viernes, 20 de septiembre de 2013
Capítulo 40.
Vicky cogió el coche de Alejandro, aparcado delante de la puerta principal del hospital y se dirigió a casa del mismo, donde estaba Myrna preparando el desayuno de las niñas, que no tardarían en bajar. Cuando Myrna abrió la puerta y vio el semblante de la mujer, que tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar se alarmó pensando que había sucedido una desgracia.
- Hola Myrna, vengo a recoger a Óscar y a despedirme.-dijo mientras entraba decidida.
Myrna la siguió con la mirada. No daba crédito a lo que acababa de oír.
- Pero ¿qué pasó? ¿Qué es esa vaina de que se viene a despedir?-Estaba atónita.
Vicky no hizo caso a las preguntas de la mujer y se fue derecha a la sala de estar a buscar al perro. Cuando el animalito la vio entrar comenzó a dar grandes saltos de alegría y a lanzar agudos ladridos.
- Vamos, Óscar. Nos marchamos de aquí.-dijo mientras le ataba la correa y lo metía en su jaula.
-¿Es que no me va a explicar qué pasó? ¿Se encuentra bien, Alejandro?
Vicky la miró de soslayo.
- Yo diría que está perfectamente.-dijo con tono algo resentido.
- Pues yo no entiendo nada.- reconoció Myrna.
- No hay nada que entender, sólo que ahora se ha dado cuenta de que no me quiere.-dijo y se echó a llorar.
Myrna la abrazó.
-¿Cómo es que dijo, Vicky?- Myrna la miró asombrada por lo que acababa de escuchar.
Vicky asintió.
- Lo que oyes, Myrna. Tanto decirme que me quiere, que le he devuelto las ganas de vivir, que si a mí me pasa cualquier cosa él se muere, y ahora me sale con que no está enamorado de mí, que sigue queriendo a Elisa.
Vicky no pudo contener el llanto y apoyó el rostro en el voluminoso pecho de Myrna.
- Eso no es posible, debe haber un malentendido.-dijo la mujer totalmente asombrada.
- No hay ningún malentendido, me lo ha dicho muy claro…y, prácticamente… me ha echado de la sala.
La mujer empezó a llorar abrazada a Myrna.
- No puedo creer lo que me cuenta, mi cielo.-admitió la caribeña acariciándole el rostro ahora empapado de lágrimas. La cogió de la mano y la llevó a la cocina.-Siéntese aquí y le preparo una infusión de camomila ¿ok?
Vicky aceptó y al cabo de unos minutos estaba saboreando una dulce y reconfortante taza de manzanilla.
- No puedo creer que le ha pasado, Myrna.-reconoció Vicky mientras sostenía la taza entre las manos.- Ayer todo iba perfecto, y de repente hoy me sale con eso, es increíble.
- Virgencita de Guadalupe, es cierto. Pero se les veía tan felices y unidos. ¿Acaso han discutido por algo?
Vicky negó vehementemente.
- No, no hemos discutido nunca, solo pequeñas y absurdas discrepancias, pero nada importante, siempre acabábamos riendo como si nada.
Myrna hizo una elocuente mueca de incredulidad.
- No entendí nada, Vicky. De veras que no.
- Ni yo, pero el caso es que ha roto conmigo sin más- Vicky volvió a echarse a llorar.
Myrna la abrazó de forma muy afectuosa.
- No llore, mi cielo. Conozco a Alejandro y seguro que recapacita. Estoy segura que él la quiere, pero se habrá acobardado.
- No sé qué pensar, Myrna.-dijo Vicky entre lágrimas.- Ha sido todo tan repentino.-rompió a llorar.-No lo entiendo, Myrna, no lo entiendo.
- Seguro que todo tiene una explicación, ya lo verá.
Vicky dejó la taza sobre la mesa.
- Debo irme antes que despierten las niñas, sino no podré hacerlo. De momento iré a casa de Marga, y mañana volveré a mi apartamento. Toma las llaves del coche de Alejandro, lo he aparcado aquí delante.-Cogió las del suyo que estaban encima de la mesa del comedor.
Cogió la jaulita de Óscar y después de abrazar a Myrna por enésima vez, la metió en el asiento trasero de su Megane granate y después de colocarse el cinturón de seguridad salió a la carretera en dirección a casa de su amiga Marga.
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