Páginas

Seguidores

sábado, 27 de julio de 2013

Capítulo 11.

    El domingo, Alejandro se levantó temprano, no había podido dormir en toda la noche. Se duchó, se puso unos pantalones grises y una camisa celeste de manga larga y se presentó en la cocina, donde Myrna ya le estaba preparando el desayuno, compuesto por un gran tazón de cacao y cereales de arroz.


- Hola Myrna. Buenos días.-saludó Alejandro sin acercarse a la mesa como era su costumbre.


- Le estoy preparando un tazón de cereales con cacao para desayunar.-dijo la mujer sonriendo.


- No te molestes, no voy a desayunar nada. Tengo que salir.-dijo Alejandro.


   Myrna asintió, disgustada, pero no molesta. Le había sentido llorar durante la noche y moverse en la cama agitadamente.


- Yo ya sabía. Es día catorce y va a ir a su cita, ¿no?


   Alejandro asintió.


- Eso es, mi cita del día catorce de cada mes desde hace más de ocho años.


- Alejandro, no puedo comprender porque se tortura de esa manera.


- No me torturo.-respondió el hombre.-Sólo que necesito ir a verles. Eso es todo, Myrna. Y no espero que lo comprendas, sólo que lo aceptes.


- Alejandro, perdone mi dureza, pero allá sólo hay tres frías lápidas de mármol. Ellos sólo siguen vivos en su mente.


   Alejandro iba a responder, pero pensó que no merecía la pena, jamás se pondrían de acuerdo sobre ese doloroso tema.


- Myrna, yo me voy. Volveré para la hora de comer.-dijo a modo de despedida mientras salía de la cocina.


   A los pocos minutos se oyó como se cerraba la puerta principal de la casa.


   Cuando Alejandro llegó al cementerio eran poco más de las diez de la mañana y para ser domingo no había demasiada gente. Hacía un poco de frío, pero, además, Alejandro estaba helado por dentro. En la entrada al camposanto estaba, cómo siempre la anciana florista de etnia gitana vestida totalmente de negro, muy acorde con el lugar, pensó Alejandro mientras se acercaba a ella.


- Buenos días, Dolores, deme lo de siempre, por favor.-se limitó a decir Alejandro a la mujer, a la que conocía desde hacía ocho años.


- Tres ramos de rosas, dos con media docena de color blanco en cada uno y otro con otra media docena de rojas.- dijo Dolores.


- Eso es.-confirmó Alejandro.


   La mujer se los preparó rápidamente y cuando los pagó se dirigió al lugar donde descansaba su familia. Ésta vez, la primera desde que los había perdido, se sentía renovado. Con ganas de pasar página al fin.


- Hola Elisa, hijos, vengo a contarte, contaros mejor dicho, una cosa. Y, conociéndote, estoy seguro que vas a soltar uno de tus ruidosos gritos. Resulta que he conocido a una mujer. Se llama Vicky, es andaluza y está divorciada. Estoy seguro que, de haberos conocido os llevaríais muy bien.-sonrió.-Tiene un carácter endemoniado, pero cuando está tranquila es un ángel, “echao del cielo a escobazos”, como diría ella con su acento andaluz. Es muy extraño, Elisa. Te quiero, desde luego que sí, pero de una manera diferente. Espero que no te sientas ofendida, y conociéndote ahora estarás levantando los brazos hacia el cielo, y gritando algo así como “ya era hora, pedazo de merluzo”.-esta vez sonrió al imaginar el gesto de la cara que tendría en ese momento Elisa, si pudiera oírle.-He tardado casi una década en pasar página, y es que no es fácil llegar a esta situación en la que puedo hablar con vosotros sin sentir que el alma se me parte en mil pedazos, y eso es un alivio porque es muy doloroso. He venido a deciros que voy a intentar volver a ser feliz, y es raro, pero ya no me siento culpable por seguir vivo, no se si me entendéis. Hijos, no os olvidaré mientras me quede un suspiro de vida, eso os lo aseguro, pero voy a tratar de que cuando piense o hable de vosotros, que no me ponga a llorar como hasta hace poco me sucedía. Elisa, creo que me estoy enamorando de Vicky, es tu antítesis, no he visto jamás dos mujeres tan diferentes y al tiempo tan iguales en sus convicciones como vosotras. Vicky es valiente, decidida, y tu tímida e indecisa, pero tenéis cosas en común, odiáis las injusticias del tipo que sea, y eso es lo que me atrajo tanto de ti y como de ella, que sois luchadoras si creéis tener razón…-se quedó callado un instante y luego continuó.- Bueno, creo que ya es hora de que me marche, Myrna me estará esperando para comer. Creo que de ahora en adelante vendré menos, no creo que sea correcto estar con Vicky y venir cada mes a veros. Pero, hijos, no faltaré para vuestros cumpleaños, os lo prometo. Ni nada ni nadie me impedirá venir. Bueno, ahora sí que me voy o Myrna me deja sin comer, que ya os he contao en más de una ocasión como se las gasta.-Pasó la mano acariciando las tres lápidas.- Os prometo que volveré para vuestros cumpleaños, hijos. Os lo prometo. Elisa, sigue cuidando de ellos hasta que yo me reúna con vosotros.- dio un giro de ciento ochenta grados a su silla y, aguantándose las ganas de mirar atrás, salió del cementerio con los ojos llenos de lágrimas que ahora ocultaban unas finas gafas de sol de cristales marrones. Cuando salió del recinto encendió un cigarro y se dirigió con lentitud hacia su coche, con la firme decisión de recuperar las ganas de vivir que no tenía desde aquel fatídico veintidós de agosto de dos mil, cuando le dieron la terrible noticia de la muerte de su mujer y los dos hijos de ambos, que eran, junto a su hermana, las única familia que le quedaba en el mundo.



*****

No hay comentarios:

Publicar un comentario