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martes, 20 de agosto de 2013

Capítulo 24.

    Después del desayuno, Vicky se duchó y se puso unos vaqueros y un jersey morado que había traído Marga en una bolsa de deporte, con algunas cosas más. A mediodía Vicky preparó una deliciosa ensalada verde como acompañamiento de unos filetes de lenguado a la plancha. Durante la comida Alejandro comentó que ya iba siendo hora que ella volviera a su trabajo, pero Vicky no parecía nada conforme.
- Piensa que yo ya me siento mucho mejor y no hace falta que te quedes aquí todo el tiempo.
   Vicky puso los brazos en jarras.
-¿Me estas echando, Alejandro?
   Él se sonrió.
- Nooooooo, en absoluto, Dios me libre.-exclamó el hombre riendo.- Pero tú amiga Marga te va a matar por mi culpa.
   Pasaron el día viendo películas antiguas que era uno de los muchos gustos que compartían. Después de cenar Vicky se puso un pijama color malva y una bata encima de color granate. Cuando entró en la salita Alejandro estaba haciendo zapping.
- Que bien se queda una después de una larga ducha.-dijo mientras se ataba el cinturón de la bata.-¿Dan algo bueno?
   Alejandro negó.
- No dan nada decente en la TV, jolines.
- ¿Pongo un DVD o prefieres escuchar música?
- Propongo un DVD de ópera. ¿Qué te parece?
- No es mala idea, espera que voy a mirar que tienes por aquí.-repasó uno a uno los DVDs y se decidió por uno.- ¿”Carmen”?
  Alejandro asintió.
- Buena elección, venga tú lo pones y yo voy a buscar algo para beber.
   Vicky asintió y al poco rato disfrutaban de dos grandes placeres una buena ópera y una botella de cava. Cuando acabó la cinta eran ya las once de la noche y se fueron a dormir.
   Alejandro estaba en la cama, abrazado a Vicky, ella no dormía, pero estaba tan cómoda, que no se atrevía no a respirar por miedo a que aquel momento se desvaneciese. Pensó que, por el contrario, Alejandro si dormía, así que intentó no moverse para no despertarle, pero él estaba también despierto y ensimismado en sus pensamientos. De repente él comenzó a hablar.
- Vicky, tengo que contarte una cosa, que no sabe nadie excepto Myrna. Me siento culpable, de ello y no puedo mantenerlo oculto por más tiempo.
   La mujer le miró, con el mentón apoyado en el pecho de él.
- ¿De qué se trata, Alejandro?
   El hombre se incorporó un poco y apoyo la espalda en la almohada.
- Verás, como te he dicho, esto no lo sabe más que Myrna, y quiero contártelo a ti también. Bueno, es difícil explicarlo, pero lo intentaré de la forma más sencilla y rápida posible.-se aclaró la voz.-Fue cuando estaba en el hospital, un par de meses después del accidente, hacía poco que me habían contado todas las consecuencias, las físicas y, lo ocurrido con mi familia. Yo tenía una enorme depresión, estaba obsesionado con la idea de morir. Pensaba que si me moría, volvería a estar con Elisa y los niños, y decidí…suicidarme…
- Por Dios, cariño.-Vicky se acurrucó junto a él para abrazarle.
- No veía otra salida, vida mía-dijo Alejandro apesadumbrado.-Ahora sé que con eso lo único que hubiera conseguido sería hacer sufrir aún más a mi hermana, y en su estado, estaba embarazada de más de siete meses, hubiera podio adelantársele el parto y Dios sabe que hubiese pasado con ella o con las niñas, pero yo no pensaba con claridad, solo tenía una cosa en la cabeza, reunirme de nuevo con mis hijos y con Elisa.-Vicky escuchaba atónita.-Bueno, en fin, como no tenía pastillas a mano, ni nada que me pudiera ayudar a conseguirlo, pues recurrí a lo único que se me pasó por la cabeza. Un día, que fue especialmente duro por que descubrí que desde el accidente me lo hacía todo encima y que era irreversible, eso me dejó, si cabe, más tocado y de madrugada me sentía tan desesperado que cogí el tubo de la respiración que tenía insertado en mi garganta y me lo arranqué de un tirón.-Vicky hizo el mismo gesto que si hubiera sentido un escalofrío.-Pero no lo conseguí, como me ahogaba, empecé a hacer ruido con la garganta y mi compañero de habitación se despertó y llamó rápidamente a las enfermeras, que me conectaron el tubo de nuevo. Total, no lo logré, desesperado, empecé a llorar y a suplicar que me dejaran morir…-se abrazó a Vicky.-Cariño, mi hermana y Jorge no lo saben, por favor, que siga así, te lo ruego.-Vicky asintió.
- Dios mío, qué horror. Cuanto sufrirías para hacer algo así, amor mío.
- No tienes idea de cuánto, mi ángel.
   Se abrazaron y se quedaron dormidos al cabo de un rato.
   Por la mañana, Vicky decidió darle una sorpresa a Alejandro y se levantó temprano, se pudo la camisa de él, que había descansado toda la noche en el suelo junto a la cama y se dirigió a la cocina. Cuando regresó a la habitación, Alejandro ya estaba despierto. Vicky llevaba una bandeja que había encontrado en la cocina y había preparado unas tostadas con mantequilla y mermelada de fresa y un vivificante café.
- Buenos días, mi amor.-saludó a Alejandro que despertó justo cuando ella entraba en la sala.
- Buenos días, preciosa.-respondió Alejandro con su mejor sonrisa. La misma que a lo largo de los años había “derretido” a más de una adolescente y otras ya no tanto.
- He preparado unos cafés y unas tostadas.-dijo dejando la bandeja con patas de acero sobre las piernas de Alejandro.-Por cierto, lo del bote azul que hay en el armario de la cocina que está al lado de los platos ¿es sal o azúcar?
- Sal.-respondió Alejandro con cara de circunstancias.
- Ups, pues vas a probar un nuevo sabor, cielo.
Alejandro puso cara de repugnancia.
- Puaggg, que asco.-dijo estremeciéndose, y eso que no había probado el café.
  Vicky sonrió.
- No te preocupes, con el gusto a tostada carbonizada, no lo notarás.
- Uf, que desastre, cielo mío.-exclamó sonriendo.-Preciosa, a partir de ahora, déjame a mí eso del desayuno, que me veo poniéndome a trabajar en ayunas.-Vicky le “amenazó” con arrearle una de sus collejas.-Vale, vale, no he dicho nada, un mal día como cocinera lo tiene cualquiera, mi amor.

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