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viernes, 31 de enero de 2014

Capítulo 64.


  A la una y media del mediodía, sonó el timbre. Soledad fue a abrir la puerta y se encontró con un precioso perro de raza pastor belga, de espeso pelaje color negro azulado que al verla se levantó sobre sus fuertes cuartos traseros y le puso las manos sobre el pecho. El animal, que la reconoció inmediatamente, comenzó a lamerle la cara frenéticamente.
- ¡Dante, precioso!-exclamó Soledad al ver el perro de su hija mayor, Julia.
  La mujer que salió de su coche, un Citroën Xsantia Break color aguamarina, tenía el pelo atado en una coleta lisa de color castaño. Era alta y tenía una elegante y esbelta figura a pesar de haber cumplido ya los cuarenta y dos años.
- ¡Julia, hija mía!-exclamó Soledad abriendo los brazos para recibir a la mayor de sus hijas.
- ¡Mamá, que guapa estás!-dijo Julia mirando a su madre de arriba abajo.
  En ese momento se acercó a ellas un hombre de complexión delgada pero con algún kilito de más tercamente apostado en la cintura. Por otro lado conservaba el mismo rostro atractivo y sonriente de su juventud, a pesar de que había cumplido ya los cuarenta y seis.
- Jacobo, hijo, que bien estás.-le dijo Soledad a su único yerno por el momento.
  El hombre, que poseía una sonrisa encantadora, y un rostro que parecía haber sido esculpido a cincel por el mismísimo Miguel Ángel, se acercó a su suegra y le dio un afectuoso abrazo y un par de besos.
- Tú, Sole, tan guapísima como siempre. Dime ¿cómo lo haces que pronto va a parecer que yo soy el suegro y tú la nuera?
  Soledad sonrió alagada.
- Mentiroso.-le dijo a Jacobo, al que adoraba, en contra del tópico de las malas relaciones entre suegra y yerno.
- Jacobo tiene razón, mamá, estás muy bien.-insistió Julia mientras intentaba, sin demasiado éxito, sujetar al bello animal por la correa.-Échate Dante.
-¡Dante, platz!-le ordenó Jacobo con su grave tono de voz y el perro se echó a los pies de su amo sin protestar.
- Que obediente es.-dijo Soledad mirando al perro.
- A medias por que hace lo que le da la gana conmigo.-dijo Julia.-Menos mal que a Jacobo le obedece a la primera. Supongo que lo considera el “jefe”.
  Jacobo Carreiras se echó a reír.
- Venga, si él tampoco me hace ni caso.-dijo con su habitual pose con las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros que llevaba a juego con una camisa de color claro que le acentuaba su piel bronceada, ahora surcada por unas arrugas que a Sole le parecieron mucho más marcadas, cosa que achacó a la evidente pérdida de peso sufrida tras la intervención quirúrgica a la que fue sometido a penas dos meses atrás, y de la que, según comentaba Julia en cada una de las conversaciones telefónicas que tenía con su madre, parecía que no acaba de recuperarse totalmente, aunque ya había regresado a su trabajo como comadrón en un hospital de la capital orensana.- Como tú, más o menos.
- Mira que te gusta hacerte el mártir.-le dijo su bellísima mujer, que aunque no tenía la belleza andaluza de su hermana menor, podía haberse presentado a un certamen sin el menor temor a quedar de las últimas.
- Jacobo, te veo muy bien a pesar de el trance que has pasado.-dijo Soledad.
- Pues sí, estoy bastante bien.-confesó Jacobo.-De hecho empecé a trabajar hace solo un par de semanas y ya ayudé a venir a este mundo a tres criaturas, dos niñas y un Jacobo.-dijo soltando una ruidosa carcajada, que era su “seña de identidad”.
- Julia, Jacobo, no os imagináis quien llegó ayer de improviso…
  El matrimonio se miro y luego miraron a Soledad.
- Ni idea, Sole.-dijo Jacobo luciendo su encantadora sonrisa. Se pasó la mano por el poco cabello ondulado que le quedaba en el cráneo y que hacía tiempo había decidido dejar crecer un poco en la nuca “por aquello de compensar” según sus propias palabras.
- Venga, entrad y lo veréis.-les instó.
- Sole, que misteriosa te veo.-dijo Jacobo sonriendo.
  Los recién llegados entraron en la casa y cuando vieron a Vicky se quedaron parados, pero Julia se lanzó a los brazos de su hermana menor rápidamente. Ambas gritaron a la vez, como dos niñas pequeñas a la salida del colegio.
- ¡Julia!
- ¡Vicky!
  Las hermanas Fernández se abrazaron un buen rato y luego Vicky hizo lo propio con su cuñado Jacobo, al que quería como a un hermano mayor más. Después, Vicky le presentó a Alejandro.
- Este es Alejandro Jaureguibeitia, mi prometido.-le presentó una orgullosa Vicky.
  Julia dio un grito al más puro estilo Vicky.
-¡Ostras!.-exclamó la hermana mayor de Vicky.
- Hola ¿qué hay, chicos?-saludó Alejandro dando un par de besos a Julia y ofreciendo su mano a Jacobo, con el que, curiosamente, compartía cierta similitud de rasgos en el rostro, a pesar de que éste lo tenía más surcado de arrugas.
  Los recién llegados se sentaron en el salón con Soledad, Vicky y Alejandro.
- ¿Cómo te encuentras de tu operación, Jacobo?-se interesó Vicky.-Menudo susto nos diste. Tuviste en vilo a toda la familia unos cuantos días, hasta que comenzaste a mejorar.
- Pues ya estoy mucho mejor.-dijo Jacobo mostrando su habitual y amplia sonrisa.- La verdad es que fue muy duro. Iba en el coche camino de casa cuando me dio el dolor más horroroso que sentí jamás en mi vida, y por poco no llego. Estuve asistiendo un parto en una aldea a media hora de casa y me sentía cansado pero lo achaqué a que eran las cuatro y media de la madrugada cuando salí de la casa de la parturienta y no le presté atención, pero cuando estaba llegando a casa me golpeó de tal manera que me quedé doblado en el coche y no tenía huevos de seguir conduciendo. Cuando me pasó un poco el dolor continué y cuando llegué a casa, Julia llamó una ambulancia porque ella se puso tan nerviosa que no se atrevía a conducir. Total, que acabé en el quirófano.-Terminó la frase dándose unas palmadas en sendas piernas.-En fin, eso paso y ya estoy bien. Bueno, ahora a lo que importa, con que se nos casa la peque…-dijo Jacobo sonriendo a su cuñada a la que consideraba una hermana menor desde que la conoció más de veinticinco años atrás cuando llegó invitado por su cuñado Miguel, al que había conocido durante el servicio militar en Barcelona.
- Bueno, nos casaremos, pero no hay necesidad de hacerlo mañana mismo.-admitió Vicky.- Después de todo tanto Alejandro como yo ya hemos estado casados antes y nos sentimos bien así, de momento. No quiero que la boda fastidie algo tan lindo como lo que ahora tenemos.-de pronto recordó que no le había enseñado su anillo de compromiso a Julia.-Mira, Julia, que cosa más bella de anillo me regaló Alejandro para mi cumpleaños.
- Ostras, que lindo solitario, cariño.-reconoció Julia.-Es precioso, Alejandro.
- No tanto como su dueña, pero bueno…
- Ojú, vaya piropo.-exclamó Julia.- A ver si aprendes, Jacobo.
- Ey, que a mí no me hace falta piropearte, ya estamos casados.-dijo entre risas el marido de Julia.
- Míralo, es que un romántico que tira de espaldas.-dijo su mujer dándole un pequeño puñetazo en el abdomen.
- Cuidado, que me sacas las tripas por la boca, muller.-dijo Jacobo dándose un ligero masaje en la zona agredida.
  Alejandro, mientras tanto, estaba hecho un lío con la familia de su prometida.
- Vicky, ¿Jacobo es el abogado o el comadrón?-preguntó Alejandro, que se despistaba a menudo de la conversación jugando con Dante, cosa que provocó la risa del guapo marido de Julia.
- Bueno, yo soy el comadrón, ginecólogo y pediatra de la familia, pero no me estrené aún con las chicas. Menos mal que tengo consulta propia en Ourense, sino no daría palo al agua.
  Todos se echaron a reír, pero fue Soledad quien habló.
- Jacobo, yo ya he cumplido con creces pariendo tres veces, ahora le toca a las jóvenes.
  A Alejandro no le cuadró la respuesta, si Vicky tenía tres hermanos, ¿cómo había dicho Soledad que había parido tres veces?, pues, con ella serían cuatro. Quizás Miguel fuese mellizo de Julia, pero Vicky no lo había comentado. Además, Julia no podía ser de su edad, pues aparentaba al menos cinco años menos que su hermano.
- Jacobo, ¿sabes a qué hora pueden llegar Miguel y Laura?.-preguntó Sole.- Me dijo que saldría tarde, pero no me fío de ese muchacho. Lo conozco, y lo mismo se presenta en cinco minutos.
- Pues no creo que tarden porque se supone que salíamos a la misma hora de casa y nosotros nos retrasamos por que anoche llegué, mejor dicho, esta madrugada llegué a las cinco y media a casa de asistir un parto y, la verdad, estoy que me caigo de sueño. No entiendo el motivo pero a los bebes de mis pacientes les encanta venir a este mundo de madrugada con lo que yo no descanso ni una hora si tengo que trabajar al otro día o, como hoy, que hemos salido de viaje.
- Pobres criaturas, que sabrán ellos de horas oportunas para nacer.- exclamó Sole.-Ellos, cuando les llega el momento, dan un “toque” a mamá y listos, todos a correr.
  Vicky soltó una gran carcajada, que fue el detonante de que los demás la imitasen.
- ¿Y has conducido así, medio dormido? No te la juegues, Jacobo.-dijo Alejandro serio, pues ese tema obviamente le era muy cercano.
  Su futuro cuñado negó con la cabeza.
- No, sólo lo he cogido a ratos para que Julia descansara, pero ha sido ella la que lo ha traído casi todo el camino desde Valle da luz, mi pueblo.
  Alejandro sonrió.
- Eso significa algo así como “Valle de la luz”, más o menos ¿no?.
- Sí, eso es.-afirmó Jacobo.
- Suena bien.-admitió Alejandro.
- Que te voy a decir yo que nací allí.-respondió un orgulloso Jacobo.- Mi familia y yo llevamos allí desde Portugal hace unos doscientos años.
  Alejandro soltó una carcajada.
- Pues si que te conservas bien para tener más de doscientos años, hombre.-le soltó-A ver si me das el nombre del formol en el que te sumerges por las noches. Lo mismo me quito veinte años de encima y, de paso, vuelvo a jugar al fútbol.
  Jacobo le miró y después de un par de segundos estudiando el comentario de Alejandro se dio cuenta de la broma. Soltó una carcajada mientras se echaba hacia delante y le daba a Alejandro una palmada en una de sus inertes piernas, cosa que hizo que ésta comenzase a moverse espasmódicamente durante unos instantes hasta que el hombre lo advirtió y de un seca palmada lo detuvo.
- Eso estuvo bien, hombre, jajaja.-admitió Jacobo entre risas.-Evidentemente, quise decir que mis antepasados llegaron a Ourense hace más de doscientos años desde Portugal, y dos siglos después nací yo.
- Ah, bueno, eso está más claro, si.-dijo Alejandro.-Ya decía yo que no podía ser que tu aparentases mi edad si podías ser mi tátaratatarabuelo, jeje.
- Alejandro, que bruto eres, quillo.-dijo Vicky riendo.
  Jacobo se levantó de nuevo y se dirigió él solo a la puerta principal de la casa.
- Mujer, es que las cosas hay que aclararlas bien, que luego vienen los líos.-dijo Alejandro entre risas. Y, sino, que os lo digan a Andrés y a ti, ¿eh?
  Vicky comprendió que se refería, y sonrió.
- Alejandro, no me lo recuerdes, hombre.
-¿Qué pasa, hermanita?-preguntó Adrián.-Cuenta, anda.
  Vicky sonrió.
- Pues que cuando Alejandro estuvo enfermo con un cólico nefrítico, un amigo suyo, que es cliente mío, me preguntó por él, y yo no sabía qué decirle y se creyó que había tenido colitis, y cuando le vio le preguntó por ello y Alejandro me declaró la metedura de pata en plena cara delante de su hermana y su cuñado.
  Todos soltaron la risa.
- ¡Alejandro, qué bueno!-exclamó Julia.
- A mi me hace eso y la mato.-dijo Adrián entre risas.
- Pues no voy a negar que se me paso por la cabeza.-reconoció Alejandro.
- Jolín, cambio una sola palabra y se lía la de Dios es Cristo.-se quejó Vicky.-Sólo quise evitar dar una información que pensé que debía dar tú, Alejandro.
- Ya lo sé, mi niña.-dijo Alejandro abrazándola con dulzura.-Es una broma, mujer. Pero reconoce que te liaste de mala manera.
  Vicky rió.
- Está bien, me lié. Lo admito.
  En ese instante llegó Jacobo con una maleta en la mano derecha y un pequeño bolso de deporte colgado del hombro contrario.
- Sole ¿Dónde nos quedaremos Julia y yo?.-preguntó Jacobo.
- En la que está frente a la nuestra, como siempre, hijo.-respondió Sole.
- Cari ¿por qué no has esperado que yo te ayudase con ese maletón?. No debes cargarte tanto, ya lo sabes.
- No te preocupes, no pesa tanto.-sonrió.-Solos unas dos toneladas.
  Julia le sonrió.
-¡Anda ya!.-exclamó Julia.-Oye, mamá ¿dónde nos quedaremos nosotros? ¿en la de siempre?.
- No, hija, esa se la he dejado a tú hermana y a Alejandro, puesto que es un poquito más ancha que las otras, vosotros os quedaréis en la siguiente, la que usaba la abuela Victoria.
  Jacobo asintió y subió a dejar el equipaje en ella, para regresar con los demás unos minutos después, al tiempo que en la calle se escuchó un claxon tres veces seguidas y Vicky se levantó de su silla como impulsada por un resorte.
-¡Ese es Miguel!-exclamó Vicky levantándose para asomarse a la ventana frontal de la casa.-Sí, son ellos, chicos.
  Soledad y Julia salieron al encuentro de los recién llegados mientras Jacobo optó por quedarse con Vicky y Alejandro. Al cabo de unos minutos entraron en la casa Soledad y Julia seguidas de una pareja. El hombre, de espesa cabellera castaña, y amplia sonrisa, sonrió de forma muy afable al ver a Jacobo.
- Ey, Miguel, ¿cómo estás?-saludó Jacobo levantándose.
  El recién llegado se acercó a Jacobo y le dio la mano y a continuación un gran abrazo.
- Hola, galeguiño.-le dijo a modo de saludo.-Veo que ya estás en forma…
  El aludido se echó a reír al escuchar el apodo que le había puesto su cuñado.
- Pues sí, ya pasó al fin.-dijo Jacobo rascándose la herida del vientre, que no dejaba de darle punzadas últimamente.-A ti, Miguel, te veo más “hermosote” que en Navidades.
  El atractivo hermano de Vicky sonrió. Poseía una abierta y encantadora sonrisa.
- Sí, al contrario que tú, yo he puesto cinco kilos en nada.-confesó.
- Mira, los que perdí yo tras mi operación.-Jacobo señaló a Alejandro que estaba junto a él.- Ah, mira, este es Alejandro Jaureguibeitia, el, agárrate, prometido de Vicky.-le presentó Jacobo.
  Miguel miró a Alejandro y luego a su hermana.
- Ostras, trasto, que callado te lo tenías.-dijo a su hermana menor.-¿Qué tal, Alejandro?-le ofreció su mano.
- Hola Miguel, encantado.-saludó Alejandro dándole la mano a su futuro cuñado, un hombre moreno y de ojos oscuros de estatura similar a la de Jacobo, aproximadamente uno noventa, igual que Alejandro cuando éste podía ponerse en pie.
- Mira esta es Laura Masferrer, mi esposa. La mejor abogada del colegio catalán.
  Alejandro miró a la mujer que estaba junto a Miguel. Era menuda, poco más de metro sesenta, delgada y, decididamente, bellísima, según opinión del hombre.
- Pelota.-exclamó su atractiva mujer, de edad aproximada a la de Vicky, y su marido y los demás rieron.
  Alejandro dio dos besos a Laura, que llevaba el cabello, de un precioso tono dorado, cogido a ambos lados de la cabeza con unas simples horquillas.
- Mucho gusto, Alejandro.-le dijo Laura tras darle dos besos.
  Después de las presentaciones, todos se sentaron a charlar animadamente mientras tomaban unas cervezas bien frías.
- Madre, padre y Adrián están en el bar, supongo ¿no?-preguntó Miguel a Soledad.
- Sí, pero vendrán a comer dentro de un rato porque tu padre me dijo que había pensado en dejar a cargo del bar al hijo de “el tomate” para poder pasar la tarde con nosotros en casa.
- Estupendo, que tengo ganas de verle.-admitió Miguel que había heredado el carácter serio de su padre, pero que conservaba una eterna sonrisa en el rostro cuando estaba relajado.
- Por cierto, ya están colocando los puestos de la Feria de Artesanía.-intervino Laura.
- Sí, habrán venido esta mañana bien temprano.-respondió Sole.
-¿Iremos a verla, Alejandro?-preguntó Vicky sentándose en las piernas de su prometido, que le pasó el brazo por la cintura.
- Claro, ya que estamos aquí, no nos lo vamos a perder.-reconoció Alejandro.
- Espero que tengas una buena VISA, porque si Vicky es de antojadiza como su hermana para los adornos, te vas a dejar aquí media cartilla de ahorros.-dijo Jacobo que rió al recibir el golpe en la cabeza de un cojín volador, que hasta ese momento había estado en el sofá, junto a Julia.-Ay, Julia, que estoy convaleciente, Ceo meo.
-¡Un cuerno!-exclamó Julia, que sabía que se sentía perfectamente.
- No seas malaje, Julia, pobrecito.-dijo Vicky sonriendo al ver la cómica mueca de pena que puso su cuñado.
- Vicky, Alejandro, como las cosas sigan así, me vais a tener que adoptar.-dijo Jacobo riendo.
- De eso nada.-exclamó Alejandro entre risas.-Solo me faltaba tener más competencia en casa. Que ya tengo bastante con Óscar.
  Jacobo soltó una gran carcajada al escuchar el comentario de Alejandro.
- Que par de payasos, hermanita.-exclamó Julia riendo.
- Julia, me parece que con estos dos, se han juntado el hambre y las ganas de comer.
  En ese momento apareció Sole.
-¿Quién quiere comer?-preguntó la mujer, con preocupación.
  La inocente pregunta de Sole hizo que los cuatro se echaran a reír a carcajadas.
- Madre, estás obsesionada con la idea de cebarnos, ¿eh?.-comentó Miguel entre risas propias y de los demás.

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