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sábado, 12 de octubre de 2013

Capítulo 53.


   Después de un fin de semana en casa, el lunes, cumpleaños de Vicky, Alejandro, mandó a su “cómplice” Myrna, para que fuese a la joyería a recoger un regalo que Vicky, después de regresar a casa por la noche, recibió de manos de Alejandro. Era un pequeño paquete cuadrado, envuelto en un elegante papel color crudo.
- Feliz cumpleaños, preciosidad.-le deseó Alejandro dándole un beso en los labios.
- ¿Qué es esto?.-estaba confusa, pues no esperaba nada.
- Mujer, ábrelo y descúbrelo por ti misma.-le dijo Alejandro con una enorme sonrisa nerviosa.-Venga, va, que me da un patatús de los nervios.
- Valeeee.-exclamó ella mientras, presa de la impaciencia destrozaba el papel de regalo y dejaba al aire una cajita color hueso con un delicado filo dorado y una L con diseño clásico, también dorada.- Es de la joyería “Ledesma & hijos”.
-¡Abre la puñetera caja, por Dios, Vicky!.-le apremió Alejandro.
  Vicky, al fin, lo hizo y vio la sortija más delicada qe había visto jamás. Era de platino, con un diamante de talla brillante en el centro.
- Madre del amor hermoso, Alejandro.-exclamó Vicky con los ojos como platos.
  Alejandro, cogió la caja de las temblorosas manos de Vicky y sacando la joya de la misma, le cogió la mano izquierda a la mujer que le había devuelto las ganas de vivir, y se la puso mientas hablaba, con voz algo temblorosa por la emoción del momento.
- Victoria Isabel Fernández, ¿te quieres casar con este pedazo borrico, que te quiere más que a su vida?.
  Myrna, se tapó la boca y los ojos se le empañaron de lágrimas hasta el punto que tuvo que quitarse las gafas para ver la escena que se desarrollaba ante ella, como testigo privilegiado.
- Virgencita de Guadalupe.-dijo emocionada.
- Vicky, ¿vas a responder hoy o lo dejas para cuando esté en urgencias con oxigeno por culpa de un infarto?
  Vicky miró alternativamente a Myrna y a Alejandro y se le abalanzó al cuello de forma tan inesperada que él se echó hacia atrás instintivamente.
- Siiiiii, claro que sí, mi vida.-exclamó y le dio un beso en la boca.
  Cuando los tres se recobraron de la emoción, Vicky, que no sabía cómo, había acabado sentada en el regazo de Alejandro, regresó a su silla.
- Dios mío, declararse a cierta edad es peligroso para la salud, os lo digo yo.-aseguró Alejandro lanzando un fuerte y gracioso resoplido.
  Vicky se acercó a Myrna, que permanecía en el sofá junto a la mesa de café.
- Mira, Myrna, que preciosidad de anillo de compromiso.-dijo orgullosa mientras se lo mostraba a quien ya consideraba su amiga.
  Myrna, le cogió la mano, y asomando los ojos por encima de sus gafas le echó un vistazo a la joya.
-¡Guauu! Que belleza de sortija, mi cielo.-dijo mirando a Alejandro, que sonreía feliz de verdad como hacía muchos años que no lo era.
- Es una copia de uno de Cartier.-confesó Alejandro algo tímidamente.-Lo siento mi vida, pero el original se me salía del presupuesto de los próximos diez años.
   Vicky sonrió.
- No te disculpes, este es bellísimo sea un Cartier o un Perico Pérez.-dijo ella con absoluta sinceridad.- Lo que cuenta es el amor que se da con él y de eso me has dado a raudales.-rió de pronto.-Además, me dices que es auténtico, que te has gastado una fortuna y te mato.
  Alejandro soltó una ruidosa carcajada.
- Mi vida, tu siempre tan… no encuentro la palabra…
-¿Practica?.-sugirió ella.
   Alejandro rió aun más fuerte.
- No iban por ahí los tiros, pero me vale para salir del paso.
- Eres lo que no hay.
   Después de cenar, Myrna se llevó a Óscar a su paseo nocturno mientras que los recién comprometidos se quedaban solos en casa. Alejandro fue al baño y cuando regresó a la sala de estar se encontró a Vicky con la mano levantada observando su recién estrenado anillo. Como no quería interrumpir, se detuvo junto al marco de la puerta para observar la escena. Vicky ni lo había sentido acercarse absorta en sus pensamientos. Era feliz, no por el anillo en sí, le habría hecho la misma ilusión una anilla de lata de refresco con tal de que viniera de él, sino por el hecho de que un hombre tan maravilloso la hubiera elegido para pasar con ella los años que le quedasen de vida, que Vicky deseaba que fueran muchos, pues, definitivamente Alejandro era el hombre de su vida, el único capaz de sacar de ella todo lo que su corazón albergaba dentro. Emociones dormidas, amargura, ilusiones hechas añicos…en definitiva, todo a lo que una mujer aspira, ser feliz con el hombre perfecto, y Alejandro, sin duda, lo era.
  Alejandro, la estuvo observando durante un buen rato, al amparo del marco de la puerta. Desde que había comenzado a salir con Vicky, no había vuelto a tener la pesadilla que le había estado atormentando prácticamente a diario desde que supo el fin de su malograda familia, y eso le estaba haciendo rejuvenecer. Se sentía tan feliz que sentía miedo de que todo no fuese más que un hermoso sueño, y del cual, él, ateo confeso desde que ese “Dios justo” se había llevado a toda su familia, y con ellos su ilusión y sus ganas de vivir, no dejaba de darle las gracias cada noche, antes de quedarse profundamente dormido y, después de años, de forma natural y sin ayuda de ningún fármaco. El hombre echó a rodas su silla y se acercó a Vicky, que al sentir como se acercaba, apartó la vista de la ventana, donde había estado observando la noche y dando gracias por ser tan dichosa.
- Alejandro, has tardado mucho, ¿te encuentras bien?- pregunto de pronto ella, que acababa de darse cuenta del tiempo que él había estado ausente de la sala.
- Mejor que nunca, lo que pasa es que me entretuve viendo a sonreír a un ángel.
   Ella comprendió enseguida lo que él quiso decir.
- ¿Has estado espiándome, so cotilla?-le preguntó Vicky fingiendo estar molesta.
- Espiándote no, observándote, morena mía. Con el reflejo de la luz en la ventana estabas preciosa, y más reluciente que ese anillo. Si te llega a conocer Julio Romero de Tormes, seguro que te toma de modelo para el famoso cuadro de la mujer morena, ya sabes…
- Sagerao eres, corazón mío.-le dijo.
   Alejandro se acercó a ella, que estaba sentada en el asiento del sofá más próximo al gran ventanal que daba a la calle. La cogió por la barbilla y le dio un tierno y largo beso. De repente, el sonido de unas llaves entrando en la cerradura de la puerta principal les interrumpió la romántica escena.
   Óscar entró en la casa como una exhalación y ladrando como un descosido.
- Se nos acabó la intimidad.-dijo Vicky riendo.
- Cuando Myrna se acueste, ya te daré yo tu merecido.-le dijo él con sonrisa picarona.-Tengo un plan, pero antes de llevarlo a cabo quiero consultártelo.
   Vicky le miró de soslayo.
- Miedo me das cuando pones esa cara.
  Alejandro rió.
- No te preocupes, no es nada estrambótico, ya verás. Seguro que cuando te lo cuente aceptas con los ojos cerrados.
- Dame una pista, venga.
- No, impaciente, puedes esperar una hora a que Myrna se acueste.
-¡Que hombre este, será malo!-exclamó ella con una graciosa mueca en la cara.
- No te impacientes, muy pronto lo sabrás.-le dijo él divertido.
   A las diez, Myrna, que se había sentado en la sala de estar a coser unos botones de una camisa de Alejandro comenzó a bostezar. Eso era la señal inequívoca de que no tardaría en irse a su habitación, lo que dejaría a solas a la pareja, que estaba deseando librarse de ella por primera vez. El par de enamorados no hacía otra cosa que mirarse y mirarla a ella esperando el ansiado momento de quedarse a solas.
    Alejandro puso en práctica una táctica que cuando era un adolescente y quería que su hermana le dejase solo para charlar a solas en el comedor por el único teléfono que había en la casa. Empezó a fingir que bostezaba, y al cabo de pocos minutos Myrna y Vicky comenzaron a imitarle. La treta había funcionado de nuevo, pero temía que Vicky sucumbiera a ella antes que Myrna. Al final funcionó y a las diez y media la mujer recogió sus cosas de costura y después de darles las buenas noches a ambos se retiró a su habitación.
- Por fin.-exclamó Alejandro con un susurro para no llamar la atención y correr el fatídico riesgo de que regresara a averiguar lo que estaba pasando.
- Ya te estabas quedando dormido, Alejandro. Hasta bostezabas y todo.
  El hombre se echó a reír.
- Que va, era “la táctica de desalojo Jaureguibeitia”.-dijo entre risas mientras se acercaba al sofá para pasarse a él junto a Vicky.-Es una maniobra que funciona siempre. Si quieres quedarte solo o con alguien concreto de noche y te “estorban” ciertas personas, ponte a bostezar y acaban por irse a la cama muertos de sueño, es un hecho científico.
   Vicky rió a carcajadas.
- Que bueno, te las sabes todas, y encima funciona, porque hasta me estaba entrando sueño a mí.-reconoció ella entre risas, amortiguadas con la mano.
- Si te llegas a dormir antes que Myrna os mato a las dos.-dijo entre risas.
  Vicky rió, pero luego recordó lo que Alejandro le había dicho antes.
- Bueno, ya estamos solos, ¿me vas a contar esa misteriosa cosa que se te ha ocurrido?
- Sí, veras.-comenzó Alejandro mientras se pasaba de su silla al tresillo.-He estado haciendo investigaciones en Google y he descubierto la forma de que tu y yo…bueno, ya sabes…
   A esas horas la mente de Vicky ya no estaba para acertijos.
- Como no te expliques un poco más claro…
- Hija, no querrás que te haga un plano.-bromeó Alejandro.
- Cariño, discúlpame, pero no lo pillo.
- Vicky, trato de decirte que he dao con la solución para levantar el “obelisco” de Bilbao.
   Ella le miró intrigadísima.
-¿Un obelisco en Bilbao? Que yo sepa no hay ninguno allí.
   Nada, que no cogía la idea. Alejandro optó por dejarse de símiles e ir al directamente al grano.
- Vicky, MI obelisco “perezoso”.-dijo señalándose la entrepierna. “Más claro imposible”, pensó.
  Fue entonces cuando ella cogió la analogía.
- ¡Ahhhh, ya!-exclamó entre risas.-Chico, no sé a qué viene tanto misterio si estamos solos.
- Mujer, no pensé que tardaras tanto en coger el símil. Que estás más espesa que un batido de polvorones-dijo Alejandro entre risas.- Bueno, a lo que iba, resulta que en Google pone que si tienes problemas de erección, aunque sean por una lesión medular como es mi caso, pues que tomando una de esas pastillas “milagrosas” azules de media a una hora antes de…ya sabes, pues que el puente levadizo se pone en marcha. Vamos que se puede, Vicky. Incluso hay ejemplos de hombres que han tenido hijos con lesiones parecidas a la mía, ¿no te parece maravilloso?
  Alejandro estaba tan entusiasmado que no dudó en abrazarla.
- Si que lo es, pero ¿estás seguro de que no es peligroso?, quiero decir que se oyen muchos casos de hombres que se han pasado con la dosis y luego han tenido que ir a urgencias para que le…bajasen la cosa, ya sabes.
  Vicky no pudo evitar sonreírse, pero lo de Alejandro fue una carcajada en toda regla.
- Vicky, sabiendo la dosis y el plazo de tiempo entre la toma y el efecto, no tiene por que pasar nada de eso. Seguro que ese que tú cuentas sería un abuelete con ganas de juerga que se tomó medio envase para dar la talla con una brasileña de veinticinco.-rió-Como si lo viera, fíjate.
- Es posible, los pobres están tan salidos que son capaces de eso y mucho más, y no miran el riesgo, vamos unos auténticos camicaces.-dijo Vicky riendo de buena gana.
- Ya te digo.-exclamó Alejandro.-Bueno, ¿qué te parece? Si quieres mañana mismo averiguo si la venden sin receta y las compramos.
- Bueno, si quieres, pero a la farmacia vas tú a buscarlas te lo advierto.
- Vamos a ver, cariño, da igual quién de los dos vaya a buscarlas porque esas pastillas son sólo para hombres. Nadie pensará que las tomas tú, hija mía.
- Eso ya lo sé, hombre.-dijo Vicky.-Lo que pasa es que me da vergüenza ir a comprarlas.-cuando acabó soltó la risa.
- Tú lo que tienes es mucha geta, quieres que sea yo el que pase vergüenza, porque a mí sí me conocen en este barrio.
- En primer lugar tú no tienes de eso, y para acabar, puedes ir a comprarlas en otra farmacia que no te conozcan.
  Alejandro puso cara de incredulidad.
- Pues por esa misma regla de tres, eso también lo podías hacer tú, me refiero a ir a comprarlas a otra farmacia que no sea a la que vas siempre.-le propuso con el dedo índice delante de la cara, riendo.-Y da la casualidad que yo tengo mucha vergüenza por qué no la he usado jamás y tengo las reservas a tope.-acabó riendo a carcajada limpia.
- Eres tremendo, Alejandro Jaureguibeitia.-le espetó Vicky.
- Bueno, pues, yo iré a buscarlas a la farmacia, que le vamos a hacer... Espero que sea verdad y funcione en mi caso concreto.
- Hombre, si es verdad lo que dicen, funciona.
   La pareja estaba sentada disfrutando de su mutua compañía cuando sonó el teléfono. Vicky fue quien se dirigió al despacho para contestar la llamada y resultó ser una equivocación. Cuando se disponía a volver a la sala de estar se acordó del álbum de fotos que había visto con sus nuevas sobrinas y lo buscó en la estantería. No lo encontró pero si vio otro que parecía muy antiguo. Se puso a ojearlo y encontró viejas fotografías en las que se apreciaba un jovencísimo Alejandro. En la primera estaba en bañador en una piscina cubierta. Llevaba colgada del cuello una medalla que enseñaba orgullo al objetivo. Vicky pensó que no debía tener más de dieciocho años. En esa época mostraba un cuerpo muy espigado, pero atlético y un rostro atractivo, aunque imberbe. La mujer no dudó en pasarle el dedo sobre la cara sonriente. Las siguientes fotografías eran de un Alejandro vestido de futbolista, del Atleti de Bilbao, del Deport, los dos equipos de la Liga que le tenían el corazón dividido, pues aunque su padre era vasco y se había criado en Bilbao, su abuelo materno se había encargado de inculcar en sus dos nietos varones, el propio Alejandro y el malogrado Álvaro, su amor a los colores de su equipo de toda la vida, el Deportivo de La Coruña.
- Vicky, ¿quién era?-oyó como Alejandro se acercaba.
   Rápidamente dejó el álbum en su sitio y salió al encuentro de su ya prometido.
- Nadie, cariño. Se han equivocado de número.
- ¿Vamos a dormir?-preguntó Alejandro.-¿O prefieres seguir charlando en la sala de estar?
- Vamos a la cama, charlaremos allí.-dijo ella, y pocos minutos después estaban los dos desnudos amándose, aunque Vicky no podía apartar de su mente la imagen de aquel hombre deportista que había visto en las fotografías.

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