Alejandro estaba echado en el sofá de la salita fumándose el enésimo cigarrillo de la mañana cuando llegó Myrna. La mujer dejó su bolso y su chaquetón en la percha de la entrada y se dirigió a la cocina a dejar las cosas que había traído. Cuando pasó por delante de la sala de estar vio que Alejandro estaba acostado en el sofá con la cara cubierta con el brazo derecho. Myrna le extrañó que no estuviera escribiendo. Dejó las cosas en la cocina y regresó a donde estaba el hombre. Cuando se acercó se dio cuenta que no dormía como ella pensó en un primer momento.
-¿Qué le pasa, cielo?-le preguntó con mucha dulzura.-¿Se siente mal? ¿Bebió mucho en su cita de anoche?. Menudo jaleo se traían.-dijo entre risas.-vio que había un vaso de coñac a medias en la mesa, y eso le extrañó, pues él no solía beber nunca hasta después del almuerzo.
Myrna también advirtió que el cenicero de cristal que siempre estaba de adorno en la mesa de café estaba a rebosar de colillas consumidas hasta casi llegar al filtro.
Alejandro se quitó el brazo de los ojos y ella adivinó por lo hinchados que estaban, que había estado llorando un buen rato.
- Claro que me siento mal, soy un desgraciao. ¿Qué sino?
Myrna se acuclilló para quedar a su altura.
- ¿Qué pasó, mi cielo?. Creí que la noche había salido bien. Se les oía reír por toda la casa. ¿Por qué dijo eso? No es verdad lo que está diciendo.
Alejandro la miró, mientras apagaba el enésimo cigarrillo desde que Vicky se marchara.
- ¿Qué no es verdad?-repitió el hombre.-Myrna, anoche hicimos una especie de intento de sexo, mi primera vez desde que murió Elisa. Parecía que todo iba bien, pero esta mañana me ha dicho que no está segura de que yo la ame, que aún pienso en mi mujer, que…-no pudo continuar, se echó a llorar.-Myrna, yo la quiero, incluso me despedí de mi familia para poder comenzar algo nuevo con ella, y ahora me dice que no la amo, que sólo pasó por que estamos necesitados de cariño y fruto del vino de la cena de anoche.
- Tiene dudas, y es normal.-respondió la mujer sentándose junto a él en un lado del tresillo.- No es lógico que siga una relación si no está seguro. Y, perdone que se lo diga, pero creo que Vicky ha hecho muy bien en plantearle sus dudas.
Alejandro se acordó en ese momento que no se había vuelto a poner la sonda.
- Disculpa, Myrna, tengo que ir al baño.
Ella se apartó y entonces Alejandro se pasó a su silla de ruedas y se dirigió al aseo.
Cuando comenzó a introducir la sonda sintió tal dolor que le brotó el sudor. Se tuvo que agarrar al lavamanos para no gritar. Al final lo consiguió pero solo salió sangre y una pizca de orines. Lo intentó de nuevo y al final orinó un poco de sangre mezclada con los orines que eran casi opacos. Cuando salió del aseo estaba pálido y sudoroso. Pero no quiso decirle nada a Myrna para no preocuparla.
- Alejandro, ¿se siente bien, mijito?.-le había notado que algo no iba bien.
- No mucho, la verdad. Creo que me voy a echar un rato hasta la hora de comer.
- De acuerdo, ya le avisaré cuando esté listo el almuerzo.-dijo Myrna algo preocupada, pero no quiso insistir.
A las dos de la tarde la comida estaba lista y la mujer fue al dormitorio de Alejandro para que se levantase a comer. En la oscuridad pudo notar que el hombre se movía mucho más que de costumbre y no dudó en entrar para ver que le pasaba. Tal vez, pensó, estuviera sufriendo de nuevo su recurrente pesadilla.
-¿Qué pasó, Alejandro?-dijo acercándose a la cabecera de la cama. Le tocó la frente y comprobó que prendía en fiebre- Diosito, está ardiendo. Voy a buscar una cubeta de agüita fresca. Ahorita regreso.-al poco volvió con una palangana - Aquí estoy, mi cielo.- Puso el recipiente sobre la mesita de noche y escurriendo el paño que había dentro se lo puso sobre frente a Alejandro.- ¿Mejor? .-le preguntó al hombre que había cerrado los ojos.
- Sí, mucho mejor... Qué alivio…gracias Myrna.
La mujer le acarició el rostro con mucha dulzura.
- No me las dé. Lo hago con gusto.-dijo la mujer mientras le limpiaba el sudor de la frente con el paño húmedo.
Alejandro se llevó la mano a la zona lumbar izquierda, y se retorció de dolor.
- Myrna, me duele el riñón a rabiar.
- Voy a llamar al doctorcito. Ahorita regreso.
Alejandro asintió.
*****
-¿Qué le pasa, cielo?-le preguntó con mucha dulzura.-¿Se siente mal? ¿Bebió mucho en su cita de anoche?. Menudo jaleo se traían.-dijo entre risas.-vio que había un vaso de coñac a medias en la mesa, y eso le extrañó, pues él no solía beber nunca hasta después del almuerzo.
Myrna también advirtió que el cenicero de cristal que siempre estaba de adorno en la mesa de café estaba a rebosar de colillas consumidas hasta casi llegar al filtro.
Alejandro se quitó el brazo de los ojos y ella adivinó por lo hinchados que estaban, que había estado llorando un buen rato.
- Claro que me siento mal, soy un desgraciao. ¿Qué sino?
Myrna se acuclilló para quedar a su altura.
- ¿Qué pasó, mi cielo?. Creí que la noche había salido bien. Se les oía reír por toda la casa. ¿Por qué dijo eso? No es verdad lo que está diciendo.
Alejandro la miró, mientras apagaba el enésimo cigarrillo desde que Vicky se marchara.
- ¿Qué no es verdad?-repitió el hombre.-Myrna, anoche hicimos una especie de intento de sexo, mi primera vez desde que murió Elisa. Parecía que todo iba bien, pero esta mañana me ha dicho que no está segura de que yo la ame, que aún pienso en mi mujer, que…-no pudo continuar, se echó a llorar.-Myrna, yo la quiero, incluso me despedí de mi familia para poder comenzar algo nuevo con ella, y ahora me dice que no la amo, que sólo pasó por que estamos necesitados de cariño y fruto del vino de la cena de anoche.
- Tiene dudas, y es normal.-respondió la mujer sentándose junto a él en un lado del tresillo.- No es lógico que siga una relación si no está seguro. Y, perdone que se lo diga, pero creo que Vicky ha hecho muy bien en plantearle sus dudas.
Alejandro se acordó en ese momento que no se había vuelto a poner la sonda.
- Disculpa, Myrna, tengo que ir al baño.
Ella se apartó y entonces Alejandro se pasó a su silla de ruedas y se dirigió al aseo.
Cuando comenzó a introducir la sonda sintió tal dolor que le brotó el sudor. Se tuvo que agarrar al lavamanos para no gritar. Al final lo consiguió pero solo salió sangre y una pizca de orines. Lo intentó de nuevo y al final orinó un poco de sangre mezclada con los orines que eran casi opacos. Cuando salió del aseo estaba pálido y sudoroso. Pero no quiso decirle nada a Myrna para no preocuparla.
- Alejandro, ¿se siente bien, mijito?.-le había notado que algo no iba bien.
- No mucho, la verdad. Creo que me voy a echar un rato hasta la hora de comer.
- De acuerdo, ya le avisaré cuando esté listo el almuerzo.-dijo Myrna algo preocupada, pero no quiso insistir.
A las dos de la tarde la comida estaba lista y la mujer fue al dormitorio de Alejandro para que se levantase a comer. En la oscuridad pudo notar que el hombre se movía mucho más que de costumbre y no dudó en entrar para ver que le pasaba. Tal vez, pensó, estuviera sufriendo de nuevo su recurrente pesadilla.
-¿Qué pasó, Alejandro?-dijo acercándose a la cabecera de la cama. Le tocó la frente y comprobó que prendía en fiebre- Diosito, está ardiendo. Voy a buscar una cubeta de agüita fresca. Ahorita regreso.-al poco volvió con una palangana - Aquí estoy, mi cielo.- Puso el recipiente sobre la mesita de noche y escurriendo el paño que había dentro se lo puso sobre frente a Alejandro.- ¿Mejor? .-le preguntó al hombre que había cerrado los ojos.
- Sí, mucho mejor... Qué alivio…gracias Myrna.
La mujer le acarició el rostro con mucha dulzura.
- No me las dé. Lo hago con gusto.-dijo la mujer mientras le limpiaba el sudor de la frente con el paño húmedo.
Alejandro se llevó la mano a la zona lumbar izquierda, y se retorció de dolor.
- Myrna, me duele el riñón a rabiar.
- Voy a llamar al doctorcito. Ahorita regreso.
Alejandro asintió.
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