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lunes, 26 de agosto de 2013

Capítulo 26.

Vicky dejó el móvil de nuevo en su bolso y regresó al mostrador donde la esperaba el señor Andrés, que venía a recoger su película después de dos meses esperándola.
- Por fin llegó.-dijo cuando la mujer se la entregó.
- Sí, de hecho llegó esta misma mañana.-dijo Vicky.
   El hombre le cogió la bolsa y le dio un billete de veinte euros para que se cobrase.
- Por cierto… ¿Vicky?-ella asintió.-No estaba seguro de tu nombre, perdona. Dime una cosa ¿dónde se ha metido mi buen amigo Alejandro? Hace semanas que no viene por el restaurante y eso me extraña mucho, pues, aunque no se queda a comer, se pasa a tomar una cervecita de vez en cuando.
   Vicky dudó si contarle lo sucedido o no. Al final optó por dar una vaga información que no la comprometía en el caso de que Alejandro no quisiera dar detalles de su salud.
- Pues, ha estado un poco pachucho, pero ya se encuentra bien.
- Supongo que habrá cogido esa pasa de colitis que hay por ahí, tengo a la mitad de la clientela sentada en el retrete.
   El explícito comentario de Andrés le hizo sonreír.
- Pues, más o menos.- se limitó a decir Vicky.
- Vaya, pues si que lo siento, chica.-se lamentó el voluminoso amigo de Alejandro.
   Cuando el orondo y gigantón camarero salió de la tienda las dos mujeres soltaron la risa al unísono.
- Como se entere Alejandro de que he dejado que Andrés piense que lo ha tenido es cagalera, y que yo no le he sacado de su error, me mata.-dijo soltando una carcajada.
   Marga rió estridentemente.
- Es bastante probable, si. Yo procuraré estar bien lejos cuando se lo cuentes. No es plan que acabe recibiendo yo también.
   Vicky se encogió de hombros.
-¿Y qué querías que hiciera? No sé si a Alejandro le gustaría que hablásemos de él y de sus problemas a sus espaldas. Cuando le vea luego se lo explico y ya está.
   Marga asintió pensativa.
- Puede que hayas hecho lo correcto.-dijo al fin, y ninguna de las dos volvió a pensar en ello.
   Cuando llegó la hora de cerrar, Vicky vio cómo Alejandro llegaba a la tienda. Estaba guapísimo, pensó, con unos vaqueros y un suéter verde oscuro de cuello alto.
- Mira, Marga, es Alejandro.-dijo dejando el mostrador y acercándose a la puerta de cristales de doble hoja.
  Cuando el hombre entró en la tienda se dirigió directamente a Vicky.
- Hola, preciosa mía.-le dijo y le dio un dulce beso en los labios.
   Vicky miró a Marga.
- Os voy a presentar oficialmente, chicos. Marga Roig, Alejandro Jaureguibeitia.
   Marga se agachó y dio a Alejandro un fuerte achuchón, que casi lo deja sin aliento con la nariz aprisionada entre sus volupstuosos pechos, y un gran beso en cada mejilla, dejándole “tatuado” los labios de carmín rosa chicle, cosa que pilló desprevenido al hombre, que decidió bajar la mano que le había ofrecido como saludo de cortesía entre dos personas que acababan de verse por primera vez.
- Encantado, Marga.-dijo Alejandro sonriente.
- Encantadísima, Alejandro.-enfatizó Marga ante la mirada divertida de su amiga y socia.
- Venía a ver si, por un casual, tenéis una copia de “Aída”.
   Marga miró el listado en el ordenador.
- Pues sí, está en la estantería de siempre. Cógela tu mismo, cielo.
   Alejandro se dirigió a buscar el CD y se dispuso a pagarlo, pero tanto Marga como Vicky se negaron a cogerle el dinero.
- Cariño, invita la casa.-dijo Marga.
   Alejandro negó repetidamente.
- Ah, no, de ninguna manera. Yo la pago y listo. Venga a ver ¿Cuánto es?.-miró la parte de detrás de la estuche.-Veinticuatro euros. Venga, toma y cóbrate, Vicky.
   Le quiso entregar un billete de cincuenta euros pero ella rehusó cogérselo.
- Alejandro ¿Qué parte de “invita la casa” no has pillado?-replicó Vicky fingiéndose ofendida.
- Bueno, como veo que no me lo vais a cobrar aunque os mate, os invito a cenar, chicas.-dijo mientras se guardaba la cartera en el bolsillo de la camisa color salmón que llevaba debajo del grueso suéter de lana azul marino que era de lo poco que conservaba de antes del accidente, y que le regalasen sus hijos como presente en el Día del Padre.
- Alejandro eres todo un caballero.-dijo Marga.-Pero no es preciso, hombre.
- No acepto un no por respuesta, chicas. Y no me retéis porque me voy a pegar a vosotras como una lapa hasta que digáis que si, así que vosotras veréis, guapas.
- Está bien, so cabezón.-se rindió Vicky al fin.- ¿Chino?-Vicky miró alternativamente a los dos. Estos asintieron.-Decidido pues, gato agridulce para tres.-dijo y al ver la cara de Marga rió divertida.-Anda, ¿no me digas que te crees esa milonga?
- No, pero…cuando el río suena…
- Marga, ¿cómo van a hacerlo si tienen a los de Sanidad todo el día en el cogote?-argumentó Vicky- Mira, yo me fío más por eso mismo. En un restaurante de aquí entramos sin dudarlo y lo mismo en lugar de conejo estamos degustando “miau” al pilpil. Yo nunca como conejo por eso mismo, se parece demasiado a un gato despellejado.
   Alejandro soltó una sonora carcajada.
- Vicky, preciosa, el conejo y el gato se distinguen perfectamente por la forma de la cabeza. Mientas el gato la tiene redondeada, el conejo la tiene más alargada. Es fácil distinguirlos.
   Marga intervino.
- No sé. Tenéis razón probablemente, pero no acabo de fiarme.-confesó Marga.
   Alejandro las miró primero a una y luego a la otra y sonrió.
- ¿A que acabamos cenando alitas de pollo?. Con eso no hay posibilidad de que te tomen el pelo.-bromeó y Vicky le arreó una colleja.-Ay.
- No, venga.-dijo Marga al fin.- Iremos al chino y que salga el sol por Antequera, como dices tú, Vicky.
- De acuerdo.-dijo Vicky agachándose delante de Alejandro y cogiéndole el pañuelo que siempre llevaba en el bolsillo de la cazadora.-Pero déjame que antes le quite a Alejandro el “cuño” que le has puesto en la mejilla.
   Los tres rieron.
   Cuando llegaron al restaurante chino, les recibió un solicito camarero con pantalón y chaleco negro sobre camisa blanca impoluta y pajarita gris perla.
- Mesa para tres.-dijo Alejandro, que iba en primer término.
- Acompáñenme, por favor.-dijo el delgado y bajito camarero con una amplia sonrisa.
   Les llevó hasta una de las mesas para cuatro situada junto a una bonita y original pecera cuadrada echa en el suelo y adornada por un bonito almendro en flor de yeso en el que había dos monos subidos a sendas ramas. En el agua había dos aves zancudas rodeadas a los pies por más de media docena de carpas vivas, que nadaban de un lado al otro sin ser conscientes que eran observadas de cerca por cientos de personas a lo largo de unas semana. Y quienes en su afán de probar fortuna de cualquier manera, no habían dudado en lanzarles moneda cual Fontana de Trevi, en versión asiática.
- Que decoración más original, la leche.-dijo Alejandro al ver la pecera.
- Si que lo es, la verdad.-corroboró Marga, sentada junto a Vicky, quien estaba frente a Alejandro.
   Vicky, que estaba hambrienta estaba consultando la carta que acababa de traerles el bajito camarero de sempiterna sonrisa.
- Chicos, ¿menú para tres o menú individual?.-preguntó mirando a los dos.
- Por mi, individuales.-dijo Alejandro.-De esa forma no sobrará nada, que es una pena.
- Y luego los tacaños somos los catalanes, collons.-exclamó Marga riendo.
   Alejandro soltó una ruidosa carcajada que resonó en todo el salón, primorosamente decorado con motivos orientales como los típicos farolillos de papel rojo o las figuras de dragones dorados vomitando fuego
   El camarero llegó en ese momento, y Alejandro se quedó con el dedo levantado y sin poder dar la réplica.
- Pues es verdad.-dijo Vicky y mirando al camarero, que había aparecido libreta en mano se dispuso a tomar nota, uno por uno.-Yo quiero rollito de primavera, fideos de arroz frito estilo chino y ternera con salsa de ostras.
- Yo, igual, pero en lugar de ternera, prefiero pollo agridulce.-dijo Alejandro sin mirar la carta.
   El camarero asintió.
- ¿Marga?.-le instó Alejandro para que eligiera.
   La mujer dudó un momento. Llevaba puestas unas estrafalarias gafas para leer con montura de llamativos colores. ¿Adivina, querido lector, quién era la artífice de semejante objeto?...Eso es, sí. Veo que me lees con atención. La respuesta es Ágata Ruiz de la Prada, por supuesto.
- Rollito, arroz tres delicias y pollo frito estilo chino.-leyó Marga de carrerilla.
- ¿De beber?-preguntó el camarero con su amplia sonrisa que parecía esculpida en su aniñado e imberbe rostro.
-¿Vino tinto de la casa con gaseosa?-preguntó Vicky mirando alternativamente a Marga y Alejandro que asintieron.-Pues eso, camarero. Gracias.
- A usted, señorita.-respondió el camarero recogiendo las cartas.
   Alejandro miró hacia la puerta del local y vio como entraba un hombre de edad parecida a la suya y cabellera canosa.
- Ostras, chicas, si es el bueno de Karlos Otegui.-dijo Alejandro cuando vio entrar a su amigo.
   Cuando Marga le vio se le iluminaron los vivarachos ojos. Pensó que no era lo que se dice un sex symbol, pero resultaba interesante con aquella sonrisa picarona y afable, y su cabello agrisado. Karlos, al verles, no dudó en acercarse a su mesa.
- Hombre, Alejandro, que buen acompañado te veo. Después de años solo, ahora tienes citas dobles-soltó la risa.-Eso no vale, tío, que nos dejas a los demás solitos.-miró a las dos mujeres, que sonreían.- ¿Qué tal estáis, chicas?
   Marga no dudó en levantarse para darle un gran beso en los labios, con su habitual descaro. Vicky, mucho más comedida, optó por dos castos besos en sendas mejillas. Karlos le dio la mano a su amigo Alejandro.
- Karlos ¿te apuntas?-le sugirió Alejandro.
- Si no os importa, por mi encantado, chicos.-dijo Karlos sentándose junto a Marga.-No hay punto de comparación cenar solo o en compañía de unas chicas tan guapas.
  Alejandro hizo como si se apartase un imaginario mechón de cabellos de la cara y usando el estilo más afeminado que supo, dijo:
- Ains, ¿no me digas, cielo?-soltó Alejandro ante la risa de los demás y su propia sorpresa. Era más que evidente que se sentía muy cómodo y eso se transmitía en su actitud.
- Serás payaso…-le espetó Vicky riendo a mandíbula partida.-Por cierto, Marga Roig, Karlos Otegui. Ala, presentación express.
Marga volvió a besar a Karlos, pero esta vez no le pilló desprevenido y se aseguró bien de que la envestida de la mujer no le hiciese tambalearse como la primera ocasión.
   Después de que avisaran al camarero para que pusiera otro cubierto y de que Karlos decidiera lo que quería cenar, los cuatro dieron buena cuenta del copioso ágape, y luego siguieron la “fiesta” en un bar de ambiente cercano, donde Marga y Karlos pudieron disfrutar de su estilo musical favorito, la Salsa. Cuando ya eran más de las once de la noche, Karlos se excusó alegando una migraña inoportuna y Vicky y Alejandro acompañaron a Marga a su casa. Después la pareja se dirigió en dirección al piso de Vicky, donde ella se despidió en la puerta principal. Alejandro la vio perderse en la entrada a la portería mientras aceleraba el coche y se perdía a lo lejos.
   La pareja siguió viéndose casi a diario y al final de enero Vicky ya entraba en casa de Alejandro como su novia más o menos formal.

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