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lunes, 19 de agosto de 2013

Capítulo 22.

    Marga tuvo que echarla literalmente a empujones de la tienda, para que llegase a tiempo a su cita. La mujer se había ofrecido a pasar por casa de Vicky a echarle una ojeada a Óscar y sacarle a dar su paseo nocturno.
   Al subirse a su coche, Vicky se miró en el espejo del coche y se pintó un poco los labios con su barra de siempre de un tono beige nude. Luego se arregló la coleta y se puso un poco de su perfume habitual, que solía usar en invierno, con un toque amacerado.
   Cuando llegó a “Mogambo” eran las siete menos veinte. Alejandro no había llegado aún y, de repente le asaltó la duda, pero venció su sentido común y decidió esperarle sentada en la mesa más próxima a la puerta, y que tenía un gran ventanal desde el que podía verle llegar, pues daba a la calle principal, que era por donde tenía que pasar él, si venía en coche, como era de esperar. Para tratar de calmar sus nervios, encendió un cigarrillo, y se pidió un descafeinado. Eran dos de sus grandes placeres, fumarse un cigarro mientras disfrutaba de un vivificante café. A las siete menos cinco cuando le vio entrar en el restaurante. Le costó reconocer en aquel hombre al Alejandro que ella conocía. Estaba pálido y ojeroso, y era más que evidente que había perdido algunos kilos. El suéter azul que llevaba parecía que era dos tallas más grande de la que le pertenecía.
   Alejandro miró a su alrededor y de repente sus miradas se encontraron. Estaba más guapa que nunca con un jersey de un rojo apagado, que le daba alegría a su rostro, que ahora parecía tenso. El hombre, se dirigió despacio hacia ella, y entonces Vicky se dio cuenta de lo desmejorado que estaba. Parecía tener diez años más de los que decía su DNI.
- Hola, Vicky.-la saludó Alejandro con su habitual y bonita sonrisa en los labios.
- Hola, Alejandro ¿Qué tal estás?.-pregunto ella a falta de algo más original.
- Digamos que ahora mejor.-se limitó a decir el hombre mientras colocaba su silla en la mesa donde estaba ella.
   Alejandro le dió un suave beso en la mejilla, que ella no rechazo.
- Por cierto, gracias por las flores, son preciosas.-dijo Vicky ante la mirada de extrañeza del hombre.
-¿Flores?.-repitió Alejandro confuso.-No sé de qué me hablas. Yo sí que he recibió tu regalo, por cierto, muy instructivo.
- No entiendo nada.-admitió Vicky.-¿Si tú no me has mandado las camelias quien lo hizo?-Buscó algo en su bolso.-Venían con esta nota.
-¿De verdad que tú no me has mandado el libro?.- insistió Alejandro con cara de intriga.
- Te aseguro que no. Aunque admito que es una gran idea, jeje.
   Alejandro sonrió, se puso las gafas y nada más leer la nota supo lo que había pasado.
- Yo sí que empiezo a entender.-dijo sonriendo mientras rebuscaba en la bolsa de detrás de la silla de la que sacó el paquete donde estaba el libro y la nota que él había recibido.- ¿Sabes tú algo de esto?-dijo entregándole la nota junto al libro.
- “100 formas de entender a una chica difícil”.-leyó ella en voz alta.-Yo no te he mandado este libro.
   Alejandro asintió.
- Me llamó la atención el titulo, es muy…apropiado.-dijo Alejandro sonriendo.- Creo que yo conozco al duendecillo, mejor dicho duendecilla, que lo ha hecho en tú nombre.-cogió ambas tarjetas y las comparó durante un ratito.-Aja, lo que sospechaba.-se las enseñó a Vicky mostrándole una en cada mano.- ¿Notas algo…curioso?
   Vicky observó ambas notas, pero no vio nada extraño. Sólo supo que alguien había escrito ambas y, una de ellas en su nombre.
- Aparte de que esa no es mi letra, no veo nada…raro. Alejandro, mis dotes detectivescas se limitan a adivinar al asesino en un libro de Agatha Christie y, para colmo, nunca acierto.
   Alejandro sonrió y puso las dos notas sobre la mesa, una junto a la otra para que ella las viese a la vez, y señaló algo en ambas.
- Mira los sietes de la horas de la citas, ¿Qué notas?
   Él encendió un cigarro y ella le imitó.
- Sólo que no los he escrito yo.
- Fíjate bien. ¿No les falta algo a ambos número?
- Vicky los miró detenidamente, y al cabo de unos segundos se dio cuenta de una cosa.
- Sí, les falta el palito del medio en las dos cartas, y yo al menos, se lo pongo.-dijo al fin.- Lo hace todo el mundo que yo sepa.
   Alejandro afirmó con vehemencia.
- Exacto.-dijo.-Y yo también lo pongo. Pero en eso de que lo hace todo el mundo te equivocas, Vicky. En los países anglosajones no lo ponen, y en toda América tampoco lo hacen, si no me equivoco.
-¿Y eso a donde nos lleva, Poirot?.-bromeó ella por primera vez.
- A que yo ya sé quien las ha escrito, mon ami, Hastings.-dijo siguiéndole el juego.- Y es evidente que las ha escrito la misma persona.
-¿Quién y por qué?
   Alejandro sonrió de nuevo, y Vicky vio que las pocas arrugas que comenzaban a surcar su atractivo rostro se le marcaban mucho más que antes. Por primera vez aparentaba no solo los cuarenta y cinco, sino que se le echaban los cincuenta fácilmente.
- ¿No caes?-preguntó Alejandro. Ella hizo un leve movimiento de negación con la cabeza.-Estas cartas, me apuesto las ruedas de mi silla, han sido escritas por la misma persona. Y, tú y yo, la conocemos. Ha sido…mi querida Myrna Cifuentes.
- ¿Myrna?-repitió Vicky asombrada.-¿Y qué gana ella con esto?¿por qué hacerlo?.
   Alejandro sonrió repantigándose sobre el bajo respaldo de su silla de ruedas.
- Ella me adora, lo sé, tanto como yo a ella, por supuesto.-indicó Alejandro.- Puede que nos peleemos cada dos por tres, pero nos tenemos cariño, y ha ideao este plan para que nos reconciliemos. Como si lo viera. Además, todo cuadra, esta mañana yo me he quedao en la cama hasta tarde para hacer reposo como me ha recomendao mi médico y ella ha salido a hurtadillas. No me ha dicho nada, y eso en Myrna es muy raro. Cada vez que me deja solo me dice donde va y cuando puede tardar, y.-sonrió.-me deja a mano el inalámbrico por si “se me tercia algún imprevisto”. O sea, que blanco y en botella, leche.
   Al acabar la frase dejó ambas notas sobre la mesa.
- ¿Estás seguro?
- A ver, Vicky.-empezó a decir él echando el cuerpo hacia delante con los brazos cruzados sobre la mesa.-¿Quién más puede haber hecho este “numerito”? Ha sido ella, seguro. Me apuesto la cabeza.
   En ese momento llegó el camarero y ambos se pidieron un café con leche descafeinado.
   Vicky le observaba por encima de su taza de café. ¿Qué le había podido pasar para acabar con ese aspecto? Eso la intrigaba, pero no se atrevía a hacer la pregunta.
- Estas más delgado y menudas ojeras que tienes. El jersey te queda enorme-se sinceró ella al fin.
   El hombre volvió a mostrar su sonrisa.
- Gracias, tú, en cambio, estas más preciosa que nunca, Vicky.
   Ella se sonrojó y carraspeó nerviosa.
- Perdona, no he sido muy amable. No pretendía ofenderte.-se sentía violenta por su propio comentario, pero ya estaba dicho y no había forma de retroceder.
- No lo has hecho.-dijo él sonriendo.-Es cierto que estoy que doy pena, parece que me ha prestao la ropa Schwarzenegger.
  Vicky sonrió, pero de inmediato volvió a adoptar el semblante serio que a Alejandro le parecía que jamás vería en el bellísimo rostro de la mujer.
-¿Has estado enfermo, Alejandro? Porque es la única explicación a tu horrible aspecto.
   El hombre asintió dejando su taza sobre el platillo.
- De eso quería hablarte.-de decidió Alejandro al fin.-Esa fue la razón de no acudir a nuestra cita del otro día.
- No hace falta que te disculpes, queda claro el motivo de que no aparecieses, y este numerito de Myrna no creo que sea suficiente para disculparte.
   Alejandro la miró tenso por primera vez.
- Joder, Vicky, al menos espera a conocer toda la historia y luego juzgas si es o no motivo para cabrearse.-el semblante del hombre, no dejaba la menor duda de que hablaba completamente en serio, pero...- Dame cinco minutos y te lo explico todo de arriba a abajo.-ella tenía cara de no estar por la labor.-Por favor, Victoria, escúchame y luego, con todos los datos, decide lo que creas más conveniente, pero déjame la oportunidad de explicarme, te lo ruego.
  Al final se dio por vencida. Total, no perdía nada por escucharle unos minutos, y él parecía verdaderamente interesado en darle una explicación, que, en el fondo, Vicky deseaba que fuese irrefutable.
- De acuerdo, pero espero que sea verdaderamente convincente.-dijo al fin.
   Alejandro se apoyó en la mesa con los codos y comenzó a hablar.
- Tú escúchame y luego podrás juzgar por ti misma. Solo te pido quince minutos de tu tiempo como mucho. Trataré de ser lo más breve posible.
- Adelante, soy toda oídos.
- Verás, todo comenzó la mañana que tú te fuiste de casa. Cuando me quedé solo empecé a notar molestias en el riñón…-cabeceó-No, no me estoy explicando con claridad. Comenzaré de nuevo. Verás, no sé si sabes que las personas con lesiones medulares tenemos, a raíz de la lesión ciertos problemas de… in- continencia…de ambos tipos, no sé si me explico.-ella asintió.-de acuerdo, pues sigo, el caso es que me daba…vergüenza que en nuestra primera vez…ya me entiendes... que me vieras todo el tinglao puesto y me lo quité todo cuando fui al baño, antes de meternos en la cama. Todo estaba bien al parecer, no me sentía nada, y tenía previsto que haría lo posible por despertar antes que tú y volver a colocarme la sonda antes de que tú despertaras, pero me quedé dormido y no me desperté hasta que tú me llevaste el desayuno. Total, que como luego vino tú…”razonamiento”, pues se me pasó el tema de la sonda, y cuando llegó Myrna, Santa Myrna, como debería llamarla por todo lo que me aguanta, pues ya no me encontraba bien. Entre eso, y el disgusto por tú marcha, en fin, estaba hecho polvo en todos los sentidos, e intenté colocarme de nuevo la sonda, pero el dolor era insoportable y apenas pude hacer un poco de pis, que estaba muy turbio.-Vicky escuchaba muy atenta y bastante alarmada. No hacía otra cosa que morderse el labio inferior.-Bueno, para acabar, el médico de cabecera, otro santo, vino a casa y me dijo que tenía una infección de orina de tres pares de narices y me puso algo para el dolor y para la infección, y para rematar me dio un cólico nefrítico y estuve muy mal toda la noche hasta que conseguí expulsar la jodia piedra. Vicky, he estado muy jodio en cama hasta esta mañana literalmente.-Alejandro le cogió ambas manos entre las suyas a lo que ella no se negó.
   Vicky había escuchado en silencio todo el relato y cuando Alejandro acabó, sólo se le ocurrió cogerle la mano, que él le cedió con gusto.
- Nunca podía imaginar algo así, y encima te estuve llamando durante un buen rato viendo que no llegabas y al final me harte y me fui a casa, pero tenías el teléfono desconectado y así estuvo hasta el miércoles que fue la última vez que intenté comunicar contigo. Tú enfermo y yo pensando mal de ti, por Dios.-le señaló con el dedo índice.-Eso sí, tú tenías una buena excusa para no dar señales de vida pero lo que no entiendo es cómo Myrna no me dijo nada, no sé, pudo llamarme, el teléfono de la tienda sale en la guía telefónica.
   Alejandro asintió, tomándose el último sorbo de su reconfortante café.
- En eso tienes razón-se tomó un sorbo de café.-Coño, que me abraso la boca-tosió y siguió hablando- pero ni ella sabía entonces como localizarte, ni yo pensaba con claridad, tenía mucho dolor y a penas recuerdo cosas sueltas de los dos primeros días. Además, no quería que te sintieras obligada a estar conmigo.
- Alejandro, hombre, ir a visitar a un amigo no implica que te tengas que casar con él forzosamente.-le argumentó Vicky.
   El hombre sonrió.
- Ya lo sé, mujer. Total, creo que ya está todo aclarado. Ahora solo nos queda ir a mi casa y matar a Myrna.-terminó soltando una carcajada.
- Que bruto eres, pobre mujer.-le dijo ella riendo.-Myrna solo quiere que seas feliz.
  Alejandro asintió mientras no paraba de dar vueltas a su café para que se enfriase más de prisa.
- Lo sé, y yo se lo agradezco de todo corazón, solo era una broma. Después de las molestias que se ha tomao para juntarnos, como mínimo deberíamos ir a darle las gracias.-soltó una gran carcajada.-La jodia, que bien planeao lo tenía. Lo que no sé es como ha dao con los regalos adecuados. Es increíble.
- Es sencillo, las camelias, todo el mundo sabe que es la flor que se regala para pedir disculpas, y lo del libro.-soltó una estruendosa carcajada.-Eso es la indirecta más clara y a la vez más divertida que me han dicho jamás a la cara. Desde luego que sí. Por cierto, a ver si te lo lees y aprendes a llevar mi “tormentoso carácter”.
- Me temo no lo consigo ni leyéndome toda la biblioteca de psicología.-dijo tomándose el café de un solo trago.
   Vicky le soltó un coscorrón en la cabeza.
- No te pases, Jaureguibeitia, no te pases.
   El hombre se cubrió la cabeza con los brazos mientras reía.
- Ya estamos, siempre me estás arreando.
   Vicky le miró divertida.
- Más de lo que quisieras, pero menos de lo que te mereces.
- Ala, ahí queda eso, tendrás cara.-dijo Alejandro soltando la risa.-Cariño, no sé si te has dao cuenta de la hora que es, pero van a dar las once, y la bribona de Myrna debe estar impaciente de saber si su treta ha dao resultado. Ahora que caigo, ¿qué has hecho esta noche con el pobre de Óscar?
  Vicky sonrió.
- Marga se ofreció a llevárselo a su casa, así que no tenemos de que preocuparnos.
- Claro, nos ha jodio, le has endosao al peque a la tita Marga.-bromeó Alejandro mientras jugueteaba con el envoltorio del azúcar.
- No, ella se ofreció a llevárselo.-rectificó Vicky riendo.-Y creo que a Óscar no le ha molestado en absoluto, porque a Marga le hace cuatro monerías y le saca lo que le da la gana, cosa que conmigo no le da resultado.
   Los dos rieron al unísono hasta que Alejandro miró su reloj de pulsera de esfera cuadrada y correa de cuero y le dijo serio:
- Vicky, deberíamos marcharnos ya, es tarde y yo estoy algo cansado de la silla, acuérdate que hoy es el primer día que me he sentado en ella desde hace casi una semana.
   Ella se levantó rauda.
- Alejandro, haberlo dicho antes, cariño.-le comentó mientras ponía un billete de diez euros en la bandejita.-Que se quede con el cambio, la ocasión bien lo merece.
   Al salir a la calle, Alejandro reconoció enseguida el Megane de Vicky, y se dirigieron hacia el coche que estaba aparcado a menos de cinco metros de la puerta.
- No sé si podré subir al coche, aún no estoy en forma.-reconoció Alejandro al llegar al vehículo.
- Tú me dices como y yo te ayudo, no te preocupes.-le tranquilizó ella.
- Abre la puerta antes de nada, y ahora te explico lo que has de hacer.
   Ella asintió y al cabo de unos minutos Alejandro estaba ya sentado en el asiendo del copiloto del coche y se dirigían a coger la carretera en dirección a la casa del hombre.

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