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viernes, 2 de agosto de 2013

Capítulo 19.

    El viernes, Vicky se arregló el pelo en una alta cola de caballo, se maquilló los labios, se pintó la raya de los ojos y, por último se aplicó un leve toque de colorete. Se puso unos vaqueros y un suéter color crudo, y como adorno al conjunto, su conjunto favorito, una cadena de oro de diseño torneado y unos pendientes a juego. Después de asegurarse de que Óscar tenía suficiente agua y pienso, cogió su bolso negro y las llaves y salió del piso.
   Encontró aparcamiento cerca de “Mogambo” y cuando se sentó en la mesa más cercana a la puerta, donde podía ver, a través de ella a quien entrase, eran las diez menos cuarto. Como Alejandro no había llegado pensó en hacer tiempo tomándose un descafeinado, y al cabo de unos minutos lo estaba saboreando con verdadero placer, acompañándolo con un cigarrillo. Cuando miró el reloj de pared que había frente a ella y vio que ya pasaban diez minutos de las diez de la noche. Le pareció extraño que Alejandro no hubiese llegado ya, pues ella sabía que solía ser muy puntual. “Tal vez haya pillado un atasco” pensó. A las diez y media empezó a pensar que era ya muy raro. Sacó su móvil del bolso dispuesta a llamarle. El teléfono estaba desconectado. Le extrañó mucho dado que se suponía que era el día que habían decidido para reencontrarse y poder hablar del futuro de su relación, pero conociendo a Alejandro era muy posible que lo hubiera cogido y guardado en su chaqueta sin ponerlo en marcha o, incluso sin batería, cosa que solía hacer con frecuencia, como él mismo se lo había confesado a Vicky.
- Camarero...-llamó Vicky al joven pelirrojo que en ese momento se encontraba tras la barra, sirviendo un coñac a  un cliente a quien Vicky había decido extrangular a la menor ocasión en la que intentase reanudar su terrible versión de uno de los grandes éxitos de Manolo Escobar, en los principios de su larga y exitosa carrera.-Tráigame otro descafeinado, por favor.-el joven, que estaba pasando una balleta al mostrador, asintió con una sonrisa en la boca, que convertía sus labios en una única rallita color rosado.
 Aguardó un buen rato esperando que apareciese, pero cuando llegaron las once y él no había dado señales de vida, con los ojos llorosos decidió que ya era hora de marcharse. Pago su consumición y salió del local con el alma destrozada. Era evidente que Alejandro no tenía demasiado interés en arreglar su situación amorosa. Cuando llegó a casa, y hubo sacado a Óscar, se desnudó, se dio una larga ducha con agua caliente y se metió en la cama sin cenar. No podía entender lo ocurrido, fue Alejandro quien pidió que se vieran más adelante, y ahora era él quien no se había presentado a la cita. No acababa de comprender el motivo, pero decidió que tal vez el hombre, después de casi una semana reflexionando, acabó por comprender que las dudas de ella no eran tan infundadas.

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