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lunes, 26 de octubre de 2015

Capítulo 83.


  Mientras, en la sala de espera, todos eran nervios y gestos de impaciencia. Adrián no dejaba de pasearse de un lado al otro y mirando el reloj constantemente, mientras que Lalo, mucho más calmado, se distraía leyendo un periódico de deportes, que se había encontrado encima de la máquina de café. Vicky estaba muy nerviosa acurrucada en su asiento y con uno de sus brazos sobre el hombro de Alejandro, que distraía los nervios intentando resolver un crucigrama de un periódico, que alguien se había dejado encima de uno de los asientos de formica color madera de Haya, que no parecían ser nada cómodos, a pesar de su diseño modernista.


-¿Tardan demasiado no os parece, chicos?-dijo de pronto Sole, levantándose de su asiento, al lado de Vicky.


- No te creas, Sole.-dijo Alejandro levantando la vista del diario y quitándose las gafas.-En urgencias uno se desespera, ya se sabe. Parece que en estos sitios los relojes se detienen.


- Madre, tranquila.-dijo Miguel con su característico aplomo.-Pronto nos dirán alguna cosa.


- ¿Y si pregunto en recepción?-insistió Sole.


- Mujer, cálmate, cuando sepan algo nos lo dirán.-le dijo Gerardo que, como siempre, parecía ajeno a todo lo que le rodeaba, aunque en el fondo estuviera tan preocupado o más que los que lo admitían o lo dejaban entrever con su aptitud.


   Vicky estaba recostada en su incómodo asiento cuando oyó nítidamente algo que le heló la sangre. Se quedó de escucha y, si, había oído bien, habían nombrado a Antonio Cruz. Ese nombre que la atormentó durante años en las largas noches en las que temía que apareciese de nuevo en su vida para cumplir su amenaza.


   Todos escucharon el mismo nombre, pero nadie hizo un solo comentario, se limitaron a bajar la vista o a fingir que nada habían escuchado. Sólo Alejandro notó, aparentemente, el nerviosismo en la cara de Vicky, que empezó a mirar de un lado al otro hasta que vio que el tal Antonio era un niño de pocos meses que llevaba su padre en brazos totalmente envuelto en una mantita de cuna.


- ¿Te ocurre algo, vida mía?-la abrazó.-Estas temblando, Vicky.


- No, solo tengo un poco de frío.-mintió ella.-Tienen el aire acondicionado muy alto.

- Vicky, te conozco y sé que te pasa algo, ¿me lo vas a decir o esperas a que me lo cuente alguno de ellos?-Alejandro acabó la frase señalando a los demás miembros de la familia.


- Alejandro, no es nada, solo una confusión. Solo eso.


   Vicky se levantó se dirigió a la entrada y salió a la calle donde encendió un cigarrillo. Alejandro la siguió y se plantó delante de ella para impedirle que avanzase.


- Victoria, te ruego que me lo cuentes, por favor. Si no voy a acabar imaginando un montón de barbaridades que no quiero ni pensar.


- Está bien, pero prométeme que no te vas a enfadar, cariño.-le pidió ella, sin atreverse a mirarle a la cara.


- Uy, uy, uy, y a mí que me da que me voy a cabrear cuando me lo cuentes…


- ¿Ves? Por eso no te lo he contado, para que no te enfadaras.


- Venga, prometo no enfadarme… demasiado.


  Alejandro sacó un cigarrillo y lo encendió. Vicky se sentó en uno de lo dos bancos que había en la zona de fumadores. La mujer fumaba nerviosamente.


- Se trata de ese nombre. Resulta que ese bebé se llama igual que mi ex marido.


- Ya, Antonio Cruz, ¿y? Te recuerdo, cariño, que ese tipejo está enchironado desde hace varios años.

   Vicky carraspeó para aclararse la garganta.


- Ese es el problema, Alejandro, que ya no lo está.


  La voz de Vicky sonó ronca, como siempre que se ponía tensa.


-¿Quieres decir que le han soltao ya?-ella asintió.-¿Y como estas tan segura de eso, cariño?.


  Vicky se removió en su asiento antes de contestar sin atreverse a mirarle a la cara.


- Por que le he visto, Alejandro.


- ¿Qué le has visto?-Repitió él estupefacto.- ¿Cuándo? ¿Dónde?


  Vicky se aclaró la garganta antes de comenzar a hablar.


- ¿Te acuerdas cuando fui a mi apartamento a recoger una maleta con mi ropa de verano?-Alejandro asintió.-Pues cuando salía de mi portal me lo encontré. Iba en su coche y se paró para hablarme.


- ¿Te dijo alguna grosería?-quiso saber un asombrado Alejandro, que no se esperaba eso.- ¿Te hizo algo, cielo?. Dime, ¿Qué te hizo ese hijo de puta?


   Alejandro le cogió la mano.


- Bueno, se puso un poco chulo, pero no me hizo nada.-Vicky intentó que su voz sonara segura.-Se limitó a decir cuatro bobadas, eso es todo.


- ¿Por qué será que no me acabo de creer lo que me estas contando?


- Que no, que no me hizo nada. Solo me dio a entender que te conoce, eso es todo. Por lo visto me siguió al hospital uno de los días que fui a verte y estuvo fisgoneando.


  Se ve que estuvo paseándose por la planta mientras estábamos allí, y por eso sabe quién eres.


- Ya veo.- a Alejandro le estaba costando mucho controlar el enfado que sentía y que aumentaba por momentos.-Ese tipo nos tiene vigilado desde hace meses y tu no me lo cuentas, por todos los santos, Vicky ¿en qué leches pensabas?¿cómo se te ocurrió ocultarme una cosa así? ¿Y si llega a herirte? ¿Y si te hubiera matado allí mismo en plena calle?! ¡Por Dios bendito, no vuelvas a ocultarme algo de ese calibre nunca más ¿estamos?!


  Vicky jamás había visto a Alejandro tan enfadado, incluso se le pronunciaba mucho más una vena del cuello. Tenía los ojos inyectados en sangre y a Vicky sintió un poco de miedo, recordando repentinamente los ataques de ira a los que la sometía su ex marido.


- Lo siento, mi vida.-Vicky trató de disculparse y le cogió del brazo, pero él se soltó y se apartó de ella.


  Alejandro se detuvo a fumarse el cigarrillo en un gran cenicero de agua que había en la entrada a urgencias. Lo encendió de nuevo y dio una furiosa calada, pero el sabor que le llenó la boca le resultó tan amargo. Con furia lanzó la colilla al suelo. Estaba fuera de sí como hacía años que no se sentía. Vicky le había ocultado algo que él consideraba muy importante. Algo que debían compartir, si querían ser una pareja como las demás. Sin tapujos, sin mentiras. Ella se lo exigió a él en su momento y ahora descubría que ella también tenía cosas ocultas. Se sentía engañado y sintió que algo se había quebrado en su interior, ¿la confianza tal vez? No estaba muy seguro, pero aquello marcaría un antes y un después en su relación con Vicky.


- Alejandro…-susurró Vicky.


- Déjame a solo, por favor.-le dijo con voz áspera.-Tengo mucho en que pensar ahora mismo, Victoria.


  Vicky no dijo nada y se limitó a entrar de nuevo en la sala de espera de urgencias.


- Mama ¿se sabe algo de Jacobo?-preguntó sentándose a su lado con gesto cansado.


- Aún no.-dijo Soledad quitándose las gafas y dejando la revista que estaba leyendo, en la silla de su otro lado, que había estado ocupada por Gerardo, pero que ahora estaba vacía.- Es raro, tardan demasiado me parece a mí, no se.


- No empieces a darle vueltas a la cabeza, Sole.-le dijo Gerardo, que apareció en ese momento.-Estarán haciéndole un montón de pruebas y eso se alarga mucho.


  Alejandro entró de nuevo en la sala de espera y se colocó un poco alejado de Vicky. Aún estaba muy alterado y no quería darle más vueltas al espinoso asunto. En ese momento aparecieron Julia y Mauricio.


-¿Qué pasa, hija?-preguntó Sole al ver que su hija mayor lloraba desconsoladamente, y a penas se sostenía apoyada en el brazo de Mauricio.


  Julia se sentó junto a su madre y Vicky.


- Mamá, tienen que operarle. El médico dice que en la ecografía sale una cosa opaca en su vientre y no sabe que es hasta que no abra. Sospecha que pueda ser un tumor, mamá.


- Bueno, en realidad quedan por hacerle unas cuantas pruebas que nos sacaran de dudas.-indicó Mauricio.


- Dios mío.-fue lo único que Sole acertó a decir y se abrazó a la mayor de sus hijas.-Cariño, si es solo una sospecha no debes pensar en algo malo con tanto tiempo. Probablemente será un error.


  Julia negó enérgicamente.


- No, mamá. Me lo ha dicho el Dr. Zavala.-dijo mientras se limpiaba las lágrimas con un pañuelo que le había entregado su hermano Adrián.-Se ve en la ecografía una mancha blanca, y eso no es normal.


  Alejandro se acercó a Julia y le tocó la mano cariñosamente.


- Julia, no te pongas en lo peor.-le dijo el hombre mientras le cogía la mano, ahora temblorosa, entre las suyas.- Ya sabes cómo son los médicos. Lo exageran todo. Fíjate, a mi hermana le dijeron que yo no saldría de la operación o que quedaría como un vegetal y mírame. No ganaré el concurso de saltos ni nada por el estilo, pero estoy vivo y llevo una vida casi normal.


  Vicky le escuchó hablar con su hermana y sonrió al comprobar lo atento que se mostraba con ella. Casi como un hermano.


- No te angusties y espera noticias.-dijo Mauricio tratando de transmitir calma.-Conozco muy bien a Primitivo Zabala, el médico que le está atendiendo, desde que era un espárrago y sé que todo saldrá bien.


  Julia se abrazó a Alejandro intentando recibir un consuelo que ahora no podía sentir. Vicky vio como Alejandro acariciaba el cabello a su hermana y sintió orgullo y pena a la vez. Se acercó a ellos y los tres se fundieron en un abrazo durante un buen rato.


- Lo siento.-susurró. Se dirigía a los dos, pero nadie, excepto Alejandro y ella, lo sabía.


  Alejandro abrió su brazo y la acercó también a él. Al cabo de unos segundos Alejandro se apartó de las dos hermanas.


- ¿Cuándo le van a operar?


  Julia también se apartó de Vicky limpiándose las lágrimas.


- En cuanto haya un quirófano libre. Han dicho que nos avisaran lo antes posible.


  A las siete de la mañana Julia, Vicky y Alejandro estaban en la sala de espera de la zona de cirugía.   Los demás, por expreso deseo de Julia, que no quería que estuvieran todos allí preocupados, se quedaron en la zona de urgencias.


  Poco después de las nueve de la mañana, salió a buscarles el médico, enfundado en un uniforme de quirófano color verde.


- Doctor…-susurró Julia que fue la primera en verle aparecer tras la fuerte puerta con clave para entrar.


- Bueno, ya ha terminado la operación y Jacobo está en reanimación.-notó la expectación en la cara de las tres personas.-No, no se alarmen, está allí por precaución hasta que despierte de la anestesia, pero todo ha salido perfecto.


- ¿Era o no cáncer?-quiso saber una nerviosa Julia.


- Pues…no.


  Alejandro resopló aliviado, Vicky hizo un gesto de descanso y Julia se limitó a dejar fluir las lágrimas de angustia que llevaba acumuladas. La mujer, se abrazó a su hermana menor.


-¿Ves como no era para asustarse, mujer?-le dijo su hermana mientras le acariciaba el cabello de una forma muy fraternal.


- Dr. Zavala ¿entonces que era esa mancha opaca que se veía en la ecografía?-quiso saber Julia, ahora mucho más aliviada.


- Cuando se lo diga, no se lo van a creer…


- Pruebe…-le instó Alejandro impaciente.


  El médico tardó unos breves segundos en contestar, pero una mirada entre exasperada e inquisitiva de Vicky bastó para que dejase el suspense a un lado y fuera directo al grano.


- Una gasa de quirófano que alguien se “dejó olvidada” en la tripa de Jacobo. Cosa que debió suceder cuando le extirparon el apéndice.


  Durante un segundo nadie habló. A los tres les costó asimilar lo que acababan de escuchar, pero fue Alejandro el primero en reaccionar.


- ¡Serán hijos de puta!-exclamó sin poder reprimirse. Dio un puñetazo en el marco de la puerta que daba a la zona de cirugía, para arrepentirse inmediatamente.-Lo siento, doctor, no he podido contro-larme, perdóneme.


- La madre que…-la rabia dejó a Vicky sin palabras.


- No me lo puedo creer.-fue lo que acertó a decir Julia y se sentó de nuevo para no caer al suelo desmayada.


- Así es, yo me he quedado igual de asombrado cuando abrí y me di cuenta de que era eso lo que le estaba provocando esos dolores y la fiebre. Tengo que decirles que de haber tardado un día más en traerle a urgencias, ahora no estarían aquí, sino en el tanatorio.


- ¿Tan grave era?-quiso saber Vicky.


- Mucho, señorita.-dijo el médico.-Hemos tenido que extirparle una parte del intestino, que estaba ya en un estado primario de necrosis, limpiarle toda la porquería que se había esparcido por el vientre por el orificio que se le hizo, y practicarle una colostomía provisional. Es un milagro que no haya acabado con septicemia, la verdad. A causa de eso, tiene mucha fiebre, evidentemente, y por eso lo tendremos ingresado en Intensivos al menos durante unas horas. Si en ese tiempo mejora, le pasaremos a planta.-explicó el médico.-Pero dígame una cosa ¿Cómo es que no le trajeron antes a urgencias? Hemos perdido un tiempo que pudo ser crucial para la vida su marido.


  Julia se quedó parada sin responder y fue Vicky la que contestó al médico.


- Por que nuestro pueblo, Hoyos del río, se inundó con la tormenta de ayer y estuvimos atrapados en el piso de arriba de la casa hasta que el nivel del agua descendió esta madrugada y pudimos venir.


   El médico asintió.


- Pues pueden decir que Jacobo ha vuelto a nacer esta madrugada.-dijo el médico mientras se quitaba el gorro y se desataba la mascarilla, que llevaba colgado del cuello.-Bueno, yo tengo que volver al quirófano.-les dio la mano uno por uno.-Me alegro de que todo haya acabado bien, de veras. Ahora, como ya les he dicho está en reanimación. Dentro de un rato sacaran a Jacobo por esta misma puerta y podrán verle antes de que lo lleven a Intensivos.


- Gracias, doctor.-dijo Julia.


  El médico se despidió de los tres estrechándoles la mano y luego se perdió de nuevo tras la misma puerta por la que había salido antes.


  Vicky y su hermana se abrazaron y después la primera se acercó tímidamente a Alejandro.


- Gracias por acompañarnos a mi hermana y a mí.


  Alejandro la miró a los ojos.


- Eso no me lo tienes que agradecer, lo hice con gusto. Una cosa es que me joda que me oculten cosas y otra muy distinta que sea tan vengativo como para dejaros solas a Julia y a ti en un momento como éste.


- Lo sé, tienes toda la razón.-admitió Vicky.-Siento habértelo ocultado, pero es que no quería que te preocuparas.


- Vicky, si en el fondo te comprendo, aunque te parezca extraño, pero me ha jodio que me dejaras al margen de algo así. No lo vuelvas a hacer ¿de acuerdo?.


  Ella sonrió nerviosa.


- No lo volveré a hacer, te lo prometo.-Vicky levantó su mano derecha del modo que se hace para jurar ante una Biblia.


  Alejandro sonrió al fin.


- No jures en vano, lianta, que tanto tú como yo sabemos que eso no lo cumples tú ni de coña.-Alejandro miró a la nerviosa Julia.-Chicas ¿Qué os parece si después de que veamos a Jacobo vamos a contarle a la familia la buena nueva y de paso os invito a un café o lo que os apetezca?


- Estupenda idea, cielo.-dijo Vicky.


- De acuerdo.-respondió Julia.


  Al cabo de media hora esperando, la puerta se volvió a abrir y Julia vio aliviada que era un celador que llevaba a Jacobo en una cama. El marido de Julia tenía los ojos cerrados y parecía tranquilo. Ni se inmutó cuando una de las ruedas de la camilla se tascó en el marco de la puerta.


- ¿Se sabe cuál es la habitación que se le ha asignado para cuando salga de Intensivos?-preguntó Alejandro al joven que no debía tener más de veinticinco años, pero que, incluso aparentaba menos, pues nadie le hubiera echado más de veinte gracias a su imberbe cara.


  El joven celador consultó sus notas y respondió.


- A la 2ª planta, habitación 218.


- Vale, entonces nosotros nos vamos yendo.-dijo Alejandro.


  Vicky, Julia y Alejandro se dirigieron en primer lugar a avisar al resto de la familia de que Jacobo había salido con bien de la operación y de que estaba en intensivos, pero antes de ir a verle, y previendo que le estarían atendiendo y acomodándolo en su nueva habitación, pensaron en ir a comer alguna cosa a la cafetería. Como sólo eran las nueve y media de la mañana se decidieron por unos desayunos a base de café y cruasanes, que luego tomaron todos sentados entre varias mesas que Adrián y Lalo se preocuparon de juntar en un lado del espacioso restaurante, que a esas horas no estaba demasiado lleno aún. El Dr. Álvarez se acababa de marchar para hacerse cargo de la limpieza de su casa y de paso asegurarse que la de los Fernández no había sufrido más desperfectos que los detectados al bajar a la planta inferior del inmueble.


- Cuando no encuentras mesas ni por casualidad es a mediodía.-dijo Adrián.-Como se nota que es domingo.


  Alejandro asintió.


- Claro, la gente que viene a estar con los enfermos, cuando baja a comer es después de las dos por que se entretienen esperando a que el familiar coma. Eso decía mi hermana cuando yo estaba ingresado. Cuando terminaba de darme de comer a mí era ya casi las dos de la tarde y cuando ella lo hacía era cerca de las tres. Recuerdo que muchas veces se iba a buscar un bocadillo y se lo comía en mi habitación mientras me daba de comer a mí. Un bocado yo, otro ella, y así.


-¿Tenía alguien para que la relevase?-quiso saber Sole.


   Alejandro negó.


- No, en esa época solo nos teníamos el uno al otro. Por eso digo siempre que yo debo a mi hermana tantas cosas, que no me alcanzarán esta vida y la siguiente para compensarle.


   Miguel dejó su tacita en el platillo y dijo:


- Alejandro, respóndeme a una pregunta. Si la situación hubiera sido al revés, es decir, que tu hubieras tenido que cuidar de ella ¿sentirías que te debe algo?


- No, por supuesto que no, Miguel.-fue la respuesta inmediata de Alejandro.


- Pues ahí tienes la respuesta. Tú lo has dicho. Las personas hacemos lo que sea por los seres que nos importan y sin esperar nada a cambio. Eso es amor incondicional, y eso es lo que todo bien nacido siente por los suyos.


- Claro, hijo, tienes toda la razón.-dijo Sole.-Por uno de mis cuatro hijos yo mato si llega el caso.


  Alejandro rió.


- Madre mía, que peligro tienes tú también. Cualquiera le hace algo a uno de tus hijos.


- Si aprecias tu pellejo, no digas nada malo de nosotros.-replicó Adrián sonriendo.


- Ya veo, ya.-replicó Alejandro.


- Bueno, creo que deberíamos ir a ver si nos permiten ver a Jacobo ¿no os parece?-intervino Julia, que estaba, lógicamente, muy impaciente.


- Cariño.-dijo su hermana.-Ya has oído al médico. Hasta mañana no le podrás ver. Ahora, como mucho, te dejaran verle a través de una ventanilla. Yo creo que deberíamos volver a casa e intentar descansar y mañana a primera hora volvemos y seguro que ya le han llevado a planta. ¿Qué te parece, cariño?


- No puedo esperar hasta mañana, Vicky.-respondió Julia.-Necesito saber que está bien.


- Hija.-su madre le cogió las manos entre las suyas y notó que a pesar del calor que hacía, estaba helada.-Vicky tiene razón, vamos a casa y mañana por la mañana a primera hora volvemos. Tienes que dormir un rato, hija mía, sino acabaras tu también enferma y entonces no podrás cuidar de Jacobo.


- Está bien, pero no me voy tranquila.-admitió Julia.-Será mejor que deje mi número de móvil por si ocurre algo.


  Alejandro la detuvo.


- Tranquila, ya he dado el mío y el de Vicky. Si lo necesitan te localizaran en cualquiera de ellos.


- Alejandro, eres un cielo.


  Él sonrió.


- Sí, ya. Un cielo con nubarrones más negros que la capa de El Zorro.


  Julia sonrió tímidamente.


- No sé cómo lo haces, pero siempre acabas sacándome una sonrisa.


  Alejandro se tiró de unos imaginarios tirantes.


- Elemental, querida Julia. Es el embrujo Jaureguibeitia, que nunca falla. Que se le va a hacer si somos unos encantos.


- Y muy modestos, por lo que veo.-intervino Adrián.


- Siiiii, mucho.-indicó Vicky riendo.


  Cuando llegaron a la casa, el agua ya había bajado por completo y entre Laura, Adrián, Miguel y Lalo se dedicaron a limpiar el barro que había entrado durante la noche. Fue una tarea ardua pero, uniendo sus fuerzas, la acabaron poco antes de que amaneciese y, por fortuna, pudieron salvar todos los muebles del piso de abajo, pero no pudieron evitar tener que deshacerse de una vieja alfombra que hacía más de cuarenta años que descansaba bajo la mesa del comedor. Pero todos dieron por bueno su pérdida teniendo en cuenta que otros vecinos habían tenido que tirar muebles y electrodomésticos. A las once de la noche los tres chicos y se fueron a descansar.



                                                                              *****



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