El martes por la mañana, la familia al completo se desplazó de nuevo hasta el hospital a visitar a Jacobo, pero antes se decidieron a tomar un café en la cafetería del centro hospitalario. Una vez que terminaron se dirigieron todos juntos a los ascensores para subir hasta la segunda planta.
Adrián, que junto a Lalo y Julia acompañaban a Alejandro y Vicky en el coche de éstos, se ocupó de sacar la silla de ruedas de Alejandro del maletero y montarla para que el hombre la ocupase seguidamente.
- Pues venga, vamos a ver qué tal esta el cuñao.-dijo Alejandro girando su silla en dirección a la puerta de cristales de la entrada principal del hospital.
- Alejandro, llévate a mi madre y a las chicas en el ascensor.-pidió Miguel.-Nosotros subiremos por las escaleras.
- Alejandro, hijo ¿Dónde te dijeron ayer que llevarían a Jacobo?-preguntó Gerardo.
- 2ª Planta, habitación 218.-respondió Alejandro mientras llamaba al ascensor.
Los cuatro hombres comenzaron a subir por las escaleras justo cuando se abrió la puerta del ascensor.
- Venga, chicas, vosotras primero.-dijo Alejandro cortésmente.-Anda que menuda suerte la mía. Metido en un ascensor con cuatro chicas a cada cual más preciosa. Veras tu como me justifico como se pare esto entre dos plantas. Me persiguen vuestros maromos hasta el fin del mundo.
- Ojala, Alejandro, ojala.-rogó Julia pensando, sin duda alguna, en su convaleciente marido.
- Julia, ya verás cómo se pone bien en un santiamén.-dijo Laura, la atractiva esposa de Miguel, que estaba entre ella y Sole, mientras que Vicky estaba al otro lado de Alejandro, que se había colocado en el centro del pequeño ascensor, en el que solo cabían seis personas, o dos sillas de ruedas, como máximo.
- Eso seguro.-dijo Alejandro.-Que le veo yo cara de buena salud al gallego.
- En realidad nunca ha estado enfermo.-admitió Julia.-Bueno, alguna gripe y cosas así, por eso me asusto más. Nunca le había visto tan malito, Alejandro. Desde que nos casamos hace ya dieciséis años, sólo ha tenido lumbago y ahora el ataque de apendicitis.
Su madre le apartó cariñosamente un mechón de cabello de la cara.
- No te preocupes, hija. Se va a recuperar en unos días, lo vas a ver.-quiso animarla Sole.
Julia se abrazó a su madre, justo en el momento en que el ascensor llegaba a su destino, en la segunda planta del hospital, donde estaba la zona de gastroenterología. Las puertas se abrieron y tras ellas aparecieron, Adrián y Lalo.
- ¿Le habéis visto ya, Adri?-quiso saber Julia impaciente, nada más ver a su hermano.
Adrián negó con un gesto de cabeza.
- No, la habitación tiene la puerta cerrada y la luz de presencia de enfermeras encendida. Supongo que le están atendiendo.
Alejandro asintió con la cabeza.
- Seguramente que la enfermera le estará tomando las tensión, la temperatura y todo eso. Suelen hacerlo nada más ingresar en planta.
- Bueno, pues a esperar se ha dicho.-dijo Adrián, que parecía algo tenso.
-¿Venís a sentaros en el comedor?-intervino Gerardo, que llegaba en ese momento desde una de las dos alas de la planta, acompañado por Miguel, que se acercó de inmediato a su mujer para besarla discreta y fugazmente en los labios.
La planta tenía forma de rectángulo. Los dos ascensores estaban frente al control de enfermeras y a ambos lados había un pasillo que era donde estaban situadas las habitaciones. En el de la izquierda ponía “Impares desde la 201 a la 217” y en el situado en el extremo opuesto rezaba “Pares desde la 200 a la 218”.
- Mirad, ya salen las enfermeras de la sala de Jacobo.-dijo Lalo de improviso.
- No sé si nos dejaran entrar a todos.-comentó Miguel.-Vamos, seguro que no, vaya.
- Eso seguro.-dijo Vicky.-Pero con que le vea Julia es suficiente por hoy.
En ese momento se abrió la puerta de la habitación donde acababa de ser instalado Jacobo y salieron de ella dos mujeres vestidas de enfermeras y un celador.
-¿Son ustedes familiares de Jacobo Carreiras?-preguntó la más gruesa y madura de las dos.
- Yo soy su esposa, y ellos son mis hermanos y mis padres.-dijo Julia.
- Bueno, usted puede pasar ahora, pero, como mucho, dos personas a la vez en la sala ¿de acuerdo?-dijo la otra, que a Vicky le recordó en su actitud a la “acelga” que conocieron cuando Alejandro estuvo ingresado por su cólico.
- No se preocupe, así lo haremos.-dijo Vicky, pero se abstuvo de decir lo que verdaderamente tenía ganas de soltar por su boca.
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No pasa nada. Gracias por la información. Un saludo.
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