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viernes, 6 de septiembre de 2013

Capítulo 34.

  Como el domingo salió soleado y no hacía demasiado frío a pesar de estar en pleno enero, Alejandro, que ya estaba harto de estar en la casa, propuso ir a comer a “Mogambo” y todos estuvieron de acuerdo con él.
Fue entonces cuando Vicky recordó el tema de la supuesta colitis de Alejandro y no le quedó más remedio que confesarle al hombre el tema de la confusión.
  Alejandro, que escuchó divertido la confesión de su novia mientras se arreglaban para salir. Cuando Vicky terminó de hablar, Alejandro rió de buena gana.
- Pero mujer, ¿cómo demontre se te ocurre dejar que pensara eso?
  Vicky que se estaba maquillando los labios se encogió de hombros mientras guardaba la barra en el bolso.
- Pues, no lo sé.-confesó con los labios cerrados mientras se quitaba con un pañuelo de papel el exceso de maquillaje.-Pensé que era mejor no decir nada hasta que tú hablases con él y claro, como coincidió el tema de la intoxicación que hubo entonces por la zona, pues él lo dio por hecho que se trataba de eso.
  Alejandro no podía aguantarse la risa mientras se ponía unos pantalones color hueso, una camisa verde manzana y un jersey gris oscuro de cuello en pico. Vicky se decidió por un pantalón azul marino de vestir y un suéter crudo de lana.
- Eres lo que no hay, cariño.-confesó Alejandro pasándose de la cama a la silla de ruedas.
- ¿Y qué se supone que podía hacer?-ella estaba algo molesta por la reacción de él.
- Nada, no te preocupes, si me pregunta por mi colitis le seguiré la corriente, tranquila.
  Ambos se echaron a reír.
  Vicky se colocó sus nuevas botas de color marrón, con cremallera en la parte externa y tacón medio. Cuando acabó de vestirse, se recogió la espesa cabellera castaña en una gruesa cola de caballo, y por último se puso unas gotas de perfume detrás de las orejas y en las muñecas.
  Alejandro se la quedó mirando cuando ella se colocó de pie delante de él.
-¿Qué tal estoy?-preguntó la chica.
  Alejandro lanzó un silbido.
- Estás impresionante, cariño mío.-dijo mientras se acercaba a ella para darle un beso.
- ¿No crees que me he arreglado demasiado?.-le preguntó indecisa, ella creía que tenía cierta tendencia a hacerlo.
    Alejandro negó.
- De ninguna manera, estas preciosa, cielo.
- Mejor me pongo unos vaqueros.-dijo girándose hacía el armario donde tenía parte de su ropa.
  Alejandro la agarró de la mano y tiró suavemente de ella hasta sentarla en sus inertes piernas.
- Ni se te ocurra cambiarte.-le dijo.
- Alejandro, que me…-él la silenció con un beso en los labios.
  Ella se sorprendió de la reacción de Alejandro, pero no pudo evitar corresponderle. De repente se levantó.
- Cariño, que me acabo de maquillar y me lo vas a estropear-argumentó.-Además, que nos van a tener que esperar, quillo.
- Que esperen, quilla.-respondió él.
  Ambos rieron y se besaron durante unos minutos.
  Cuando por fin se encontraron todos en el comedor, Vicky observó que Mª José se había puesto una suéter rojo de manga caída y unos pantalones color avellana que, pensó Vicky, le sentaban la mar de bien, y unas manoletinas rojas. Jorge, por su parte llevaba unos vaqueros azul oscuros y una sudadera muy juvenil en color negro con una graciosa leyenda en el pecho que rezaba:”LO QUE VES ES LO QUE HAY”. Al ver la camiseta, Alejandro se echó a reír a carcajadas.
- Pues si que te vendes bien, cuñao.-dijo riendo y todos le imitaron.
- No te lo creerás, pero fue tú hermana quien me la regaló el año pasado para mi cumpleaños.-dijo entre risas.
   Alejandro miró divertido a su hermana.
- Ya te vale, Maritxo.-le dijo meneando la cabeza.- De acuerdo que el chico no es Antonio Banderas, pero tampoco es para hundirle la moral cual Titanic.-terminó la frase riendo a carcajadas, como era habitual en él.
   Jorge se sonrojó.
- A ver, eso está claro, pero entradito en kilos y todo, me he llevado la chica más guapa.
  Mª José intervino.
- Mi vida, puede que no tengas un cuerpo diez, pero que más da, después de todo de un bombón lo que se come es lo de dentro y el papel dorado, por bonito que sea, va a la basura.
  Jorge le dio un beso en la mejilla.
- Ya decía yo que te quería por algo.-dijo entre risas.
- ¿Por que miente como una bellaca?-bromeó Alejandro.
- Te libras porque no quiero que mis hijas presencien una escena sangrienta.-dijo Jorge con cara entre cómica y amenazadora.
- Yo también te quiero, cuñao.-exclamó Alejandro a carcajadas. En ese momento aparecieron las niñas, Carlota llevaba unos vaqueros desgastados y un jersey celeste, mientras su hermana se empeñó en ponerse un pantalón verde manzana y un suéter color vainilla. Mientas la primera llevaba una coleta, la otra se decidió por el pelo suelto sujeto por una cinta del mismo tono que la falda. Las niñas, se acercaron corriendo.
- ¡Ya estamos listas!-gritó la revoltosa Carlota. Lo que provocó una pequeña amonestación en forma de colleja por parte de su madre.- Mis chicas favoritas, venid con tío Alejandro.
  Alejandro abrió los brazos y las niñas se le sentaron en las piernas.
- Chicas, con cuidado, que le vais a hacer daño.-le regañó su madre.
- Hermanita, que no soy de porcelana y aún puedo con estas dos.-dijo Alejandro abrazando a las dos niñas a la vez.- ¡Como os quiero, mis niñas!
- Y nosotras a ti, tío Alejandro.-respondió Carolina.-Que eres muy bueno y muy guapo.
- Sí, eso.- replicó Carlota.
- Para guapas, vosotras, mis niñas.-respondió Alejandro con un nudo en la garganta.
  A Alejandro se le saltaron las lágrimas, pero nadie se dio cuenta. Dejó que las niñas se pusieran de pie y giró la silla para que nadie advirtiera que tenía los ojos humedecidos por la emoción que acababa de sentir a escuchar las palabras de sus sobrina Carolina, que por ser la más dulce y cariñosas de las dos, se ganaba el afecto de cualquiera enseguida.
- Venga, mejor será que nos vayamos ya, que no llegaremos sino. ¿Y Myrna?
- Está en la cocina.-dijo Vicky.-Dice que no viene, que tiene muchas cosas entre manos.
- ¿Cómo que no viene?-exclamó Alejandro.-Eso lo veremos.-dijo girando las ruedas en dirección a la cocina.-¡Myrna María Eloísa Cifuentes Márquez, ya estás saliendo de esa cocina y arreglándote para venir con nosotros!
  Al entrar en la cocina encontró a Myrna preparando la ropa para poner una lavadora, en el patio que estaba a continuación.
-¿Myrna, qué haces ahí que no te estás cambiando para venir a comer con todos?
- No voy a ir, Alejandro. Tengo mucho trabajo aquí.
- Sobre mi cadáver.-exclamó Alejandro.-Tú vienes como Alejandro Jaureguibeitia Valcárcel que me llamo.
- No.-respondió la mujer con firmeza- Es una reunión familiar y yo no pinto nada en ella.
- ¿Cómo que no pintas nada, Myrna?-exclamó Alejandro. Ese comentario le había molestado un poco.-Claro que pintas, eres mi amiga, mi compañera de piso y muchas otras cosas. ¡Vaya que si pintas!.
- Se lo agradezco de todo corazón, pero dije que tengo cosas que hacer.-insistió la mujer- Usted se me va con la familia, se lo pasa rebién y a la vuelta me lo cuenta con lujos de detalles ¿ok?
  Alejandro se dio cuenta de que jamás haría cambiar de opinión a aquella testaruda caribeña, así que se dio por vencido muy a su pesar.- Está bien, cabezota.-se rindió Alejandro.-Por hoy pase, pero la próxima salida que hagamos te vienes si o si.
- De acuerdo, no se preocupe.
  Alejandro salió de la cocina y vio que todos le estaban esperando en el comedor.
- Nada, que no he conseguido que esa testaruda cambiase de opinión.
-¿Se va a quedar sola, cariño?-preguntó Vicky, algo decepcionada, pues pensó que la compañía de la mujer le daría mucha más tranquilidad para enfrentarse a una velada en la que, pensaba, se sentiría desplazada.
- Eso dice.-respondió Alejandro mientras se colocaba una cazadora vaquera favorita encima de su camisa verde pálido, que era una de sus preferidas.-Y no sabéis lo que me fastidia dejarla aquí sola…
  Alejandro se adelantó para abrir la puerta de la casa, seguido por las niñas, las dos mujeres y Jorge, que tras él cerró de un pequeño portazo la puerta principal de la casa.
- ¿Cómo lo hacemos Alejandro?-preguntó Jorge.-Somos seis.
   Su cuñado no dudó ni un instante.
- Pues vosotros vais en vuestro coche y Vicky y yo en el mío.
  Carlota se puso delante de Alejandro.
- Tío, yo quiero ir contigo y con tía Vicky.
   La mujer se dio cuenta que por segunda vez la había llamado de esa manera y se sintió extrañamente feliz.
- Bueno.-comenzó a decir Alejandro mirando a su hermana y a Jorge.-Si papá y mamá no tienes ninguna objeción, por nosotros encantados, ¿verdad, tía Vicky?
   La pregunta fue hecha acentuando la segunda palabra.
- Por supuesto, me parece una gran idea.- reconoció la mujer para regocijo de la niña.
   Mª José y Jorge se miraron, y ella sonriendo fue la que aceptó la idea.
   Una vez que todos estuvieron en los coches, Carlota, que iba en el asiento trasero se abrazó por detrás del asiento de su tío, que se estaba poniendo el cinturón de seguridad.
- Te quiero, tío Alejandro.-luego se abrazó a Vicky- y a ti también, tía Vicky.
  Alejandro se quedó sin palabras y fue ella quien respondió.
- Nosotros también a ti, preciosa.-dijo Vicky volviéndose en su asiento.-Venga, siéntate y ponte el cinturón, cariño.
  La niña obedeció y Alejandro puso el vehículo en marcha, en dirección al restaurante, seguidos del coche de Jorge.

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