- Vicky, por Dios, no es necesario que pases la noche acostada en la mesita. No me duele más aunque te acerques un poco, créeme.
- No quiero hacerte daño en el brazo.-reconoció la mujer.
-¿Piensas dormir sobre él?-preguntó Alejandro con cierta ironía.
- Claro que no, por Dios.-exclamó ella.
- Pues entonces, puedes acercarte un poco, que aunque me duele, no muerdo…aún. Pero, yo que tú, no lo descartaría.
Vicky sonrió y le dio un beso en la mejilla.
- Pobrecito mío.
La mujer se acercó muy despacio a él y, pasando su brazo derecho por encima del pecho de él, se quedaron dormidos al poco rato.
De madrugada, Alejandro, tuvo que tomar otro calmante para el dolor, pero, a pesar de ello, la noche fue más tranquila de lo que el hombre pensó en un primer momento.
Por la mañana, Vicky estaba reacia a ir a la librería, pero Alejandro la convenció de que ella no podría impedir que le doliese el brazo quedándose en la casa, y al final, la mujer aceptó ir a trabajar.
Cuando llegó a la tienda, aparcó justo delante de la puerta, y en ese momento vio llegar el Volkswagen color amarillo chillón de Marga. Era un modelo moderno, pero el tono lo afeaba bastante según el criterio de la joven. Marga aparcó su “discreto” automóvil biplaza justo detrás del de Vicky, y cuando las dos mujeres se encontraron en la verja de la entrada, no pudo evitar notar que la mujer tenía ojeras bajo los ojos.
-¿Noche movidita?-preguntó con picardía.
Vicky la miró de reojo mientras su amiga abría las rejas que protegían la puerta de cristales del negocio y, una vez ambas dentro desactivaba la alarma.
- Sí, pero no por lo que estas imaginando.-dijo Vicky mientras se dirigía a dejar su bolso y su abrigo en el despacho, como hacía siempre.- Anoche Alejandro se empeñó en ducharse y se cayó al suelo. Se volvió a dañar el brazo que tiene jodido por el esguince que se hizo en Navidades, y tuvieron que ponerle un cabestrillo. Le pusieron un calmante para el dolor y un relajante muscular, pero solo pudo dormir unas horas, se despertó a las cinco con un dolor tremendo y ya no pudimos pegar ojo. Esta mañana cuando me he despertado estaba dispuesta a llamarte para quedarme con él, pero me convenció de que el hecho de que me quedara no evitaría que le doliera, y me ha obligado, literalmente, a venir a trabajar. Pero el lunes, si está mejor, empezaré a trabajar de nuevo, que ya está bien de faltar.
- Vicky, si es necesario, quédate con Alejandro, ahora hay poco trabajo y puedo quedarme sola. Además, el lunes es tu cumpleaños, y ya va siendo hora que empieces a celebrarlos de nuevo, ahora que tienes con quien.
Vicky puso cara de sorpresa.
- Ostras, ya estamos a dieciséis, como pasa el tiempo.
- Pues espera a que llegues a mi edad, entonces verás cómo los años pasan volando ante ti y cuando quieres darte cuenta te has metido en los cincuenta.
Vicky sonrió, mientras se dirigía al despacho a dejar su bolso, pero antes cogió su móvil y se lo guardó en el bolsillo de su pantalón de hilo color rojo pasión, que llevaba combinado con una blusa blanca de manga corta. Llevaba unas sandalias también rojas casi planas.
- Marga, tú “sólo” aparentas cuarenta y nueve.-bromeó Vicky, desde el despacho.
- Molt bé, aixó es una amiga i lo de més ximpleries.-le dijo el voz alta, a sabiendas que no iba a entender que le había dicho:”Muy bien, eso es una amiga y lo demás tonterías”.
Pero Vicky si la había entendido y salió riendo del despacho.
-¿Para qué estamos las amigas entonces?-bromeó Vicky.
-¿Para llenar las consultas de los psicólogos?.-
Ambas se rieron mientras empezaron a atender a los dos primeros clientes del día.
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