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viernes, 20 de septiembre de 2013

Capítulo 42.

Cuando Jorge llegó a casa de Alejandro, Myrna le dijo que Vicky se había trasladado a casa de Marga. Decidido como estaba a encontrar a la chica, no dudó en ir a buscarla allí. Después de dar con el edificio de siete plantas, de fachada de obra vista, aprovecho que salía una anciana acompañada por un perro de raza indeterminada y tamaño medio de pelo claro y muy coto, sujetando la puerta para que no se le cerrase. - Buenos días, joven.-le saludó la mujer a la que Jorge le calculó unos ochenta años. - Buenos días, señora.-le respondió mientras sujetaba la puerta para que ella pudiera salir. - Joven, ¿me haría un favor? Jorge asintió sin dudar. - Por supuesto, dígame… - Verá, he sacado a “Chispita” a que haga sus cositas y ahora me doy cuenta de que no me he acordado de tirar la bolsa de sus caquitas al contenedor, ¿sería tan amable de hacerlo por mí, hijo? La mujer levantó su mano y puso la bolsa frente a la cara de Jorge, que tubo que disimular como pudo la repugnancia que sintió. - Señora, verá, es que yo…-“la madre que me parió” se dijo el joven. - Gracias, joven. Es usted muy amable. Sin dejarle hablar, la señora le entregó la bolsa y acto seguido entró en el portal de nuevo dejando a Jorge por fuera. - Será posible, la madre que me parió.-renegó Jorge camino del contenedor llevando la bolsa con dos dedos y bien separada de su cuerpo por el largo de su brazo, que nunca había estirado tanto. Después de su “buena acción del día”, aunque involuntaria, todo hay que decirlo, se dirigió al ascensor y se dio de bruces con el cartel de “FUERA DE SERVICIO. DISCULPEN LAS MOLESTÍAS”. Maldiciendo su suerte se dispuso a subir los siete pisos, 14 tramos de escalera, 140 escalones. Sólo de pensarlo se puso malo, pero la ocasión merecía ese sacrificio. Al llegar a la puerta del 7º A, Jorge se dobló por la cintura para tratar de recuperar el resuello. - ¡Cómo no funcione esto, después de la paliza que me he dao, juro que los mato a los dos!-se dijo a sí mismo en voz alta. Cuando su corazón dejó de parecer que emitía los latidos al compás de una canción de “heavy metal” y recuperó el ritmo normal, llamó al timbre. Al cabo de un par de minutos la puerta se abrió y tras ella apareció una mujer de unos cincuenta años, de rojos cabellos leonados, a los que una cinta elástica de color amarillo intentaba, sin mucho éxito, mantener sujetos. Llevaba una larga túnica de colores en tonos verdes y amarillos. Al ver a Jorge, la mujer le sonrió. - ¿Sí? El chico, cohibido por la exótica imagen de la mujer, sonrió tímidamente. - Disculpe, ¿es usted Marga Roig?-a Jorge le faltó muy poco para reírse en la cara de la mujer y pensó:”La virgen, parece la hermana excéntrica de Aramis Fuster”. - ¿Quién quiere saberlo? En ese momento Jorge se dio cuenta de que no se había presentado. - Perdón, mi nombre es Jorge Arganzúa, soy el cuñado de Alejandro Jaureguibeitia. Verá, estoy buscando a Vicky Fernández, ¿por casualidad no estará aquí?. Marga afirmó con la cabeza. - Sí, está, pero no quiere ver a nadie. - Lo siento, pero necesito hablar con ella, por favor.-insistió Jorge.-Es muy importante que hable con ella, de verdad. Marga, al percibir en el aniñado rostro de Jorge la desazón que sentía, no tardó en darse por vencida y, apartándose de la puerta, la cerró. Jorge sintió como descorría la cadena de seguridad y, acto seguido, la puerta volvió a abrirse, esta vez del todo. - Está bien, pasa Jorge.-dijo haciéndose a un lado para dejarle entrar. - Gracias, señora.- dijo Jorge mientras entraba en el espacioso recibidor de decoración algo recargada y repleto por todas partes de figuritas de brujas de todos los tamaños, estilos y materiales posibles. - De señora nada, Jorge. Marga y de tú.-le pidió, pero al chico le pareció, a juzgar por el tono empleado, que se trataba de una orden. - Está bien, Marga, como quiera, quieras. Ahora ¿puedo ver a Vicky, por favor?-Jorge dejó entrever en su voz cierta impaciencia. La mujer le señaló un largo pasillo. - Sígueme, por favor.- dijo empezando a caminar en dirección al pasillo que les acabaría conduciendo a un gran comedor que estaba decorado en tonos alegres. Jorge se fijó en la decoración, y decidió que esa mujer no tenía desarrollado el sentido del buen gusto. Al pasar, sus ojos se “toparon” con un gran mueble expositor en el que había docenas de brujas de materiales, tamaños y colores diferentes. El tresillo estaba cubierto por una funda de colores chillones. De repente se fijó en la mujer que estaba sentada en el lateral más lejano a la entrada y le costó reconocer a Vicky. Llevaba la misma ropa que llevó en la reunión familiar, pero estaba muy demacrada. Tenía los ojos hinchados y enrojecidos por el llanto y apenas pudo reconocer a la chica alegre con la que había cenada en familia la noche anterior. De pronto la mujer le miró. - ¿Qué haces aquí, Jorge?-dijo ella con tono que quería aparentar dureza, pero apenas era un hilo de voz. Jorge se acercó a ella un poco. - Vicky, vengo a buscarte.-dijo decidido.-Alejandro te necesita. Está muy mal psicológicamente. La mujer sonrió con ironía. -¿Él está mal?-su voz sonó dura.-¿y yo qué?. Recuerda que me echó de su habitación. Me dejó muy claro que no me quiere y que no quiere saber nada de mí. Jorge asintió. - Sí, de acuerdo. Te echó de su lado, pero lo hizo para que no sufras. Él está ahora destrozao. No deja de llorar y está muy mal, se ha echao a morir literalmente. Ni habla siquiera, por más que intentamos darle conversación. Y lo peor es que la doctora que le lleva le ha ofrecido la posibilidad de hacerle unas pruebas que son necesarias y no ha habido manera de que acepte hacérselas. Por favor, acompáñame. Jorge le tendió la mano. Después de pensarlo un par de minutos, aceptó y después de darse una rápida ducha y ponerse algo de ropa limpia, pidió a Marga que la acompañase ella también. - Jorge, nosotras vamos en mi coche si no te importa.-dijo Marga al volver de su habitación donde había sustituido su original y llamativo atuendo casero por un traje pantalón no menos estridente. - Como quieras, pero por favor, daros prisa. Al cabo de cinco minutos Jorge volvía al hospital seguido por Vicky en su coche acompañada por Marga, a quien pidió que llevara el coche, pues ella estaba tan nerviosa que no se sentía capaz de ello. *****

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