso que él le tenía alergia. Sólo la tocaba para bañarse, pues para beber echaba mano de la tónica o de la gaseosa, claro que si vieras que barriga tiene, es de tú edad más o menos, unos cincuenta años y parece que va a parir de un día a otro.
Ramón soltó la risa y Vicky y Alejandro sonrieron.
- Ramón, no me lo deprimas que sólo tiene cuarenta y cinco años y está en plena crisis.-dijo Vicky entre risas mirando a Alejandro que la observaba divertido con las manos cruzadas sobre el vientre.
- Pero bueno, uno me llama viejo a la cara y la otra va y le da la razón, mira que tenéis geta.-dijo Alejandro riendo de buena gana después de dos días infernales. De repente, después de reír un buen rato el dolor regreso.- uff, oh, mi riñón.-Se llevó la mano a la zona y no sabía si reír o quejarse.
-¿Te duele, cariño?.-se interesó Vicky.
Alejandro, a pesar del dolor continuaba riendo.
- No, estoy de parto como el tío de este.-se llevó la mano al riñón.- Ay, coño.
Vicky le dio un coscorrón.
- Mira que eres bruto, criatura.-dijo mientras Alejandro se rascaba la cabeza en el sitio de la “agresión”.
- Vicky, cariño, lo tuyo raya la psicosis.-miró a Ramón.-Tiene una fijación con mi cabeza que ya empieza a preocuparme. A la más mínima coscorrón al canto.
- Mi novia me hace igual, a la que le digo o hago algo que no le conviene, ostia que me pega. Con pocas como estas dos terminan con nosotros como género.
- Ya te digo.-asintió Alejandro, sin perder de vista la mano de Vicky, por si acaso.
Era más que obvio que los dos hombres habían hecho buenas migas.
A las ocho y media en punto llegó un celador de gran estatura y corpulencia. Leyó un papel que tenía en las manos y levantando la cabeza y mirando a Alejandro dijo:
- Alejandro Jaura….Jauri…
En vista de que veía complicado que el chico pronunciase bien su complicado apellido, Alejandro se le adelantó.
- Jaureguibeitia. Presente.-dijo levantando la mano.- El chico asintió y después de guardarse los papeles en el bolsillo de su bata corta se dispuso a sacar la cama de Alejandro de la habitación.
-¿Dónde me llevas?
- Pues, tiene programados una ecografía, pero no puedo decirles nada más.
El celador entró en la habitación, y sacó la camilla de Alejandro. Éste no supo la razón, pero justo en ese momento el dolor apareció nuevamente. Alejandro se llevó la mano al riñón en el momento que pasaban por delante de Mª José y Jorge.
La hermana de Alejandro se agachó para darle un beso.
- Tranquilo, que todo saldrá bien.-le susurró al oído.
Alejandro le cogió la mano.
- Senarra, cuida de Vicky. Ha estao muy entera, pero me da que se puede derrumbar.
Jorge intervino.
- Venga, tira pa’lante y déjate de chorradas, tío.-le dijo fingiendo enfado para luego sonreír.-Y más vale que no ligues con la enfermera.
Alejandro sonrió la ocurrencia de su cuñado.
- Anda, que estoy yo pa ligar.-dijo sonriendo, y con la mano en el riñón.- Ufff, esto duele, joooderrrrr.
- Venga, nos vemos abajo.-dijo el camillero echando a andar en dirección al ascensor.
Jorge se acercó a ellos justo cuando el ascensor se abría.
- ¿Dónde esperamos nosotros?.-preguntó al celador.
- No es preciso que nos acompañen porque yo le traeré de
vuelta en una o dos horas.
Jorge asintió y regresó junto a su mujer y Vicky justo cuando el ascensor se cerraba haciendo desaparecer tras él a un sonriente Alejandro, quien realmente se sentía algo preocupado, más por ellos que por él mismo..
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