domingo, 24 de noviembre de 2013
Capítulo 58.
Cuando por fin salieron del casco urbano y llegaron a la Nacional, Alejandro miró a Vicky, que dormitaba en el asiento del copiloto como siempre que viajaba de acompañante. Tenían puesta la radio y en ese momento emitían las noticias locales, en las que informaban de un gran atasco poco más adelante a causa de un grave accidente. Alejandro suspiró con pesar, el hecho de que otra familia se hubiera destrozado a causa de una posible imprudencia hizo que los recuerdos se amontonasen en su cabeza por primera vez en mucho tiempo, y pensó que era normal porque era la primera vez en casi nueve años que salía a la carretera conduciendo él mismo. Pero pensó que ya era hora de ir desterrando de su mente viejos fantasmas de su pasado. Vicky se removió detrás de su cinturón de seguridad y despertó.
- Vaya, me he quedao frita, lo siento, cariño.-se disculpó ella enderezándose en su asiento.
- No te apures, estás cansada después de varios días arriba y abajo arreglando las cosas para este viaje.
- Myrna me ha ayudado mucho, es un tesoro de mujer.
- Sí, a la hora de echar una mano no tiene pereza, es una fiera.
- Sí, es muy fuerte en todos los sentidos.
Vicky se dio cuenta de que la radio estaba puesta. Le extrañó, pues sabía que a Alejandro no le gustaba manipular nada mientras conducía, pues fue esa la causa de su accidente y eso se le había grabado a fuego en el cerebro de por vida.
- ¿Quieres que busque una emisora de música alegre?-preguntó.
Alejandro, con la vista fija en la carretera, tras sus gafas de sol, asintió sin mirarla.
- Sí, que están dando las noticias del tráfico y no paran de dar partes de accidentes y eso, la verdad, me da mal rollo.
Vicky no dijo nada, se limitó a buscar un CD en la guantera.
- A ver que hay por aquí…-estuvo rebuscando un rato y al final sacó un CD.-Mira, uno de música country, que bien. Es alegre y nos mantendrá entretenidos ¿qué te parece?
- Pues que es una gran idea, debe ser uno de Coyote Dax que compró Myrna hace años y que acabé “requisándole”.-rió.-Como se entere me mata. Hace meses que lo busca por casa.
Vicky se echó a reír.
- No le digas que lo tenías tú- sugirió.-Cuando volvamos a casa, lo dejas donde ella pone los suyos y si pregunta te haces el sueco.
Alejandro la miró de soslayo.
- Eres buena inventando, ¿eh?
- A ver, cuando tienes dos hermanos mayores y tienes que disimular que les has perdido algo, se aprende a buscarte coartadas de una forma asombrosa.
Ambos soltaron la risa.
- Tú, de niña, debiste ser una buena pieza me parece a mí.
- Digamos que era...de mente despierta.
- Ya, ahora se llama así, ¿eh?-dijo Alejandro entre risas.- En mis tiempos era ser un trasto.
- Sí, y en los de mi hermano, porque me llama así.-admitió Vicky riendo a carcajadas.
- Dijiste que tu hermano es de mi edad ¿no es así?
- Bueno, Miguel es unos meses mayor que tú. Él hizo los cuarenta y seis el día catorce de abril.
Alejandro sintió un escalofrío al oír esa fecha.
- Vaya, hace los años el mismo día que nació mi niño, ya es casualidad.
- Pues sí, lo es. Y, no te lo creerás, pero también es el cumpleaños de mi padre.
- Ostras, fijo que lo hicieron a propósito para ahorrarse una tarta de cumpleaños.
Alejandro sonrió y Vicky le imitó.
- Pues no sé, pero en los regalos no nos ahorrábamos nada porque entre mis otros dos hermanos y yo les comprábamos un regalo a cada uno.
Alejandro escuchaba con la vista fija en la carretera que se tendía ante ellos.
- Me hubiera gustado que fuéramos más hermanos, pero aunque yo tuve un hermano gemelo, murió cuando teníamos siete años. Estábamos jugando en la calle y cruzó sin mirar y se lo llevo por delante un camión de reparto. Yo no vi el accidente en sí por que estaba agachao en el suelo jugando a las canicas con otros niños de la calle, pero cuando sentí el frenazo y el golpe seco me giré y mi hermano estaba en la calzada con la cabeza abierta. Fue espantoso, han pasao casi cuarenta años y aún veo su cara ensangrentada mirándome. Mi sino debe ser ver morir a los míos…
- No me lo habías contado hasta ahora. Debió de ser horrible.-dijo Vicky impresionada.-Ahora entiendo porque tu hermana tiene gemelas, lo raro es que no las tuvieras tú, que eres el gemelo realmente.
Alejandro asintió.
- De hecho, mi Álvaro traía un gemelo con él, pero el bebé no llegó a nacer. Elisa lo perdió cuando estaba de tres faltas. Por suerte mi niño aguantó gracias a que su madre se pasó casi los dos primeros trimestres del embarazo en cama haciendo reposo. Ahora mis chicos vuelven a estar juntos allí donde estén sus almas.
A Vicky le embargó una gran tristeza por aquel hombre que había sufrido en sus carnes la perdida de los seres importantes de su vida, su hermano, sus padres y su esposa e hijos. Todo. Rápidamente sacó otro tema para apartarlo de esos pensamientos dolorosos.
- Por cierto, el cumpleaños de mi madre es pasado mañana, el día tres, el día grande de Hoyos del río, fíjate si es caprichoso el destino.
- Caprichoso, si, y cabrón también te lo digo yo. Fíjate, el día del accidente, que era el del treceavo aniversario de mi boda con Elisa, nos quedamos a cenar en un chiringuito de la playa, y yo me empeñé en seguir jugando a futbol con los niños. De habernos vuelto a casa a una hora razonable mis hijos aún vivirían. No me lo perdono, Vicky, no me lo perdonaré jamás. Mis dos ángeles murieron por mi culpa, Vicky. Eran tan…lindos, y cariñosos, cielo…no merecían acabar así, en la carretera, dentro de un amasijo de hierros…
Alejandro trataba en vano de luchar contra unas lágrimas que comenzaron a rodar por sus mejillas. Cuando llegaron a sus labios, le parecieron las más amargas que jamás había tragado.
- Alejandro, no deberías ser tan duro contigo mismo. Lo que pasó fue una desgracia tremenda, pero tú no querías que pasara, y no debes culparte.
- Eso ya lo se, preciosa, pero no deja de darme vueltas en la cabeza lo que pude hacer y no hice, o lo que hice sin deber hacerlo…no se, supongo que es porque se acerca la fecha del aniversario del accidente y mi cerebro no lo asimila.
- Puede ser eso, trata de estar ocupado y verás cómo lo superas.
Alejandro no dijo nada. Siguió conduciendo con la vista fija en el horizonte, pero a Vicky le pareció que una lágrima le resbalaba por la mejilla. Fingió que no la había visto.
La alegre música seguía sonando en el radio-CD del coche, pero ninguno de los dos prestaba atención a ella. Alejandro con la vista permanentemente fija en el horizonte que se alargaba infinito ante sus ojos, y Vicky pensativa con una sola idea en la cabeza. Cómo reaccionaría su padre cuando viera que Alejandro era…se negaba a decir la palabra. Para ella había muchos más discapacitados de mente que de las piernas o cualquier otro miembro.
A mediodía Alejandro decidió parar a descansar en un área de servicio de una gasolinera, donde de paso llenaría el depósito de su coche. Cuando bajó del coche, después de sacar su silla de detrás de ellos, donde había ido todo el trayecto apoyada a los asientos traseros del coche, se desperezó de forma ruidosa.
- Grrrrrr, que paliza de coche, Dios.-exclamó mientras estiraba los brazos hacia el cielo, que a esa hora del medio día lucia un sol espléndido de primeros de agosto.-A este paso nos salimos del mapa, ya lo verás.
Ella soltó la risa ante tal exageración.
- Eres el colmo. Pues mentalízate que aún nos quedan dos o tres horas de coche hasta mi pueblo. Supongo que a este ritmo llegaremos a casa de mis padres después de la hora del café.
- Madre mía.-exclamó el hombre, que había hecho pocos viajes tan largos en coche y ninguno desde su accidente.-Vicky, no se a ti, pero a mí me sentaría de maravilla un café con leche.
Vicky, que ya se acercaba a él después de haber salido del coche y asegurarse de que no se veía nada que pudiera alertar a posibles rateros de carretera, asintió.
- Sí, una gran idea. Venga, yo invito.
Alejandro, con los brazos sobre las caderas en un cómico gesto, exclamó:
- Mírala ella, que espléndida. Ya puestos, estírate un poco más y añade a ese café una pastita ¿no?
Vicky le miró por encima de sus grandes gafas de sol.
-¿Una pasta a las doce del mediodía? Alejandro si te la comes ahora, cuando paremos a almorzar no vas a tener hambre.
- ¡Ja que no!-exclamó él.-Mi estómago siempre tiene un huequecito para los bocatas de filetes de pollo empanados de Myrna, no lo dudes, señorita Fernández.
Vicky asintió.
- Vale, pues venga, a por ese café y esa pasta.
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