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lunes, 26 de agosto de 2013

Capítulo 27.

  Un sábado cualquiera del mes de febrero, después de sacar a Óscar y darse una rápida ducha, ponerse unos cómodos vaqueros y un jersey amarillo pálido se colocó su vieja cazadora vaquera y salió a toda prisa en dirección al domicilio de Alejandro, llevándose a Óscar, pues pensó que al hombre le haría bien distraerse con el perrito. Cuando llegó frente a la casa de obra vista entró en el pequeño camino que deba al parking y después de cerrar el coche con llave y coger la jaula del perro, se dirigió a la pequeña rampa que daba acceso a la vivienda. Llamó al timbre y a los pocos minutos le abrió Alejandro, estaba muy atractivo con unos vaqueros y un jersey de color azul eléctrico.
- Buenos días, cariño.- le saludó dándole un beso en los labios. Él respondió de forma inmediata.
- Vamos, entra, que hace una rasca que pa qué.-dijo Alejandro aún cogido a la puerta, que acto seguido empujó hacia delante para que se cerrase.-He salio esta mañana a comprar el periódico y cuando he regresao a casa traía estalactitas en las ruedas-se puso a jugar con el animalito que estaba deseoso de salir de su encierro.- Hola, bonito.
- Pues no me extraña porque si estamos a cinco grados es un milagro.
- A -3º C a las siete de la mañana.-dijo Alejandro y Vicky abrió los ojos como platos soperos.
- Madreeeeee…-
- Óscar, precioso…-saludó Alejandro al perro mientras Vicky le daba la jaula para sacarse la cazadora y colgarla en la percha de la entrada.
  Alejandro cogió la pequeña jaula y sacó a perro que enseguida empezó a olisquear por todos lados.
- A ver si monta un pequeño estropicio, como dirías tú.-advirtió ella riendo.
- No creo. Además, si lía algo se arregla y punto, tranquila.
  Vicky entró en la casa precedida de Alejandro.
  Se fueron a la sala de estar y Myrna les sirvió un delicioso descafeinado con leche y unos mini croissants. Mientras desayunaban Alejandro dejó su taza en la bandeja y la miró tan serio que Vicky pensó que tenía que darle una mala noticia.
- Vicky, mira.-comenzó él-creo que es una tontería que te pases los días yendo y viniendo de tú piso hasta aquí. Yo creo que deberías trasladarte a esta casa y así podemos estar juntos más tiempo, ¿no crees?
  Ella dudó un poco. Le parecía buena idea, pero algo precipitada.
- Alejandro, creo que es muy pronto. Además tendría que traerme a Óscar y eso sería ya un abuso por mi parte.
  Alejandro soltó la risa.
-¡Qué dices, pero si a quien quiero tener cerca es a él!.-exclamó y luego, al ver la cara de ella, soltó una ruidosa carcajada.
- ¿Con qué es eso? Tú de quien te has enamorado es de Óscar.-puso cara de pucheros.-jolines, mi chico se ha “colado” por mi mascota.
  Alejandro seguía riendo. Tenía al perro en el regazo y no dejaba de acariciarlo para regocijo del animal.
- Es que es muy guapo.-dijo riendo.
  Vicky lanzó un suspiro.
- Ay, que desgracia la mía.-exclamó mirando al techo.-Harrison prefiere a Callista y tú a Óscar, Ayyyyyyy.
   Los dos rieron
-¿Aceptas o no?-inquirió él, impaciente.
- Yo preferiría quedarme a comer a mediodía como hago ahora.
- Eso no me llena a estas alturas, mi vida.-protestó Alejandro- Quiero que vivamos juntos todos los días. Es de la única manera de comprobar que, como creemos, esto funciona.
- Está bien, nos vendremos aquí unos días a modo de prueba. No quiero dar nada por definitivo hasta ver cómo nos va.
  Alejandro estuvo de acuerdo y el tema quedó zanjado.
  El pequeño Óscar se bajó del regazo de Alejandro y se metió en su cama de la que no volvió a salir hasta que sonó el teléfono a eso de mediodía. Myrna le trajo el inalámbrico a Alejandro.
- Es Mª José, Alejandro.-dijo sonriente como siempre.
   El hombre se puso el auricular en el oído y dijo:
- Kaixo, Maritxo, ¿zer moduz? Tengo que darte una noticia….baiz, vale, tú primera. Dime…-él estuvo escuchando unos minutos y luego soltó una graciosa exclamación-¡¿Gaur?!... Ay va la ostia, y como no me has avisado antes, mujer, ya os vale….sí, de acuerdo, un beso para las niñas, y un saludo para tu senarra….-rió.- Agur, arreba.- cerró la línea en el auricular, y lo dejó sobre la mesa.
- ¿Cómo es que me dijo que se llama el idioma en el que hablaba, Alejandro, que no entendí nada?.-preguntó Myrna intrigadísima.
  Alejandro rió.
- En euskera. Se habla en el País Vasco de donde soy yo ¿recuerdas?
  La mujer asintió una vez satisfecha su curiosidad.
- Oh, sí, cierto.
- ¿Y no piensas explicarnos de qué iba la conversación con esa tal Mª José?-preguntó Vicky algo alerta.
- Celosilla.-le dijo el sonriendo.-Es mi hermana, tranquila. Llamaba para decirme que vienen de camino, por lo visto mi cuñao ha cogido unos días de vacaciones y han decidido venir a pasarlos aquí. No os imagináis las ganas que tengo de ver a mis sobrinas, no las veo desde hace más de un año y las echo mucho de menos. Estuvieron aquí tres semanas mientras permanecí ingresado por una caída.
   Vicky se puso repentinamente nerviosa. Tanto, que no se percató del comentario de Alejandro sobre su accidente.
- Alejandro, he escogido el peor momento para instalarme aquí.-admitió.
  Él sonrió.
- Tonterías, es un momento perfecto. Tienes la ocasión de conocer a mi hermana. Ya verás como os lleváis a las mil maravillas. Además, tú querías que la llamase.
-¿Cuándo lo hiciste?-preguntó ella.
  Alejandro sonrió.
- No lo hice. Se me pasó.-reconoció.
  Vicky le miró incrédula.
-¿Se te pasó?-estaba molesta.- ¿Cómo se te pudo olvidar algo así. Yo te mato, Alejandro Jaureguibeitia, te mato!.
  A Vicky le centelleaban los ojos de rabia, pero optó por controlarse. “Ya tendré tiempo de cantarle las cuarenta a este lechuguino”, pensó.
  Alejandro se encogió de hombros.
- Lo siento, Vicky. Como empecé a sentirme mejor pensé que no era necesario hacerles venir desde tan lejos.
- Alejandro eres tonto de remate.
- Pues, la verdad, se me olvidó y cuando me acordé era demasiado tarde para contárselo, ya estaba mucho mejor y no quise alarmarla. Además, no importa será la ocasión perfecta para que os conozcáis.
- No sé, me da un poco de apuro. Es una reunión familiar y yo no pinto nada aquí entonces.
  Alejandro negó enérgicamente con el dedo. La cogió por la cintura y la sentó sobre sus inertes piernas. Ella se sorprendió, pero le pasó el brazo por detrás del cuello.
- Te equivocas, cielo. Tú ya perteneces a mi familia.
- ¿Y si no les gusto?
  Vicky de repente sintió un millar de dudas.
- No seas tonta, cariño. Seguro que te los vas a meter en el bolsillo enseguida. Los vas a enamorar igual que has hecho conmigo. Además, con el tiempo, te casarás conmigo, no con ellos.
- No sé, estoy nerviosa.
  Alejandro rió.
- Tranquila, que no muerden. Además, en el caso extraordinario de que no les gustes, pues da igual, porque soy yo el que vive contigo, no ellos.
- ¿Cuándo será que llegan?-preguntó Myrna.
- Pues, conociendo a mi hermana, es capaz de haber llamado a media hora de aquí.-dijo sonriendo.
- Uffff, madre mía.-resopló Vicky, presa de un repentino ataque de pánico.
- Yo voy a preparar una paella bien sabrosa para cuando lleguen. Hago el sofrito y echo el arroz cuando ya estén acá. ¿Les parece?
- Una gran idea, Myrna, gracias.-dijo Alejandro.
- Sí, eso estará bien.-reconoció Vicky distraída.

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