Páginas

Seguidores

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Capítulo 86.


   Mientras Julia se dirigía al restaurante del hospital con su hermano y Lalo, para intentar comer alguna cosa, Vicky y Alejandro permanecieron en la impresionante habitación que le había sido asignada a Jacobo. El hombre seguía dormido aunque, al parecer, se había despertado, según comentó una enfermera que entró a tomarle las constantes, de forma esporádica en un par de ocasiones durante la mañana, pero se dormía de nuevo a los pocos minutos. Vicky estaba sentada en una cómoda butaca junto a la cabecera de Jacobo, mientras que Alejandro se había colocado frente a ella, también cerca de la cama. El enfermo dormía tranquilo, pero de vez en cuando musitaba palabras inconexas que ninguno de sus dos acompañantes supo descifrar. Al parecer estaba en pleno delirio a causa de la fiebre que aún no le había bajado, todo lo contrario, le había llegado a subir hasta los 39º C en algunos momentos de la mañana.

  Vicky se levantó y le puso la mano en la frente, y pudo comprobarlo por sí misma.

- Está ardiendo, cariño.-susurró.

  Alejandro señaló a una pequeña bolsa que colgaba en la percha junto a la del suero.

-¿Ves esa bolsita pequeña?-susurró Alejandro, ella miró y asintió.-Eso es para la infección y le bajará la fiebre poquito a poco, ya lo verás, cielo.

- Eso espero, porque no sé si podrá aguantar esta calentura tan tremenda.

- Claro que si.-contestó él.-El cuerpo humano tiene una resistencia increíble. Dentro de unos días estará como si nada.

- Ojala, amor.-susurró Vicky.-No te ofendas, pero yo quiero a Jacobo como si fuera otro de mis hermanos.

  Alejandro sonrió y le cogió la mano para besársela.

- Vicky, por Dios, eso no me ofende. Es un buen hombre y se hace querer el jodio.

- Sí, la verdad.- Vicky sonrió al recordar al espigado soldado de bonita sonrisa y ojos picarones, que llegó un día de permiso acompañando a su hermano Miguel.- Recuerdo que cuando venía a casa de permiso, se pasaba las tardes jugando a las casitas conmigo, o a los polis con Adri o escuchando música con mi hermana. Él estaba más tiempo con nosotros que el propio Miguel.

  Alejandro sonrió.

-¿Y no adivinas el motivo?

  Vicky se encogió de hombros.

- No sé, supongo que como le gustan los críos…

- ¡Ja, y un jamón!-exclamó.-A este, lo que le gustaba, mejor dicho, quien le gustaba era Julia, y por eso se pasaba el día con vosotros, para estar cerca de ella. Es de libro, cielo. Y eso de que escuchaba música con ella…no sé yo.

  Vicky le miró asombrada por lo que nunca había imaginado.

-¿Tú crees?

- Me apuesto las ruedas de esta silla, Vicky.-dijo Alejandro riendo.-Y, como es lógico, en los ratos libres jugaba a los médicos con tu hermana, ya sabes, para practicar.

  Vicky soltó una carcajada cuyo sonido trató de amortiguar tapándose la boca con la mano.

- Mira que pillo el gallego.-dijo Vicky mirando a Jacobo, que ahora descansaba mucho más tranquilo.- Con la carita de niño bueno que tenía con veinte años…

- Como decía mi madre:”Que del toro manso me libre Dios, que del bravo, me libro yo”.-recitó Alejandro sonriendo.

  Vicky rió pero se detuvo para no despertar a Jacobo, que tosió un par de veces seguidas y se quejó. Intentó llevarse la mano derecha, que era la que tenía libre, al vientre, pero la oportuna intervención de la mujer se lo impidió.

- Cuidado, Jacobo, no te toques ahí.

- Xulia…-susurró el cuñado de la mujer. Tenía los ojos cerrados y estaba muy pálido.  Jacobo abrió los ojos, enmarcados en ojeras muy marcadas,  muy despacio. Tardó un poco en enfocar a Vicky, que se había puesto de pie.

- Hola, cariño.-le saludó Vicky sonriendo mientras le tentaba la frente, que se estaba atemperando  lentamente gracias a los antipiréticos.

- Vicky…

  La siempre grave voz de Jacobo apenas sonaba como un susurro.

-¿Cómo te encuentras?-le preguntó Vicky mientras le acariciaba la cara.

- No se…cansado…

- Es normal, cuñao.-intervino Alejandro.

  Jacobo giró lentamente la cabeza hacia donde venía la voz.

- Alejandro…

- No, si lo dicho, colega, hacemos lo que sea con tal de tener pendientes de uno a todo el mundo ¿eh?

- Sí, ya ves… ¿Julia?

- Está con Adri y Lalo tomándose algo.-dijo Vicky.

  Jacobo asintió.

- Eso está ben.-susurró Jacobo, que de pronto se removió un poco en la cama.-Oh, uff...duele.

  Alejandro sonrió al dirigirse a su concuñado.

- Nos ha jodio, Jacobo. Que te han operao, no te han hecho mechas en el pelo.

  El hombre le miró algo confuso.

-¿Operado?- Jacobo parecía algo aturdido.

  Vicky asintió mientras le acariciaba la mano de forma casi maternal.

- Sí, ayer te operaron de urgencia.

  Jacobo asintió.

- Ya recuerdo.-dijo y miró a Alejandro con el ceño fruncido. –  Madre mía, soñé que Jeff Goldblum me operaba.

  Tanto Vicky como  Alejandro tuvieron que contener una carcajada.

- Bueno, creo que te refieres al Dr. Zabala.-dijo Alejandro entre risas.-Y, si, el Dr. Zabala es idéntico al actor ese. O sea, que no lo has soñado. En realidad te ha operado un clon del americano.

  Jacobo asintió.

- Ya me pareció…que fue un sueño…muy real.-susurró.

 Pues si que era realidad. Ese ha sido el que te ha operado el vientre.-dijo Vicky.

-¿Y qué tengo pues?-quiso saber Jacobo, justo en el momento que la puerta se abría y entraba Julia.

  A la mujer se le iluminó el rostro al ver que su marido estaba despierto por primera vez en más de veinticuatro horas.

- Jacobo, cariño mío ¿cómo estás?.-le preguntó mientras se acercaba a darle un beso en la frente.

- Ben, aunque algo mareado, y canso.

- Eso es normal, te han tenido que poner sangre durante la intervención, pero ya tienes mejor cara ¿verdad que sí, chicos?

  Vicky asintió.

 Pues si que tiene mejor color que ayer, que estaba muy pálido.

  Alejandro afirmó.

- La verdad es que si, ayer se estaba tan blanco que si no fuera por el color celeste del pijama, se hubiera podio camuflar con las paredes.-Alejandro sonrió.- Eso sí, está estupendo teniendo en cuenta que le ha operao Jeff Goldblum.

  Julia miró a Alejandro sin saber por qué decía eso.

-¿Cómo?-le preguntó una confusa Julia a su hermana.

  Vicky, que se había levantado de su asiento para cedérselo a su hermana mayor, se acercó a ella sonriendo, y le puso la mano en el brazo.

- Julia, es que tu marido nos ha dicho que ese Jeff Comosellame le hizo una ecografía en el box de urgencias.-explicó

  Julia miró a uno a uno a los tres y luego se echó a reír.

- Ay madre, ese es el Dr. Zabala, el cirujano que te ha operado, vida mía. Es que es idéntico.

  Los tres se echaron a reír ante la mirada entre aturdida y sorprendida de Jacobo.

-¿Pero como os reís de un pobre enfermo, so malajes?.-preguntó Jacobo, que poco a poco volvía a recobrar su tono de voz habitual, tratando de imitar, sin éxito por cierto, el acento onubense de su mujer y cuñada.

- Es que ha sido muy gracioso, vida.-admitió Julia, que ahora reía relajada después de la tensión vivida.

  Alejandro se reía con tantas ganas que tuvo que coger un pañuelo de papel de la caja que había sobre la mesita de noche para limpiarse las lágrimas que le enturbiaban la vista.

- Ayyy, que bueno.-se reía como hacía mucho que no lo hacía, mientras se limpiaba las lágrimas.-Ostras, que bueno, creo que no me río así desde hace meses, la leche que te dieron, Jacobo.

- Pero que malos sois, riéndoos del pobre Jacobo.-exclamó Vicky, tratando de contener la risa.

  Jacobo, la miró de soslayo, pues había adivinado sus pensamientos.

- Vicky, no te cortes y ríete tú también.-le dijo Jacobo sonriendo con semblante cansado.

  Dicho y hecho, la mujer soltó una ruidosa carcajada.

- Alaaaaa, que exagerá.-exclamó Alejandro.-Seguro que te han oído hasta en la última planta, mujer.

  Jacobo sonrió.

- No, home, como mucho en la penúltima.

- Oye ¿tú no estás muy malito?-le soltó Alejandro.

  Jacobo no pudo evitar reírse y eso le provocó una punzada en el abdomen. El hombre se llevó la mano derecha al vientre y comenzó a darse un masaje sobre el apósito que cubría la herida.

- Por cierto ¿alguien me puede explicar qué me hicieron en el vientre?

  Julia se sentó en la cama a su lado.

- Verás, resulta que el Dr. Goldblum-soltó una carcajada al ver la expresión de fingido enfado en el rostro de su marido-te operó para ver si la masa que apreciaba en la ecografía y en la radiografía era maligna o no, y cuando te abrió el vientre se quedó helado al ver que, lo que en un principio parecía un tumor era algo tan… prosaico… como unas simples gasas de quirófano.

  Jacobo torció la cabeza para mirar uno por uno a los tres. Las palabras de su mujer le dejaron atónito.

-¿Queréis decir que lo que por poco no me mata eran unas gasas que se dejaron en mi vientre cuando me practicaron la apendicetomía?-los tres asintieron.- ¡Será cabrito o gilipollas de Xoan! ¡Cando mo bote á cara, fágolle unha  a vasectomía gratis e sen anestésico!

  Alejandro sonrió.

- Veo que de pronto estas muchísimo mejor.-advirtió.-Hasta te he entendido esas “cariñosas” palabras en tu lengua materna.

- Ahora lo que estoy es cabreado.-confesó Jacobo.

  Julia, preocupada por qué no se alterase, le cogió la mano.

- No es para menos, cariño, pero no debes alterarte, que estas convaleciente a penas de un día.-le recomendó Julia  cogiéndole la mano.

- Ya pasó, tranquila, Julia. Pero no respondo cuando me lo eche a la cara.-amenazó el siempre sereno Jacobo.

- Desde luego, le dan el titulo a cualquiera.-se lamentó Alejandro, recordando que cuando le intervinieron a él tras su accidente, un descuido del médico al poner en su informe su grupo sanguíneo, que era 0 negativo, y que sólo puede recibir sangre de donantes de ese mismo grupo, se equivocó y puso AB positivo, que pertenecía a otro paciente con su mismo nombre y apellido que en ya era extraño, pues no era precisamente López, y por poco lo hubiera matado, de no ser por una enfermera que advirtió a tiempo del error.

  Jacobo se tocó de nuevo el vientre.

-¿Qué es esta cosa que eu teño na miña barriga?-preguntó palpando algo blando.

- Ten cuidao, Jacobo.-le advirtió Alejandro.

- Cariño, no te toques, que como se desconecte la bolsa armas un bien lío.-exclamó Julia apartándole la mano.-Verás, como la infección te hizo un pequeño boquete en el intestino, el médico te tuvo que hacer una colostomía provisional, para que la tripa descanse mientras cicatriza.

-¿Colostomía, Julia?-repitió Jacobo.

  Ella asintió.

- Sí, pero no te preocupes, es solo provisional, te volverán a conectar los dos extremos del intestino dentro de unas semanas, cuando cicatrice del todo.

- Carallo…

  Jacobo se quedó callado y pensativo. Él sabía que no iban las cosas bien en su abdomen, pero no pensó que estuviera tan delicado. De pronto, en un momento, sus planes a paseo, todo detenido hasta ver si su intestino volvía a la normalidad. A partir de ese día tendría que estar pendiente de que su cuerpo funcionase regularmente y de no tener escapes.

- No te preocupes, cielo, solo será temporalmente.-trató de animarle su esposa.

- Ya, pero…

- Hombre, no me fastidies, que no es tan malo.-dijo Alejandro.

- Eso es fácil de decir desde fuera, Alejandro.-replicó Jacobo.-Tú no sabes lo que es esto, yo sí. Lo veo cada día en el hospital. Es…humillante saber que voy a hacerlo en una bolsa y que ni me enteraré. Como un crío de pecho. Seré una carga para Julia, foder.

- Jacobo, precisamente yo, se perfectamente lo que es eso de hacerse las “cosas” encima. Me pasa desde hace casi una década, por si no estás al corriente, y en mi caso no es algo provisional, sino, definitivo. Y, para que lo sepas, me costó mucho darme cuenta de que no soy ningún una carga para nadie.

   A Alejandro le dolieron un poco las palabras de Jacobo, pero sabía que no las había dicho con mala intención.

  Vicky le puso la mano en el hombro a Alejandro.

- Cariño…

   Jacobo advirtió en ese momento la impertinencia que acaba de cometer sin intención y miró a Alejandro con pesadumbre.

- Carallo, Alejandro, lo lamento.-empezó a disculparse.-No lo pensé, de verdad. Lo dije sin darme cuenta de tu…bueno, de que a ti…En fin, ya me entiendes ¿no? Te pido que me disculpes, cuñado.

  Alejandro comprendió que su reacción había sido desproporcionada.

- Tienes razón, lo siento Jacobo.-se disculpó sinceramente.-Me he comportao como un cavernícola. Perdóname tú a mí. Lo siento, cuñao. Estoy muy tenso desde que te pasó esto y he estallao sin poder evitarlo… ¿amigos?.

  Alejandro tendió la mano a Jacobo.

- Amigos.-repitió el cuñado de Vicky.

  Vicky y su hermana se miraron y sonrieron.

  Poco antes de la una del medio día se presentó en la habitación de Jacobo el Dr. Zabala, y fue entonces cuando el enfermo comprendió la reacción de su mujer cuando le contó la absurda idea de que el actor hollywoodiense le había visitado allí mismo en su habitación, vestido de médico.

-¿Qué tal se encuentra, Jacobo?-preguntó el médico sentándose a un lado de la cama de su paciente.

  Jacobo hizo un elocuente gesto con la cara.

- Bueno, estoy mejor de lo que me imaginaba que estaría, la verdad.-admitió Jacobo.

- Eso está muy bien.- el médico dejó las notas que llevaba en las manos sobre la mesita de noche y se dispuso a tomar el pulso y la tensión a su paciente.-Está muy bien para el poco tiempo que lleva intervenido y para lo jodido que llegó a urgencias, la verdad. Creo, sin miedo a errar, que es de los que se recuperan en un pispas de las intervenciones.

  Julia intervino.

- Tiene razón, doctor.-admitió.-Pero no se fíe demasiado si mi marido  le dice que se encuentra buen, porque a mí me tenía engañada con este asunto. Todos creíamos que se había recuperado por completo y mire el susto que nos ha dado.

  Jacobo, que era consciente de su error, cabeceó molesto consigo mismo.

- Julia, te engañé para que no te preocupases y para que no te negaras a venir a celebrar el cumpleaños de tu madre.-contestó un cansado Jacobo.-Sólo pretendía no joder los planes a nadie.

- Pues por poco te cuesta la vida tanto miramiento con nosotros.-le dijo Vicky.

- Ya será menos.-contestó Jacobo.

  El médico le miró muy serio.

- En absoluto. Su cuñada tiene razón. Como les dije a ellos ayer, si llega a venir un día después no lo hubiese contado con casi total seguridad. Tenía una infección intestinal enorme y la tripa a punto de partirse en dos. Si eso llega a suceder, como usted sabrá, la porquería se hubiera repartido por toda la cavidad abdominal infectándolo todo a su paso y hubiese terminado, muy probablemente, con peritonitis o, peor aún, con una septicemia campando a sus anchas por todo su intestino.

  Jacobo no dijo nada, se limitó a pedir con un gesto de su mano, que Julia se la cogiese.

- Lo siento, vida. Quería protegerte y lo que conseguí con mi comportamiento fue que te preocupases tú y de paso todos los demás.

  Alejandro intervino.

- Bueno, Jacobo, eso ya pasó y ahora te sientes bien y fuera de peligro. Pero como vuelvas a hacer una idiotez como esta, te juro que te comes el inflador de las ruedas de mi silla.

  Todos, incluido el médico, se echaron a reír al escuchar la amenaza que lanzó Alejandro. Jacobo se rió con tantas ganas que acabó resintiéndose de su abdomen y se llevo la mano a las vendas que le protegían la herida.

- Ay, mi vientre.-se quejó mientras reía.-Veras tú, como se me salten las grapas, te las pongo a modo de pircing en los…ejem, porque hay señoras que sino…

-¡Y luego los brutos somos los vascos, la leche!-exclamó Alejandro entre carcajadas.

  El médico hizo unas cuantas recomendaciones a Jacobo de cómo debía manejar la bolsa que tenía adherida al boquete de su abdomen para cambiarla y asearse, pero le dijo que no se preocupase, que con el paso de los días se sentiría más seguro al manipularla. Después de eso, se marchó, no sin antes advertir que no estaba permitido que hubiese más de dos personas con los pacientes.

- No se preocupe, yo me saldré al pasillo si nos dice algo una de las enfermeras.-respondió Alejandro.

- De acuerdo, en eso quedamos,  que luego la supervisora de la planta me echa la bronca a mí porque dice que soy muy permisivo con mis pacientes.

  Alejandro sonrió.

- Tranquilo que no le echaran bronca por nuestra culpa, doctor.-dijo Alejandro cuando el médico ya salía de la habitación.

  Jacobo atrajo hacia su pecho la mano de su esposa.

- Julia, ya puestos a ser francos, y aprovechando que estoy en un hospital, por si te da por agredirme, tengo que confesarte otra cosa que viene a colación en este momento, ceo meo.

  Julia miró a su marido de forma que a Alejandro le recordó la mirada asesina que se le ponía a Vicky cuando esperaba recibir una noticia que pensaba que no le iba a gustar demasiado.

- Ay, madre, Vicky.-dijo Alejandro sonriendo-Creo que será mejor que dejemos a estos dos a solas.

  Jacobo le miró con los ojos muy abiertos.

- De eso nada, que si me asesina quiero que haya testigos del crimen.-protestó el atractivo Jacobo, al que ni una recaída como la que acababa de sufrir, restaba un ápice de su masculina belleza.

  Alejandro soltó tal carcajada que acabó cayendo de lado, y gracias a Julia, que tuvo los reflejos necesarios para sujetarle por el brazo, consiguió enderezarse.

- Ostras, gracias, Julia, que por poco me caigo de morros por culpa de este merluzo que tienes por marido.-dijo Alejandro entre risas.-Por cierto, Jacobo, creo que ibas a “confesar” algo ¿me equivoco?.

  Jacobo negó con un movimiento de cabeza.

- No, no te equivocas.-dijo.-A ver como comienzo yo mi relato…Bueno, lo primero que tengo que decir es que te he dicho unas pouquiñas mentiras con respecto a mi salud, pero fue para que no te preocupases, Ceo meo.

-¿Qué mentiras, Jacobo?-quiso saber Julia, que comenzaba a ponerse algo tensa.

- Jacobo ¿tienes hecho el testamento?-intervino Alejandro.-Lo digo porque si Julia es como Vicky, lo mismo no sales de esta.

  Alejandro soltó una carcajada.

-¿Por qué crees que aproveché para contarlo con vosotros dos delante?.

- Jacobo, habla ya.-le instó Julia.

- Pues que no me sentía bien desde que me operaron y te lo oculté todo este tiempo.-comenzó Jacobo de carrerilla con la intención de impedir que fuese interrumpido.

- Eso ya lo sé, me lo contaste ayer.

- Ya, pero eso no es todo.-continuó el atractivo marido de Julia.- ¿recuerdas que te dije que la noche antes de venir estuve asistiendo un parto en un domicilio?

  Julia asintió.

- Sí, claro. Estuviste en Aldea Vella ¿no?

  Jacobo negó mientras cerraba los ojos con pesar.

- No, en eso es en lo que te mentí. Estuve en mi consulta con Marta.

  Julia abrió unos ojos como platos soperos.

-¿Cómo? ¿Qué insinúas, Jacobo Carreiras Bouzas?

- Ey, ey, ey, no insinúo nada, Julia Fernández Castillo.-replicó Jacobo.-No te vayas por los cerros de Úbeda, Muller, que nos conocemos.

-¿Cómo que estuviste con Marta?-insistió Julia.

- Deja que te explique, carajo.-respondió Jacobo removiéndose en la cama.

- Soy toda oídos.-respondió Julia sentándose en la silla y cruzando los brazos con gesto airado.

   Jacobo se removió en la cama con ayuda del triángulo que estaba suspendido de la percha que salía de un lado de la cabecera y que servía para que el paciente se moviese con mayor facilidad. Al hacerlo, sintió un dolor agudo en el abdomen.

-Uf, caray.-respiró un par de veces echando el aire por la boca antes de proseguir.- Verás, resulta que esa tarde estaba en la consulta y me dio un dolor casi tan fuerte como el que me dio ayer, y me tuve que echar un rato en la camilla de la consulta para esperar a que pasara. Esa fue la primera vez que noté que algo no marchaba del todo bien. Total, que como no tenía visitas de última hora, Marta se dedicó a ayudarme, y marchó a casa después de las ocho de la noche y yo le dije que lo haría enseguida, pero me quedé dormido y cuando desperté era ya de madrugada. El dolor me había pasado, y decidí volver a casa.-su mujer, a esas alturas, ya tenía en la mano la jarra de plástico para el agua, que había en la mesita de noche, y la levantó de modo amenazante, para luego llenar el vaso y tómaselo de un solo trago.- Julia, me inventé lo del parto para que no te preocupases, de veras. Cuando volvamos a casa puedes hablar con Marta y preguntarle a qué hora marchó el último día de trabajo.

  Julia le miró a los ojos tratando de ver en ellos algo que quería ver, sinceridad, y lo vio. Después de tantos años compartiendo sus vidas, sólo tenía que mirarle a ellos para saber si decía la verdad. En realidad, era la primera vez que le mentía, y como él mismo había decidido contárselo, pensó que no tenía sentido seguir dudando de él.

- Está bien, Jacobo, te creo.-dijo al fin.-Pero otra mentira, por muy piadosa que sea, y te comes lo que en ese momento tenga más a mano.

  Tanto Vicky como Alejandro soltaron una carcajada.

- Lo lamento, cielo.-se volvió a disculpar Jacobo.-No volveré a mentirte jamás. Te xúroo.

- Jacobo, no jures en vano. Sabes también como yo que no puedes cumplir eso.-le advirtió Julia.

   El hombre rió.

   Alejandro pensó que en su nueva familia política debía ser muy habitual en situaciones embarazosas eso de echar mano de promesas de difícil cumplimiento. Sonrió, pero no dijo nada.

Está ben, entonces te lo prometo, soamente.-dio su palabra Jacobo.

- Eso está mejor, rapaz.-respondió Julia riendo, y los demás, incluido su marido, la imitaron.

  Cuando se marcharon, Jacobo ya estaba dormido y ni el beso que Julia le dio al despedirse le despertó.

*****



lunes, 26 de octubre de 2015

Capítulo 85.



  Mientras Julia estaba con su marido, los demás se dirigieron a uno de los dos comedores que hacían las veces de sala de estar para los pacientes que podían levantarse y pasar allí el rato en solitario o en compañía de sus familiares. Adrián y Lalo sacaron unos refrescos de la máquina expendedora que había allí junto con otra de agua, y los repartieron entre los demás.

- Gracias, Lalo.-dijo Vicky cuando el rubio amigo de su hermano le entregó una coca cola sin cafeína.


- Espero haber acertado.-dijo el joven con tono solícito.


- Claro que sí, no te preocupes.-respondió Vicky sonriendo al joven, que le había caído estupendamente nada más conocerle.- Con este calor, con que esté fresquita ya me vale.


- Alejandro ¿coca o té frío?-le ofreció Lalo, mostrándole ambas latas.


- El té es perfecto, gracias.-dijo mientras se lo cogía.


- ¿Puedo?.


  La pregunta sorprendió a Alejandro, que no se había dado cuenta que con su silla impedía que alguien se sentase en la única que estaba libre junto a una gran mesa redonda, donde seguramente comían alguno de los pacientes, imaginó. La estancia tenía en lugar de paredes dos grandes cristaleras, por lo que a esas horas entraba un sol magnifico que llegaba hasta el pasillo.


- Disculpa…


-¿Qué si puedo sentarme a tu lado en esa silla?.-explicó Lalo señalando la que estaba desocupada junto al hombre.


   Alejandro siguió con la mirada a donde señalaba el otro con el dedo y de repente comprendió la pregunta.


- Oh, si, por supuesto. Disculpa, estaba distraído.-dijo mientras quitaba los frenos a su silla y se apartaba un poco para dejarle pasar.


- Espero que lo de Jacobo acabe bien.-dijo Lalo.


- Claro que si.-respondió Alejandro después de dar un trago.-Lo peor ya ha pasao. Ahora le queda lo más jodio, el postoperatorio, que imagino que siendo una cosa de vientre, será bastante doloroso.


- Creo que tienes razón, Alejandro.-admitió Lalo mientras abría su lata con la mano izquierda.


- Eres zurdo de los de verdad ¿eh?-indicó Alejandro.-Te he estado observando desde que te conozco y no usas la mano derecha ni para apartarte un mechón de pelo de la cara.


  Lalo sonrió.


- Sí, es cierto. Soy zurdo total. Vamos que como me rompa la mano izquierda, veo a Adri dándome de comer y todo.


  Alejandro sonrió.


- Mientras no lo necesites en el retrete, todo irá bien.-bromeó.


- Eso es verdad. Sería muy embarazoso que tuviese que limpiarme la retaguardia.


- Bueno, te acostumbrarías.-dijo Alejandro.-En tu caso sería algo temporal. Lo jodio es cuando es permanente.


- Ya imagino.


- Ya.


  ¿Cómo hacer ver a la gente que una cosa así no se puede imaginar, sino que tienes que vivirla para saber lo que se siente? Eso era algo que Alejandro no conseguiría entender jamás. El afán de los demás por hacerte ver que saben cómo te sientes en ciertas ocasiones que no han llegado a experimentar en sus vidas.


   Al cabo de casi una hora, Vicky, que ya estaba impaciente, se dirigió a la habitación de su cuñado, y después de llamar suavemente con los nudillos, entró muy despacio.


-¿Cómo está, cariño?-preguntó a su hermana, que permanecía sentada en un sofá que estaba junto a la cabecera del enfermo.


- Duerme tranquilo.-dijo Julia mientras le acariciaba la mano derecha a su marido. Que no se había movido nada. Al parecer no había despertado ni al oír cómo se abría la puerta de la habitación.


   Echó una rápida ojeada a la estancia y se quedó prendada de la diferencia que había entre una sala convencional y otra privada como aquella. Para empezar, solo había una cama, el espacio que debía ocupar la segunda había un sofá de tres plazas y una mesa redonda con dos sillas confrontadas, junto a un espacioso ventanal que daba al exterior, donde se veía un hermoso jardín donde abundaban todo tipo de plantas que en ese momento del año lucían sus flores en su máximo apogeo. También tenía un armario de color claro de dos puertas que estaba frente a los pies de la cama, y a su lado, y acollada a la pared un televisor de tamaño medio y pantalla plana con TDT y reproductor de DVD incorporado, que a Vicky le pareció que era de mejor calidad que el suyo propio, cosa que la deprimió un poco. También le dio tiempo de mirar hacia el cuarto de baño, en el que no faltaba nada. Ni tan siquiera una hermosa ducha con mampara y un secador de pelo con soporte acollado a la pared.


- Vaya habitación, Julia.-susurró mientras se acercaba a Jacobo para verle.-Jacobo tiene mejor aspecto del que esperaba, teniendo en cuenta la noche de perros que ha pasado el pobre. En mi vida imaginé que le vería padecer de esa manera, pobrecillo.


- Es cierto.-admitió Julia acariciándole la cara a su marido.-Además, con lo sufrido que es, seguro que las estaba pasando putas y no dijo nada hasta que se vio obligado a hacerlo después de caerse por las escaleras.


- A mí, cuando estábamos a solas en casa el día de la comida, me dijo que no se acababa de sentirse bien desde que le operaron. Tenía molestias y eso.-reconoció Vicky.


- Eso en Jacobo equivale a dos semanas o más de intensas molestias, con casi total seguridad.-dijo Julia, que conocía muy bien a su marido.


- Desde luego, mira que tiene delito el jodido gallego.-susurró Vicky.


- Cuando se recupere ya hablaremos este y yo.-amenazó Julia.


- Pues no quisiera estar en su pellejo.-dijo Vicky.


  Ambas mujeres sonrieron. En ese momento, Jacobo se removió un poco en la cama y emitió un leve quejido.


- No te muevas, cariño.-le pidió Julia mientras se levantaba para cogerle la mano derecha, con la que intentaba tocarse el vendaje del abdomen.-No te toques ahí, mi vida. Te harás daño.


- Me duele el vientre, Julia.-susurró el enfermo, con voz apagada.


- Lo sé, mi vida, pero no te toques. Cuando sea el momento adecuado te pondrán otro calmante y se te pasará el dolor. Ya lo veras, cariño.


  Jacobo asintió y al cabo de unos minutos se quedó dormido de nuevo.


  Vicky salió más tranquila de la habitación de su cuñado y se sentó al lado de su madre. Alejandro se le acercó para interesarse por Jacobo.


- Está muy débil, pero ha abierto los ojos un momento.-dijo.


- Bueno, aun es pronto.-comentó Alejandro.-Aún tiene que estar medio tarumba de tanto calmante que seguro le están metiendo en el suero. Hasta dentro de unas horas no estará completamente despierto.


  Vicky asintió.


- He quedado alucinada con la habitación.-reconoció Vicky.-Es preciosa y tiene hasta televisor con TDT. Y menudas vistas que tiene desde la ventana. Se nota que es privada.


- Lo que nota que se han querido esmerar con el colega.-dijo Miguel, que solía ser muy perspicaz.-Supongo que habrán pensado que si le trataban a cuerpo de rey no denunciaría al incompetente del matasanos que le dejó las gasas en la barriga.


- Bueno, eso a estos de aquí no les incumbe, digo yo.-opinó Alejandro.


- No directamente, pero sí que perjudica a la buena imagen del colectivo, y eso no es buena prensa para nadie.


  Alejandro asintió.


- Eso sí.-reconoció.-Mirándolo de ese modo, si que les interesa quedar bien con Jacobo.


  Miguel asintió.


- Claro.


  En ese momento llegaron Adrián y Lalo, que propusieron que Julia les acompañase a la cafetería para tomar alguna cosa.


- No tengo ganas, Adri.-dijo Julia.


- Pues tienes que criarlas, Julia.-le dijo su hermano.-Si no comes nada caerás enferma y entonces no podrás cuidar de Jacobo ¿no te parece? Él te va a necesitar fuerte cuando le den el alta. Durante varias semanas dependerá de ti para casi todo y si tú no estás bien, no podrás cuidarle como es debido ¿no te parece?


- No puedo comer, Adrián. Tengo el estómago cerrado.


- Venga, aunque solo sea un café con leche.-le sugirió Lalo, que se mostraba muy atento a pesar de que hacía poco que conocía a la familia.


- No puedo, de verdad.-insistió la mujer, que ahora llevaba el cabello atado con una cola de caballo como la de Vicky, pero más lisa y fina.


- Vamos hermanita, que te espera un rico café con leche que lleva tu nombre escrito en la taza.-dijo Adrián a modo de apremio.


- Julia, deberías intentar tomar algo.-intervino Alejandro.-Créeme si te digo que aunque no comas a Jacobo no le vas a ayudar en absoluto.


- Ya lo sé, pero…


- Venga, va, un chocolate sí que te apetecerá-le ofreció Lalo.-Que se por tu hermano que eres una golosa sin remedio.


  Julia sonrió.


- Está bien, acepto ese chocolate, chicos.-se rindió Julia al fin.


- Estupendo, venga, yo invito.-indicó Lalo contento de su éxito. Julia se dirigió a Vicky.


- Vicky ¿te quieres quedar con Jacobo hasta que yo regrese?. Solo serán cinco minutos.


- Por supuesto, no te preocupes.-respondió Vicky.-Nos quedaremos con él Alejandro y yo, tranquila. Y que sean quince, que necesitas despejarte, corazón.


- Si pasa algo…


  Alejandro no la dejó acabar por que imaginaba por donde andaban los pensamientos de Julia, y quiso apartarlos de su mente.


- Si se despierta y quiere verte, te vengo a buscar, no te preocupes.


  Julia asintió.


- Gracias, Jacobo.-dijo Julia y de repente advirtió que había nombrado a su marido.-Ay, perdona, Alejandro.


  Alejandro sonrió y le cogió la mano.


- No te preocupes, me halaga que me confundas con tu marido. Se ve que le quieres mucho.


- Muchísimo, Alejandro. No sé qué haría yo sin él a estas alturas de mi vida. Jacobo lo es todo para mí, mi amigo, mi compañero, mi…todo.


  Alejandro carraspeó y miró a Julia.


- Bueno, voy a ver si consigo que se despierte “el bello durmiente” de ahí adentro.-dijo echando a rodar su silla detrás de Vicky.-Tu vete tranquila, que está en buenas manos con Vicky y conmigo.


   Julia se dispuso a seguir a su hermano y a Lalo hasta los ascensores, aunque miró para atrás un par de veces como esperando que su marido la llamase, pero eso no sucedió y acabó metida en el ascensor con los dos hombres, que la miraban disimuladamente, intentando adivinar que hacer para que se sintiera más tranquila, pero ellos sabían por lo que Julia estaría pasando, ahora que habían encontrado, el uno en el otro, la mitad de la naranja que a algunas personas les lleva media vida hallar, cosa que ellos habían conseguido tan solo unos meses atrás, pero que ambos debían camuflar delante de sus familiares hasta dar con el momento propicio para contarlo sin miedo a los prejuicios.



                                                               *****

Capítulo 84.


   El martes por la mañana, la familia al completo se desplazó de nuevo hasta el hospital a visitar a Jacobo, pero antes se decidieron a tomar un café en la cafetería del centro hospitalario. Una vez que terminaron se dirigieron todos juntos a los ascensores para subir hasta la segunda planta.

   Adrián, que junto a Lalo y Julia acompañaban a Alejandro y Vicky en el coche de éstos, se ocupó de sacar la silla de ruedas de Alejandro del maletero y montarla para que el hombre la ocupase seguidamente.

- Pues venga, vamos a ver qué tal esta el cuñao.-dijo Alejandro girando su silla en dirección a la puerta de cristales de la entrada principal del hospital.

- Alejandro, llévate a mi madre y a las chicas en el ascensor.-pidió Miguel.-Nosotros subiremos por las escaleras.

- Alejandro, hijo ¿Dónde te dijeron ayer que llevarían a Jacobo?-preguntó Gerardo.

- 2ª Planta, habitación 218.-respondió Alejandro mientras llamaba al ascensor.

  Los cuatro hombres comenzaron a subir por las escaleras justo cuando se abrió la puerta del ascensor.

- Venga, chicas, vosotras primero.-dijo Alejandro cortésmente.-Anda que menuda suerte la mía. Metido en un ascensor con cuatro chicas a cada cual más preciosa. Veras tu como me justifico como se pare esto entre dos plantas. Me persiguen vuestros maromos hasta el fin del mundo.

- Ojala, Alejandro, ojala.-rogó Julia pensando, sin duda alguna, en su convaleciente marido.

- Julia, ya verás cómo se pone bien en un santiamén.-dijo Laura, la atractiva esposa de Miguel, que estaba entre ella y Sole, mientras que Vicky estaba al otro lado de Alejandro, que se había colocado en el centro del pequeño ascensor, en el que solo cabían seis personas, o dos sillas de ruedas, como máximo.

- Eso seguro.-dijo Alejandro.-Que le veo yo cara de buena salud al gallego.

- En realidad nunca ha estado enfermo.-admitió Julia.-Bueno, alguna gripe y cosas así, por eso me asusto más. Nunca le había visto tan malito, Alejandro. Desde que nos casamos hace ya dieciséis años, sólo ha tenido lumbago y ahora el ataque de apendicitis.

  Su madre le apartó cariñosamente un mechón de cabello de la cara.
- No te preocupes, hija. Se va a recuperar en unos días, lo vas a ver.-quiso animarla Sole.

  Julia se abrazó a su madre, justo en el momento en que el ascensor llegaba a su destino, en la segunda planta del hospital, donde estaba la zona de gastroenterología. Las puertas se abrieron y tras ellas aparecieron, Adrián y Lalo.

- ¿Le habéis visto ya, Adri?-quiso saber Julia impaciente, nada más ver a su hermano.

  Adrián negó con un gesto de cabeza.

- No, la habitación tiene la puerta cerrada y la luz de presencia de enfermeras encendida. Supongo que le están atendiendo.

   Alejandro asintió con la cabeza.

- Seguramente que la enfermera le estará tomando las tensión, la temperatura y todo eso. Suelen hacerlo nada más ingresar en planta.

- Bueno, pues a esperar se ha dicho.-dijo Adrián, que parecía algo tenso.

-¿Venís a sentaros en el comedor?-intervino Gerardo, que llegaba en ese momento desde una de las dos alas de la planta, acompañado por Miguel, que se acercó de inmediato a su mujer para besarla discreta y fugazmente en los labios.

   La planta tenía forma de rectángulo. Los dos ascensores estaban frente al control de enfermeras y a ambos lados había un pasillo que era donde estaban situadas las habitaciones. En el de la izquierda ponía “Impares desde la 201 a la 217” y en el situado en el extremo opuesto rezaba “Pares desde la 200 a la 218”.

- Mirad, ya salen las enfermeras de la sala de Jacobo.-dijo Lalo de improviso.

- No sé si nos dejaran entrar a todos.-comentó Miguel.-Vamos, seguro que no, vaya.

- Eso seguro.-dijo Vicky.-Pero con que le vea Julia es suficiente por hoy.

  En ese momento se abrió la puerta de la habitación donde acababa de ser instalado Jacobo y salieron de ella dos mujeres vestidas de enfermeras y un celador.

-¿Son ustedes familiares de Jacobo Carreiras?-preguntó la más gruesa y madura de las dos.

- Yo soy su esposa, y ellos son mis hermanos y mis padres.-dijo Julia.

- Bueno, usted puede pasar ahora, pero, como mucho, dos personas a la vez en la sala ¿de acuerdo?-dijo la otra, que a Vicky le recordó en su actitud a la “acelga” que conocieron cuando Alejandro estuvo ingresado por su cólico.

- No se preocupe, así lo haremos.-dijo Vicky, pero se abstuvo de decir lo que verdaderamente tenía ganas de soltar por su boca.

                                         
             *****

Capítulo 83.


  Mientras, en la sala de espera, todos eran nervios y gestos de impaciencia. Adrián no dejaba de pasearse de un lado al otro y mirando el reloj constantemente, mientras que Lalo, mucho más calmado, se distraía leyendo un periódico de deportes, que se había encontrado encima de la máquina de café. Vicky estaba muy nerviosa acurrucada en su asiento y con uno de sus brazos sobre el hombro de Alejandro, que distraía los nervios intentando resolver un crucigrama de un periódico, que alguien se había dejado encima de uno de los asientos de formica color madera de Haya, que no parecían ser nada cómodos, a pesar de su diseño modernista.


-¿Tardan demasiado no os parece, chicos?-dijo de pronto Sole, levantándose de su asiento, al lado de Vicky.


- No te creas, Sole.-dijo Alejandro levantando la vista del diario y quitándose las gafas.-En urgencias uno se desespera, ya se sabe. Parece que en estos sitios los relojes se detienen.


- Madre, tranquila.-dijo Miguel con su característico aplomo.-Pronto nos dirán alguna cosa.


- ¿Y si pregunto en recepción?-insistió Sole.


- Mujer, cálmate, cuando sepan algo nos lo dirán.-le dijo Gerardo que, como siempre, parecía ajeno a todo lo que le rodeaba, aunque en el fondo estuviera tan preocupado o más que los que lo admitían o lo dejaban entrever con su aptitud.


   Vicky estaba recostada en su incómodo asiento cuando oyó nítidamente algo que le heló la sangre. Se quedó de escucha y, si, había oído bien, habían nombrado a Antonio Cruz. Ese nombre que la atormentó durante años en las largas noches en las que temía que apareciese de nuevo en su vida para cumplir su amenaza.


   Todos escucharon el mismo nombre, pero nadie hizo un solo comentario, se limitaron a bajar la vista o a fingir que nada habían escuchado. Sólo Alejandro notó, aparentemente, el nerviosismo en la cara de Vicky, que empezó a mirar de un lado al otro hasta que vio que el tal Antonio era un niño de pocos meses que llevaba su padre en brazos totalmente envuelto en una mantita de cuna.


- ¿Te ocurre algo, vida mía?-la abrazó.-Estas temblando, Vicky.


- No, solo tengo un poco de frío.-mintió ella.-Tienen el aire acondicionado muy alto.

- Vicky, te conozco y sé que te pasa algo, ¿me lo vas a decir o esperas a que me lo cuente alguno de ellos?-Alejandro acabó la frase señalando a los demás miembros de la familia.


- Alejandro, no es nada, solo una confusión. Solo eso.


   Vicky se levantó se dirigió a la entrada y salió a la calle donde encendió un cigarrillo. Alejandro la siguió y se plantó delante de ella para impedirle que avanzase.


- Victoria, te ruego que me lo cuentes, por favor. Si no voy a acabar imaginando un montón de barbaridades que no quiero ni pensar.


- Está bien, pero prométeme que no te vas a enfadar, cariño.-le pidió ella, sin atreverse a mirarle a la cara.


- Uy, uy, uy, y a mí que me da que me voy a cabrear cuando me lo cuentes…


- ¿Ves? Por eso no te lo he contado, para que no te enfadaras.


- Venga, prometo no enfadarme… demasiado.


  Alejandro sacó un cigarrillo y lo encendió. Vicky se sentó en uno de lo dos bancos que había en la zona de fumadores. La mujer fumaba nerviosamente.


- Se trata de ese nombre. Resulta que ese bebé se llama igual que mi ex marido.


- Ya, Antonio Cruz, ¿y? Te recuerdo, cariño, que ese tipejo está enchironado desde hace varios años.

   Vicky carraspeó para aclararse la garganta.


- Ese es el problema, Alejandro, que ya no lo está.


  La voz de Vicky sonó ronca, como siempre que se ponía tensa.


-¿Quieres decir que le han soltao ya?-ella asintió.-¿Y como estas tan segura de eso, cariño?.


  Vicky se removió en su asiento antes de contestar sin atreverse a mirarle a la cara.


- Por que le he visto, Alejandro.


- ¿Qué le has visto?-Repitió él estupefacto.- ¿Cuándo? ¿Dónde?


  Vicky se aclaró la garganta antes de comenzar a hablar.


- ¿Te acuerdas cuando fui a mi apartamento a recoger una maleta con mi ropa de verano?-Alejandro asintió.-Pues cuando salía de mi portal me lo encontré. Iba en su coche y se paró para hablarme.


- ¿Te dijo alguna grosería?-quiso saber un asombrado Alejandro, que no se esperaba eso.- ¿Te hizo algo, cielo?. Dime, ¿Qué te hizo ese hijo de puta?


   Alejandro le cogió la mano.


- Bueno, se puso un poco chulo, pero no me hizo nada.-Vicky intentó que su voz sonara segura.-Se limitó a decir cuatro bobadas, eso es todo.


- ¿Por qué será que no me acabo de creer lo que me estas contando?


- Que no, que no me hizo nada. Solo me dio a entender que te conoce, eso es todo. Por lo visto me siguió al hospital uno de los días que fui a verte y estuvo fisgoneando.


  Se ve que estuvo paseándose por la planta mientras estábamos allí, y por eso sabe quién eres.


- Ya veo.- a Alejandro le estaba costando mucho controlar el enfado que sentía y que aumentaba por momentos.-Ese tipo nos tiene vigilado desde hace meses y tu no me lo cuentas, por todos los santos, Vicky ¿en qué leches pensabas?¿cómo se te ocurrió ocultarme una cosa así? ¿Y si llega a herirte? ¿Y si te hubiera matado allí mismo en plena calle?! ¡Por Dios bendito, no vuelvas a ocultarme algo de ese calibre nunca más ¿estamos?!


  Vicky jamás había visto a Alejandro tan enfadado, incluso se le pronunciaba mucho más una vena del cuello. Tenía los ojos inyectados en sangre y a Vicky sintió un poco de miedo, recordando repentinamente los ataques de ira a los que la sometía su ex marido.


- Lo siento, mi vida.-Vicky trató de disculparse y le cogió del brazo, pero él se soltó y se apartó de ella.


  Alejandro se detuvo a fumarse el cigarrillo en un gran cenicero de agua que había en la entrada a urgencias. Lo encendió de nuevo y dio una furiosa calada, pero el sabor que le llenó la boca le resultó tan amargo. Con furia lanzó la colilla al suelo. Estaba fuera de sí como hacía años que no se sentía. Vicky le había ocultado algo que él consideraba muy importante. Algo que debían compartir, si querían ser una pareja como las demás. Sin tapujos, sin mentiras. Ella se lo exigió a él en su momento y ahora descubría que ella también tenía cosas ocultas. Se sentía engañado y sintió que algo se había quebrado en su interior, ¿la confianza tal vez? No estaba muy seguro, pero aquello marcaría un antes y un después en su relación con Vicky.


- Alejandro…-susurró Vicky.


- Déjame a solo, por favor.-le dijo con voz áspera.-Tengo mucho en que pensar ahora mismo, Victoria.


  Vicky no dijo nada y se limitó a entrar de nuevo en la sala de espera de urgencias.


- Mama ¿se sabe algo de Jacobo?-preguntó sentándose a su lado con gesto cansado.


- Aún no.-dijo Soledad quitándose las gafas y dejando la revista que estaba leyendo, en la silla de su otro lado, que había estado ocupada por Gerardo, pero que ahora estaba vacía.- Es raro, tardan demasiado me parece a mí, no se.


- No empieces a darle vueltas a la cabeza, Sole.-le dijo Gerardo, que apareció en ese momento.-Estarán haciéndole un montón de pruebas y eso se alarga mucho.


  Alejandro entró de nuevo en la sala de espera y se colocó un poco alejado de Vicky. Aún estaba muy alterado y no quería darle más vueltas al espinoso asunto. En ese momento aparecieron Julia y Mauricio.


-¿Qué pasa, hija?-preguntó Sole al ver que su hija mayor lloraba desconsoladamente, y a penas se sostenía apoyada en el brazo de Mauricio.


  Julia se sentó junto a su madre y Vicky.


- Mamá, tienen que operarle. El médico dice que en la ecografía sale una cosa opaca en su vientre y no sabe que es hasta que no abra. Sospecha que pueda ser un tumor, mamá.


- Bueno, en realidad quedan por hacerle unas cuantas pruebas que nos sacaran de dudas.-indicó Mauricio.


- Dios mío.-fue lo único que Sole acertó a decir y se abrazó a la mayor de sus hijas.-Cariño, si es solo una sospecha no debes pensar en algo malo con tanto tiempo. Probablemente será un error.


  Julia negó enérgicamente.


- No, mamá. Me lo ha dicho el Dr. Zavala.-dijo mientras se limpiaba las lágrimas con un pañuelo que le había entregado su hermano Adrián.-Se ve en la ecografía una mancha blanca, y eso no es normal.


  Alejandro se acercó a Julia y le tocó la mano cariñosamente.


- Julia, no te pongas en lo peor.-le dijo el hombre mientras le cogía la mano, ahora temblorosa, entre las suyas.- Ya sabes cómo son los médicos. Lo exageran todo. Fíjate, a mi hermana le dijeron que yo no saldría de la operación o que quedaría como un vegetal y mírame. No ganaré el concurso de saltos ni nada por el estilo, pero estoy vivo y llevo una vida casi normal.


  Vicky le escuchó hablar con su hermana y sonrió al comprobar lo atento que se mostraba con ella. Casi como un hermano.


- No te angusties y espera noticias.-dijo Mauricio tratando de transmitir calma.-Conozco muy bien a Primitivo Zabala, el médico que le está atendiendo, desde que era un espárrago y sé que todo saldrá bien.


  Julia se abrazó a Alejandro intentando recibir un consuelo que ahora no podía sentir. Vicky vio como Alejandro acariciaba el cabello a su hermana y sintió orgullo y pena a la vez. Se acercó a ellos y los tres se fundieron en un abrazo durante un buen rato.


- Lo siento.-susurró. Se dirigía a los dos, pero nadie, excepto Alejandro y ella, lo sabía.


  Alejandro abrió su brazo y la acercó también a él. Al cabo de unos segundos Alejandro se apartó de las dos hermanas.


- ¿Cuándo le van a operar?


  Julia también se apartó de Vicky limpiándose las lágrimas.


- En cuanto haya un quirófano libre. Han dicho que nos avisaran lo antes posible.


  A las siete de la mañana Julia, Vicky y Alejandro estaban en la sala de espera de la zona de cirugía.   Los demás, por expreso deseo de Julia, que no quería que estuvieran todos allí preocupados, se quedaron en la zona de urgencias.


  Poco después de las nueve de la mañana, salió a buscarles el médico, enfundado en un uniforme de quirófano color verde.


- Doctor…-susurró Julia que fue la primera en verle aparecer tras la fuerte puerta con clave para entrar.


- Bueno, ya ha terminado la operación y Jacobo está en reanimación.-notó la expectación en la cara de las tres personas.-No, no se alarmen, está allí por precaución hasta que despierte de la anestesia, pero todo ha salido perfecto.


- ¿Era o no cáncer?-quiso saber una nerviosa Julia.


- Pues…no.


  Alejandro resopló aliviado, Vicky hizo un gesto de descanso y Julia se limitó a dejar fluir las lágrimas de angustia que llevaba acumuladas. La mujer, se abrazó a su hermana menor.


-¿Ves como no era para asustarse, mujer?-le dijo su hermana mientras le acariciaba el cabello de una forma muy fraternal.


- Dr. Zavala ¿entonces que era esa mancha opaca que se veía en la ecografía?-quiso saber Julia, ahora mucho más aliviada.


- Cuando se lo diga, no se lo van a creer…


- Pruebe…-le instó Alejandro impaciente.


  El médico tardó unos breves segundos en contestar, pero una mirada entre exasperada e inquisitiva de Vicky bastó para que dejase el suspense a un lado y fuera directo al grano.


- Una gasa de quirófano que alguien se “dejó olvidada” en la tripa de Jacobo. Cosa que debió suceder cuando le extirparon el apéndice.


  Durante un segundo nadie habló. A los tres les costó asimilar lo que acababan de escuchar, pero fue Alejandro el primero en reaccionar.


- ¡Serán hijos de puta!-exclamó sin poder reprimirse. Dio un puñetazo en el marco de la puerta que daba a la zona de cirugía, para arrepentirse inmediatamente.-Lo siento, doctor, no he podido contro-larme, perdóneme.


- La madre que…-la rabia dejó a Vicky sin palabras.


- No me lo puedo creer.-fue lo que acertó a decir Julia y se sentó de nuevo para no caer al suelo desmayada.


- Así es, yo me he quedado igual de asombrado cuando abrí y me di cuenta de que era eso lo que le estaba provocando esos dolores y la fiebre. Tengo que decirles que de haber tardado un día más en traerle a urgencias, ahora no estarían aquí, sino en el tanatorio.


- ¿Tan grave era?-quiso saber Vicky.


- Mucho, señorita.-dijo el médico.-Hemos tenido que extirparle una parte del intestino, que estaba ya en un estado primario de necrosis, limpiarle toda la porquería que se había esparcido por el vientre por el orificio que se le hizo, y practicarle una colostomía provisional. Es un milagro que no haya acabado con septicemia, la verdad. A causa de eso, tiene mucha fiebre, evidentemente, y por eso lo tendremos ingresado en Intensivos al menos durante unas horas. Si en ese tiempo mejora, le pasaremos a planta.-explicó el médico.-Pero dígame una cosa ¿Cómo es que no le trajeron antes a urgencias? Hemos perdido un tiempo que pudo ser crucial para la vida su marido.


  Julia se quedó parada sin responder y fue Vicky la que contestó al médico.


- Por que nuestro pueblo, Hoyos del río, se inundó con la tormenta de ayer y estuvimos atrapados en el piso de arriba de la casa hasta que el nivel del agua descendió esta madrugada y pudimos venir.


   El médico asintió.


- Pues pueden decir que Jacobo ha vuelto a nacer esta madrugada.-dijo el médico mientras se quitaba el gorro y se desataba la mascarilla, que llevaba colgado del cuello.-Bueno, yo tengo que volver al quirófano.-les dio la mano uno por uno.-Me alegro de que todo haya acabado bien, de veras. Ahora, como ya les he dicho está en reanimación. Dentro de un rato sacaran a Jacobo por esta misma puerta y podrán verle antes de que lo lleven a Intensivos.


- Gracias, doctor.-dijo Julia.


  El médico se despidió de los tres estrechándoles la mano y luego se perdió de nuevo tras la misma puerta por la que había salido antes.


  Vicky y su hermana se abrazaron y después la primera se acercó tímidamente a Alejandro.


- Gracias por acompañarnos a mi hermana y a mí.


  Alejandro la miró a los ojos.


- Eso no me lo tienes que agradecer, lo hice con gusto. Una cosa es que me joda que me oculten cosas y otra muy distinta que sea tan vengativo como para dejaros solas a Julia y a ti en un momento como éste.


- Lo sé, tienes toda la razón.-admitió Vicky.-Siento habértelo ocultado, pero es que no quería que te preocuparas.


- Vicky, si en el fondo te comprendo, aunque te parezca extraño, pero me ha jodio que me dejaras al margen de algo así. No lo vuelvas a hacer ¿de acuerdo?.


  Ella sonrió nerviosa.


- No lo volveré a hacer, te lo prometo.-Vicky levantó su mano derecha del modo que se hace para jurar ante una Biblia.


  Alejandro sonrió al fin.


- No jures en vano, lianta, que tanto tú como yo sabemos que eso no lo cumples tú ni de coña.-Alejandro miró a la nerviosa Julia.-Chicas ¿Qué os parece si después de que veamos a Jacobo vamos a contarle a la familia la buena nueva y de paso os invito a un café o lo que os apetezca?


- Estupenda idea, cielo.-dijo Vicky.


- De acuerdo.-respondió Julia.


  Al cabo de media hora esperando, la puerta se volvió a abrir y Julia vio aliviada que era un celador que llevaba a Jacobo en una cama. El marido de Julia tenía los ojos cerrados y parecía tranquilo. Ni se inmutó cuando una de las ruedas de la camilla se tascó en el marco de la puerta.


- ¿Se sabe cuál es la habitación que se le ha asignado para cuando salga de Intensivos?-preguntó Alejandro al joven que no debía tener más de veinticinco años, pero que, incluso aparentaba menos, pues nadie le hubiera echado más de veinte gracias a su imberbe cara.


  El joven celador consultó sus notas y respondió.


- A la 2ª planta, habitación 218.


- Vale, entonces nosotros nos vamos yendo.-dijo Alejandro.


  Vicky, Julia y Alejandro se dirigieron en primer lugar a avisar al resto de la familia de que Jacobo había salido con bien de la operación y de que estaba en intensivos, pero antes de ir a verle, y previendo que le estarían atendiendo y acomodándolo en su nueva habitación, pensaron en ir a comer alguna cosa a la cafetería. Como sólo eran las nueve y media de la mañana se decidieron por unos desayunos a base de café y cruasanes, que luego tomaron todos sentados entre varias mesas que Adrián y Lalo se preocuparon de juntar en un lado del espacioso restaurante, que a esas horas no estaba demasiado lleno aún. El Dr. Álvarez se acababa de marchar para hacerse cargo de la limpieza de su casa y de paso asegurarse que la de los Fernández no había sufrido más desperfectos que los detectados al bajar a la planta inferior del inmueble.


- Cuando no encuentras mesas ni por casualidad es a mediodía.-dijo Adrián.-Como se nota que es domingo.


  Alejandro asintió.


- Claro, la gente que viene a estar con los enfermos, cuando baja a comer es después de las dos por que se entretienen esperando a que el familiar coma. Eso decía mi hermana cuando yo estaba ingresado. Cuando terminaba de darme de comer a mí era ya casi las dos de la tarde y cuando ella lo hacía era cerca de las tres. Recuerdo que muchas veces se iba a buscar un bocadillo y se lo comía en mi habitación mientras me daba de comer a mí. Un bocado yo, otro ella, y así.


-¿Tenía alguien para que la relevase?-quiso saber Sole.


   Alejandro negó.


- No, en esa época solo nos teníamos el uno al otro. Por eso digo siempre que yo debo a mi hermana tantas cosas, que no me alcanzarán esta vida y la siguiente para compensarle.


   Miguel dejó su tacita en el platillo y dijo:


- Alejandro, respóndeme a una pregunta. Si la situación hubiera sido al revés, es decir, que tu hubieras tenido que cuidar de ella ¿sentirías que te debe algo?


- No, por supuesto que no, Miguel.-fue la respuesta inmediata de Alejandro.


- Pues ahí tienes la respuesta. Tú lo has dicho. Las personas hacemos lo que sea por los seres que nos importan y sin esperar nada a cambio. Eso es amor incondicional, y eso es lo que todo bien nacido siente por los suyos.


- Claro, hijo, tienes toda la razón.-dijo Sole.-Por uno de mis cuatro hijos yo mato si llega el caso.


  Alejandro rió.


- Madre mía, que peligro tienes tú también. Cualquiera le hace algo a uno de tus hijos.


- Si aprecias tu pellejo, no digas nada malo de nosotros.-replicó Adrián sonriendo.


- Ya veo, ya.-replicó Alejandro.


- Bueno, creo que deberíamos ir a ver si nos permiten ver a Jacobo ¿no os parece?-intervino Julia, que estaba, lógicamente, muy impaciente.


- Cariño.-dijo su hermana.-Ya has oído al médico. Hasta mañana no le podrás ver. Ahora, como mucho, te dejaran verle a través de una ventanilla. Yo creo que deberíamos volver a casa e intentar descansar y mañana a primera hora volvemos y seguro que ya le han llevado a planta. ¿Qué te parece, cariño?


- No puedo esperar hasta mañana, Vicky.-respondió Julia.-Necesito saber que está bien.


- Hija.-su madre le cogió las manos entre las suyas y notó que a pesar del calor que hacía, estaba helada.-Vicky tiene razón, vamos a casa y mañana por la mañana a primera hora volvemos. Tienes que dormir un rato, hija mía, sino acabaras tu también enferma y entonces no podrás cuidar de Jacobo.


- Está bien, pero no me voy tranquila.-admitió Julia.-Será mejor que deje mi número de móvil por si ocurre algo.


  Alejandro la detuvo.


- Tranquila, ya he dado el mío y el de Vicky. Si lo necesitan te localizaran en cualquiera de ellos.


- Alejandro, eres un cielo.


  Él sonrió.


- Sí, ya. Un cielo con nubarrones más negros que la capa de El Zorro.


  Julia sonrió tímidamente.


- No sé cómo lo haces, pero siempre acabas sacándome una sonrisa.


  Alejandro se tiró de unos imaginarios tirantes.


- Elemental, querida Julia. Es el embrujo Jaureguibeitia, que nunca falla. Que se le va a hacer si somos unos encantos.


- Y muy modestos, por lo que veo.-intervino Adrián.


- Siiiii, mucho.-indicó Vicky riendo.


  Cuando llegaron a la casa, el agua ya había bajado por completo y entre Laura, Adrián, Miguel y Lalo se dedicaron a limpiar el barro que había entrado durante la noche. Fue una tarea ardua pero, uniendo sus fuerzas, la acabaron poco antes de que amaneciese y, por fortuna, pudieron salvar todos los muebles del piso de abajo, pero no pudieron evitar tener que deshacerse de una vieja alfombra que hacía más de cuarenta años que descansaba bajo la mesa del comedor. Pero todos dieron por bueno su pérdida teniendo en cuenta que otros vecinos habían tenido que tirar muebles y electrodomésticos. A las once de la noche los tres chicos y se fueron a descansar.



                                                                              *****