viernes, 20 de septiembre de 2013
Capítulo 39.
Mª José y su marido vieron salir corriendo a la mujer y notaron que lloraba.
- Vicky ¿qué pasa?-preguntó Jorge, pero la mujer no le escuchaba, siguió corriendo sin detenerse.- Joder, ¿Qué ha pasao?
Su mujer se levantó.
- Vamos a ver a mi hermano, a ver si él nos lo puede explicar.
Cuando entraron en la sala de Alejandro, éste lloraba como un niño desvalido. Cuando giró la cara y vio a su hermana alargó los brazos para que ella le abrazase, cosa que hizo inmediatamente.
- He tenido que hacerlo, Mª José…- sollozaba como un niño.- No podía…consentir…joder, ¿Por qué no puedo ser feliz…como todo el mundo?
Jorge alarmado por el estado tan lamentable que presentaba su cuñado se acercó a él.
- ¿Pero qué ha pasao?- estaba intrigado por las palabras de aquel hombre que además de su cuñado, era su amigo.-¿Por qué se ha ido Vicky llorando sin decir una sola palabra y te encontramos llorando a ti también? Coño, ¿qué diablos ha pasao, tío?
Alejandro intentó calmarse para poder hablar.
- Le he dicho que no la quiero, que se marche….joder, ha sido muy duro.-se lamentaba.
Su hermana no entendía los motivos que habían llevado al hombre a hacer algo semejante.
- ¿Por qué has hecho eso, Alejandro? Si estáis locos el uno por el otro. Es absurdo.
Alejandro negó repetidamente con la cabeza.
- No lo es, hermanita.-dijo aún sollozando.- Precisamente lo he hecho por que la amo más que a mi vida…Por eso mismo no puedo permitir que se ate a mí. Ella es joven aún, bonita, simpática, y lo más importante….está sana. Y, por el contrarío ya no soy un muchacho, de aquí a nada me meto en los cincuenta y no sé como llegaré, si es que llego.
Jorge no tuvo más remedio que intervenir.
- Eso es una idiotez, me refiero a lo de la edad. Tú hermana me lleva también diez años y llevamos tres años felizmente casados, y jamás ha sido ese un problema.
- Jorge, tú estás sano, yo no. ¿Qué clase de matrimonio seria el nuestro? Yo no quiero que Vicky tenga que hacerme de enfermera, para eso ya tengo a Myrna. Y por otro lado, no puedo pretender que ella renuncie a ciertas cosas por mí, eso jamás. Ella dice que no le importa, pero eso es ahora que todo es muy reciente y está muy ilusionada, pero ¿qué pensaría de aquí a uno o dos años cuando se harte de pasar noches en vela por que yo tengo algún problema de salud o simplemente tenga que cambiarme un pañal sucio en mitad de la noche?- movió la cabeza de un lado a otro enérgicamente.- No voy a permitir algo así, no es justo.
Mª José y Jorge se miraron y se dieron cuenta que tal vez Alejandro tuviera razón, pero ninguno de los dos podía verle sufrir de esa manera. Lloraba desconsoladamente, pero optaron por permanecer callados y dejarle que se desahogase a su manera.
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