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viernes, 6 de septiembre de 2013

Capítulo 33.

    Después de sacar a Óscar, en compañía de las dos niñas, Vicky se dispuso a preparar un delicioso café para los adultos y unos colacaos para las niñas, acompañados por unas tostadas de pan de molde con mantequilla y mermelada de fresa para todos. Tras el desayuno, las niñas se fueron al pequeño jardín de detrás de la casa a jugar con el perro mientras los adultos se quedaron a charlar en la sala de estar.
- Bueno, ¿y nadie me va a contar como os conocisteis?.-preguntó Mª José a su hermano.
  Alejandro se echó a reír.
- Pues la culpa la tuvo Verdi.- dijo Alejandro y Vicky soltó una carcajada.
  Jorge les miró sin entender nada.
- ¿Y qué diablos tiene que ver el pobre Verdi en todo esto?.-dijo atónito.
   Alejandro y Vicky se miraron cómplices y fue él quien habló:
- Pues.-comenzó Alejandro encendiendo un cigarrillo.- la verdad es que tiene mucho que ver. Resulta que Vicky es copropietaria de una librería que hay cerca del centro, especializada en CDs y DVDs de ópera, y además está adaptada. Pues, cuando pase por delante y vi que tenía una rampa en lugar de escalón pues entre a curiosear a ver si encontraba una copia de “La Traviata”, de ahí que le eche la “culpa” al pobre Verdi.-todos sonrieron mientras le escuchaban en silencio.- Bueno, pues eso, entré a mirar y cuando intenté alcanzar la cinta que estaba en la estantería de arriba, pues tiré la mitad de las cajas y Vicky, al oír el jaleo pues se acercó a ver que había pasao. En fin, ese es el resumen de nuestro primer encuentro. Luego, el fin de semana, coincidimos en la zona comercial del centro y cuando la vi me acerqué a su mesa donde se estaba tomando algo y después de presentarme la invité a otro refresco. Bueno, el caso es que comenzamos a charlar a eso de las once de la mañana y eran la una pasadas cuando nos dimos cuenta. Total, que le propuse ir al restaurante de un amigo mío, que luego resultó que era cliente asiduo de ella. Y una cosa llevó a la otra. Otro día la invité a cenar en un italiano y, bueno…hasta hoy, y ya han pasao tres meses.
   Mª José sonrió.
- Chicos, parece sacado de una novela de Corín Tellado.
- Pues, si.-admitió Vicky riendo.-Ninguno de los dos podía imaginar que un DVD podría hacer algo así.
- Algún día le daré las gracias a Verdi.-dijo Alejandro riendo.
   Vicky rió.
- O lo denuncias por complicarte la vida.-dijo la mujer entre risas, mientras le ofrecía un cigarrillo a la hermana de Alejandro, que lo aceptó encantada, mientras que Jorge lo rehusó amablemente.
- No, gracias, no fumo.-dijo Jorge levantando levemente la mano.
  Alejandro negó.
- Eso de que me has complicao la vida, lo dudo.-dijo- Sin duda, eres lo mejor que me ha pasao en los últimos malditos ocho años.-admitió Alejandro cogiéndole la mano y besándosela.
- Yo también podía decir lo mismo.
-¿Y eso, Vicky?-preguntó Mª José intrigada.
- Pues porque yo me casé muy joven con un indeseable que acabó pegándome por cualquier cosa, y gracias a mi amiga Marga, que me acogió en su casa, le abandoné y me divorcié, y él está en prisión desde entonces por violencia doméstica y tráfico de drogas, le cayeron tres años, o sea, que saldrá de un día a otro de la cárcel, si es que no lo ha hecho ya.
- ¿Y no temes que te haga algo si te encuentra?-preguntó Mª José asombrada. Ella sabía lo que era aguantar a un tipo indeseable, pues el padre biológico de sus hijas la abandonó por otra mujer cuando acababan de nacer las niñas, a los pocos meses del accidente de su hermano.
- No lo creo, no sabe donde vivo ahora.-dijo Vicky con seguridad.- Y dime tú, Mª José ¿qué pasó con…-se detuvo a comprobar si las niñas estaban cerca.-Ya sabes…
- Están con Óscar en el jardín.-dijo Alejandro adivinándole el pensamiento.
- Pues eso, ¿qué pasó con el padre biológico de las niñas?-insistió Vicky.
  Mª José negó con un movimiento decidido de cabeza.
- Nunca se preocupó por sus hijas. Cuando nacieron las niñas, tuve un parto muy difícil, el médico no era partidario de las cesáreas y se alargó catorce horas, y estuve sola todo el tiempo, pues mi “querido esposo” estaba de juerga desde el día anterior y no le pude localizar, así que llamé un taxi y me fui sola a la clínica. Cuando ya habían nacido las niñas se presentó medio borracho y echándome el cara que no le había avisado con tiempo. Y yo le estuve llamando al móvil durante todo el tiempo que tardé en arreglarme y durante el trayecto en taxi, y estaba desconectado.
   Vicky escuchaba atónita.
- Que barbaridad, pasar por algo así tú sola y ese tipo de puteo por ahí.
  Alejandro intervino con semblante serio por primera vez desde que llegó su familia.
- Ese Jesús es un indeseable, no os podéis imaginar cómo me sentí cuando, después de un par de meses me enteré de lo que le había hecho a mi hermana. Y el tío seguía viniendo a verme con ella como si nada. Recuerdo que el primer día que pude levantarme de la cama. Después de varias semanas sin ir a visitarme, se presentó borracho en el hospital y no se le ocurre otra cosa que decirme: “Menudo, bólido, espero que tengas un buen seguro, porque con tu manía de hacer “puenting” desde los precipicios, no eres de fiar”. No olvidaré jamás esas palabras, se clavaron en mi alma como puñales.
   Vicky estaba horrorizada por lo que acababa de oír.
- Dios mío, como se puede ser tan insensible con el sufrimiento de otra persona, no puedo entenderlo.
  Jorge, que había estado escuchando en silencio no pudo seguir callado. Ese relato ya lo había escuchado muchas veces a lo largo de los últimos años, pero siempre que volvía a sentirlo se enfurecía tanto que la mala leche le podía durar un buen rato.
- Hay que ser hijoputa para hacer ese comentario tan cruel, joder.
  Alejandro asintió.
- Desde luego que sí. Nadie normal dice una cosa así. No sabéis el daño que me hicieron esas palabras…Supongo que, pa no variar, estaría borracho.
- Quiero pensar que era así y que no sabía lo que decía.-confesó Jorge.-Porque si no, menudo cabrón que está hecho.
- Cuando salí de la clínica con mis niñas-continuó Mª José- y a mi hermano le dieron el alta, ya me había encargado yo de vender su antiguo piso y comprarle ésta que es más pequeña y además como el viejo dueño era un anciano que también usaba silla de ruedas, pues no tuvimos ni que hacer obras, tenía hasta la rampa de la entrada. Fue una suerte dar con ella y poderla pagar con lo que me dieron por el piso de Alejandro, que era un segundo sin ascensor. Era lo menos que podía hacer si él me la había ofrecido. Cuando Alejandro llegó, contratamos a una enfermera para que le enseñase “trucos” para desenvolverse solo. Mis hijas y yo nos quedamos a vivir con él hasta que apareció en mi vida Jorge y nos casamos hace tres años.
  En ese momento entraron las niñas con Óscar y Myrna.
- Tío Alejandro, ¿podemos jugar en la cocina a las comiditas?
- De eso ni hablar, que lo dejaréis todo perdido.-les negó su madre con rotundidad.
- Déjalas que disfruten, mujer.-intervino Alejandro.
- Las conozco y son capaces de llenarte el suelo de tierra.
- Eso se limpia, no pasa nada.-dijo Alejandro, incapaz de negarle un solo capricho a sus sobrinas.
   Su hermana volvió a negar.
- Venga, mami, porfa, porfa.-rogó la vivaracha Carlota.
  Mª José se mostró inflexible.
- No, si queréis jugar, hacerlo con Óscar, pero en el jardín. ¿De acuerdo, niñas?
   Las dos asintieron y Carolina fue quien habló.
- Vale, mami, jugaremos con Óscar.-dijo y ambas se marcharon al jardín con el perro ladrando tras ellas.
- Eres muy severa, hermanita.-le recriminó su hermano mayor.
- No, es que si le doy cuerda a todas sus ideas, se envalentonan y luego no hay quien pueda con ellas. Sobre todo con Carlota, que es la “líder” y se me subiría a la chepa a la primera oportunidad.
   Todos rieron.

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