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domingo, 13 de octubre de 2013

Capítulo 55.


  Las semanas transcurrían rápidamente, y como Vicky se pasaba prácticamente todo el tiempo en casa de Alejandro, se planteó por primera vez trasladarse definitivamente a vivir a casa de él, cosa que a su prometido le hizo mucha ilusión, pues lo esperaba ansiosamente desde hacía meses.
   En junio, Vicky se trasladó definitivamente a casa de Alejandro, aunque no se decidió a devolver las llaves de su piso al administrador y en él dejó parte de su ropa, concretamente la de invierno, que evidentemente no utilizaba en ese momento.
  Una mañana de domingo, el día catorce de junio concretamente, Vicky y Alejandro estaban en la cama desayunando a eso de las once cuando sonó de repente el teléfono móvil de la mujer. Dio un respingo sobresaltada y lo cogió sin dejar que sonara más que una sola vez.
- Diga.-contestó Vicky.-Ey, hola, cielo, ¿qué tal estáis, cariño?...eh, no, bueno no estoy en casa…¿ocurre algo, te noto extraña?...Ostras, ¿operado?...pobre…si, eso dicen si…bueno, no te preocupes ahora eso es coser y cantar…si, ya se que para mi es fácil de decir…Ah, bueno, no te inquietes, tu preocúpate de él que yo te iré llamando para saber cómo sigue…Vale, en eso quedamos, si hay algo me llamas tú. De acuerdo, adiós cariño. Dale un abrazo de mi parte.
  Vicky con semblante preocupado cerró el teléfono.
-¿Ocurre algo, preciosa?.-se interesó Alejandro al notar en ella cierta preocupación.
- Pues que el marido de mi hermana está en el hospital por un ataque agudo de apendicitis. Lo llevó mi hermana a urgencias esta madrugada a eso de las cinco y media y le operaron inmediatamente.-contó Vicky algo preocupada.
- Ostras, pobre.-dijo Alejandro sentándose en la cama y colocándose la almohada detrás de la espalda.-¿y qué tal ha salido la operación, cariño?
- Pues ahora está en reanimación, parece que ha salido todo bien.-dijo Vicky.-He quedado en llamarla esta noche para ver como sigue Jacobo.
- Vale, a la noche le llamamos de nuevo.-dijo Alejandro.
   Las noticias sobre el estado de salud de Jacobo pasaron de alarmantes a favorables en apenas cuarenta y ocho horas, y poco a poco los ánimos se calmaron en casa de Alejandro.
   A mediados de junio, Vicky decidió hacer caso de las continuas peticiones de Alejandro y aceptó a irse definitivamente a vivir con él, pues a ambos les apetecía comenzar a vivir como una pareja de una vez por todas y dejar de comportarse como adolescentes yendo y viniendo de una casa a la otra.
   Una soleada mañana de lunes, aprovechando el que era su día libre, Vicky se dirigió decidida a su apartamento a recoger la mayor parte de su ropa y algunas cosas que comenzaba a necesitar en casa de Alejandro, como su portátil y su ropa de verano, que ya comenzaba a usar. Cuando llegó frente a su edificio de los últimos tres años aparcó su Megane en un sitio que milagrosamente había encontrado justo delante del portal. Se bajó del coche decidida y se dirigió hacia la entrada. Agradeció no encontrarse con la señora Consuelo, y después de permanecer en el piso algo más de una hora salió de él con una enorme maleta de piel sintética color marrón rojizo. Después de abrir su coche con el mando a distancia y de meter la maleta en el maletero se dirigió a la parte delantera para sentarse en el asiento del conductor, pero de repente, la repentina aparición de un coche a su izquierda la hizo detenerse. Reconoció inmediatamente el Opel Kadett negro y destartalado de tres puertas. Era fácil de reconocer por la matricula acabada en 666 y por sus eternas abolladuras en la puerta del conductor que le hizo otro coche durante una de las múltiples carreras ilegales a las que iba su dueño. Tímidamente dirigió la mirada hacia la ventanilla del conductor, deseando haberse equivocado, pero no, era él. Después de tres años temiendo ese momento, había llegado. Tony estaba sentado al volante, y la miraba con expresión de satisfacción en su, a pesar de todo, atractivo rostro, de ojos oscuros y ensortijados cabellos castaños siempre bien engominados.
- Tan guapa como siempre.-dijo Tony a modo de saludo, pero a Vicky le pareció que la desnudaba con la mirada.-¿No te alegras de ver a tu marido después de tres largos años?. Supongo que no, teniendo en cuenta que me enchironaron por tu culpa, pedazo de puta.
  Vicky sintió que se le revolvía el estómago, parte por los nervios y parte por el tono de la voz de su ex marido, que pensaba que nunca más volvería a escuchar, pero decidió que no de dejaría amilanar por él como antes. Eso no volvería a suceder, ahora se sentía más valiente.
- Déjame en paz, Antonio.-le dijo mirándole a los ojos con el reto marcado en los suyos propios.
- Vaya, ya no me llamas Tony como antes. Qué pena, cariño.-dijo él con un tono que era todo menos pesaroso.
- ¡Te he dicho que me dejes en paz, Antonio!-exclamó Vicky dejando su maleta en el suelo.
  Tony detuvo el motor del coche y salió de él en dirección a la mujer, que asustada se apartó y se quedó en una esquina de la fachada, donde él la apresó sin problemas.
-¿Quieres saber cómo sabía que vives, o mejor dicho, vivías aquí?
  El comentario en forma de pregunta que le hizo Tony le dio que pensar, pero no quería darle el gusto de seguirle la corriente. Era más que evidente que sabía algunas cosas, pero como Vicky no sabía hasta que punto estaba enterado de sus cambios pues decidió no hablar de nada.
  Vicky empezó a forcejear, pero no consiguió zafarse de los delgados pero fuerte brazos de Tony.
- Quieta, Vicky. Si te resistes será peor.-la amenazó.
  Vicky agarró con fuerza su bolso y de un fuerte impulso le golpeó con él en la cara a Tony, hasta el punto que trastabilló y estuvo a punto de caer al suelo, pero consiguió mantener el equilibrio mientras sacaba del bolsillo de su vaquero algo que Vicky no pudo identificar en un primer momento, pero que luego descubrió aterrada que se trataba de una navaja de puño nacarado y hoja retráctil, que al salir brilló al contacto del metal con un rayo de sol que acababa de salir de detrás de una espesa nube.
-¡Soco…-la mano de Tony le tapó la boca para evitar que gritase.
- No grites, que no te voy a matar, al menos de momento.-le dijo él con los ojos inyectados en sangre, como cuando estaban juntos y bebía más de la cuenta y acababa golpeándola.
  La cogió del cabello, que como siempre llevaba recogido en una espesa cola de caballo y la atrajo hacia su cara. Tiró para intentar de liberar su coleta de la mano de Tony, pero el dolor en el cuero cabelludo la hizo desistir.
- Tony, por favor…-el terror la hizo renunciar a su actitud beligerante.
  Vicky sintió su aliento tan cerca que identificó perfectamente el olor a coñac que probablemente acababa de tomarse.
-¿Cómo es que el inútil de tu novio, el tullido, te ha dejado venir sola? Ah, claro, él no puede subir las escaleras, a no ser que sepa volar, o que se arrastre como el gusano miserable que es.
  Acabó soltando una grosera carcajada.
-¡Eres un hijo de puta!-exclamó Vicky furiosa.-¡Alejandro es mucho más hombre que tú, eso no lo dudes!. Además, no tardará en venir a buscarme
  Tony se rió de una forma que a Vicky le pareció repugnante.
- Los dos sabemos que estas mintiendo, ¿o acaso crees que soy tan imbécil de no informarme de tus pasos antes de hacerme ver? Para tu información, te diré que te estoy siguiendo desde primeros de año. Sé donde trabajas, donde vive tu socia, donde sueles tomarte el café, y también se cosas de tu novio, el tullido. Sé que ha ido al cementerio en una ocasión, y sé que también ha estado ingresado en el hospital en hace pocos meses. Estuve en la misma puerta de su habitación. Es curioso, te pones un cabestrillo en un brazo y nadie repara en ti. No me voy a molestar en hacerte nada ahora mismo a plena luz del día, no estoy tan loco. Pero un día, cuando no te lo esperes apareceré y te vas a arrepentir de haberme traicionado y de haber hecho que me encerrasen. Lo vas a pagar de la forma que menos te esperas, pero te aseguro que lo vas a tener presente el resto de tus días.
  Tony la soltó y el impulso la hizo caer al suelo desde donde le vio montarse en su coche y salir disparado hasta mezclarse con los demás coches que a esa hora circulaban por la calle. Vicky se tapó la cara con las manos y en su desesperación no podía entender cómo podía ser que nadie hubiera pasado a esa hora de la mañana para poder pedir ayuda. Cuando se serenó se metió en el coche y bebió un trago de agua de una botella que llevaba en su bolso. Encendió el motor y se perdió entre el trafico en dirección a la casa de Alejandro, a quien no pensaba contar nada de lo sucedido.
  A principios de julio, el día siete concretamente, fue el cuadragésimo sexto cumpleaños de Alejandro, y Vicky se propuso celebrarlo por todo lo alto. A escondidas y con la ayuda de Myrna se dedicó a llamar e invitar a algunas personas con las que suponía que él estaría feliz de celebrar tal acontecimiento, y el día de San Fermín se reunieron en casa de Alejandro, Marga, que a esas alturas era una más de la familia, y además aceptaron gustosos la invitación, Karlos Otegui, editor de Alejandro y amigo desde que se conocieron haciendo el servicio militar, Andrés Echendía, al que conocía desde hacía varios años y al que le unía una gran amistad basada en el cariño mutuo y, como broche final, no podía faltar el hombre que siempre estaba dispuesto a ayudarle fuese la hora que fuese, su amigo y médico Carlos Villanueva. Como Andrés era soltero, “por decisión propia” según su orgullo y por “cataplines” según su sentido de la realidad, se presentó sólo, al igual que los otros dos: Karlos estaba divorciado desde hacía años de una “chupasangre” según él, y que Alejandro corroboró pues conoció en persona a la mujer.
- Vicky ¿has visto como le sienta ese traje oscuro a Karlos?.-preguntó Marga ante la cara de “ya lo sabía yo” de Vicky.
- Marga, que te temo.-le dijo en broma ¿o tal vez fue en serio?
- Ey, un momento. Sólo he dicho que le sienta muy bien ese traje azul marino, hace que el gris de sus cabellos destaque más, y ya sabes que a mi los hombres canosos me chiflan.
  Vicky soltó una carcajada.
- Los hombres canosos, los calvos, los de melenas…ejem, vamos, todos sin excepción.
- Vicky, yo nunca he negado que me gusten los hombres, esa es otras de las razones por las que sigo soltera.-soltó una carcajada.-A mi no es que no me gusten los hombres y por eso no me he casado. Mi problema es que me gustan todos y no me decido por ninguno.
   Soltó una carcajada y Vicky la imitó después de conseguir tragarse el sorbo de cerveza sin ahogarse.
- Margarita Roig, no tienes arreglo.-sentenció Vicky.
- Y lo bien que me lo paso…-dijo la otra entre risas.
  En ese momento se les acercaron Karlos y Alejandro cervezas en mano.
-¿A quién estáis despellejando, chicas?-preguntó Alejandro contagiándose de las risas de las dos mujeres.
- De momento a nadie, espera de aquí a dos cervezas más y ya verás.-admitió Marga, y su comentario hizo que Vicky, que estaba bebiendo directamente de la lata, dejara escapar la cerveza de su boca cual aspersor en pleno funcionamiento.
   Los salpicones de cerveza fueron a parar directamente a la cara de Alejandro que, al estar más abajo y al agachar ella la cabeza, le había alcanzado de lleno. Vicky, al darse cuenta de lo que había hecho siguió riendo mientras que con una servilleta de papel que tenía en la mano limpiaba de la cara de Alejandro los restos de la cerveza.
- Ayyy, lo siento, mi vida.-le dijo entre risas.
- Vicky, que ya me duché yo esta mañana.-dijo él riendo y limpiándose también con su servilleta
- Dios mío hueles a cerveza que apestas.-le espetó Vicky.
- ¡No me digas, Poirot!-exclamó Alejandro riendo.
  En ese momento sonó el teléfono, era Mª José quien llamaba para felicitar a su hermano, y se sorprendió gratamente al oír que lo estaban celebrando en casa con unos amigos, ya que desde el accidente no había llevado a cabo ninguna fiesta en ninguno de sus cumpleaños y deseo estar allí con él.
- A ver si para el próximo podéis venir, será genial, Maritxo.
  Cuando colgó Marga le dijo:
- Ah, ¿pero piensas seguir celebrando los cumpleaños? Yo dejé de hacerlo a los cuarenta, cuando empecé creer que en lugar de darme la enhorabuena me daban el pésame.- dijo entre sus risas y las de los demás.
- No te quejes Marga, que a mí me caen en diciembre los cuarenta y seis. Soy más joven que Alejandro, cinco meses clavados porque yo los hago el siete de diciembre.
  El móvil del doctor Villanueva le avisó de que le necesitaban en el hospital, y se marchó no sin pesar.
- Amigos, siento tener que irme, pero me espera una urgencia.-se disculpó el médico mientras se guardaba el teléfono móvil de nuevo en el bolsillo del pantalón.
  Cuando el médico se hubo marchado, Vicky se echó a reír a carcajadas mientras sostenía en su mano la cuarta lata de cerveza de la velada.
- Hostias ¿habéis caído en que Alejandro los cumple el día de chupinazo de San Fermín y que tú, Karlos, los cumples en el aniversario del bombardeo de Pearl Harbour? Ojú, suena fatal, pero en los dos días hubo “cohetes”.-dijo entre risas.
  Alejandro, comprendiendo que no hablaba ella sino las tres o, tal vez cuatro latas de cerveza que llevaba en el estómago, sonrió pensando en la enorme resaca que tendría al otro día, pues no acostumbraba a beber de esa manera, pero no le dijo nada, si era feliz aunque estuviese un poco trompa, pues no importaba, lo que él quería era verla reír y ahora lo hacía. Para Alejandro eso era lo más importante.
- Que bruta eres, cielo.-le dijo Marga riendo.
   Karlos observaba la escena, divertido.
- Menuda curda lleva encima.-bromeó.
  Alejandro asintió entre risas.
- Si, no suele beber y claro hoy se ha “emocionado” haciéndolo y la ha cogío de antología.
  El móvil del doctor Villanueva le avisó de que le necesitaban en el hospital, y se marchó no sin pesar
  Andrés, que venía del aseo, se acercó en ese momento al pequeño grupo de personas que reían de pie junto a Alejandro.
-¿Qué se cuece por aquí?- preguntó poniendo su mano sobre el hombro de Alejandro.
- De momento nada, pero mañana, una que yo me sé, va a tener un tsunami gigantesco en el coco.-dijo entre risas Alejandro.-La ha cogío de las buenas.
  Myrna, que había ido a la cocina a buscar más canapés de paté de atún y de finas hierbas, se acercó bandeja en mano al grupo.
-¿Les apetecen más canapés?-dijo mostrando el delicioso contenido de las dos bandejas.
- Sí, gracias Myrna.-dijo Karlos cogiendo uno de atún.
- Myrna están de muerte.-admitió Alejandro mientras engullía uno de finas hiervas
- Y que lo digas, tienen una textura finísima.-dijo Andrés, experto conocedor del tema por su profesión.
-¿Cómo creen? Si son de bote.
- Mujer, eso no se cuenta. Tu di que has hecho tú el paté.-le recomendó Marga.
- No digas ahora que te has pasao la mañana envasándolos porque ya no cuela, Myrna.-bromeó Alejandro.
  Myrna, muy elegante con una blusa clara y unos pantalones rojos, sonrió.
- Yo no dije eso, no sé hacer paté, pero ¿quién me niega que mi confitura de fresas no está sabrosísima?
  Alejandro, fiel admirador de ella, asintió repetidamente.
- Eso sí es verdad, hace una mermelada espesa que esta de muerte. Yo me pongo morao.-admitió entre sus risas y las de los demás.
- Alejandro, no es que sea una “mermelada espesa”, es que es confitura, que es así.-rectificó Myrna.
- Yo que sé, lo que se seguro es que esta muy rica.-admitió Alejandro ante las risas de los demás.
- Myrna, es que no está hecha la miel para la boca del asno.-recitó Karlos, y todos rieron la ocurrencia.
- Eso, tú dales cuerda a estas tres y acabamos tú, Andrés y yo en el paseo marítimo en pelota picada.-dijo Alejandro riendo.
  Andrés tosió pues se imaginó la escena y le dio la risa.
- Chicos, vosotros vale, pero yo me presento como mi madre me trajo al mundo en el paseo y acabo en el zoo metido en la jaula de los grandes primates.-soltó una carcajada.-Vamos que yo también me parezco a un famoso. Vicky dice, y es cierto, que tú, Alejandro, te pareces a Salinas, pues bien yo también soy pintiparado a otro aún más famoso.-soltó una carcajada antes de decir a quien.- Soy clavadito a King Kong, ese sí que es GRANDE.
  Todos soltaron una carcajada. Era más que evidente que las cervezas estaban haciendo estragos en ellos, que aunque no estaban borrachos, se podía decir que estaban algo achispados.
  Cuando se marcharon los invitados eran ya más de las once de la noche, y Alejandro se preguntó como llevaría a Vicky a la cama, pues se había quedado dormida en el sofá. Pero, no necesito dar muchas vueltas, pues sonó el timbre de la puerta y Alejandro vio la solución al ver tras ella a su amigo Karlos Otegui.
- Tío, que me he dejao las llaves en alguna parte, y no voy a poder abrir el coche, ni entrar en casa.
  Alejandro sonrió.
- Anda, pasa a buscarlas, pero no se te ocurra coger el coche con la cogorza que llevas encima, ¿eh?-le advirtió.
   Karlos se giró y le miró.
- No, no lo voy a hacer.-respondió Karlos decidido.-De hecho iba a buscar un taxi cuando me di cuenta de que no llevaba las llaves encima y es que en el mismo llavero del "Atleti" llevo las de casa.
- Bien pensado.-dijo Alejandro.-Y me vienes de perlas porque Vicky se ha quedao frita en el sofá y no la puedo llevar a la cama. ¿Puedes hacerlo tú por mí, amigo? Pensaba taparla con una manta y dejarla dormir en el sofá pero me da no se qué, la verdad, pobrecita mía.
- Ni hablar de eso, yo la llevo a la camita y listos. A ver, ¿Dónde dices que yace la bella durmiente?
  Alejandro sonrió ante la expresión de su amigo.
- En el sofá del salón. Está tan dormida que la he intentao incorporar para sentarla en mis piernas y llevarla a la cama y ni se ha inmutado, pero no he podido cogerla.
- Pues de eso nada, a dormir la borrachera al catre.-Karlos se acercó despacio a Vicky para no despertarla Estaba tumbada boca arriba y con la boca abierta. El hombre sonrió.- Perdona Alejandro pero es que parece una princesa ahí dormida como un tronco, es una mujer preciosa, de veras amigo.
- Pues aún es más bella por dentro que por fuera, Karlos. Tiene mucho carácter pero es un cielo, es lo mejor que me ha pasao en años, la verdad. De no haberla conocido no sé donde ni como estaría ahora porque me estaba devorando la culpa.
- Pues no se la razón, aquello pasó, fue terrible pero lo has superado por fin, y yo que me alegro, amigo. De corazón deseo que seáis muy felices.
  Alejandro sonrió.
- Gracias, amigo mío. Lo he superado casi todo, pero aún me queda un par de espinas clavadas, que espero que el tiempo pueda arrancar de mi alma.
- Eso no lo sé, pero seguro que poco a poco dejarán de hacerte daño.
- Eso espero.-susurró Alejandro con la mente en otro tiempo, en otro lugar y en otra situación.
  Karlos, sintiendo que el alcohol hiciese mella en el espíritu de su amigo, quiso impedirlo cambiando de tema.
- Bueno, ¿Dónde dejo a la bella durmiente?-dijo sonriendo mientras la cogía en brazos.
  Vicky sintió, entre la maraña de la semiinconsciencia, como unos brazos la elevaban y, sin pensárselo, y creyendo que era Alejandro quien al tenía cogida, le pasó los suyos alrededor del cuello.
- Cariño…-susurró Vicky sonriendo con los ojos cerrados.
   Karlos, al darse cuenta de lo que podía pasar, dijo sonriendo:
- Te advierto que tu chica está a punto de darme un apasionado beso, y no sé si podré evitarlo a tiempo.
   Alejandro sonrió y le cogió el brazo a Vicky.
- Quieta pará, que tu prometido soy yo no éste merluzo.-dijo entre risas.
  La mujer dejó escapar una especie de gruñido y se removió un poco entre los brazos de Karlos
- Ay, Dios, qué lío si llega a besarme.-dijo mientras caminaba tras Alejandro con Vicky en brazos en dirección a la habitación de la pareja.
  Alejandro reía a carcajadas camino del dormitorio que compartía con Vicky.
- Lleva una del quince, macho.
  Cuando el amigo de Alejandro entró, la cama estaba ya abierta y con mucho cuidado recostó a la mujer.
- Coño, lo que me hubiese reído si llega a darme ese beso.-dijo riendo
- Ya te digo, se ha pensao que era yo quien la tenía cogida, fijo.-dijo Alejandro riendo.- O eso, o estaba soñando con Harrison Ford, que todo puede ser en su estado.
- Joer, ya sé que no tengo nada que hacer si estáis Harrison o tú por medio, pero no me lo refriegues por las narices, hombre.-dijo Karlos en voz baja para, cosa poco probable, no despertar a Vicky.
  Alejandro le quitó los zapatos a Vicky, la tapó con las sabanas y los dos hombres salieron de la sala, justo en ese momento Karlos miró en dirección al baño y allí en el suelo, estaban sus llaves, metidas en un llavero con el escudo del Atleti en color plata y esmaltado con los colores del equipo.
-¡Coño, mira, mis llaves!-exclamó el hombre dirigiéndose a recogerlas del suelo.
- Lo que son las cosas, si no te pido que me ayudes con Vicky no encuentras las dichosas llaves.-de pronto se pudo serio.-Pero, de todas maneras, déjate de tonterías, deja el coche donde está y mañana lo vienes a buscar, ¿eh?
  Karlos asintió rápidamente.
- No te apures, no me la pienso jugar, el coche que pase la noche aquí en tu calle y yo me voy en taxi, ya mañana pasaré a buscarlo. Si es que queda algo que llevarse, que el mundo está que da de todo alejarse de tu coche. Lo mismo mañana solo queda el ambientador y el escudo que cuelga del retrovisor.
  Alejandro sonrió y le dio una palmada en la espalda mientras se dirigían a la puerta principal.
- Que exagerao, cualquiera diría que eres de Bilbao.-ambos rieron.-Que no estamos en el Bronx, por Dios, hombre.
- Sí, soy de Bilbao capital como tú, ya sabes, y eso de que esto no es el Bronx, no sé, pero es que hay más chorizos en las calle que en una charcutería, tío.-lanzó las llaves al aire y las volvió a coger en un ágil movimiento de brazo.- Bueno, lo dicho, buenas noches, amigo, mañana vendré a recoger el coche.
  Alejandro le ofreció su mano.
- Buenas noches, Karlos.-deseó Alejandro.-Y gracias por tu ayuda con Vicky, si no es por ti, la pobre se tiene que pasar la noche en el sofá.
- No te preocupes, no tienes nada que agradecer. Venga, hasta mañana que ya es más de medianoche.
  Cuando se metió en la cama junto a Vicky, esta ni se movió. Pero emitió una especie de gruñido. Decidió que no podía dejarla dormir con los pantalones y la blusa que llevaba puestos así que rebuscó bajo la almohada y al final encontró un corto camisón de algodón de color malva. Se volvió a sentar en su silla y como pudo le quitó la coleta, la blusa y el sujetador, luego le puso el camisón y le colocó delicadamente la cabeza sobre la almohada. Luego le quitó los pantalones y volvió a taparla con las sábanas. Cuando acabó de desnudar a Vicky se metió otra vez en la cama junto a ella que ni se inmutó, aunque si emitió una especie de gruñido.
- Anda, que la has cogido buena, chiquilla.-dijo Alejandro sonriendo.-Mañana no te levanta ni la grúa municipal.

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