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lunes, 26 de agosto de 2013

Capítulo 29.

Jorge se encargó de inflar el colchón, que una vez lleno tenía la altura y el ancho de una cama de un metro diez, y colocarlo junto a la cama y luego Vicky y Mª José se pusieron a vestirla. Las niñas, estaban correteando por la habitación muy divertidas persiguiendo a Óscar ante la mirada de Alejandro, que había llegado sentir alboroto.
- ¿Se puede saber que pasa aquí, chicas?. Siempre lo he dicho las mujeres cuando os juntáis tenéis mucho peligro.-comentó Alejandro que estaba observando la escena debajo del marco de la puerta de la habitación.
   Mª José se acercó a él.
- Ey, venga, lárgate.-bromeó lanzándole un cojín.-Ahora esto es territorio femenino hasta que lo dejemos todo listo. Y vosotras dos-dijo dirigiéndose a las niñas-coger al perrito y os vais a jugar con él a otro lado.
   Las niñas asintieron y se marcharon llevándose a Óscar con ellas al salón.
- Vale, me voy con tu maridito y nos tomaremos unas cervecitas.- dijo y se marchó en dirección al pasillo.
   Cuando entró en el comedor Jorge estaba sentado en un lado del sofá, mientras las dos niñas jugaban en el suelo con el perro.
-¿Te apetece una cerveza, cuñao?- le dijo acercándose al hombre.
- Sí, vale, buena idea. Por cierto, ¿qué hacen tú hermana y tú chica?. Llevan un siglo preparando la cama. La virgen, que pesadas se ponen cuando se juntan más de una.
   Alejandro iba en dirección a la cocina mientras hablaba.
- Pues, eso, Jorge. Están acabando y me ha echao de la habitación sin ninguna contemplación.
   Al rato volvió con unas medianas y una bolsa grande de patatas chips. Las dejó en la mesita y se colocó al lado del sofá.
- Pues nosotros vamos a celebrar que estamos solitos.
   Ambos rieron. Jorge levantó la botella para brindar.
- Por esas mujeres que tanto queremos y que al mismo tiempo no nos dejan en paz.-dedicó.
- Por ellas, sí señor.-afirmó Alejandro entrechocando las botellas de cerveza.
  Carolina se acercó a ellos.
- Tío, tengo que ir al baño.-dijo tímidamente.
   Alejandro le acarició la mejilla.
- Ves, cariño, pero no eches el cerrojo, ¿eh?
   La niña asintió.
- Vale, no lo haré. Ahora vengo.
- Que preciosas están, Jorge.
   El joven asintió orgulloso. No eran sus hijas biológicas pero las adoraba como si así fuera.
- Sí, lo son. Afortunadamente no tienen mis genes y son clavadas a su madre.
  Alejandro rió.
- Sí, es que los Jaureguibeitia somos unos bellezones, yo siempre lo digo.
  Jorge rió.
- Sí, sobre todo tú. Nos ha fastidiao.-dijo el joven cuñado de Alejandro.
   Alejandro miró su reloj.
- Oye, Jorge, ¿no es hoy cuando juega el Sporting?.
   El joven que estaba bebiendo por poco se atraganta.
- Ostras si, a las ocho, creo. Pero podemos ver el programa de deporte de La Sexta.-empezó a buscar a su alrededor-¿dónde leches está el mando de la tele?
- Bajo tú trasero.-le dijo Alejandro entre risas.
   Jorge se levantó y, efectivamente, allí estaba. Puso la tele dispuesto a pasar una buena tarde en compañía de su cuñado.

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