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viernes, 20 de septiembre de 2013

Capítulo 41.

   En el hospital todo eran caras largas de la misma preocupación. Jorge deambulaba de un lado al otro del pasillo, mientras Mª José permanecía junto a su hermano, que estaba visiblemente abatido y no dejaba de mirar a un punto imaginario en las baldosas color celeste verdoso de la pared. De vez en cuando, emitía una especie de suspiro profundo como única señal de consciencia, aparte de tener los ojos abiertos y fijos. Mª José advirtió que ni tan siquiera se quejaba de dolor, y eso la tenía preocupada.

  Cuando la doctora entró en la sala seguida por Jorge, Vicky le explicó lo sucedido.

- Alejandro ¿por qué ha hecho eso?.-como no obtuvo respuesta alguna volvió a insistir.- ¿por qué la ha echado de su vida si la sigue queriendo?
   El hombre entonces pareció reaccionar y miró a la doctora.
- Precisamente por eso, porque la amo.-fue su única respuesta.
-¿No comprende que eso no tiene sentido?-le preguntó la Dra. Herrera. Alejandro afirmó moviendo la cabeza.
- Claro que lo tiene.-dijo muy convencido.- Lo que trato es de que ella no sufra por mí. Si piensa que no la quiero podrá olvidarme antes y seguir con su vida.
  Jorge intervino.
-¿Y tú qué?
- Yo, nada, seguir como antes de conocerla y ya está. Tengo que olvidarla también.
   Jorge se acercó a la camilla de su cuñado.
- Joder, tío ¿por qué te castigas de esta forma?. Coño, si la quieres como dices, sigue con ella y los dos seréis felices, porque de esta forma los dos estáis sufriendo y de paso tú hermana también, joder, y yo mismo, no lo niego. ¿A caso crees que me gusta verte ahí tumbado como un zombi?. Pues, si piensas eso, te equivocas, so gilipollas, ¿me oyes?.
  Durante toda la mañana se dedicaron a hacerle pruebas a Alejandro, radiografías, ecografías, etc., y la doctora advirtió que el cálculo no había descendido nada desde que le hicieron las primeras placas la noche anterior. Alejandro, que estaba permanentemente acompañado por su hermana y su cuñado gracias a que la doctora dio orden de que se les permitiera a los dos estar a su lado, estaba como distraído, según la doctora a causa del “shock” que le produjo entender que había perdido a Vicky, probablemente para siempre. De vez en cuando se quejaba de dolor, pero no hablaba por más que su hermana y su cuñado intentaban sacarle alguna palabra. Sólo habló cuando la Dra. Herrera le recomendó una posible forma de acabar, al menos por un tiempo, con los cálculos renales.
- Alejandro, ¿ha oído hablar de una prueba llamada Litotricia?
- No quiero ninguna prueba.-dijo con decisión.-Sólo quiero que deje de dolerme y marcharme a mi casa.
- Alejandro, escucha a la Dra. Herrera, por favor.-le rogó su hermana menor.
 El enfermo no las miraba, sino que tenía la vista fija en el techo.
- Alejandro, si quiere que desaparezca el dolor, la única manera de conseguirlo, es hacerle esa prueba, con ella determinaremos el tamaño del cálculo y podremos hacer lo más conveniente.
  Alejandro volvió a negar con la cabeza.
- He dicho que no quiero hacerme ninguna prueba.- seguía con dolor, y se llevó la mano al vientre.- ¡uff! Sólo quiero que me manden algo más fuerte para el dolor… y la piedra ya saldrá sola, como todas las anteriores.
- Cariño, no seas terco. ¿Para qué vas a seguir sufriendo si te ofrecen una solución? ¿No lo entiendes? Por favor.
  El ruego de su hermana tampoco surtió efecto así que la doctora no tuvo más remedio que irse sin conseguir nada. En vista que la situación emocional de Alejandro no mejoraba y que se pasaba el tiempo dormitando, ensimismado o llorando, su cuñado ya no pudo aguantar más la penosa situación y decidió hacer algo por su cuenta.
- Mª José, ahora vuelvo.-dijo cogiendo su mochilita.- No te preocupes si tardo. - Pero… Su mujer se quedó un poco intrigada, pero no le dio tiempo de preguntar.
                                                          *****

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