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viernes, 20 de septiembre de 2013

Capítulo 45.

Al entrar en la sala, Mª José vio que su único hermano lloraba desesperadamente. - Alejandro Jaureguibeitia, ¿por qué te haces esto y se lo haces a Vicky? No lo entiendo. Su hermano, con semblante agotado, la miró con dureza. - Tú maridito tampoco lo entiende, pero es lo mejor que puedo hacer.-dijo Alejandro con los ojos hinchados de llorar. Mª José le miró con una mezcla de rabia y pena. - Eres un cabezota, y un idiota de primera división. Alejandro la miró y cerró los ojos. El dolor era insoportable. Como pudo se incorporó en la camilla y se llevó la mano al empeine. - Joder, esto es un suplicio.-dijo dejándose caer de nuevo en la camilla. Su hermana se acercó a él. No sabía cómo, pero tenía que hacerle cambiar su actitud respecto a Vicky. - Pues si hubieras aceptado antes, a estas alturas estarías ya mucho mejor, pero como eres más terco que una mula… - Bueno, ya he aceptao. Me harán esas pruebas y todos contentos. -¿Y lo tuyo con Vicky?-preguntó de improviso Mª José. Alejandro se encogió de hombros. - Lo mío con Vicky pasó a la historia. - Muy bien, así sin más.-Mª José acompañó sus palabras abriendo los brazos-¿Cómo puedes ser tan insensible? La pobre Vicky está deshecha y a ti parece no importarte lo más mínimo. Al hombre le caían silenciosas lágrimas por el rostro. - Esto me duele más a mí que a todos vosotros juntos. Mucho más que el riñón, puedes creerme, arreba.-confesó.-No debí hacerme ilusiones, ni consentir que ella se las hiciese. Vicky me dejó al principio de la relación por que no estaba segura de poder convivir con un paralítico y Myrna se las ingenió para reconciliarnos. Fue con buena intención de su parte, no lo dudo, pero debió dejar las cosas como estaban. No es justo para Vicky estar atada a un inválido de por vida. No lo voy a permitir, prefiero que sea feliz con otro a que sea desgraciada conmigo. - Alejandro, esa frase quedaría muy bien en un drama romántico, pero esto es la vida real, no sé si lo has notado. Tú bien sabes que hay muchas parejas en las que uno de ellos es discapacitado, y les va muy bien. Hasta adoptan hijos y todo. Sería estupendo, cariño. Eso es lo que necesitas, alguien por quien luchar día a día. - Déjate de hacer de psicóloga aficionada conmigo, no me vas a convencer.-advirtió el hombre. Su hermana levantó ambas manos en señal de rabia. -¡Grrrrrr, como sigas en este plan te vas a quedar solo, porque yo no estoy dispuesta a ver cómo te jodes la vida tu solito!-Mª José decidió que se dejaría de diplomacia con él y le gritó. -¡Pues vete a tu casa con tu marido y tus niñas, que no te necesito!-gritó Alejandro-Quédate en ese mundo perfecto en el que vives, donde no caben problemas y desgracias. Ahora solo preciso a los médicos para que me quiten este jodido dolor y volver a mi casa con Myrna. -¿Qué caracoles has querido decir con eso de “mundo perfecto”?. Para que te enteres, todo tenemos problemas, unos más serios que otros, de acuerdo, pero los tenemos, y no vamos por la vida echándole en cara a los demás que sean felices, porque a nosotros la vida no nos sea tan de color de rosa como esperábamos cuando éramos críos. A eso la una de la tarde, llegó un celador para llevarse a Alejandro. Cuando el sanitario lo hizo pasar junto a su familia, Alejandro no pudo evitar ver la cara de Vicky, que estaba entre Mª José y Marga, estaba roja e hinchada de llorar, y aunque eso le lastimó profundamente, no dijo nada y miró hacia el otro lado. Vicky le vio pasar echado en la camilla y se dio cuenta que en sus ojos habían claras muestras de llevar un buen rato llorando, pero no hizo ningún gesto, se limitó a bajar la mirada hacia el suelo y a juguetear nerviosa con un juego de llaves que tenía en las manos. - Si quieren venir con nosotros y aguardar en la sala de espera, pueden hacerlo.-dijo el joven y robusto sanitario de unos veinticinco años y pelos largos atados con una desaliñada cola a la altura de la nuca, dejando caer sobre sus anchos hombros una gran maraña de cabellos castaños en lo que en su momento fueron unas rastas. Jorge asintió. - ¿A qué planta le llevas?-preguntó al joven. - A la -1, al salir del ascensor se encontraran con un largo pasillo, síganlo y al llegar a una zona de asientos pueden quedarse allí, esa es la sala de espera, nosotros iremos por el otro lado y no nos veremos. Jorge asintió. - Cogeremos otro ascensor nosotros cuatro.-dijo cogiendo del brazo a Vicky para que ésta pudiera levantarse, pues estaba agotada por la tensión.-Vamos, Vicky.-se dirigió a su mujer.- Cariño, ve tú delante con Marga y llama el ascensor. Mª José asintió y a los pocos minutos estaban bajando en el mismo. - Mª José, ¿le has visto? Está muy mal anímicamente.-dijo Vicky. - Mira, Vicky, aunque me duela admitirlo, mi hermano está así por mentecato. Le hemos rogado, nos hemos discutido con él y no ha cedido, así que él se lo ha buscado. - Mª José tiene razón, desde luego.-admitió Marga. La espera fue tensa y larga, pero al cabo de un par de horas, salió el celador con Alejandro, que estaba aún bajo los efectos de la sedación que le habían puesto para minimizar las molestias de la intervención. - Vamos a la primera planta, a la 113 B.-les dijo el joven. Jorge asintió y todos se dispusieron a ir al primer piso. Cuando llegaron a la nueva habitación, ya en planta, vieron que era una habitación con dos camas, a Alejandro le tocó en la más próxima a la gran ventana tras la que se veía toda la montaña que rodeaban la cuidad. En la más cercana a la puerta había un chico de unos veintisiete años acompañado de una chica algo más joven. - Buenas tardes.-saludó Jorge y los dos chicos respondieron de igual modo. Vicky, Mª José y Marga entraron tras él. Dando también las buenas tardes y siendo igualmente correspondidas por la joven pareja. Mª José se acercó al hombre seguida de Jorge. Vicky se quedó unos pasos por detrás junto a Marga. -¿Cómo estás, Alejandro?-le preguntó cogiéndole la manos derecha que tenía colocada sobre la sábana. - Molido, me han hecho de todo. Sólo les ha faltao hacerme la prueba del embarazo, y eso porque ya no tengo edad, que sino...-dijo dejando entrever en sus labios una leve sonrisa, que a su hermana le alegró. -¿Te ha dolido?. Alejandro negó. - No, solo el pinchazo de para ponerme el contraste, ya sabes que siempre me dejo las venas en casa y me las tienen que buscar con la aguja dentro, y no veas como duele. Me han pinchao, como mínimo, cuatro veces. - No te quejes que yo he pasado por un parto doble a palo seco, y eso si es malo, pero malo, malo.-le dijo su hermana sonriendo. Alejandro sonrió de nuevo, parecía mucho más relajado que por la mañana. - Me lo imagino, hermanita, me lo imagino.-reconoció Alejandro. La mujer sonrió. - Noooo, no te lo imaginas, créeme. ¿Por qué te crees que no he repetido la experiencia? Alejandro se dio cuenta de que Vicky estaba en la habitación junto a Jorge y Marga. - Vicky, me gustaría hablar contigo a solas, dentro de lo que cabe.-dijo Alejandro ante la sorpresa de todos. - Yo me voy comer algo a la cafetería, ¿Quién se apunta?, yo invito.-dijo Jorge y Mª José y Marga se marcharon con él. - Este cuñao mío tiene la sutileza de un elefante.-bromeó Alejandro. Luego siguió hablando más bajo para que los dos chicos que también estaban en la habitación no le oyeran.-Vicky, sé que no tengo perdón, que me he comportao como un verdadero gilipollas, pero me di cuenta mientras me preparaban para hacerme la “litosqueseyo” esa. Me puse a pensar y… Vicky le puso el dedo índice en los labios. - No sigas, se lo que pretendías, y en cierto modo te entiendo, pero…Has hecho justicia, yo te dañé hace tiempo y ahora, probablemente sin pretenderlo, te has vengado. Alejandro negó con la cabeza. - No ha sido por venganza, sino porque te quiero. Necesito que me perdones, Vicky. Te he hecho mucho daño, y no creas que a mí no me dolía cada palabra que te dije, incluso más que mi riñón. Prefiero mil veces un cólico nefrítico a tener que decirte esas cosas de nuevo. Te lo juro, de verdad.-se echó a llorar y le ofreció la mano.- Lo hice para que no pasaras por esto… mi vida es siempre igual…cada dos por tres estoy aquí metido. Qué si una llaga en el trasero, que si una infección de orina, que si un brazo jodido por una caída tonta en el baño, y para rematarlo, ahora dos cólicos en menos de dos meses.-negó con la cabeza.-No quiero esta vida para ti, eso nunca. Vicky se acercó a Alejandro. - ¿No crees que esa decisión me corresponde a mí, cariño?-preguntó la mujer acariciándole la frente que estaba empapada en sudor y algo afiebrada. Alejandro trató de tragar saliva. Tenía la boca muy seca. - Conociéndote, no me hubieras dejado por propia iniciativa, eso seguro.-reconoció Alejandro.-Eres más cabezota que yo, que ya es decir, y por eso lo hice. Quería que me odiaras para que no sufrieras. En ese momento entró en la sala el Dr. Carvajal. Y la chica que estaba con Ramón se salió al pasillo discretamente. - ¿Cómo se encuentra, Alejandro?-preguntó mientras le tomaba la temperatura con la mano y luego le palpaba el vientre y la zona de riñón tratado. Alejandro sintió dolor e hizo una mueca. - Eso ha dolío, doctor.-dijo el hombre que no soltaba la mano de Vicky. -¿Puedo saber a qué se debe este cambio tan radical en su comportamiento?-preguntó el galeno sonriendo.-Le veo ahora mismo muy animado.- Alejandro también sonrió. - Pues que me he dao cuenta que me he comportao como un imbécil absoluto.-admitió Alejandro.-Mire doctor, que soy gilipollas. Para una vez en ocho largos años que soy feliz por poco no lo fastidio. Vicky sonrió disimuladamente. El médico, por su parte, les miró primero a uno y luego a la otra. - Bueno.-dijo al fin.-de sabios es rectificar. - Así es Dr. Carvajal.-suscribió Vicky mirando a Alejandro. - Entonces, doctor, ¿cómo ve este asunto?-quiso saber Mª José. - Bueno, pues, lamento decir esto, pero mucho me temo que la piedra no se haya disuelto por completo y tengamos que recurrir a la cirugía.-el médico miró a Vicky y vio en sus ojos la clara imagen del miedo.-A ver, no es que la cosa sea grave ni mucho menos, pero si que es un poco delicada en el sentido que tenemos que intervenir y eso me gusta a mí tan poco como a ustedes, pero creo que en este caso concreto es lo más conveniente. - Si me operan al final ¿tendré que estar ingresado muchos días más?-quiso saber Alejandro. - Eso no se lo puedo decir ahora, pero no creo que pase el fin de semana aquí. - Joder… - Cariño, eso es lo de menos.-intervino Vicky-Lo que importa es que acabes de una vez por todas con este padecimiento que tiene ¿no te parece, mi amor? El hombre asintió con desgana. - Eso si, ahí te doy la razón.-reconoció el enfermo-Yo, lo que quiero es que no tengáis que estar toda mi vida pendientes de mí. Jorge intervino. - Joder, tío, los hay que no tienen na y hacen todo el teatro que pueden para llamar la atención, y tú al revés, te da coraje caer enfermo por “no molestar”. Guaje, tu eres tonto, tío. - Un poco sí, lo reconozco.-respondió Alejandro.-Pero es que no sabéis lo que me jode dar la murga con mis achaques. -¡Que murga ni que leches!-exclamó Vicky.-Ni qué lo hicieras a posta, amor mío. Alejandro agradeció el gesto de su prometida cogiéndole la mano con la suya libre y, acercándosela a los labios, la besó con gran dulzura. - Vicky, gracias por ser tan buena conmigo, otra me mandaría a la porra después de mis numeritos de los últimos tiempos. - Jaureguibeitia, no me tientes.-le amenazó ella con una expresión que quiso parecer dura, pero que difuminó rápidamente para dar paso a una de las sonrisas más hermosas que Alejandro había visto jamás.-Venga, duérmete un rato, ahora que parece que el dolor ha aflojado un poquino. Alejandro asintió y a los pocos segundos dormía tranquilo, no sin algún que otro pequeño gesto de dolor. El médico, testigo involuntario de la conversación entre su paciente y la pareja de éste, decidió hacerse notar. - Bueno.-dijo el médico.-Ahora tengo que irme otra vez al quirófano. En cuanto sepamos el día de la operación se lo diremos para que la familia esté al tanto. - De acuerdo, doctor, quedamos así.-respondió Vicky. Cuando el médico se marchó Ramón y su acompañante entraron de nuevo en la habitación. Al cabo de un rato se marcharon la hermana y el cuñado de Alejandro, pero Vicky se empeñó en quedarse un rato más para hacerle compañía. - Hola. ¿Qué tal?-saludó el joven y apolíneo compañero de habitación de Alejandro mirando a éste y a Vicky. El hombre sonrió. - Sé que me he sentido mucho mejor, pero ya ni me acuerdo cuando fue eso.-exageró Alejandro con una sonrisa.- Yo me llamo Alejandro y esta preciosidad de mujer, mejorando lo presente, es Vicky. - Yo soy Ramón.- se presentó el joven, de cabellera castaña y bonitos ojos negros. La chica rodeó la cama de su novio y se acercó a darle dos besos a Vicky y a ofrecerle su mano a Alejandro. - Mucho gusto, yo soy Iratxe Arregui, la novia de Ramón. - ¿Tú también eres éuscara?-preguntó Mª José con una sonrisa. - Sí, de Bilbao capital.-dijo la chica. - Ay va la ostia ¿a que hemos dejao el País Vasco sólo?.-bromeó Alejandro acentuando aún más si cabe su marcado acento bilbaíno.-Mi hermana y yo también somos de allí. Vicky es andaluza como su acento delata. - Sí, somos mucho aquí.-reconoció la chica. - Iratxe, es que lo bueno abunda, mujer.- bromeó Alejandro. Vicky sonrió a Iratxe, a la que superaba en casi quince centímetros. - Discúlpale, es que yo creo que en lugar de inyectarle la sedación, la ha esnifado.-dijo soltando la risa, por primera vez relajada. Alejandro y Ramón la imitaron también, incluso la tímida Iratxe escondió una sonrisa tras la mano. - Joer, ¿Qué va a pensar mi paisana de mí si le dices esas cosas?-rió, pero el dolor hizo su aparición nuevamente.- Ufff..., la leche, como duele a ratos, joerrrrrrr.-se quejó pero lo hizo de una forma tan cómica que los demás sonrieron.-Eso, yo aquí con un dolor tremendo y vosotros de cachondeo, muy bonito.-sonrió.-A ver si respetamos las canas, eh. Vicky le acarició la cara con mimo. - Pobrecito mío, madre.-se burló en broma.-Con lo bueno que es él…cuando duerme, coño. - Eres la ostia.-le soltó Alejandro riendo en un momento que el dolor se había suavizado un poco.-Que andaluza más salá me he agenciao. -Venga, duérmete un rato, ahora que parece que el dolor ha aflojado un poquino. Alejandro asintió y a los pocos segundos dormía tranquilo, no sin algún que otro pequeño gesto de dolor. *****

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