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domingo, 13 de octubre de 2013

Capítulo 54.


   El primer día que Vicky volvió al trabajo, era especial para ella, era su primer día como prometida de Alejandro. Cuando Marga vio el precioso anillo por poco se le salieron los ojos de las órbitas.
- Mare de Déu, quina maravella d'anell.- exclamó en su catalán nativo, que apenas practicaba desde que se marchara de su Barcelona natal hacía casi veinticinco años.
-¿A que es precioso?.-preguntó Vicky con satisfacción, pero sin ningún tipo de alarde o vanidad.
- Es divino, de veras.-aseguró Marga.-Alejandro, además de ser muy simpático y atractivo a rabiar, también tiene gusto para las mujeres bellas y las joyas de ensueño, no cabe duda de ello.
- Es un hombre maravilloso, la verdad. Lástima que haya tenido tan mala suerte en su vida.-se lamentó Vicky.
- Sí, la verdad es que lo que le pasó, me pasa a mí y me vuelvo loca, te lo aseguro, cariño.
- No es para menos.-reconoció Vicky.-Aún, después de casi nueve años menciona a sus hijos a menudo, y más de una vez se le ha escapado una lágrima.
   Marga cabeceó con pesar.
- Debe ser muy duro sobrevivir a tus hijos.
- Sí, eso dice él, que hubiese dado también sus brazos a cambio de la vida de sus hijos.-comentó Vicky.
   Marga la miró con pesar. Ella no tenía hijos pero imaginaba que debía ser algo difícil de superar para un padre.
- Pobre hombre.
  La llegada de un cliente interrumpió la conversación.
  La jornada fue movida, tuvieron buena venta y, además, muchos clientes nuevos que, tal vez, se convertirían en fijos con el tiempo. Cuando llegó la hora de cerrar, Vicky se dirigió a buscar su coche, aparcado en la calle paralela a la de la tienda. Cuando se disponía a entrar en su vehículo vio que había un viejo Opel Kadett negro que al verlo le recorrió un escalofrío por todo la columna vertebral, de arriba abajo. Aún pensativa, se metió en su coche y se dirigió a casa de Alejandro. Cuando entró en ella aún tenía esa desagradable sensación, pero disimuló para no preocupar a Alejandro, que ya la estaba esperando.
- Hola, preciosa, ¿cómo te ha ido en el trabajo?.-preguntó Alejandro quien al sentir que la puerta se abría salió de su despacho.
   La pareja se dio un dulce y discreto beso en los labios.
- Nada mal, en realidad, ha ido estupendamente.-dijo la mujer, con rostro alegre. ¿Y a ti como te va con tu novela?
- Pues, no sé, la idea la estoy madurando un poco antes de ponerme a escribir. Estoy recopilando datos en Google para tener todo bien atado.
-¿Sabes?, me gustaría ayudarte a buscar esos datos, tiene que ser interesante.
- Lo es, si quieres me puedes ayudar en tus ratos libres. Con tu portátil puedes ir buscando las cosas que necesito y así terminaré antes con la fase de investigación ¿Qué te parece la idea?.
- Me parece genial.-dijo Vicky entusiasmada con la idea.
  Para ella era un mundo nuevo y le parecía fascinante que hubiera gente que tuviera la imaginación necesaria para escribir un relato de misterio al más puro estilo Agatha Christie.
- Pues, cuando cerréis la tienda ya tienes trabajo para todas las vacaciones. Bueno, sin contar con los días que pasemos en tu pueblo con tus padres, que no se me ha olvidado, que lo sepas.
   Vicky sonrió.
- Sabes, le he estado dando vueltas a lo que me dijiste, y creo que tienes mucha razón.-admitió.-La verdad es que echo de menos a mi madre y me gustaría verla. Y a mis hermanos ni te cuento lo que les añoro.
- Pues, cuando cojas las vacaciones hacemos las maletas y nos vamos para Huelva, que yo no he estao nunca por el sur.
- Entonces te lo pasaras muy bien, pero mis padres viven en pueblo muy chico, vamos que todo el mundo se conoce por los motes.
  Alejandro rió divertido.
- ¿Y cuál es el mote de tu padre?
- “El puros”.-dijo y se echó a reír al ver la cara de asombro de Alejandro.
-¿Y eso a que viene?-preguntó Alejandro entre risas.
- Lógica aplastante, querido Watson, le llaman así porque siempre esta fu-mando puros de esos finos y pequeños que apura tanto que más de una vez se ha quemado el labio.
   Alejandro sonrió.
- Eso deben ser caliqueños, Son como tú dices, puritos finos y pequeños
  Vicky asintió.
- Sí, y huelen fatal creo recordar.
- Bueno, eso va a gustos. Yo los he fumao alguna que otra vez y no están mal, pero prefiero el cigarrillo, la verdad.
- Donde va a parar, yo no me fumo un puro de esos, ni borracha.
- Pues los puros son más sanos que los cigarrillos. Sólo tienes que tener en cuenta que el puro es sólo la hoja enrollada, nada más, en cambio, en los cigarros hay nicotina, alquitrán y vete tú a saber cuántas porquerías más que no nos dicen.
- Eso es cierto, si. Pero huelen mucho mejor.-indicó Vicky.
- Pero matan lentamente.-indicó Alejandro.
- Da igual, yo no tengo prisa.-respondió la mujer convencida.
  El comentario hizo reír a Alejandro y Vicky se contagió.
- Y luego el bruto soy yo, madre mía.-exclamó un divertido Alejandro.
- En eso, como dice mi madre, no nos llevamos el canto de un duro, mejor dicho, ahora habrá que decir de un euro, supongo.
  Alejandro buscó algo en el bolsillo de atrás de su silla de ruedas y sacó una bolsa de farmacia que le enseñó a Vicky.
-¿Sabes qué es esto, preciosa?-pregunto moviendo pícaramente la bolsa delante de los ojos de ella.
    Vicky reía.
- Si no paras de moverla no lo podré averiguar, quillo.-dijo divertida.-Venga, dame eso.
  Le cogió la bolsa de farmacia y sacó lo que había dentro. Era una caja de pastillas.
- Sil…de…na…fil.-leyó.-¿qué es esto? ¿Has tenido que ir a urgencias? ¿Te encuentras mal? Dime, Alejandro…
  Alejandro reía.
- No, y no. Ni una cosa ni la otra. Esto es nada más y nada menos que Viagra.
   Vicky volvió a mirar la caja y la abrió. Efectivamente eran pastillas azules.
- Pero…-rió- Eres la lo que no hay. Al final la has comprado tú. Supongo que te habrás ido a comprarla a la provincia de al lado ¿no?
   Alejandro rió la ocurrencia. En realidad no estaba del todo equivocada, pues la había comprado a varias calles de la suya. Al otro lado de la ciudad, para ser sinceros.
- No, la verdad es que me fui a la siguiente.-dramatizó Alejandro riendo.
- Que exagerado, quillo. Ni que te diera vergüenza, tú que presumes tanto de no tener de eso.-afirmó riendo.- Bueno ¿y cómo se toma esto?
- Con agua.-bromeó Alejandro mientras trataba, en vano, de esquivar una colleja.-Ay.
- Eso ya lo sé, so merluzo, digo que cuando y eso, ya me has entendido de sobras.-dijo Vicky impaciente.
  Alejandro sonrió.
- Pues una pastilla de media a una hora antes de comenzar la “juerga”.
  Vicky se sentó en las rodillas de Alejandro con una pícara sonrisa en el rostro.
- Me está entrando un sueño horrible, cariño.-dijo fingiendo bostezar.
  Alejandro rió.
- No seas impaciente. Cuando cenemos nos largamos a la cama y…
  Vicky le besó la mejilla.
- Te quiero, Alejandro.
   La pareja se fue a la cama temprano. Primero lo hizo Alejandro, para no despertar “sospechas” en Myrna, pero consiguió todo lo contrario, pues la mujer a ver que se iba a “dormir” poco después de las nueve y media de la noche, pensó que se encontraba enfermo y no se le ocurrió otra cosa que ir al dormitorio y entrar en el justo mientras daba con los nudillos en la puerta, lo que hizo que Alejandro pensara que se trataba de Vicky.
-¡Pasa cariño, te estamos esperando Piolín y yo!.-exclamó Alejandro confiado de que se trataba de su novia. Cuando la puerta se abrió y vio que se trataba de Myrna, tuvo el tiempo justo de taparse “las joyas de la corona”, como Vicky llamaba a sus “atributos masculinos” antes de escandalizar, o tal vez no, a su asistenta.
-¿Cómo es que dijo, Alejandro?-preguntó la mujer, pero al ver que Alejandro estaba en cueros, solo cubierto por una diminuta toalla, abrió la boca de tal forma que bien pudo haberse tragado la cama sin esfuerzo alguno.-¡Virgen de los descarriados, Alejandro!.
-¡Myrna Eloísa Cifuentes Márquez ¿es que no se te ha ocurrido decir que eras tú antes de entrar, mujer de Dios?!-Exclamó Alejandro mientras trataba de cubrir su desnudez con las sábanas.
  La mujer aún con la boca tapada con la mano, se la cambió para taparse los ojos.
- Yo… yo… yo…
- Myrna, deja de tartamudear y sal de aquí antes de que te estrangule con mis propias manos!-exclamo Alejandro aumentando el todo de su voz con cada palabra que salía de su boca.
- Perdón, perdón, perdón...-era lo único que podía articular la mujer mientras que, con la mano se tapaba los ojos.-Virgen de los despelotados.
   Al oír la exclamación de Myrna, Alejandro cogió el cojín que usaban para adornar la cama y se lo lanzó, pero ella lo cogió a tiempo de evitarlo.
-¡Buena parada, Zubizarreta!-exclamó Alejandro riendo.
- ¿Cómo es que dijo?-le preguntó Myrna parada bajo el marco de la puerta y con el pomo cogido con la mano.
- Es un paisano mío que era portero de fútbol.-explicó Alejandro carcajeándose.
- Pues si que tienen apellidos raro allá en el norte.-exclamó Myrna, que nunca había oído apellidos tan difíciles de pronunciar.
- Myrna, o te marchas de aquí o me destapo y luego no te quejes si te dejo tuerta.-la amenazó.
- Ok, ya me marcho.-dijo la mujer.-Dios bendito, que cosas me pasan por no llamar a las puertas antes de entrar.
   Justo cuando Myrna salía de la habitación de Alejandro se acercaba por el pasillo Vicky, que al ver a la mujer pensó que le ocurría algo a su novio.
-¿Le pasa algo a Alejandro, Myrna?
- En absoluto, está la mar de bien, como dicen ustedes.-dijo Myrna con un tono desacostumbrado en ella.-La está esperando, Vicky. Y, yo que usted no le haría esperar porque si no acabará mordiendo a alguien. Se ve de lo más impaciente…
   Vicky frunció el ceño al oír esa última frase, pero siguió caminando y entró en la sala, donde Alejandro la esperaba metido en la cama y completamente desnudo.
- Guau, que recibimiento tan efusivo, ojú.-exclamó Vicky acercándose a la cama.
- Piolín está deseando hacer espeleología.-dijo Alejandro sonriendo de forma muy sensual, mientras se cubría de nuevo con las sábanas.
-¿Te la has tomado?-preguntó Vicky refiriéndose a la pastilla.
- Sí, hace como unos cuarenta minutos.-dijo Alejandro asomándose por debajo de las sábanas para ver si había comenzado a cumplir su cometido.-Pero no funciona, cariño.-dijo algo decepcionado.- Ésta sigue más caída que la Bolsa de Nueva York en el “crack” del veintinueve.
   Vicky se sentó en la cama al lado de Alejandro y le dio un beso en los labios, al que él respondió de forma inmediata. Se abrazaron y besaron durante un buen rato. Se recorrieron el cuerpo mutuamente varias veces y Vicky, que tenía la cabeza metida entre las sabanas la sacó de pronto.
- Ay, Virgen del Martirio, ¿esto que veo es un cirio?.-recitó Vicky muy seria, y los ojos muy abiertos.
-¿Qué pasa, bonita? ¿Me he…
   Alejandro intentó incorporarse, pero ella se lo impidió poniéndole una mano en el hombro y empujándole suavemente hasta dejarlo caer de nuevo en la cama.
- No, tranquilo, tú mira debajo de las sabanas. Pero ten cuidado no se te clave en el ojo.-dijo y se echó a reír.
  El hombre lo hizo y de volvió a sacar la cabeza con la cara de felicidad más grande que había tenido en años.
- La virgen, cuánto tiempo sin verle el careto a “mi amigo”.-exclamó el hombre sonriendo.-Coño, si hasta parece que sonríe, el cabrón.-dijo riendo y alargándole los brazos a Vicky-Ven aquí, preciosa mía.
  Vicky se sentó con cuidado sobre las inertes piernas de Alejandro, y mientras el hombre le acariciaba las nalgas se hicieron uno, mientras ella le mostraba sus pechos para que él los besara.
- Alejandro…
- Te amo, Vicky. Eres preciosa.-susurró Alejandro,
  Vicky le agarró la cabeza y la acercó a sus pechos, Alejandro le acariciaba con la lengua los erguidos pezones. Ella se deslizó sobre el erecto pene para fundirse con él en un solo ser y dar rienda suelta a su pasión, estallando los dos en un éxtasis largo y maravilloso, que les llevó hasta el amanecer de un nuevo día.
   Cuando se sintieron agotados se apartaron un poco uno del otro y se quedaron en silencio, sin apenas respirar por miedo a despertar y ver que seguían solos, cada uno en sus camas. Pero no fue así, y cuando una fuerte tormenta los despertó a las dos de la madrugada, seguían abrazados
  Vicky estaba callada, pensando que Alejandro dormía y él creía lo mismo, así que ninguno dijo nada durante un buen rato hasta que el hombre, de repente, soltó una carcajada que asustó a Vicky.
- Ostras, que susto. Creí que dormías.-dijo la mujer sentándose de un blinco en la cama.
  Alejandro seguía riendo.
- Me estaba acordando del…-no podía hablar de la risa.-del susto que le he dao antes a Myrna, por poco…se me desmaya, la pobre mujer.
  Vicky se incorporó para mirarle a la cara, pues él estaba boca arriba con las manos detrás de la nuca, mientras continuaba riendo a carcajadas.
- Ahora que lo mencionas, Alejandro, antes cuando venía me he cruzado con ella el pasillo y estaba la mar de rara.-dijo Vicky acercándose a él.
  Alejandro se echó a reír, y lo hizo con tantas ganas que acabó llorando de la risa y tosiendo de forma algo aparatosa, pero se le pasó enseguida y pudo seguir riendo mientras hablaba.
- Ay, ay, mi barriga.-se quejaba con las manos en el vientre.
- ¿Qué ha pasado, cariño?-preguntó Vicky contagiándose de la risa de Alejandro.
- Que yo… estaba aquí desnudo… esperándote.-hablaba entrecortadamente a causa de las carcajadas que estaba dando-Cuando sentí que se habría la puerta creí que eras tú… y me destapé para hacerte un striptease…y resultó.-se agarraba el vientre, que se movía violentamente.-ay, mi barriga, que era Myrna. ¡Si ves su cara te meas, cariño! ¡En mi vida me he tapao tan rápido, te lo aseguro! Creo que hasta he movio las piernas y todo.
- ¡Ostras!-exclamó Vicky soltando una carcajada.-Que bueno.
- La cara de la pobre Myrna era un poema y yo, encima, le amenace y todo para que se marchara, pobre mujer.-dijo Alejandro entre risas.-Cuando me levante me disculparé con cualquier excusa.
  Rieron durante un rato y luego se quedaron en silencio acariciándose mutuamente. Alejandro miró por la ventana a la noche que había caído sobre la ciudad como un manto de negro terciopelo.
- Va a descargar una soberana tormenta de tres pares de cojones.-dijo Alejandro mientras observaba el cielo nocturno desde su cama, que aparecía totalmente cubierto.
  En ese momento la habitación se iluminó casi por completo y a los pocos segundos sonó un gran trueno que hizo que la mujer se tapase la cara con la sabana.
- Ay, Alejandro, me dan miedo las tormentas de noche.-confesó Vicky.
   Alejandro se giró hacia ella y la abrazó hasta envolverla con sus fuertes brazos.
- Ven aquí, mi niña.-dijo como si hablara con una niña pequeña, con su hija, pues revivió escenas en las que él hacia eso mismo con la pequeña y desafortunada Carlota. Padre e hija se acurrucaban en la cama de la niña hasta que ésta se quedaba dormida, bien protegida por su padre, quien después regresaba a su cama.
                                                                                                               *****


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