Mientras Julia se dirigía al restaurante del
hospital con su hermano y Lalo, para intentar comer alguna cosa, Vicky y
Alejandro permanecieron en la impresionante habitación que le había sido
asignada a Jacobo. El hombre seguía dormido aunque, al parecer, se había
despertado, según comentó una enfermera que entró a tomarle las constantes, de
forma esporádica en un par de ocasiones durante la mañana, pero se dormía de
nuevo a los pocos minutos. Vicky estaba sentada en una cómoda butaca junto a la
cabecera de Jacobo, mientras que Alejandro se había colocado frente a ella, también
cerca de la cama. El enfermo dormía tranquilo, pero de vez en cuando musitaba
palabras inconexas que ninguno de sus dos acompañantes supo descifrar. Al
parecer estaba en pleno delirio a causa de la fiebre que aún no le había
bajado, todo lo contrario, le había llegado a subir hasta los 39º C en algunos
momentos de la mañana.
Vicky se levantó y le puso la mano en la
frente, y pudo comprobarlo por sí misma.
- Está ardiendo,
cariño.-susurró.
Alejandro señaló a una pequeña bolsa que
colgaba en la percha junto a la del suero.
-¿Ves esa bolsita pequeña?-susurró Alejandro, ella miró y
asintió.-Eso es para la infección y le bajará la fiebre poquito a poco, ya lo
verás, cielo.
- Eso espero, porque no sé
si podrá aguantar esta calentura tan tremenda.
- Claro que si.-contestó él.-El cuerpo
humano tiene una resistencia increíble. Dentro de unos días estará como si
nada.
- Ojala, amor.-susurró Vicky.-No te
ofendas, pero yo quiero a Jacobo como si fuera otro de mis hermanos.
Alejandro sonrió y le cogió la mano para
besársela.
- Vicky, por Dios, eso no me ofende. Es
un buen hombre y se hace querer el jodio.
- Sí, la verdad.- Vicky sonrió al
recordar al espigado soldado de bonita sonrisa y ojos picarones, que llegó un
día de permiso acompañando a su hermano Miguel.- Recuerdo que cuando venía a
casa de permiso, se pasaba las tardes jugando a las casitas conmigo, o a los
polis con Adri o escuchando música con mi hermana. Él estaba más tiempo con
nosotros que el propio Miguel.
Alejandro sonrió.
-¿Y no adivinas el motivo?
Vicky se encogió de hombros.
- No sé, supongo que como le gustan los
críos…
- ¡Ja, y un jamón!-exclamó.-A este, lo que le gustaba, mejor
dicho, quien le gustaba era Julia, y por eso se pasaba el día con vosotros,
para estar cerca de ella. Es de libro, cielo. Y eso de que escuchaba música con
ella…no sé yo.
Vicky le miró asombrada por lo que nunca
había imaginado.
-¿Tú crees?
- Me apuesto las ruedas de esta silla,
Vicky.-dijo Alejandro riendo.-Y, como es lógico, en los ratos libres jugaba a
los médicos con tu hermana, ya sabes, para practicar.
Vicky soltó una carcajada cuyo sonido trató
de amortiguar tapándose la boca con la mano.
- Mira que pillo el gallego.-dijo Vicky
mirando a Jacobo, que ahora descansaba mucho más tranquilo.- Con la carita de
niño bueno que tenía con veinte años…
- Como decía mi madre:”Que del toro
manso me libre Dios, que del bravo, me libro yo”.-recitó Alejandro sonriendo.
Vicky rió pero se detuvo para no despertar a
Jacobo, que tosió un par de veces seguidas y se quejó. Intentó llevarse la mano
derecha, que era la que tenía libre, al vientre, pero la oportuna intervención
de la mujer se lo impidió.
- Cuidado, Jacobo, no te
toques ahí.
- Xulia…-susurró el
cuñado de la mujer. Tenía los ojos cerrados y estaba muy pálido. Jacobo abrió los ojos, enmarcados en ojeras
muy marcadas, muy despacio. Tardó un
poco en enfocar a Vicky, que se había puesto de pie.
- Hola, cariño.-le saludó Vicky
sonriendo mientras le tentaba la frente, que se estaba atemperando lentamente gracias a los antipiréticos.
- Vicky…
La siempre grave voz de Jacobo apenas sonaba
como un susurro.
-¿Cómo te encuentras?-le
preguntó Vicky mientras le acariciaba la cara.
- No se…cansado…
- Es normal,
cuñao.-intervino Alejandro.
Jacobo giró lentamente la cabeza hacia donde
venía la voz.
- Alejandro…
- No, si lo dicho,
colega, hacemos lo que sea con tal de tener pendientes de uno a todo el mundo
¿eh?
- Sí, ya ves… ¿Julia?
- Está con Adri y Lalo tomándose algo.-dijo
Vicky.
Jacobo asintió.
- Eso está ben.-susurró Jacobo, que de
pronto se removió un poco en la cama.-Oh, uff...duele.
Alejandro sonrió al dirigirse a su concuñado.
- Nos ha jodio, Jacobo. Que te han
operao, no te han hecho mechas en el pelo.
El hombre le miró algo confuso.
-¿Operado?- Jacobo parecía algo aturdido.
Vicky asintió mientras le acariciaba la mano de
forma casi maternal.
- Sí, ayer te operaron
de urgencia.
Jacobo asintió.
- Ya recuerdo.-dijo y miró a Alejandro con el ceño fruncido.
– Madre mía, soñé que Jeff Goldblum me
operaba.
Tanto Vicky como Alejandro tuvieron que contener una
carcajada.
- Bueno, creo que te
refieres al Dr. Zabala.-dijo Alejandro entre risas.-Y, si, el Dr. Zabala es
idéntico al actor ese. O sea, que no lo has soñado. En realidad te ha operado un
clon del americano.
Jacobo asintió.
- Ya me pareció…que fue
un sueño…muy real.-susurró.
- Pues si que era realidad. Ese ha sido
el que te ha operado el vientre.-dijo Vicky.
-¿Y qué tengo pues?-quiso saber Jacobo, justo en el momento
que la puerta se abría y entraba Julia.
A la mujer se le iluminó el rostro al ver que
su marido estaba despierto por primera vez en más de veinticuatro horas.
- Jacobo, cariño mío ¿cómo estás?.-le
preguntó mientras se acercaba a darle un beso en la frente.
- Ben, aunque algo mareado, y canso.
- Eso es normal, te han
tenido que poner sangre durante la intervención, pero ya tienes mejor cara
¿verdad que sí, chicos?
Vicky asintió.
- Pues si que tiene mejor color que
ayer, que estaba muy pálido.
Alejandro afirmó.
- La verdad es que si, ayer se estaba
tan blanco que si no fuera por el color celeste del pijama, se hubiera podio
camuflar con las paredes.-Alejandro sonrió.- Eso sí, está estupendo teniendo en
cuenta que le ha operao Jeff Goldblum.
Julia miró a Alejandro sin saber por qué
decía eso.
-¿Cómo?-le preguntó una confusa Julia a su hermana.
Vicky, que se había levantado de su asiento
para cedérselo a su hermana mayor, se acercó a ella sonriendo, y le puso la
mano en el brazo.
- Julia, es que tu marido nos ha dicho que
ese Jeff Comosellame le hizo una ecografía en el box de urgencias.-explicó
Julia miró a uno a uno a los tres y luego se
echó a reír.
- Ay madre, ese es el Dr. Zabala, el
cirujano que te ha operado, vida mía. Es que es idéntico.
Los tres se echaron a reír ante la mirada
entre aturdida y sorprendida de Jacobo.
-¿Pero como os reís de
un pobre enfermo, so malajes?.-preguntó Jacobo, que poco a poco volvía a
recobrar su tono de voz habitual, tratando de imitar, sin éxito por cierto, el
acento onubense de su mujer y cuñada.
- Es que ha sido muy gracioso,
vida.-admitió Julia, que ahora reía relajada después de la tensión vivida.
Alejandro se reía con tantas ganas que tuvo
que coger un pañuelo de papel de la caja que había sobre la mesita de noche para
limpiarse las lágrimas que le enturbiaban la vista.
- Ayyy, que bueno.-se
reía como hacía mucho que no lo hacía, mientras se limpiaba las lágrimas.-Ostras,
que bueno, creo que no me río así desde hace meses, la leche que te dieron,
Jacobo.
- Pero que malos sois, riéndoos del
pobre Jacobo.-exclamó Vicky, tratando de contener la risa.
Jacobo, la miró de soslayo, pues había
adivinado sus pensamientos.
- Vicky, no te cortes y ríete tú
también.-le dijo Jacobo sonriendo con semblante cansado.
Dicho y hecho, la mujer soltó una ruidosa
carcajada.
- Alaaaaa, que exagerá.-exclamó
Alejandro.-Seguro que te han oído hasta en la última planta, mujer.
Jacobo sonrió.
- No, home, como mucho en la penúltima.
- Oye ¿tú no estás muy malito?-le soltó
Alejandro.
Jacobo
no pudo evitar reírse y eso le provocó una punzada en el abdomen. El hombre se
llevó la mano derecha al vientre y comenzó a darse un masaje sobre el apósito
que cubría la herida.
- Por cierto ¿alguien me puede explicar
qué me hicieron en el vientre?
Julia se sentó en la cama a su lado.
- Verás, resulta que el
Dr. Goldblum-soltó una carcajada al ver la expresión de fingido enfado en el
rostro de su marido-te operó para ver si la masa que apreciaba en la ecografía
y en la radiografía era maligna o no, y cuando te abrió el vientre se quedó
helado al ver que, lo que en un principio parecía un tumor era algo tan… prosaico…
como unas simples gasas de quirófano.
Jacobo torció la cabeza para mirar uno por
uno a los tres. Las palabras de su mujer le dejaron atónito.
-¿Queréis decir que lo que por poco no me mata eran unas
gasas que se dejaron en mi vientre cuando me practicaron la apendicetomía?-los
tres asintieron.- ¡Será cabrito o gilipollas de Xoan! ¡Cando mo bote á cara,
fágolle unha a vasectomía gratis e sen anestésico!
Alejandro sonrió.
- Veo que de pronto estas
muchísimo mejor.-advirtió.-Hasta te he entendido esas “cariñosas” palabras en
tu lengua materna.
- Ahora lo que estoy es
cabreado.-confesó Jacobo.
Julia,
preocupada por qué no se alterase, le cogió la mano.
- No es para menos,
cariño, pero no debes alterarte, que estas convaleciente a penas de un día.-le
recomendó Julia cogiéndole la mano.
- Ya pasó, tranquila, Julia. Pero no
respondo cuando me lo eche a la cara.-amenazó el siempre sereno Jacobo.
- Desde luego, le dan el titulo a
cualquiera.-se lamentó Alejandro, recordando que cuando le intervinieron a él
tras su accidente, un descuido del médico al poner en su informe su grupo
sanguíneo, que era 0 negativo, y que sólo puede recibir sangre de donantes de
ese mismo grupo, se equivocó y puso AB positivo, que pertenecía a otro paciente
con su mismo nombre y apellido que en ya era extraño, pues no era precisamente
López, y por poco lo hubiera matado, de no ser por una enfermera que advirtió a
tiempo del error.
Jacobo se tocó de nuevo el vientre.
-¿Qué es esta cosa que eu teño na miña barriga?-preguntó
palpando algo blando.
- Ten cuidao, Jacobo.-le
advirtió Alejandro.
- Cariño, no te toques,
que como se desconecte la bolsa armas un bien lío.-exclamó Julia apartándole la
mano.-Verás, como la infección te hizo un pequeño boquete en el intestino, el
médico te tuvo que hacer una colostomía provisional, para que la tripa descanse
mientras cicatriza.
-¿Colostomía, Julia?-repitió Jacobo.
Ella asintió.
- Sí, pero no te
preocupes, es solo provisional, te volverán a conectar los dos extremos del
intestino dentro de unas semanas, cuando cicatrice del todo.
- Carallo…
Jacobo se quedó callado y pensativo. Él sabía
que no iban las cosas bien en su abdomen, pero no pensó que estuviera tan
delicado. De pronto, en un momento, sus planes a paseo, todo detenido hasta ver
si su intestino volvía a la normalidad. A partir de ese día tendría que estar
pendiente de que su cuerpo funcionase regularmente y de no tener escapes.
- No te preocupes,
cielo, solo será temporalmente.-trató de animarle su esposa.
- Ya, pero…
- Hombre, no me fastidies, que no es tan
malo.-dijo Alejandro.
- Eso es fácil de decir desde fuera,
Alejandro.-replicó Jacobo.-Tú no sabes lo que es esto, yo sí. Lo veo cada día
en el hospital. Es…humillante saber que voy a hacerlo en una bolsa y que ni me
enteraré. Como un crío de pecho. Seré una carga para Julia, foder.
- Jacobo, precisamente yo, se
perfectamente lo que es eso de hacerse las “cosas” encima. Me pasa desde hace
casi una década, por si no estás al corriente, y en mi caso no es algo
provisional, sino, definitivo. Y, para que lo sepas, me costó mucho darme
cuenta de que no soy ningún una carga para nadie.
A Alejandro le dolieron un poco las palabras
de Jacobo, pero sabía que no las había dicho con mala intención.
Vicky le puso la mano en el hombro a
Alejandro.
- Cariño…
Jacobo
advirtió en ese momento la impertinencia que acaba de cometer sin intención y
miró a Alejandro con pesadumbre.
- Carallo, Alejandro, lo
lamento.-empezó a disculparse.-No lo pensé, de verdad. Lo dije sin darme cuenta
de tu…bueno, de que a ti…En fin, ya me entiendes ¿no? Te pido que me disculpes,
cuñado.
Alejandro comprendió que su reacción había
sido desproporcionada.
- Tienes razón, lo siento Jacobo.-se
disculpó sinceramente.-Me he comportao como un cavernícola. Perdóname tú a mí.
Lo siento, cuñao. Estoy muy tenso desde que te pasó esto y he estallao sin
poder evitarlo… ¿amigos?.
Alejandro tendió la mano a Jacobo.
- Amigos.-repitió el cuñado de Vicky.
Vicky y su hermana se miraron y sonrieron.
Poco antes de la una del medio día se
presentó en la habitación de Jacobo el Dr. Zabala, y fue entonces cuando el
enfermo comprendió la reacción de su mujer cuando le contó la absurda idea de
que el actor hollywoodiense le había visitado allí mismo en su habitación, vestido
de médico.
-¿Qué tal se encuentra, Jacobo?-preguntó el médico
sentándose a un lado de la cama de su paciente.
Jacobo hizo un elocuente gesto con la cara.
- Bueno, estoy mejor de lo que me
imaginaba que estaría, la verdad.-admitió Jacobo.
- Eso está muy bien.- el médico dejó las
notas que llevaba en las manos sobre la mesita de noche y se dispuso a tomar el
pulso y la tensión a su paciente.-Está muy bien para el poco tiempo que lleva
intervenido y para lo jodido que llegó a urgencias, la verdad. Creo, sin miedo
a errar, que es de los que se recuperan en un pispas de las intervenciones.
Julia intervino.
- Tiene razón,
doctor.-admitió.-Pero no se fíe demasiado si mi marido le dice que se encuentra buen, porque a mí me
tenía engañada con este asunto. Todos creíamos que se había recuperado por
completo y mire el susto que nos ha dado.
Jacobo, que era consciente de su error,
cabeceó molesto consigo mismo.
- Julia, te engañé para que no te
preocupases y para que no te negaras a venir a celebrar el cumpleaños de tu
madre.-contestó un cansado Jacobo.-Sólo pretendía no joder los planes a nadie.
- Pues por poco te cuesta la vida tanto
miramiento con nosotros.-le dijo Vicky.
- Ya será menos.-contestó Jacobo.
El médico le miró muy serio.
- En absoluto. Su cuñada tiene razón.
Como les dije a ellos ayer, si llega a venir un día después no lo hubiese
contado con casi total seguridad. Tenía una infección intestinal enorme y la
tripa a punto de partirse en dos. Si eso llega a suceder, como usted sabrá, la
porquería se hubiera repartido por toda la cavidad abdominal infectándolo todo
a su paso y hubiese terminado, muy probablemente, con peritonitis o, peor aún,
con una septicemia campando a sus anchas por todo su intestino.
Jacobo no dijo nada, se limitó a pedir con un
gesto de su mano, que Julia se la cogiese.
- Lo siento, vida.
Quería protegerte y lo que conseguí con mi comportamiento fue que te
preocupases tú y de paso todos los demás.
Alejandro intervino.
- Bueno, Jacobo, eso ya pasó y ahora te
sientes bien y fuera de peligro. Pero como vuelvas a hacer una idiotez como esta,
te juro que te comes el inflador de las ruedas de mi silla.
Todos, incluido el médico, se echaron a reír
al escuchar la amenaza que lanzó Alejandro. Jacobo se rió con tantas ganas que
acabó resintiéndose de su abdomen y se llevo la mano a las vendas que le
protegían la herida.
- Ay, mi vientre.-se quejó mientras reía.-Veras
tú, como se me salten las grapas, te las pongo a modo de pircing en los…ejem, porque
hay señoras que sino…
-¡Y luego los brutos somos los vascos, la leche!-exclamó
Alejandro entre carcajadas.
El médico hizo unas cuantas recomendaciones a
Jacobo de cómo debía manejar la bolsa que tenía adherida al boquete de su
abdomen para cambiarla y asearse, pero le dijo que no se preocupase, que con el
paso de los días se sentiría más seguro al manipularla. Después de eso, se
marchó, no sin antes advertir que no estaba permitido que hubiese más de dos
personas con los pacientes.
- No se preocupe, yo me saldré al
pasillo si nos dice algo una de las enfermeras.-respondió Alejandro.
- De acuerdo, en eso quedamos, que luego la supervisora de la planta me echa
la bronca a mí porque dice que soy muy permisivo con mis pacientes.
Alejandro sonrió.
- Tranquilo que no le echaran bronca por
nuestra culpa, doctor.-dijo Alejandro cuando el médico ya salía de la
habitación.
Jacobo atrajo hacia su pecho la mano de su
esposa.
- Julia, ya puestos a ser francos, y
aprovechando que estoy en un hospital, por si te da por agredirme, tengo que
confesarte otra cosa que viene a colación en este momento, ceo meo.
Julia miró a su marido de forma que a
Alejandro le recordó la mirada asesina que se le ponía a Vicky cuando esperaba
recibir una noticia que pensaba que no le iba a gustar demasiado.
- Ay, madre, Vicky.-dijo Alejandro
sonriendo-Creo que será mejor que dejemos a estos dos a solas.
Jacobo le miró con los ojos muy abiertos.
- De eso nada, que si me asesina quiero
que haya testigos del crimen.-protestó el atractivo Jacobo, al que ni una
recaída como la que acababa de sufrir, restaba un ápice de su masculina
belleza.
Alejandro soltó tal carcajada que acabó
cayendo de lado, y gracias a Julia, que tuvo los reflejos necesarios para
sujetarle por el brazo, consiguió enderezarse.
- Ostras, gracias, Julia, que por poco
me caigo de morros por culpa de este merluzo que tienes por marido.-dijo
Alejandro entre risas.-Por cierto, Jacobo, creo que ibas a “confesar” algo ¿me
equivoco?.
Jacobo
negó con un movimiento de cabeza.
- No, no te equivocas.-dijo.-A
ver como comienzo yo mi relato…Bueno, lo primero que tengo que decir es que te
he dicho unas pouquiñas mentiras con respecto a mi salud, pero fue para que no
te preocupases, Ceo meo.
-¿Qué mentiras, Jacobo?-quiso
saber Julia, que comenzaba a ponerse algo tensa.
- Jacobo ¿tienes hecho el testamento?-intervino
Alejandro.-Lo digo porque si Julia es como Vicky, lo mismo no sales de esta.
Alejandro soltó una carcajada.
-¿Por qué crees que aproveché para contarlo con vosotros
dos delante?.
- Jacobo, habla ya.-le instó Julia.
- Pues que no me sentía bien desde que
me operaron y te lo oculté todo este tiempo.-comenzó Jacobo de carrerilla con
la intención de impedir que fuese interrumpido.
- Eso ya lo sé, me lo contaste ayer.
- Ya, pero eso no es todo.-continuó el
atractivo marido de Julia.- ¿recuerdas que te dije que la noche antes de venir
estuve asistiendo un parto en un domicilio?
Julia
asintió.
- Sí, claro. Estuviste
en Aldea Vella ¿no?
Jacobo negó mientras cerraba los ojos con
pesar.
- No, en eso es en lo
que te mentí. Estuve en mi consulta con Marta.
Julia abrió unos ojos como platos soperos.
-¿Cómo? ¿Qué insinúas,
Jacobo Carreiras Bouzas?
- Ey, ey, ey, no insinúo nada, Julia
Fernández Castillo.-replicó Jacobo.-No te vayas por los cerros de Úbeda,
Muller, que nos conocemos.
-¿Cómo que estuviste con
Marta?-insistió Julia.
- Deja que te explique,
carajo.-respondió Jacobo removiéndose en la cama.
- Soy toda
oídos.-respondió Julia sentándose en la silla y cruzando los brazos con gesto
airado.
Jacobo
se removió en la cama con ayuda del triángulo que estaba suspendido de la
percha que salía de un lado de la cabecera y que servía para que el paciente se
moviese con mayor facilidad. Al hacerlo, sintió un dolor agudo en el abdomen.
-Uf, caray.-respiró un
par de veces echando el aire por la boca antes de proseguir.- Verás, resulta
que esa tarde estaba en la consulta y me dio un dolor casi tan fuerte como el
que me dio ayer, y me tuve que echar un rato en la camilla de la consulta para
esperar a que pasara. Esa fue la primera vez que noté que algo no marchaba del
todo bien. Total, que como no tenía visitas de última hora, Marta se dedicó a
ayudarme, y marchó a casa después de las ocho de la noche y yo le dije que lo
haría enseguida, pero me quedé dormido y cuando desperté era ya de madrugada.
El dolor me había pasado, y decidí volver a casa.-su mujer, a esas alturas, ya
tenía en la mano la jarra de plástico para el agua, que había en la mesita de
noche, y la levantó de modo amenazante, para luego llenar el vaso y tómaselo de
un solo trago.- Julia, me inventé lo del parto para que no te preocupases, de
veras. Cuando volvamos a casa puedes hablar con Marta y preguntarle a qué hora
marchó el último día de trabajo.
Julia le miró a los ojos tratando de ver en
ellos algo que quería ver, sinceridad, y lo vio. Después de tantos años
compartiendo sus vidas, sólo tenía que mirarle a ellos para saber si decía la
verdad. En realidad, era la primera vez que le mentía, y como él mismo había
decidido contárselo, pensó que no tenía sentido seguir dudando de él.
- Está bien, Jacobo, te creo.-dijo al
fin.-Pero otra mentira, por muy piadosa que sea, y te comes lo que en ese
momento tenga más a mano.
Tanto
Vicky como Alejandro soltaron una carcajada.
- Lo lamento, cielo.-se volvió a
disculpar Jacobo.-No volveré a mentirte jamás. Te xúroo.
- Jacobo, no jures en
vano. Sabes también como yo que no puedes cumplir eso.-le advirtió Julia.
El
hombre rió.
Alejandro pensó que en su nueva familia
política debía ser muy habitual en situaciones embarazosas eso de echar mano de
promesas de difícil cumplimiento. Sonrió, pero no dijo nada.
- Está ben, entonces te lo prometo, soamente.-dio
su palabra Jacobo.
- Eso está mejor, rapaz.-respondió
Julia
riendo, y los demás, incluido su marido, la imitaron.
Cuando
se marcharon, Jacobo ya estaba dormido y ni el beso que Julia le dio al
despedirse le despertó.
*****