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domingo, 6 de octubre de 2013

Capítulo 52.

   Alejandro estaba en su despacho intentando escribir una idea que llevaba en mente desde hacía años, pero con una sola mano el ritmo era extraordinariamente lento para una persona que solía escribir una media de noventa palabras por minuto. Al final, desesperado por su lentitud, dejó lo que estaba, o mejor dicho intentaba escribir y se dirigió a la cocina, donde Myrna estaba comenzando a preparar la comida de mediodía.
- Hola, Myrna.-la saludó al entrar en la estancia.
- Hola, Alejandro, ¿cómo se siente esta mañana, mi cielo?
  Alejandro cabeceó repetidamente.
- Pues aparte de que me duele el brazo de mala manera y de que no hay Dios que me ilumine para comenzar lo que se supone que tengo bien desarrollado en la mente, pues todo va de maravilla.
- Ay, Dios, las musas otra vez de vacaciones, como dice usted cuando algo no le sale ¿no es así?
  Myrna, con su consabido sexto sentido había dado de lleno en el clavo.
- Eso es. No sé como comenzar, porque la idea la tengo clara.
- ¿Y de que se supone que va su nuevo artículo?-se interesó Myrna mientras pelaba ágilmente una patata tras otra.
- No es un artículo, es una novela de misterio que tengo en mente desde hace al menos diez años, pero que después de lo que nos pasó a mi familia y a mí, la abandoné por completo. No tenía ni el ánimo ni la claridad de mente necesaria para empezar un proyecto de ese calibre, y ahora que parece que todo se ha enderezao en mi vida, va y la inspiración se me va de vacaciones.
   Myrna, que estaba de espaldas a él, rió el comentario, pero cuando se volvió para hablarle y vio que se había quitado el cabestrillo, su semblante se transformó.
- Ahora que le veo, Alejandro ¿Qué está haciendo sin el cabestrillo en el brazo y manejando su silla? Así tardará más en curarse.
- Myrna, ¿Cómo quieres que lleve la silla por casa con una sola mano? Soy capaz de llevarme algo por delante. Deja, deja, que por unos metros que he movido la silla no creo que se me agrave la luxación. Además, ahora me vuelvo a mi despacho y no salgo de él hasta que no tenga escrito al menos el borrador.
- ¿De qué es que va esa novela?-se interesó Myrna.
- Pues de un crimen en la finca de un rico ganadero. Lo matan con un estoque e hieren a su yerno que a su vez es su abogado, pero ese es solo el principio, el final será sorprendente, ya verás.
- Tiene buena pinta, ¿Quién es el asesino?
  Alejandro soltó una carcajada.
- Si, hombre, te lo digo y a la porra la intriga. Luego no la querrás leer, porque si sabes de antemano quien es el culpable, ¿Dónde leches está el misterio?
 Myrna, que ya había terminado de pelar las patatas y las había incorporado al guiso, asintió.
- En eso le doy la razón. Si señor.-admitió.-Esperaré a que lo termine y entonces lo leeré como todo el mundo. Prometo comprar el libro en cuanto salga a la venta.
- No, Myrna. Este te lo regalaré, para que presumas de amigo famoso si consigo publicarlo, y a Vicky también le regalaré una copia, que se que a ella le encantan este tipo de novelas.
- Pues ya se está poniendo a escribir para acabarlo cuanto antes.-le apremió Myrna.
- Eyyy, tiempo al tiempo, que aun no tengo ni el titulo ni el nombre de los personajes.
- Bueno, poco a poco, que Roma no se hizo en un día, dicen.-dijo Myrna.
  Alejandro asintió.
- Así es, y las prisas no son buenas.
  A eso de la una y media llegó Vicky de trabajar. Cuando vio que Alejandro estaba levantado le recriminó que no se cuidase más de lo que lo hacía, el se defendió argumentando que aunque el brazo le seguía dando guerra, estaba mucho más distraído levantado y haciendo cosas. Cuando, ya en la mesa, disfrutando de un buen plato de patatas estofadas, comentó que su nuevo proyecto era un libro de misterio. Vicky se entusiasmó con la idea y no paró de hacer preguntas trampa para tratar de sonsacarle información sobre el argumento, sólo consiguió averiguar lo mismo que Alejandro ya le había contado a Myrna y algún detalle sobre el personaje del detective protagonista, que según la descripción que le había dado Alejandro, se parecía asombrosamente a su padre, al que no veía desde hacía tres años cuando, después de una discusión, ella se fue de casa de sus padres prometiendo no volver.
- Vicky, tres años en la vida de una persona son muchos años. Tú eras una cría cuando te marchaste de casa con ese tal Tony y es normal que tu padre no lo aceptase fácilmente, y aunque desde que volviste a verle os habéis peleado día sí, día también, recuerda que tus padres no van a vivir eternamente.-le dijo muy serio.-Cuando menos lo esperes uno de ellos te faltará y entonces te arrepentirás de no haberle pedido perdón por el disgusto que, aunque no era tu intención, les diste. Yo que tu, no perdería más tiempo e iría a visitarles y a tratar de arreglar las cosas.
- De todas formas, mi padre y yo nunca nos hemos llevado bien, el es muy testarudo y jamás pide disculpas aunque sepa que se ha equivocado, y no quiero que se dé el gusto de decirme que ya me lo advirtió.
   Alejandro cabeceó.
- Cariño, a testarudo no te gana, y ese es, creo yo, el problema. Que sois iguales y chocáis. Desde luego compadezco a tu madre, teniendo en casa a dos mulas pardas como vosotros.-como vio que se estaba metiendo en aguas pantanosas decidió cambiar de táctica.-Vicky, yo creo que si te presentas en casa de tus padres, él bajará la guardia y las aguas volverán a su cauce. Créeme, para un padre no hay nada más valioso que sus hijos te lo aseguro, mi vida. Dale la oportunidad de ver que has rehecho tu vida, que ahora está bien encauzada y que eres feliz. Estoy seguro que, aunque tu padre sea un borrico, cosa que no creo, en cuanto te vea, se le cae la coraza. Me apuesto la cabeza.
- No sé, Alejandro.- Vicky tenía serías dudas de que funcionase.-Tú no conoces a mi padre, es de los que piensan que él tiene la razón y el resto del mundo está equivocado.
- Bueno, pues demuéstrale que a pesar de tú desafortunado encuentro con ese tal Tony, le has dado la patada y ahora eres una mujer autosuficiente que no necesita a un hombre para nada.
  Vicky le cogió la mano con una sonrisa.
- Alejandro, tanto como para nada, no sé yo.
  Alejandro también sonrió con picardía.
- Bueno, para eso nos necesitamos los dos.
   Ambos se miraron cómplices y rieron. Myrna, que les escuchaba en silencio también sonrió.
- Vicky, ¿quieres que vayamos a ver a tus padres? Podemos ir en avión el viernes y estar de vuelta el domingo.
- No sé, Alejandro.-Vicky tenía muchas dudas.
- Mira, cariño, no te lo pienses más, el viernes por la tarde salimos y en pocas horas estamos allí.
- Si trabajo hasta las nueve llegaríamos muy tarde, creo que es mejor que salgamos el sábado por la mañana temprano y a media tarde o poco más estamos allí. ¿Y si lo dejamos para agosto cuando yo coja las vacaciones de verano? Alejandro, he faltado mucho y si es por una enfermedad, vale, pero por ir a perder el tiempo en una reconciliación que no se va a conseguir, pues no me parece justo para Marga.
   Alejandro, con el vaso de agua en la boca la miro por encima de este y cuando acabó de beber dijo:
- Eso, tu tan optimista como siempre, eso es. Mira, nosotros vamos cuando cojas las vacaciones, supongo que no viene de un par de meses o tres después de años, pero en agosto vamos pa’ allá, y no quiero excusas, ¿vale?
  Vicky asintió con vehemencia.
- De acuerdo, no habrá excusas por mi parte, pero verás cómo no funciona. Además, ¿Qué hacemos con Óscar?
- Del perrito me encargo yo, no se preocupen.-intervino Myrna.
  Alejandro sonrió con complicidad a la mujer.
- Tema resuelto, de vacaciones, y sin Óscar se te han acabado las excusas, Victoria Fernández.
- De acuerdo, me rindo.-dijo Vicky levantando las manos en señal de obediencia.- Iremos al pueblo, pero no te pienses que se va a solucionar todo, que esto es la vida real no “La casa de la pradera”.
- Vale, yo adelantaré mi libro todo lo que pueda para compensar los días que falte de casa.

                                                                      *****

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