Cuando llegó a la tienda ya eran más de las diez, y Marga ya se había encargado de abrir. Cuando Vicky pasó por delante del mostrador y su amiga la vio exclamó:
-¡Mare de Deu, que cara traes!
A modo de saludo, Vicky emitió una especie de gruñido y, sin mirar a su amiga, se metió en el despacho de donde salió cinco minutos después. Su amiga le vio las ojeras bajo los ojos.
-¿Te encuentras bien, tresor?- preguntó Marga realmente preocupada.
Vicky la miró y solo dijo:
- Una mala noche. Me la he pasado contando ruedas de bicis y buscando por todos lados a Óscar, que se me había perdido.- explicó dejándose caer en su silla.
Marga, esta vez, ataviada con un blusón tres cuartos en colores vivos y un pantalón negro igual que la cinta que rodeaba su cabeza para sujetarle la maraña de rizos que, al parecer aquel día habían ganado la batalla al cepillo, la miró con gesto interrogante en sus verdes ojos.
-¿Y qué tienen que ver las ruedas de bicis con Óscar?- casi se lo preguntó a sí misma.
- Ni idea, pero que noche, Dios bendito, tengo la cabeza como un sonajero. Parece que tengo dentro un grupo de Heavy Metal, en plena actuación.
Marga soltó una ruidosa carcajada.
-¿Seguro que te fuiste derechita a casa anoche?
La mirada que le lanzó Vicky le dio miedo.
- Sí, claro ¿Dónde quieres que fuese un jueves a las nueve de la noche?
- Y yo que sé, mujer. Tú sabrás que hiciste.
- Nada. Me fui a casa, me duche, cene, me puse una película cómica, comí palomitas y luego a la cama.
- Pues, no sé….-se quedó pensando unos segundos y añadió- ¡Ya sé que quiere decir lo de las ruedas de bici! ¿Te acuerdas del “monumento” que vino ayer tarde a comprar un DVD de “La Traviata”?.
Vicky hizo memoria y luego dijo:
- Sí, el hombre de la silla de ruedas, ¿no?
- Sí, justamente, ahí tienes tus ruedas de bici.-Marga acompañó sus palabras con un gesto muy elocuente.
Vicky la miró con una interrogación escrita en la mirada y le dijo:
- No lo pillo, Marga. Tú y tus interpretaciones de los sueños, me volvéis loca a veces.
- Pues está muy claro, dona. Tú soñaste con ruedas de bicis, pero lo que tu subconsciente te quería decir con eso es que pensabas en aquel pedazo de hombre.
-¡Anda ya!, si apenas me fijé en él.- dio un respingo y se puso a juguetear nerviosa con el bolígrafo que tenía entre las manos.
Marga le continuó interrogando.
-¿No me vas a decir que no reparaste en sus ojos negros y su pelo castaño oscuro?
- Quilla, que mal te fijaste en él para ser un “monumento”. Sus ojos eran castaños y su pelo castaño claro.
Sin darse cuenta calló en la trampa que le tendió Marga, y ésta sonrió triunfante.
-¡Aja! Menos mal que “no te fijaste”, sino me describes hasta el tipo de ropa interior que llevaba.-dijo Marga soltando una de sus famosas carcajadas.
Al percatarse de que le había tendido una trampa se dio media vuelta y sonrió casi para sí misma.
- Marga Roig Comas, eres un bicho, ¿lo sabías?.-le espetó aguantándose la risa.
- Sí, tú no dejas de repetírmelo. Pero estaba como un queso el de la silla, ¿eh?
Vicky, al fin, soltó una carcajada.
- Lo admito, vale, si, me llamó la atención.-reconoció.- Supongo que me acuerdo de él por lo que le pasó cuando se le cayeron varios CDs al suelo.
Marga asintió con gesto de escepticismo.
- Si, ya, el hecho de que fuera el cliente más atractivo que ha entrado últimamente en esta humilde tienda no tiene nada que ver, ¿no?
Ambas soltaron la risa.
*****
-¡Mare de Deu, que cara traes!
A modo de saludo, Vicky emitió una especie de gruñido y, sin mirar a su amiga, se metió en el despacho de donde salió cinco minutos después. Su amiga le vio las ojeras bajo los ojos.
-¿Te encuentras bien, tresor?- preguntó Marga realmente preocupada.
Vicky la miró y solo dijo:
- Una mala noche. Me la he pasado contando ruedas de bicis y buscando por todos lados a Óscar, que se me había perdido.- explicó dejándose caer en su silla.
Marga, esta vez, ataviada con un blusón tres cuartos en colores vivos y un pantalón negro igual que la cinta que rodeaba su cabeza para sujetarle la maraña de rizos que, al parecer aquel día habían ganado la batalla al cepillo, la miró con gesto interrogante en sus verdes ojos.
-¿Y qué tienen que ver las ruedas de bicis con Óscar?- casi se lo preguntó a sí misma.
- Ni idea, pero que noche, Dios bendito, tengo la cabeza como un sonajero. Parece que tengo dentro un grupo de Heavy Metal, en plena actuación.
Marga soltó una ruidosa carcajada.
-¿Seguro que te fuiste derechita a casa anoche?
La mirada que le lanzó Vicky le dio miedo.
- Sí, claro ¿Dónde quieres que fuese un jueves a las nueve de la noche?
- Y yo que sé, mujer. Tú sabrás que hiciste.
- Nada. Me fui a casa, me duche, cene, me puse una película cómica, comí palomitas y luego a la cama.
- Pues, no sé….-se quedó pensando unos segundos y añadió- ¡Ya sé que quiere decir lo de las ruedas de bici! ¿Te acuerdas del “monumento” que vino ayer tarde a comprar un DVD de “La Traviata”?.
Vicky hizo memoria y luego dijo:
- Sí, el hombre de la silla de ruedas, ¿no?
- Sí, justamente, ahí tienes tus ruedas de bici.-Marga acompañó sus palabras con un gesto muy elocuente.
Vicky la miró con una interrogación escrita en la mirada y le dijo:
- No lo pillo, Marga. Tú y tus interpretaciones de los sueños, me volvéis loca a veces.
- Pues está muy claro, dona. Tú soñaste con ruedas de bicis, pero lo que tu subconsciente te quería decir con eso es que pensabas en aquel pedazo de hombre.
-¡Anda ya!, si apenas me fijé en él.- dio un respingo y se puso a juguetear nerviosa con el bolígrafo que tenía entre las manos.
Marga le continuó interrogando.
-¿No me vas a decir que no reparaste en sus ojos negros y su pelo castaño oscuro?
- Quilla, que mal te fijaste en él para ser un “monumento”. Sus ojos eran castaños y su pelo castaño claro.
Sin darse cuenta calló en la trampa que le tendió Marga, y ésta sonrió triunfante.
-¡Aja! Menos mal que “no te fijaste”, sino me describes hasta el tipo de ropa interior que llevaba.-dijo Marga soltando una de sus famosas carcajadas.
Al percatarse de que le había tendido una trampa se dio media vuelta y sonrió casi para sí misma.
- Marga Roig Comas, eres un bicho, ¿lo sabías?.-le espetó aguantándose la risa.
- Sí, tú no dejas de repetírmelo. Pero estaba como un queso el de la silla, ¿eh?
Vicky, al fin, soltó una carcajada.
- Lo admito, vale, si, me llamó la atención.-reconoció.- Supongo que me acuerdo de él por lo que le pasó cuando se le cayeron varios CDs al suelo.
Marga asintió con gesto de escepticismo.
- Si, ya, el hecho de que fuera el cliente más atractivo que ha entrado últimamente en esta humilde tienda no tiene nada que ver, ¿no?
Ambas soltaron la risa.
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