viernes, 31 de enero de 2014
Capítulo 63.
Al despertar por la mañana, Vicky no sabía dónde estaba. No era su dormitorio ni el que compartía con Alejandro, en casa de éste. De repente se fijó en el plafón redondo de marco de hierro forjado que había en el techo y le resultó vagamente conocido, pero no sabía de qué. De pronto lo recordó todo, estaba en casa de sus padres, en su pueblo natal. Se sentó en la cama de un impulso y miró a la otra que había a su lado y de la que la separaba apenas un metro. En ella descansaba Alejandro que aún dormía a pierna suelta boca arriba y con ambos brazos fuera de las sábanas. Se había quitado la parte de arriba del pijama y lucía el varonil y velludo torso desnudo. Estaba tan relajado que roncaba y todo. Vicky sonrió feliz.
- Hasta dormido está guapo.-susurró.
Alejandro carraspeó y le dio un ataque de tos que le despertó. El hombre se incorporó con ayuda de los codos y cogió el vaso de agua que había en la mesilla. Cuando se tomó toda el agua miró a Vicky con los ojos aún a medio abrir.
- Hola preciosa. Buenos días.-dijo desperezándose ruidosamente.- Brrr…
- Buenos días, cielo ¿has dormido bien?
- De coña. No he despertao en toda la noche y ya sabes tú que eso en mi es raro.
- Pues has tenido que despertar en algún momento de la noche, porque no llevas puesta la camisa del pijama, que ha aparecido a los pies de la cama.
Alejandro se miró el velludo y atractivo pecho.
- Ups, pues he debio quitármela dormio por que no recuerdo haberlo hecho.-dijo y se echó a reír.- Ayyy, ha sido pasar de los cuarenta y cinco y ya tengo el Alzheimer encima.
Vicky se echó a reír y le lanzó su almohada a la cara.
- Pero que animal eres, muchacho.
Alejandro cogió la almohada en el aire.
- Ey, ya estamos con el bombardeo.-dijo riendo.- Ahora te vas a enterar, Victoria Isabel Fernández.-se incorporó y agarrándose al lateral del somier se puso a darle almohadillazos en la cabeza.- ¿Ahora qué?-reían como dos adolescentes.
- Ay, Alejandro, jajá, para, para, ayayay…jajaja.
Vicky trataba de protegerse del ataque con las dos manos mientras no paraba de reír. Intentó salir corriendo hacia la puerta antes de que él la atrapase, pero Alejandro la atrapó y la echó sobre él de modo que la tenía a tiro para hacerle cosquillas por todas partes, a pesar de que ella pataleaba intentando zafarse de sus fuertes brazos.
-¿Te rindes?-le preguntó Alejandro mientras no dejaba de hacerle cosquillas por todo el cuerpo.
- Siiiii.-exclamó Vicky entre risa, mientras trataba de zafarse de los brazos de él.
En un descuido de Alejandro, Vicky le quitó “el arma” y se echó sobre su pecho.
- Te quiero, mi vida.-le dijo y se fundieron en un dulce y largo beso.
- Te libras por qué no he traído las pastillas azules, que sino…
-¿Te las has dejado en casa?-preguntó Vicky con un cierto tono de decepción.
- Si, olvidé echarlas en la maleta, pero de todas maneras no las hubiera usao aquí, mujer. No es cuestión de que tus padres no oigan hacer ciertos ruidos.
- Eso sí, que están aquí al lado. ¿Te imaginas las caras que pondrían?.
Los dos soltaron una carcajada al unísono.
- Tu padre me echa de casa y me pone la silla a modo de casco de moto, eso seguro.-dijo Alejandro riendo.
- Y a mí me encierra bajo siete llaves.-dijo Vicky riendo también.
- Mejor no tentemos la suerte, preciosa.-indicó Alejandro mientras se incorporaba con cierta dificultad ayudándose con ambas manos cogidas a sendos lados del colchón.
Al cabo de una hora estaban listos y esperando a que el hermano de Vicky, que estaba en casa, ayudase a Alejandro a sentarse en el escalón de arriba de la escalera para comenzar a descender los escalones, a la inversa de cómo los había subido la noche anterior.
Adrián subió raudo a ayudar a su cuñado.
- Venga, campeón.-dijo cogiéndole de las axilas para ayudarle a sentarse en el suelo.
Una vez acomodado en el primer escalón, Alejandro comenzó a descender poco a poco, primero, apoyando las manos en el peldaño precedente, se impulsaba y dejaba caer el trasero en el escalón siguiente para luego, ayudándose de las manos, colocar las piernas en escalón contiguo y esa operación la fue repitiendo tantas veces como peldaños había en la escalera. Después de unos minutos Alejandro llegó al último peldaño, se agarró a extremo del asiento de su silla de ruedas más alejado, y de un fuerte y rápido impulso, se sentó en su silla que Adrián tenía colocada y frenada delante de la escalera.
- Gracias, Adrián.-dijo Alejandro una vez sentado y colocado en su silla de ruedas.
- No hay de que, no es nada, cuñado.-dijo Adrián, mostrando su bonita sonrisa.-Parece que te has cansado menos bajando ¿no?
- Sí, es más fácil porque al bajar no tengo que soportar mi peso con los brazos para tirar del cuerpo como en la subida.
Adrián asintió.
- Ah, claro, eso sí.
Cuando la pareja entró en la espaciosa cocina, Soledad, que estaba preparando café, se dio la vuelta para recibirles.
- Buenos días, hijos.-saludó con su acogedora sonrisa.-¿Habéis dormido bien?.
El dúo asintió a la vez.
- Sí, muy bien, mamá.-dijo Vicky con una sonrisa mientras daba un beso a su madre.
- De pu…fabula, Sole.-dijo Alejandro, que había conseguido rectificar a tiempo. Vicky le miró y sonrió.
Pareció que nadie más advirtió la enmienda.-“Esta lengua mía me perderá algún día”.-se dijo Alejandro sonriendo para sí.
- Chicos ¿café?-preguntó Soledad cafetera en mano.
- Sí, gracias.-dijo Alejandro.
Sirvió cuatro tazas de café, para Adrián, los invitados y para ella misma y luego preparó unas tostadas de pan redondo que untaron con mantequilla y mermelada de fresa, la favorita de Alejandro.
- Que rico desayuno rodeao de familia.-dijo Alejandro, que odiaba comer solo.
- Pues te vas a cansar de ver gente porque mis hijos mayores están de camino y llegan a eso de mediodía.
Vicky lanzó un grito de júbilo que asustó a Alejandro que la tenía a su lado y no lo esperaba.
- Coño, que susto, cielo.-dijo con una mano en el pecho y la otra ocupada con la tostada.- Te advierto que aunque me mates de un infarto no vas a heredar nada porque aún no te he incluido en mi testamento.
Todos rieron la ocurrencia de Alejandro.
- Ayyyyyyy, que le lo voy a cargar de un susto, pobrecito mío, leñe.-dijo dándole un simpático pellizco en la mejilla.
- Hija es que has arreado un berrido que por poco me matas a mí de paso.-le confesó Soledad.
- Es que tengo ganas de ver a mis hermanos.-admitió Vicky riendo.
- Claro, como yo soy el sereno y pasaba por aquí.-dijo Adrián fingiéndose ofendido.
Vicky le dio un pellizco en la cara.
- Ayyy, mi niño, que le entra “pelusilla”.
Adrián sonrió y le apartó la mano de su cara.
- Quita, leches, que tú no tienes manos, tienes garras.-exclamó riendo.-La tía que pellizcos arrea, la ostia.
- Adrián, hijo, ahora que pienso ¿cómo es que has dejado solo a papá en el bar?-preguntó Soledad a su hijo menor.
- Por que a estas horas no entran ni las moscas. Después de la siesta sí que hay jaleo, pero ahora estamos más solos que la una. Además, quería desayunar con mi hermanita y su chico.
Al oírle, Alejandro soltó una carcajada.
- Joer, yo un “chico”, que tengo el espolón más duro que un gallo de corral.-exclamó entre risas.
Soledad que estaba bebiéndose el café por poco se atraganta.
- Muy bueno, hijo, muy bueno.-dijo entre risas.
- Bueno, a pesar de tu edad, te conservas muy bien.-dijo Vicky.
- Cariño, no empieces con tus “ánimos” que acaba llorando hasta el gato de escayola de la entrada.
Todos rieron nuevamente. Definitivamente Alejandro había encajado a la perfección en el seno de su nueva familia política.
Después del rico desayuno, en el que no faltó zumo de naranja y frutas variadas, Adrián regresó al bar para ayudar a su padre con las tapas y los recién llegados y Soledad se dirigieron a la parte trasera de la casa que tenía un patio enorme rodeado de rosas de todo tipo y colores posibles. Incluso a Alejandro le llamó la atención unas que parecían de terciopelo negro. Sin pensárselo se acercó a observarlas de cerca.
- Ostras, rosas negras, no las veía desde hace años.-dijo acercando la nariz para percibir su perfume.
- Sí, hace años que las tengo.-dijo Soledad, me trajo las semillas mi nuera para mi cumpleaños creo recordar.
- Bueno, yo hace mucho que no compro flores para regalar, las únicas que he comprado en los últimos años eran para llevarlas al cementerio.
- Alejandro…
- Tranquila, vida, estoy bien.-dijo el hombre adivinándole el pensamiento.
Vicky miró a su madre.
- Mamá, ahora que caigo, ¿y Jacobo se ha puesto a venir teniendo tan reciente su operación de apendicitis?
- Supongo que si viene es que se encuentra ya perfectamente.-dijo Soledad haciendo un elocuente gesto con las manos.
- Vicky, una operación de apendicitis no es grave y en siete u ocho días esta uno como nuevo.-dijo Alejandro que lo sabía porque su amigo Karlos Otegui había sufrido esa operación cuatro años atrás.
- Eso dicen, si.-dijo Vicky y dieron por zanjado el tema.
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