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lunes, 26 de octubre de 2015

Capítulo 82.


   En la sala de examen de urgencias, Jacobo estaba echado en la camilla mientras Julia y Mauricio le acompañaban. De pronto entro el médico. Este era un hombre muy alto y de gafas de concha con gruesos cristales para corregir una gran miopía, que hizo que a Julia le recordase al actor Jeff Goldblum, uno de sus favoritos. El hombre, de simpática sonrisa y melena rizada, se dirigió a Jacobo.

- Hola, buenas noches, aunque ya esté amaneciendo, la verdad. Soy el Dr. Zavala.


  Los dos hombres estrecharon sus manos.


- Hola, doctor Zavala.-dijo escuetamente Jacobo, que apenas podía incorporar medio cuerpo de la camilla.


- Yo soy el Dr. Álvarez, amigo de la familia.-se presentó Mauricio ofreciéndole la mano.


- Le conozco, Dr. Álvarez.-dijo el atractivo y altísimo médico.-Mi tío, el Dr. Recio me habla muy a menudo de usted.


- Ah, con que eres Primitivo Zavala, el sobrino de ni viejo amigo Rafael Recio.


- Sí, ese es mi tío.-admitió el atractivo médico.-Bueno comencemos que si no me dan las uvas.-miró a Jacobo mientras pasaba distraídamente las hojas de una carpeta de clip de las que se usan en los hospitales para guardar los datos de los pacientes en tratamiento mientras son visitados.-En el informe que yo tengo dice que usted fue operado de urgencias de apendicitis ¿correcto?


   Jacobo asintió.


- Así es, si. Me operaron hace un par de meses, a primeros de junio, y tengo que reconocer que no me sentí recuperado en ningún momento. Sé que los médicos tenemos famas de malos pacientes, y en mi caso es absolutamente cierto, lo admito, pero no he pedido que me hagan una revisión en el hospital donde yo ejerzo y mire, ahora en urgencias de nuevo.


- ¿De qué hospital estamos hablando?-quiso saber el Dr. Zavala, que aparentaba tener unos cinco o seis años menos que Jacobo, es decir, que sería más o menos de la edad de Julia, o tal vez algo más joven incluso.


- El del Sagrado Corazón, en la provincia de Ourense.-dijo Jacobo mientras daba muestras de tener bastante dolor.


- No lo he oído, o puede, que no me acuerde.-admitió el atractivo Dr. Zavala.


  Julia, impaciente, intervino.


- Dr. Zavala, no quiero parecer grosera pero ¿no cree que debería dejar esta conversación para otro momento e investigar qué le pasa a mi marido?


   Primitivo Zavala sonrió mientras asomó sus pequeños ojos castaños por encima de la gruesa montura negra de sus gafas, con cristales de considerable graduación.


- Tiene razón. Deme un minuto que voy a buscar el ecógrafo portátil y veremos que tenemos ahí adentro.


   Jacobo estaba aún echado en la camilla con la ropa puesta. En ese momento llegó una alta enfermera de cortos cabellos oscuros y prominente nariz aguileña que se dirigió al hombre con una agradable sonrisa pintada de color rosa chicle, que hacía daño a la vista, según opinó Julia.


- Señor Carreiras, le he traído un camisón abierto por detrás para que esté más cómodo. ¿Necesita ayuda para cambiarse?


   Julia intervino.


- No se preocupe enfermera, ya le ayudo yo.-dijo decidida.


- De acuerdo.-la enfermera iba a salir cuando se fijó en Mauricio.-Usted, si es tan amable, espere afuera, por favor.


   Mauricio asintió pero dijo:


- Lo entiendo, pero es que yo soy amigo de la familia y trabajé aquí durante toda mi vida laboral.


- Pero…


  En ese momento regresó el médico y al escuchar a Mauricio se dirigió a la enfermera.


- Disculpa Maribel, este señor es el Dr. Mauricio Álvarez, te he hablado de él en repetidas ocasiones ¿te acuerdas?. Era mi mentor cuando yo estaba haciendo la residencia aquí.


  La enfermera asintió y miró a Mauricio.


- Disculpe, Dr. Álvarez, no sabía quién era. Lo siento.-se notaba el embarazo en la voz de la mujer de unos cuarenta años y marcado acento gaditano.


- No se preocupe, enfermera.-respondió el hombre con una sonrisa en los labios.
Mauricio y Julia se colocaron al lado contrario donde estaba el médico manipulando el ecógrafo y cuando acabó de programarlo adecuadamente se dirigió a Jacobo.


- Jacobo, ahora voy a levantarle la camisola y le voy a aplicar en el abdomen un gel que está muy frío, no se me vaya a caer de la camilla del susto.-dijo sonriendo para tratar de calmar el ambiente.


   Jacobo sonrió cansadamente.


- Tranquilo, estoy familiarizado con esto. Recuerde que soy ginecólogo y estoy harto de hacer ecografías.-explicó sin dejar de darse masajes en el vientre.


   El médico sonrió.


- Es cierto, que despiste tengo, por Dios.-dijo a modo de disculpa.-En fin, vamos allá.


  Después de agitar el bote de lubricante especial para ecografías, lo puso boca abajo y haciendo un rápido movimiento de muñeca, empezó a poner sobre el vientre de Jacobo una buena cantidad que luego comenzó a repartir de forma homogénea con la sonda que salía al exterior desde un enorme mueble parecido a un viejo ordenador. Durante unos segundos no dijo nada, se limitó a mover el sensor, de forma cóncava, de una parte a otra del abdomen de Jacobo, hasta que llegó a la parte derecha, justo donde estaba la reciente cicatriz de la apendicetomía. Al pasar sobre ella, Jacobo no pudo reprimir un fuerte alarido.


- ¿Le he hecho daño?-preguntó el médico levantado el brazo de repente.


- Sí, bastante.-dijo Jacobo.-Me duele por toda la zona próxima a la sutura.


-¿Cuánto hace que le intervinieron, Jacobo?


- Un par de meses.-respondió el hombre, que se llevó las dos manos al vientre.-Que dolor, madre mía…uff.


- Ya voy entendiendo.-dijo el médico sin dejar de mirar al monitor. De repente algo pareció llamarle la atención.-Un momento...-acercó tanto la cara al monitor que dio la impresión de que acabaría dentro.-Esto es…raro…muy raro, Umm...-dijo casi para sí mismo.-Rarísimo, si…


-¿Qué pasa?-preguntó Julia, pero nadie le respondió.


   El Dr. Zavala no respondió pues parecía muy interesado en algo que estaba viendo en la pantalla, en la que Julia sólo pudo distinguir lo que identificó como los intestinos.


- Eso quisiera yo saber…-dijo Zavala muy absorto.-Esto no lo he visto nunca, la verdad sea dicha. Tiene que ser eso, pero la forma es…extraña. Demasiado…regular.


- ¿De qué habla? ¿Qué tiene que ser y por qué es extraño?-Julia estaba fuera de sí, a punto desmayarse a causa de la tensión que tenía encima, pero Mauricio la sostuvo del brazo.


- Doctor ¿Qué carajo me pasa?-intervino Jacobo.-Nunca sentí un dolor igual en mi vida.


- Bueno, ahora le voy a pedir unas radiografías y una tomografía urgentes. Para estar seguros.-se fijó que el apósito de la herida estaba manchado de algo parecido a sangre mezclada con agua y lo destapó. Al dejar al descubierto la herida comprobó que ésta estaba infectada y que de ella manaba un líquido espeso que identificó enseguida como pus.-Esto tiene muy mala cara, amigo mío.


- Sí, me lo he curado esta tarde, pero no deja de supurar.-reconoció Jacobo.


- ¿Por qué no me lo dijiste antes, Jacobo?-quiso saber una preocupada Julia. Parece mentira, tú eres médico y yo enfermera y consientes que llegue a este extremo.


- Porque te conozco, vida.-respondió Jacobo pesadamente y con los ojos cerrados.


- Esto que has hecho, Jacobo, es la cosa más estúpida que he visto hacer a un ser humano adulto.-replicó Mauricio.


- Lo sé.-reconoció el enfermo.-Se que es una estupidez, pero no quería fastidiar la comida a nadie.


- Ahora entiendo lo del cambio de camisa…-susurró Julia.


  El médico, una vez que tapó de nuevo la herida, se levantó quitándose los guantes que había estado usando. Los lanzó a la papelera a modo de un tiro libre de baloncesto, pero la pequeña pelota hecha con los guantes cayó al suelo, a treinta centímetros de la “canasta”.


- Vaya, definitivamente el baloncesto no es lo mío.-se lamentó el médico mirando a Jacobo.- Bueno, amigo, le he colocado un nuevo apósito, pero, como se imaginará, hemos de ir a quirófano para abrir esta sutura y limpiarla de la infección, y averiguar la causa de ella.


- De acuerdo, doctor.-susurró Jacobo y se llevó de nuevo las dos manos al vientre. Comenzó a retorcerse de dolor, lo que hizo que Julia se mostrase muy nerviosa y que sólo acertase a acariciarle la frente de forma casi maternal.

- Cariño, me voy a poner bien, ya verás.


  Como era de esperar, Jacobo era el que animaba a su mujer en lugar de ser al contrario. Ya tendría tiempo de hablar a solas con el médico para saber el alcance completo, pero ahora no. En ese momento solo le preocupada disimular todo lo posible. Julia no debía sufrir por su culpa. Debió ser sincero, pero pensó que tendría tiempo cuando regresaran a su hogar.



                                                                 *****

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