Páginas

Seguidores

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Capítulo 86.


   Mientras Julia se dirigía al restaurante del hospital con su hermano y Lalo, para intentar comer alguna cosa, Vicky y Alejandro permanecieron en la impresionante habitación que le había sido asignada a Jacobo. El hombre seguía dormido aunque, al parecer, se había despertado, según comentó una enfermera que entró a tomarle las constantes, de forma esporádica en un par de ocasiones durante la mañana, pero se dormía de nuevo a los pocos minutos. Vicky estaba sentada en una cómoda butaca junto a la cabecera de Jacobo, mientras que Alejandro se había colocado frente a ella, también cerca de la cama. El enfermo dormía tranquilo, pero de vez en cuando musitaba palabras inconexas que ninguno de sus dos acompañantes supo descifrar. Al parecer estaba en pleno delirio a causa de la fiebre que aún no le había bajado, todo lo contrario, le había llegado a subir hasta los 39º C en algunos momentos de la mañana.

  Vicky se levantó y le puso la mano en la frente, y pudo comprobarlo por sí misma.

- Está ardiendo, cariño.-susurró.

  Alejandro señaló a una pequeña bolsa que colgaba en la percha junto a la del suero.

-¿Ves esa bolsita pequeña?-susurró Alejandro, ella miró y asintió.-Eso es para la infección y le bajará la fiebre poquito a poco, ya lo verás, cielo.

- Eso espero, porque no sé si podrá aguantar esta calentura tan tremenda.

- Claro que si.-contestó él.-El cuerpo humano tiene una resistencia increíble. Dentro de unos días estará como si nada.

- Ojala, amor.-susurró Vicky.-No te ofendas, pero yo quiero a Jacobo como si fuera otro de mis hermanos.

  Alejandro sonrió y le cogió la mano para besársela.

- Vicky, por Dios, eso no me ofende. Es un buen hombre y se hace querer el jodio.

- Sí, la verdad.- Vicky sonrió al recordar al espigado soldado de bonita sonrisa y ojos picarones, que llegó un día de permiso acompañando a su hermano Miguel.- Recuerdo que cuando venía a casa de permiso, se pasaba las tardes jugando a las casitas conmigo, o a los polis con Adri o escuchando música con mi hermana. Él estaba más tiempo con nosotros que el propio Miguel.

  Alejandro sonrió.

-¿Y no adivinas el motivo?

  Vicky se encogió de hombros.

- No sé, supongo que como le gustan los críos…

- ¡Ja, y un jamón!-exclamó.-A este, lo que le gustaba, mejor dicho, quien le gustaba era Julia, y por eso se pasaba el día con vosotros, para estar cerca de ella. Es de libro, cielo. Y eso de que escuchaba música con ella…no sé yo.

  Vicky le miró asombrada por lo que nunca había imaginado.

-¿Tú crees?

- Me apuesto las ruedas de esta silla, Vicky.-dijo Alejandro riendo.-Y, como es lógico, en los ratos libres jugaba a los médicos con tu hermana, ya sabes, para practicar.

  Vicky soltó una carcajada cuyo sonido trató de amortiguar tapándose la boca con la mano.

- Mira que pillo el gallego.-dijo Vicky mirando a Jacobo, que ahora descansaba mucho más tranquilo.- Con la carita de niño bueno que tenía con veinte años…

- Como decía mi madre:”Que del toro manso me libre Dios, que del bravo, me libro yo”.-recitó Alejandro sonriendo.

  Vicky rió pero se detuvo para no despertar a Jacobo, que tosió un par de veces seguidas y se quejó. Intentó llevarse la mano derecha, que era la que tenía libre, al vientre, pero la oportuna intervención de la mujer se lo impidió.

- Cuidado, Jacobo, no te toques ahí.

- Xulia…-susurró el cuñado de la mujer. Tenía los ojos cerrados y estaba muy pálido.  Jacobo abrió los ojos, enmarcados en ojeras muy marcadas,  muy despacio. Tardó un poco en enfocar a Vicky, que se había puesto de pie.

- Hola, cariño.-le saludó Vicky sonriendo mientras le tentaba la frente, que se estaba atemperando  lentamente gracias a los antipiréticos.

- Vicky…

  La siempre grave voz de Jacobo apenas sonaba como un susurro.

-¿Cómo te encuentras?-le preguntó Vicky mientras le acariciaba la cara.

- No se…cansado…

- Es normal, cuñao.-intervino Alejandro.

  Jacobo giró lentamente la cabeza hacia donde venía la voz.

- Alejandro…

- No, si lo dicho, colega, hacemos lo que sea con tal de tener pendientes de uno a todo el mundo ¿eh?

- Sí, ya ves… ¿Julia?

- Está con Adri y Lalo tomándose algo.-dijo Vicky.

  Jacobo asintió.

- Eso está ben.-susurró Jacobo, que de pronto se removió un poco en la cama.-Oh, uff...duele.

  Alejandro sonrió al dirigirse a su concuñado.

- Nos ha jodio, Jacobo. Que te han operao, no te han hecho mechas en el pelo.

  El hombre le miró algo confuso.

-¿Operado?- Jacobo parecía algo aturdido.

  Vicky asintió mientras le acariciaba la mano de forma casi maternal.

- Sí, ayer te operaron de urgencia.

  Jacobo asintió.

- Ya recuerdo.-dijo y miró a Alejandro con el ceño fruncido. –  Madre mía, soñé que Jeff Goldblum me operaba.

  Tanto Vicky como  Alejandro tuvieron que contener una carcajada.

- Bueno, creo que te refieres al Dr. Zabala.-dijo Alejandro entre risas.-Y, si, el Dr. Zabala es idéntico al actor ese. O sea, que no lo has soñado. En realidad te ha operado un clon del americano.

  Jacobo asintió.

- Ya me pareció…que fue un sueño…muy real.-susurró.

 Pues si que era realidad. Ese ha sido el que te ha operado el vientre.-dijo Vicky.

-¿Y qué tengo pues?-quiso saber Jacobo, justo en el momento que la puerta se abría y entraba Julia.

  A la mujer se le iluminó el rostro al ver que su marido estaba despierto por primera vez en más de veinticuatro horas.

- Jacobo, cariño mío ¿cómo estás?.-le preguntó mientras se acercaba a darle un beso en la frente.

- Ben, aunque algo mareado, y canso.

- Eso es normal, te han tenido que poner sangre durante la intervención, pero ya tienes mejor cara ¿verdad que sí, chicos?

  Vicky asintió.

 Pues si que tiene mejor color que ayer, que estaba muy pálido.

  Alejandro afirmó.

- La verdad es que si, ayer se estaba tan blanco que si no fuera por el color celeste del pijama, se hubiera podio camuflar con las paredes.-Alejandro sonrió.- Eso sí, está estupendo teniendo en cuenta que le ha operao Jeff Goldblum.

  Julia miró a Alejandro sin saber por qué decía eso.

-¿Cómo?-le preguntó una confusa Julia a su hermana.

  Vicky, que se había levantado de su asiento para cedérselo a su hermana mayor, se acercó a ella sonriendo, y le puso la mano en el brazo.

- Julia, es que tu marido nos ha dicho que ese Jeff Comosellame le hizo una ecografía en el box de urgencias.-explicó

  Julia miró a uno a uno a los tres y luego se echó a reír.

- Ay madre, ese es el Dr. Zabala, el cirujano que te ha operado, vida mía. Es que es idéntico.

  Los tres se echaron a reír ante la mirada entre aturdida y sorprendida de Jacobo.

-¿Pero como os reís de un pobre enfermo, so malajes?.-preguntó Jacobo, que poco a poco volvía a recobrar su tono de voz habitual, tratando de imitar, sin éxito por cierto, el acento onubense de su mujer y cuñada.

- Es que ha sido muy gracioso, vida.-admitió Julia, que ahora reía relajada después de la tensión vivida.

  Alejandro se reía con tantas ganas que tuvo que coger un pañuelo de papel de la caja que había sobre la mesita de noche para limpiarse las lágrimas que le enturbiaban la vista.

- Ayyy, que bueno.-se reía como hacía mucho que no lo hacía, mientras se limpiaba las lágrimas.-Ostras, que bueno, creo que no me río así desde hace meses, la leche que te dieron, Jacobo.

- Pero que malos sois, riéndoos del pobre Jacobo.-exclamó Vicky, tratando de contener la risa.

  Jacobo, la miró de soslayo, pues había adivinado sus pensamientos.

- Vicky, no te cortes y ríete tú también.-le dijo Jacobo sonriendo con semblante cansado.

  Dicho y hecho, la mujer soltó una ruidosa carcajada.

- Alaaaaa, que exagerá.-exclamó Alejandro.-Seguro que te han oído hasta en la última planta, mujer.

  Jacobo sonrió.

- No, home, como mucho en la penúltima.

- Oye ¿tú no estás muy malito?-le soltó Alejandro.

  Jacobo no pudo evitar reírse y eso le provocó una punzada en el abdomen. El hombre se llevó la mano derecha al vientre y comenzó a darse un masaje sobre el apósito que cubría la herida.

- Por cierto ¿alguien me puede explicar qué me hicieron en el vientre?

  Julia se sentó en la cama a su lado.

- Verás, resulta que el Dr. Goldblum-soltó una carcajada al ver la expresión de fingido enfado en el rostro de su marido-te operó para ver si la masa que apreciaba en la ecografía y en la radiografía era maligna o no, y cuando te abrió el vientre se quedó helado al ver que, lo que en un principio parecía un tumor era algo tan… prosaico… como unas simples gasas de quirófano.

  Jacobo torció la cabeza para mirar uno por uno a los tres. Las palabras de su mujer le dejaron atónito.

-¿Queréis decir que lo que por poco no me mata eran unas gasas que se dejaron en mi vientre cuando me practicaron la apendicetomía?-los tres asintieron.- ¡Será cabrito o gilipollas de Xoan! ¡Cando mo bote á cara, fágolle unha  a vasectomía gratis e sen anestésico!

  Alejandro sonrió.

- Veo que de pronto estas muchísimo mejor.-advirtió.-Hasta te he entendido esas “cariñosas” palabras en tu lengua materna.

- Ahora lo que estoy es cabreado.-confesó Jacobo.

  Julia, preocupada por qué no se alterase, le cogió la mano.

- No es para menos, cariño, pero no debes alterarte, que estas convaleciente a penas de un día.-le recomendó Julia  cogiéndole la mano.

- Ya pasó, tranquila, Julia. Pero no respondo cuando me lo eche a la cara.-amenazó el siempre sereno Jacobo.

- Desde luego, le dan el titulo a cualquiera.-se lamentó Alejandro, recordando que cuando le intervinieron a él tras su accidente, un descuido del médico al poner en su informe su grupo sanguíneo, que era 0 negativo, y que sólo puede recibir sangre de donantes de ese mismo grupo, se equivocó y puso AB positivo, que pertenecía a otro paciente con su mismo nombre y apellido que en ya era extraño, pues no era precisamente López, y por poco lo hubiera matado, de no ser por una enfermera que advirtió a tiempo del error.

  Jacobo se tocó de nuevo el vientre.

-¿Qué es esta cosa que eu teño na miña barriga?-preguntó palpando algo blando.

- Ten cuidao, Jacobo.-le advirtió Alejandro.

- Cariño, no te toques, que como se desconecte la bolsa armas un bien lío.-exclamó Julia apartándole la mano.-Verás, como la infección te hizo un pequeño boquete en el intestino, el médico te tuvo que hacer una colostomía provisional, para que la tripa descanse mientras cicatriza.

-¿Colostomía, Julia?-repitió Jacobo.

  Ella asintió.

- Sí, pero no te preocupes, es solo provisional, te volverán a conectar los dos extremos del intestino dentro de unas semanas, cuando cicatrice del todo.

- Carallo…

  Jacobo se quedó callado y pensativo. Él sabía que no iban las cosas bien en su abdomen, pero no pensó que estuviera tan delicado. De pronto, en un momento, sus planes a paseo, todo detenido hasta ver si su intestino volvía a la normalidad. A partir de ese día tendría que estar pendiente de que su cuerpo funcionase regularmente y de no tener escapes.

- No te preocupes, cielo, solo será temporalmente.-trató de animarle su esposa.

- Ya, pero…

- Hombre, no me fastidies, que no es tan malo.-dijo Alejandro.

- Eso es fácil de decir desde fuera, Alejandro.-replicó Jacobo.-Tú no sabes lo que es esto, yo sí. Lo veo cada día en el hospital. Es…humillante saber que voy a hacerlo en una bolsa y que ni me enteraré. Como un crío de pecho. Seré una carga para Julia, foder.

- Jacobo, precisamente yo, se perfectamente lo que es eso de hacerse las “cosas” encima. Me pasa desde hace casi una década, por si no estás al corriente, y en mi caso no es algo provisional, sino, definitivo. Y, para que lo sepas, me costó mucho darme cuenta de que no soy ningún una carga para nadie.

   A Alejandro le dolieron un poco las palabras de Jacobo, pero sabía que no las había dicho con mala intención.

  Vicky le puso la mano en el hombro a Alejandro.

- Cariño…

   Jacobo advirtió en ese momento la impertinencia que acaba de cometer sin intención y miró a Alejandro con pesadumbre.

- Carallo, Alejandro, lo lamento.-empezó a disculparse.-No lo pensé, de verdad. Lo dije sin darme cuenta de tu…bueno, de que a ti…En fin, ya me entiendes ¿no? Te pido que me disculpes, cuñado.

  Alejandro comprendió que su reacción había sido desproporcionada.

- Tienes razón, lo siento Jacobo.-se disculpó sinceramente.-Me he comportao como un cavernícola. Perdóname tú a mí. Lo siento, cuñao. Estoy muy tenso desde que te pasó esto y he estallao sin poder evitarlo… ¿amigos?.

  Alejandro tendió la mano a Jacobo.

- Amigos.-repitió el cuñado de Vicky.

  Vicky y su hermana se miraron y sonrieron.

  Poco antes de la una del medio día se presentó en la habitación de Jacobo el Dr. Zabala, y fue entonces cuando el enfermo comprendió la reacción de su mujer cuando le contó la absurda idea de que el actor hollywoodiense le había visitado allí mismo en su habitación, vestido de médico.

-¿Qué tal se encuentra, Jacobo?-preguntó el médico sentándose a un lado de la cama de su paciente.

  Jacobo hizo un elocuente gesto con la cara.

- Bueno, estoy mejor de lo que me imaginaba que estaría, la verdad.-admitió Jacobo.

- Eso está muy bien.- el médico dejó las notas que llevaba en las manos sobre la mesita de noche y se dispuso a tomar el pulso y la tensión a su paciente.-Está muy bien para el poco tiempo que lleva intervenido y para lo jodido que llegó a urgencias, la verdad. Creo, sin miedo a errar, que es de los que se recuperan en un pispas de las intervenciones.

  Julia intervino.

- Tiene razón, doctor.-admitió.-Pero no se fíe demasiado si mi marido  le dice que se encuentra buen, porque a mí me tenía engañada con este asunto. Todos creíamos que se había recuperado por completo y mire el susto que nos ha dado.

  Jacobo, que era consciente de su error, cabeceó molesto consigo mismo.

- Julia, te engañé para que no te preocupases y para que no te negaras a venir a celebrar el cumpleaños de tu madre.-contestó un cansado Jacobo.-Sólo pretendía no joder los planes a nadie.

- Pues por poco te cuesta la vida tanto miramiento con nosotros.-le dijo Vicky.

- Ya será menos.-contestó Jacobo.

  El médico le miró muy serio.

- En absoluto. Su cuñada tiene razón. Como les dije a ellos ayer, si llega a venir un día después no lo hubiese contado con casi total seguridad. Tenía una infección intestinal enorme y la tripa a punto de partirse en dos. Si eso llega a suceder, como usted sabrá, la porquería se hubiera repartido por toda la cavidad abdominal infectándolo todo a su paso y hubiese terminado, muy probablemente, con peritonitis o, peor aún, con una septicemia campando a sus anchas por todo su intestino.

  Jacobo no dijo nada, se limitó a pedir con un gesto de su mano, que Julia se la cogiese.

- Lo siento, vida. Quería protegerte y lo que conseguí con mi comportamiento fue que te preocupases tú y de paso todos los demás.

  Alejandro intervino.

- Bueno, Jacobo, eso ya pasó y ahora te sientes bien y fuera de peligro. Pero como vuelvas a hacer una idiotez como esta, te juro que te comes el inflador de las ruedas de mi silla.

  Todos, incluido el médico, se echaron a reír al escuchar la amenaza que lanzó Alejandro. Jacobo se rió con tantas ganas que acabó resintiéndose de su abdomen y se llevo la mano a las vendas que le protegían la herida.

- Ay, mi vientre.-se quejó mientras reía.-Veras tú, como se me salten las grapas, te las pongo a modo de pircing en los…ejem, porque hay señoras que sino…

-¡Y luego los brutos somos los vascos, la leche!-exclamó Alejandro entre carcajadas.

  El médico hizo unas cuantas recomendaciones a Jacobo de cómo debía manejar la bolsa que tenía adherida al boquete de su abdomen para cambiarla y asearse, pero le dijo que no se preocupase, que con el paso de los días se sentiría más seguro al manipularla. Después de eso, se marchó, no sin antes advertir que no estaba permitido que hubiese más de dos personas con los pacientes.

- No se preocupe, yo me saldré al pasillo si nos dice algo una de las enfermeras.-respondió Alejandro.

- De acuerdo, en eso quedamos,  que luego la supervisora de la planta me echa la bronca a mí porque dice que soy muy permisivo con mis pacientes.

  Alejandro sonrió.

- Tranquilo que no le echaran bronca por nuestra culpa, doctor.-dijo Alejandro cuando el médico ya salía de la habitación.

  Jacobo atrajo hacia su pecho la mano de su esposa.

- Julia, ya puestos a ser francos, y aprovechando que estoy en un hospital, por si te da por agredirme, tengo que confesarte otra cosa que viene a colación en este momento, ceo meo.

  Julia miró a su marido de forma que a Alejandro le recordó la mirada asesina que se le ponía a Vicky cuando esperaba recibir una noticia que pensaba que no le iba a gustar demasiado.

- Ay, madre, Vicky.-dijo Alejandro sonriendo-Creo que será mejor que dejemos a estos dos a solas.

  Jacobo le miró con los ojos muy abiertos.

- De eso nada, que si me asesina quiero que haya testigos del crimen.-protestó el atractivo Jacobo, al que ni una recaída como la que acababa de sufrir, restaba un ápice de su masculina belleza.

  Alejandro soltó tal carcajada que acabó cayendo de lado, y gracias a Julia, que tuvo los reflejos necesarios para sujetarle por el brazo, consiguió enderezarse.

- Ostras, gracias, Julia, que por poco me caigo de morros por culpa de este merluzo que tienes por marido.-dijo Alejandro entre risas.-Por cierto, Jacobo, creo que ibas a “confesar” algo ¿me equivoco?.

  Jacobo negó con un movimiento de cabeza.

- No, no te equivocas.-dijo.-A ver como comienzo yo mi relato…Bueno, lo primero que tengo que decir es que te he dicho unas pouquiñas mentiras con respecto a mi salud, pero fue para que no te preocupases, Ceo meo.

-¿Qué mentiras, Jacobo?-quiso saber Julia, que comenzaba a ponerse algo tensa.

- Jacobo ¿tienes hecho el testamento?-intervino Alejandro.-Lo digo porque si Julia es como Vicky, lo mismo no sales de esta.

  Alejandro soltó una carcajada.

-¿Por qué crees que aproveché para contarlo con vosotros dos delante?.

- Jacobo, habla ya.-le instó Julia.

- Pues que no me sentía bien desde que me operaron y te lo oculté todo este tiempo.-comenzó Jacobo de carrerilla con la intención de impedir que fuese interrumpido.

- Eso ya lo sé, me lo contaste ayer.

- Ya, pero eso no es todo.-continuó el atractivo marido de Julia.- ¿recuerdas que te dije que la noche antes de venir estuve asistiendo un parto en un domicilio?

  Julia asintió.

- Sí, claro. Estuviste en Aldea Vella ¿no?

  Jacobo negó mientras cerraba los ojos con pesar.

- No, en eso es en lo que te mentí. Estuve en mi consulta con Marta.

  Julia abrió unos ojos como platos soperos.

-¿Cómo? ¿Qué insinúas, Jacobo Carreiras Bouzas?

- Ey, ey, ey, no insinúo nada, Julia Fernández Castillo.-replicó Jacobo.-No te vayas por los cerros de Úbeda, Muller, que nos conocemos.

-¿Cómo que estuviste con Marta?-insistió Julia.

- Deja que te explique, carajo.-respondió Jacobo removiéndose en la cama.

- Soy toda oídos.-respondió Julia sentándose en la silla y cruzando los brazos con gesto airado.

   Jacobo se removió en la cama con ayuda del triángulo que estaba suspendido de la percha que salía de un lado de la cabecera y que servía para que el paciente se moviese con mayor facilidad. Al hacerlo, sintió un dolor agudo en el abdomen.

-Uf, caray.-respiró un par de veces echando el aire por la boca antes de proseguir.- Verás, resulta que esa tarde estaba en la consulta y me dio un dolor casi tan fuerte como el que me dio ayer, y me tuve que echar un rato en la camilla de la consulta para esperar a que pasara. Esa fue la primera vez que noté que algo no marchaba del todo bien. Total, que como no tenía visitas de última hora, Marta se dedicó a ayudarme, y marchó a casa después de las ocho de la noche y yo le dije que lo haría enseguida, pero me quedé dormido y cuando desperté era ya de madrugada. El dolor me había pasado, y decidí volver a casa.-su mujer, a esas alturas, ya tenía en la mano la jarra de plástico para el agua, que había en la mesita de noche, y la levantó de modo amenazante, para luego llenar el vaso y tómaselo de un solo trago.- Julia, me inventé lo del parto para que no te preocupases, de veras. Cuando volvamos a casa puedes hablar con Marta y preguntarle a qué hora marchó el último día de trabajo.

  Julia le miró a los ojos tratando de ver en ellos algo que quería ver, sinceridad, y lo vio. Después de tantos años compartiendo sus vidas, sólo tenía que mirarle a ellos para saber si decía la verdad. En realidad, era la primera vez que le mentía, y como él mismo había decidido contárselo, pensó que no tenía sentido seguir dudando de él.

- Está bien, Jacobo, te creo.-dijo al fin.-Pero otra mentira, por muy piadosa que sea, y te comes lo que en ese momento tenga más a mano.

  Tanto Vicky como Alejandro soltaron una carcajada.

- Lo lamento, cielo.-se volvió a disculpar Jacobo.-No volveré a mentirte jamás. Te xúroo.

- Jacobo, no jures en vano. Sabes también como yo que no puedes cumplir eso.-le advirtió Julia.

   El hombre rió.

   Alejandro pensó que en su nueva familia política debía ser muy habitual en situaciones embarazosas eso de echar mano de promesas de difícil cumplimiento. Sonrió, pero no dijo nada.

Está ben, entonces te lo prometo, soamente.-dio su palabra Jacobo.

- Eso está mejor, rapaz.-respondió Julia riendo, y los demás, incluido su marido, la imitaron.

  Cuando se marcharon, Jacobo ya estaba dormido y ni el beso que Julia le dio al despedirse le despertó.

*****



1 comentario:

  1. Me apuesto la cabeza a que nadie ha llegado a este capítulo, jejeje... Por favor, que alguien me desmienta, jejeje.

    ResponderEliminar