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viernes, 20 de septiembre de 2013

Capítulo 43.

Fue a media mañana cuando Alejandro, agarrándose a los lados de la camilla se incorporó un poco y lanzó un fuerte alarido. -¿Qué te pasa, cariño?-le preguntó su hermana acercándose a él. - Nada, estoy bien.-mintió para que ella no sufriera. - Alejandro, si te crees que soy idiota estás muy equivocado. Se perfectamente que te duele, y haces el tonto pretendiendo ocultarlo. - Te digo que estoy bien, no insistas.-pidió; más bien ordenó.-y deberías irte tú también, no es necesario que estés todo el día pendiente de mí. - Eres un soberano idiota, Alejandro Jaureguibeitia.-le espetó su hermana, harta de su testarudez, y cogiendo su bolso salió al pasillo. Alejandro, cuando se quedó solo comenzó a llorar y a retorcerse de dolor. Cuando Vicky salió del ascensor que les había traído desde el aparcamiento del hospital vio inmediatamente a Mª José que estaba de pié en el pasillo. Se dirigió a ella seguida de Jorge y Marga. Al ver llegar a las tres personas, Mª José se acercó a ellos y se abrazó a Jorge y a Vicky a la vez, llorando. - No quiere hacerse las pruebas, y sufre mucho. Se ha abandonado por completo, Vicky.-explicó Mª José llorando. Las dos mujeres permanecieron abrazadas llorando unos minutos, pero la hermana de Alejandro se apartó y limpiándose las lágrimas con las manos se dirigió a Marga. - Marga, ¿qué hago?- preguntó, pero a todos le sonó a súplica. - Deja que lo intente Vicky, a lo mejor cuando la vea cambia su actitud.-sugirió Marga. Jorge abrazó a su mujer de forma muy cariñosa. - Rubia, tranquila, verás como cuando vea a Vicky reacciona y se deja hacer lo que sea.-y para si se dijo:”O le corto los cascabeles”. - Mª José, entra conmigo a ver si entre las dos le convencemos.-pidió Vicky. Cuando Alejandro abrió los ojos, que estaban rojos por la fiebre, reparó en la presencia de su hermana y de Vicky. Al verlas que lloraban a pocos pasos de la camilla se puso a llorar también, más no adivinó la razón, le pasaban mil cosas por la mente en ese momento. Sus ojos marrones se clavaron en Vicky. -¿Qué…haces aquí…Victoria? ¿No te ha quedao claro…que no quiero verte? Esa pregunta se hincó en el corazón de la mujer. - Alejandro, me ha traído Jorge.-dijo decidida a no dejarse herir por nada que él dijera. - Ese maldito metomentodo, si dejara de entrometerse en los asuntos ajenos, a todos nos iría mucho mejor.-dijo, pero ni a el mismo le resultó creíble su tono de su voz. - Alejandro, no nos eches de aquí, por favor.-le rogó su hermana. - Vicky no debería estar aquí.- insistió el hombre decidido a no ceder en su empeño de alejarla de él. La mujer se acercó aún más a Alejandro. - Si es cierto que no me quieres, Alejandro Jaureguibeitia, ten el coraje de volver a decírmelo a la cara.-le retó ella con dureza, que ni ella supo de donde la sacó. - Sabes que lo haría.-dijo él, pero su voz no era del todo convincente. Vicky dio un golpe en la camilla. - Pues hazlo, ¿a qué esperas? Si me dices a la cara que no me quieres y, que no quieres saber nada más sobre mí, me iré de tu vida para siempre, eso te lo aseguro. Alejandro no sabía qué hacer ni que decir, se sentía atrapado entre sus emociones. Por un lado adoraba a Vicky, pero al mismo tiempo no quería “atarla” a él. En ese momento el dolor volvió a atenazar el vientre de Alejandro y éste se llevó las manos al riñón. - Ostias, joder. El hombre ya no podía más y se echó a llorar de dolor y por los nervios, después de horas aguantando estoicamente. Mª José se acercó a él. - ¿Llamo para que te den un calmante? - Ni calmantes ni ostias, cuando la cosa se pone fea no hay nada que se pueda hacer.-Alejandro se dobló sobre sí mismo con el rostro empapado en sudor. Vicky llamó por al timbre para que viniera la enfermera, y a los pocos minutos llegó una preciosa mujer de unos veinticinco años y piel de color ébano. - ¿Han llamado?-preguntó con una agradable sonrisa. Alejandro fue quien habló. Aún estaba sentado en la camilla y con las manos se hacía presión en el vientre. - Sí, tengo un dolor muy fuerte.-se echó hacia atrás y se recostó de nuevo-¡Dios! Por favor, avise a un médico. No aguanto más. La mujer se acercó a Alejandro. - Ahora mismo se lo digo a la enfermera, Sr. Jaugue…Jaugui…-desistió de seguir intentando pronunciar bien el apellido, y eso que lo había ensayado antes de entrar en la sala.-Alejandro. - Gracias, enfermera.-dijo Vicky a la chica antes de que esta saliera del box. - Niele, mi nombre es Niele.-se presentó la chica con una bonita sonrisa. - Gracias, Niele. Eres muy amable.-dijo Alejandro tratando de sonreír. *****

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