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viernes, 2 de agosto de 2013

Capítulo 20.

    El sábado a eso de media mañana, y aprovechando que Alejandro aún no se había despertado y dormía plácidamente, Myrna decidió salir a arreglar, o al menos a intentar hacerlo, un asunto que la preocupaba mucho. No estaba dispuesta a dejar las cosas como estaban. Hizo un par de compras y luego satisfecha volvió a casa, no sin antes pasar por la farmacia a comprar otra caja de las pastillas de Alejandro, pues quería estar presente en el momento oportuno en que su plan comenzase a estar en marcha. Cuando entro en la casa de Alejandro, dejó su bolso en la percha de la entrada y luego se dirigió a ver si el enfermo aún seguía dormido. El hombre aún estaba en la cama, pero no dormía, estaba muy distraído leyendo un libro y ni se enteró que ella había abierto la puerta. Fue a buscar una cosa a su bolso y volvió al dormitorio del hombre, y esta vez sí que llamó a la puerta.
   Al oír el ruido suave de unos nudillos en la puerta, Alejandro levantó la vista del libro y se quitó las gafas para leer.
- Pasa, Myrna.-dijo poniendo un pequeño calendario a modo de señal.
- Mire, Alejandro, un mensajero trajo este paquetito para usted.-dijo mientras le entregaba un pequeño paquete rectangular, envuelto en un bonito papel de regalo color celeste.
   Alejandro se incorporó en la cama haciendo una mueca de dolor.
- Que raro, no he oído el timbre.
- No llegó a llamar, llegamos al tiempo y recogí yo el paquete.-justificó Myrna, que tenía bien estudiadas todas las posibles respuestas que tendría que darle a Alejandro.
-¿Qué es esto?-estaba muy intrigado.-Yo no he pedido nada por correo. Pero, no sé, esto no es de un paquete de esos. Viene envuelto con papel de regalo…Que raro, no es mi santo, ni mi cumpleaños…
- Ábralo y salga de dudas.-le sugirió una impaciente Myrna, que estaba deseando ver la cara de Alejandro cuando descubriese lo que se escondía tras el cuidado envoltorio.
   Myrna sonrió con disimulo, y al hombre, que estaba abriendo el paquete, le pasó desapercibido el gesto de la mujer. Ésta se hizo la distraída, pero sin perder de vista el rostro de Alejandro, que se sorprendió al ver que era un libro. Lo puso al derecho y, poniéndose sus gafas, leyó el título:
- “100 formas de enamorar a una chica difícil”.-leyó y miró a Myrna, aún sin entender nada.- Debe haber sido un error, yo no he pedio nada en esta librería, y menos este tipo de libro.
   Se disponía a volver a colocarle el papel que lo envolvía cuando lo recibió, y entonces algo cayó de la tapa del libro. Era una pequeña nota que Alejandro leyó para sí, y luego, sonriendo, lo hizo en voz alta.
- “Espero que este libro te ayude a entenderme. Te quiero. Vicky.”.-Alejandro se quitó las gafas y miró a Myrna con una sonrisa en los labios por primera vez en días.-Es de… ella.
-¿Cómo?.-disimuló ella.- ¿de quién?
- De Vicky.-se echó a reír.-Me ha comprado un manual para entenderla.
- Muy práctico, ¿no le parece?
- Pues sí.-admitió un atónito Alejandro.-Lástima que no me lo regalase antes.
- Como dicen ustedes, “nunca es tarde si la dicha es buena”.-sentenció la pícara mujer, feliz de haber acertado al menos en el 50% de su plan, ahora quedaba la otra mitad, y si salía como estaba previsto, todo se arreglaría.
- Eso es verdad.-admitió Alejandro.- Espera, hay otra cosa escrita debajo.-se colocó las gafas de nuevo y la leyó en voz alta.-“¿Nos vemos esta tarde a las siete en “Mogambo”?. Te estaré esperando el tiempo que haga falta”.-miró a Myrna con una mezcla de alegría y alivio en la cara.
- Eso es…fantástico, Alejandro.-le animó Myrna.-No debe dejar pasar esta oportunidad de arreglar esta situación.
- No sé, yo aún estoy muy débil y no sé si llegaré en silla hasta allí, y el coche aún no me atrevo a cogerlo, por si me da otro jamacuco mientras conduzco. No sería la primera vez que tengo que aparcar a toda prisa en la cuneta a esperar que me pasara el dolor y llegar a casa tranquilo.
   Myrna negó con la cabeza. No podía permitir que su plan se fuese al garete al primer intento.
- Alejandro, puede que aún esté débil, pero debe ir a arreglar su situación. Tenga en cuenta que ella se ha atrevido a dar el primer paso, y eso para una mujer como ella es peor que si le dieran una buena golpiza.
  Alejandro, cuyo rostro había cogido color de repente, sonrió.
- En eso te doy toda la razón.-admitió.-Algo me dice que Vicky no es de las que se humillan si saben que no tienen la culpa. Y, no la tiene, así que no acierto a entender esta reacción.
- Pues, vaya a la cita y saldrá de dudas.-le recomendó Myrna.
   Alejandro asintió echando a un lado las ropas de cama.
- Está bien, acércame mi silla que voy a darme una ducha y a afeitarme, que con esta barba, me asemejo más a un orangután que a un hombre.-dijo sonriendo, y tocándose la barba de varios días que ya era visible.
   Myrna sonrió y le acercó la silla al borde de la cama. Cuando le vio levantarse observó que, aunque aún estaba muy débil y había perdido bastante de peso, se sentó en ella casi con la misma agilidad de siempre. La mujer pensó que tal vez le impulsaba a ello la ilusión que de repente había renacido en él.

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