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martes, 20 de agosto de 2013

Capítulo 23.

    Al llegar frente a la casa de Alejandro éste propuso a Vicky dejar el coche en su garaje, pero luego se acordó que Myrna habría dejado ya el suyo dentro y como el coche de él estaba también aparcado allí, no quedaba sitio para un tercer coche, así que Vicky lo dejó en un hueco que quedaba a pocos metros de la puerta del domicilio del hombre.
   Justo en el momento que Alejandro abría la cerradura sonó desde dentro como el reloj de pared daba la media noche.
- Mira, cariño, volvemos a casa como la Cenicienta, justo a medianoche.-susurró Alejandro para que Myrna no se despertase, en el caso, poco probable de que se hubiera ido a dormir sin saber cómo había salido la velada.
- La hora bruja.-comentó ella divertida.
  Ambos se sentían alegres y felices, como dos adolescentes que acabasen de descubrir los misterios de la carne y temieran ser descubiertos al ver sus caras de felicidad.
- Esperemos que Myrna se haya dormido ya, sino es muy capaz de salir de su cuarto para enterarse de cómo ha ido todo.-comentó Alejandro riendo.
- Que horror, parecemos dos críos de quince años.-dijo Vicky riendo.
- Bueno, los quince los tengo, lo malo es que con el IVA suman los cuarenta y cinco.-dijo Alejandro riendo mientras trataba de contener la emoción que le producía estar de nuevo con Vicky.
  Vicky soltó una estruendosa carcajada y tuvo que taparse la boca para no despertar a media calle.
- Que bueno, ojú. Entonces yo tengo un IVA de…mejor ni lo calculo.-dijo entre carcajadas.
- Nada, somos unos chavales.-dijo Alejandro mientras colocaba su chaqueta en la percha.-Qué raro que Myrna no esté levantada pendiente de si su treta ha dado resultado.
- Estará despierta, eso seguro.-susurró Vicky mirando hacia el pasillo que daba a las cuatro habitaciones y el baño que tenía la casa.-Al menos yo, lo estaría si hubiese ideado un plan como el suyo.
   En ese momento Alejandro se acercó a ella con una hoja de papel en la mano.
- Esta mujer es la leche, lee esto, Vicky.-dijo Alejandro sonriendo mientras le entregaba la nota.
-“Siento no estar presente cuando ustedes lleguen, pero mi amiga Rita está en cama con fiebre y debo hacerme cargo de su bebé. Les dejo en el refrigerador una ensalada de pasta por si no han cenado fuera. Saludos. Myrna”.-Vicky leyó la carta sin apenas poder contener la risa.-Es un caso esta mujer, Alejandro.
-¿Y sabes lo mejor?-preguntó Alejandro.
- No, ¿qué?
  Alejandro soltó una gran carcajada.
- Que es imposible que la tal Rita haya tenido un bebe.-dijo Alejandro, que lloraba de la risa de tal forma que se limpiaba las lágrimas con el dorso de una mano mientras se llevaba la otra al vientre que le dolía de tanto reír.
- ¿Por qué dices eso?
- Porque…-reía-la tal Rita la conocí hace unos cuatro meses cuando fui a llevar a Myrna a verla y desde luego no estaba embarazada de cinco meses, estaba lisa como una tabla de planchar, y resulta que…-se agarraba el vientre-…la joven mamá tiene…-de pronto apareció la tos, pero la controló en pocos segundos-…tirando por lo bajo, la friolera de setenta años.
   Vicky se reía de ver la forma en que él lo hacía, y Alejandro no podía recordar la última vez que se había reído tanto.
- ¡Ostras!.-exclamó Vicky.-Que bueno, que gracia. Pero, no lo entiendo, ¿por qué mentir de esa forma tan descarada?. Si tenía una cita, pues lo dice y punto, no pasa nada.
  Alejandro no paraba de reír y de llorar al mismo tiempo. Cuando pudo hablar dijo:
- ¿No lo entiendes, mi vida? Ella se ha inventado todo esto como segunda parte de su plan. Estaba todo planeado desde el primer momento, tú libro para mí, mis flores para ti, y como traca final esta comedia para que pasemos esta noche solos. Está clarísimo.
- Desde luego es mejor guionista que muchos de los que cobran por ello.-dijo Vicky al entender la estratagema de la mujer.
- Eso te lo puedo jurar, yo llevo escribiendo historias de misterio para un periódico local desde hace veinte años y jamás se me hubiera ocurrido algo tan…elaborao. Se lo a currao a fondo, no hay duda. Bueno, ya que se ha tomado tantas molestias en arreglarnos la velada perfecta, ¿Qué te parece si damos buena cuenta de la ensalada que nos ha preparao?
- Por mí, de acuerdo.
   Después de cenar, se fueron un rato a la salita para tomarse una copa de una botella de cava que “misteriosamente” había aparecido junto a la tarta. Brindaron por casi todo, por ellos, por Myrna, por el sol que reaparece cada mañana en el horizonte… Eran felices y nada podía empañar tanta dicha tantos años alejada de ambos.
- ¿Qué tal te encuentras, cielo?- le preguntó ella acariciándole la cara.
   Alejandro sonrió.
- Estoy un poco cansado, pero muy feliz.-confesó al fin.
- Me alegro, mi vida.-Ella le dio un beso en la mejilla.
   De repente Alejandro se puso serio y dijo:
- Vicky, eres la primera mujer que me interesa y me hace sentir algo desde que Elisa murió.- Le cogió con ternura la cara y la besó en la boca de una forma tan sensual que a Vicky le dio un escalofrío.
- Alejandro, tú también eres el primer hombre con el que estoy desde que me separé de mi ex marido.
- Hay que ser idiota para dejarse ir una mujer como tú, mi amor. Y poco hombre para pegarte.
- Dejemos de hablar de él, no quiero recordarle.
- De eso ya me encargo yo, cielo mío. No creía que nadie me hiciese sentir lo que tú has conseguido en tan poco tiempo.
   Ella estaba feliz de oírle hablar de aquel modo.
- Me alegro mucho, pero tú también has puesto de tu parte.
   El hombre se encogió de hombros.
- No, me has devuelto la ilusión después de más de ocho años de soledad, y eso es muy grande.
-¿Esta es tu primera relación después de morir tu familia?
   El hombre asintió.
- Sí, hasta ahora no había interesado por nadie como pareja, pero contigo es distinto, me has devuelto las ganas de vivir, cielo mío.- Se fundieron en un gran abrazo y Vicky se sentó en sus rodillas mirándole frente a frente.- ¿Qué estás planeando?-preguntó Alejandro con picardía en el rostro.
- Pues…no sé.-empezó a desabrocharle la camisa muy lentamente y mientras lo hacía le acariciaba el pecho.
- Vicky, espera, que no es el sitio adecuado, puedo caer al suelo si me dejo llevar.-ella no le hacía caso, en realidad no le oía.-Vicky….ohhh….Vicky, espera…oh…ohhhh-reía- ….Vicky, será mejor ir al dormitorio.
   Ella levantó la cara y le miró a los ojos.
-¿Cómo dices?-preguntó medio ida de placer.
   Alejandro rió divertido al ver la cara de placer de ella.
- Siento cortarte el royo, pero es mejor que vayamos al dormitorio. Que como sigas “trajinándome” de esa manera, no sé qué va a pasar.-dijo él echándose a reír.
   Vicky se apartó para qué él pudiera pasarse a su silla de ruedas y luego le siguió a su habitación. Después de que Alejandro se quitase, esta vez sin tapujos, el pañal y que se asegurase de que la bolsa de los orines estaba bien sujeta a su pierna se echaron los dos en ella completamente desnudos. Fue una noche de intenso placer y dulces caricias que intentaban, con bastante éxito, suplir la falta de sexo propiamente dicho, pero a Vicky no le importaba. Amaba a ese hombre y no necesitaba más que tocarle y que él la tocara para sentir una fuerte y satisfactoria sensación de placer carnal.
- ¿Te gusta así de verdad?-le preguntó Alejandro. Aunque no era la primera vez que lo hacían, él seguía preguntándose si la llenaba esa forma de entregarse de él, ya que era la única posible en su estado. Vicky, que yacía sobre su pecho le miró y en lugar de decir nada se limitó a acariciarle el pecho, el vientre y los brazos, que eran las únicas zonas de su cuerpo en las que Alejandro conservaba toda la sensibilidad que la parálisis no le había arrebatado.
 Alejandro despertó de pronto, le pareció haber escuchado de nuevo los gritos de terror de sus hijos. Tardó unos segundos en darse cuenta de que no era así, y respiró hondo, con un nudo en la garganta que casi le oprimía el pecho. Consultó el reloj despertador que había en su mesita de noche, pero aún antes de comprobarlo, supo que eran exactamente las 22:56 de la noche. Cosa que le helaba la sangre, desde que descubrió por un inocente comentario de su hermana, que fue exactamente a esa hora cuando sufrieron el accidente que les costó la vida a su mujer e hijos. Después de beber un buen trago de agua, miró por el ventanal de su habitación. No había nada de luna, que estaba tapada por unas espesas nubes que amenazaban tormenta. De pronto reparó que entre ellas, se distinguían, como todas las madrugadas a esa hora, en la que invariablemente despertaba noche tras noche desde hacía más de ocho años, tres luminosas estrellas que tintineaban en la completa oscuridad. Alejandro, las observaba como siempre, ensimismado, pues parecía que aquellos astros querían comunicarse con él, utilizando alguna clase de código luminoso que él no supo descifrar. No se atrevía a mirar a su izquierda, por miedo a descubrirse a solas como lo estaba desde que su mujer falleciese. El hombre, por primera vez desde que conocía a Vicky, había reparado en que llevaba la alianza puesta y después de pensárselo durante unos minutos se la sacó del dedo y la metió en el cajón de la mesita de noche, dentro de una pequeña cajita de madera con una media luna de latón pegada en la tapa y en la que conservaba desde hacía más de ocho años la alianza y el anillo de compromiso de su difunta esposa, además de una fina esclava de oro con las iniciales C.J., que había sido de su hija cuando era un bebe y una cruz de oro que fue el regalo que le hicieron a su hijo Álvaro para su Primera Comunión.
   A eso de las cuatro de la madrugada Alejandro despertó. Tenía el estómago revuelto y náuseas. Vicky despertó al notar que el hombre se movía de forma exagerada.
-¿Te pasa algo, cielo?.-preguntó ella encendiendo la luz de la lamparita y girándose hacia Alejandro, que estaba boca arriba.
- Me he despertao hace un rato con el estómago bailando claque.
- Cariño, es que no has debido saltarte la dieta de esa manera. La ensalada de pasta estaba muy buena, pero es muy fuerte para tu estómago después de días a calditos y hervidos.
- Lo sé, pero me sentía bien del estómago y me apetecía, la verdad.-respondió Alejandro encogiéndose de hombros.- Voy a vomitar en cualquier momento, cariño.
  Vicky hizo ademán de levantarse.
-¿Te traigo la palangana, por si acaso?
-¿No te importa?
- Por favor, claro que no, ahora vengo.
   La mujer regresó al poco rato, justo a tiempo de evitar que Alejandro manchara la cama. El hombre cogió rápidamente el recipiente de plástico y comenzó a vomitar de forma violenta, mientras Vicky le sujetaba la cabeza. Durante la noche, esa escena se repitió varias veces, las misma que Vicky se sentaba en la cama para sujetarle la palangana o limpiarle la frente de sudor frío.
   Por la mañana fue Alejandro quien despertó primero, y al ver a su lado a la mujer se la quedó mirando sin creer aún que había sucedido lo que él jamás pensó que volvería a pasar. Poder amar a una mujer que no fuera Elisa. Vicky dormía a su lado y aún a medio despertar se acercó a él y le pasó el brazo por encima.
- Alejandro…-susurró.
  Al sentir que Vicky se había movido volvió a guardar la cajita de madera en su mesita.
- Vaya nochecita que te he dao, ¿no?-se lamentó él mientras se limpiaba, al amparo de la oscuridad, una lagrima rebelde que estaba comenzando a resbalar por su mejilla.
- No te preocupes por eso. Dime ¿te sientes mejor?-preguntó ella acariciándole el pecho.
- Sí, estoy completamente bien, claro, después de pasarme la noche echando hasta la primera papilla ya me dirás. Pero, bueno, cambiemos de tema y vayamos a lo importante.
   El hombre, agarrándose al cabezal, se giró hacia ella y le acarició el pelo, ahora suelto. Ella le besó con mucha sensualidad.
- Que preciosa eres, Vicky.-susurró también él y la besó en la cara.
   Se acercaron aún más y comenzaron a besarse con tal pasión que parecía que les había poseído alguna fuerza sobrenatural. Cuando ella le acarició la espalda y bajó las manos hasta la cintura sintió el tacto de la cicatriz que ya había visto un par de veces pero que no había tocado hasta ese momento. Alejandro se quedó callado mientras ella acariciaba la herida que se alargaba desde la misma cintura hasta media espalda.
- ¿Te duele cuando te toco?
- No, en esa zona no siento nada, sólo de cintura para arriba.
- Ya lo entiendo. Por eso no reaccionaste cuando te toqué el pompis, ¿no?
   Alejandro soltó una sonora carcajada.
-¿Cuándo me lo has tocado?-preguntó
- Mientras dormías anoche, pero no reaccionaste a mis caricias, creí que no te había gustado.-ella llevaba aun puesta la camisa de él.
- Me hubiera gustao de haberme enterao, mi amor. No tengas la menor duda de ello. Recuérdame que te haga un croquis de mis zonas sensibles al tacto cuando nos levantemos.-soltó una carcajada como Vicky no le había sentido jamás.
- No te burles de mi ignorancia, hombre.-le pidió ella sintiéndose completamente idiota.
- No me burlo, sólo era una broma, mujer.-dijo Alejandro aguantándose la risa.
   Ella le dio con un cojín en la cara.
- Que no te burles, leñe.-le bramó medio en serio, medio en broma y los dos rieron .
-¿Por qué demonios siempre acabo con algo estrellado en mi cara?- preguntó Alejandro dejando caer el cojín en el suelo.- Será mejor que aparte de tu mano cualquier cosa que te sirva como arma arrojadiza.
   Vicky rió divertida mientras le despeinaba el lacio pero abundante cabello.
- Eres un tonto, ¿lo sabías, Alejandro Jaureguibeitia Valcárcel?
   El hombre rió al escucharla pronunciar por primera vez su nombre completo.
- Caray, y lo has soltao sin respirar.
- Es que vaya con los apellidos.-se quejó ella sacudiendo la mano en señal de asombro.
- Mi padre era de Bilbao y mi madre de Lugo.
- O sea, un chicarrón del norte por todos los lados.-bromeó Vicky.
- Pues, si. Y nacido en Bilbao capital, para más señas.
- Ay va la ostia.-exclamó ella exagerando graciosamente su fuerte acento vasco.
  Alejandro rió divertido.
-¿Sabes una cosa, Vicky?-dijo Alejandro pensativo.
  Vicky se puso en alerta.
- Dime.
- ¡Tengo un hambre canina! Me comería un elefante enterito.
- Bueno, pues ponte algo y levántate que desayunemos en la cocina.-dijo ella poniéndose de nuevo la camisa de él.

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