Había sido un día bastante bueno, a pesar del flojo comienzo. La recaudación había sido aceptable y Vicky se metió en su coche satisfecha, puso un CD de IL Divo, sus cantantes favoritos, y de los que tenía los cuatro álbumes que habían sacado. Mientras comenzaba a sonar los primeros acordes de la melodía, Vicky paró en un semáforo que todas las noches pillaba en rojo y comenzó a tararear la canción que sonaba en aquel instante, una hermosa versión de “The Power of Love” un éxito de los ochenta que los integrantes de “Il Divo” habían sabido mejorar de forma extraordinaria, según su criterio. Siempre sentía como una descarga eléctrica le recorría el cuerpo cuando escuchaba un solo de Carlos Marín, el español del cuarteto. Cuando llegó a la altura del número veintiuno de su calle, dónde vivía desde su divorcio, encontró un aparcamiento justo delante de la portería y pensó:
- “Caramba, hoy, sin duda, tengo un buen día con los aparcamientos”.-eso la hizo sonreír mientras salía del vehículo.
Después de sacar a Óscar de nuevo, volvieron a casa, se duchó, se piso un pijama color salmón y su bata color verde césped y se metió en la cocina a prepararse la cena. Se decidió por un poco de pollo frío que le quedaba en la nevera de la comida del día anterior y se lo comió con gran placer, ya que el pollo frío era uno de sus platos predilectos desde niña. Eso sí, jamás le salía tan rico como el de su madre, pero se dejaba comer. Cuando terminó con el pollo fue a la nevera para coger un yogurt griego, que era otra de sus grandes pasiones culinarias, pero no le quedaba ninguno, así que acabó tomando una humilde manzana de las mas granates y crujientes que había encontrado en la frutería de la esquina. Cuando le llegó el aroma dulzón de la única comida humana que le permitía probar su ama, Óscar apareció de repente.
- Ya estás aquí, eh, so goloso.-le dijo al perro mientras le daba un pedacito que había cortado con los dientes-toma, anda, y no me pidas más, ¿vale?
El perro comenzó a mordisquear el trocito de manzana con gran interés. Cuando se lo tragó, casi entero, se volvió a sentar sobre sus patas traseras y se quedó mirando a su ama con la misma cara lastimera que, sabía muy bien, le funcionaba en la mayoría de las ocasiones, aunque esta no iba a ser una de ellas, si Vicky podía evitarlo.
- Óscar, no me seas teatrero que nos conocemos, enano.-el perro, que se había dado cuenta que ella no había caído en su trampa, tuvo que echar manos de otro método más agresivo, así que se puso a ladrar de forma ensordecedora. Vicky, que no estaba dispuesta a ceder a tamaño y descarado chantaje, se puso sería y le señaló con la mano hacia la cesta del perro, que, como siempre, solía estar colocada bajo una silla de madera, junto a la ventana de la sala de estar del pequeño piso de Vicky.-¡Venga, a tu cama ahora mismo, so gamberro!.-el animal se hacía el rezongón, pero Vicky estaba decidida a no dejarle salirse con la suya.- ¡Óscar, a tu cama ahora mismo, venga!
El perrito, al ver que en esta ocasión no le funcionaba ninguno de sus métodos de “persuasión” (por no decir de acoso puro y duro), se acabó dando por vencido y, cabizbajo, y con la cara gacha, en la que a Vicky le pareció ver una expresión de disgusto y frustración, se metió en su cama, de la que no volvió a salir. De esa manera solía dar a entender a su ama que estaba muy enfadado por el “injusto trato” que había recibido.
Después de cenar, puso una película de Rock Hudson en el DVD y se preparó un buen recipiente de palomitas, una cerveza sin alcohol y como colofón su acostumbrado cigarro de antes de ir a la cama. Cuando acabó la película se fue a dormir, pero no hacía otra cosa que soñar con semáforos en rojo y ruedas girando.
Al final, a eso de la media noche, se quedó dormida.
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