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viernes, 31 de enero de 2014

Capítulo 65.


  Cuando llegaron Adrián y Gerardo, que entraron como siempre hacían por la puerta que comunicaba el comedor de la casa con el bar, se pusieron a comer en la mesa del comedor, que una vez que se abrían las dos alas, se convertía en rectangular y con capacidad para cuatro personas más. Soledad estaba en uno de los extremos de la mesa escoltada por sus hijas, Julia y Vicky, Alejandro se colocó a la derecha de ésta y Jacobo frente a él, después estaban Laura, que se sentó a la derecha de Alejandro y a continuación estaba Adrián y, en el extremo opuesto a su esposa, estaba Gerardo. Soledad había preparado unos calamares con guisantes, plato que bordaba según había comentado Jacobo al ver la cacerola en la mesa y asomarse al ver su contenido. Cuando Alejandro se llevó a la boca el primer bocado puso los ojos en blanco.
- Umm, Sole, Jacobo tiene toda la razón, esto está de muerte.-dijo con verdadera cara de placer.
  Vicky se echó a reír al verle la cara.
- Julia, atiende la cara de mi prometido.-le dijo a su hermana y ambas se echaron a reír.
- Chicas, no me jodáis el plan que trato de camelarme a la suegra.-dijo Alejandro riendo.
  Jacobo se echó a reír.
- Alejandro, no te canses, eso no funciona con Sole, ya lo intenté yo hace casi veinte años cuando me prometí con Julia, y no funcionó a la primera.-se echó a reír.-Para conseguirlo tuve que echar mano de todos mis encantos ocultos.
- Sí, porque de los que están a la vista…-susurró Adrián, y acabó recibiendo un codazo de su madre.
  Julia miró a su marido desde hacía más de dieciséis años.
- Vamos, que os vais a quejar de la suegra que os ha tocado. Pero mira que tenéis cara.-dijo riendo, la atractiva hermana de Vicky, que sin tener la belleza racial de su hermana, era decididamente hermosa.
- Julia, no es cara sino pura supervivencia. No sabes lo importante que es para un hombre caerle bien a la suegra.-dijo Miguel.-Yo a la mía la invito todos los años a comer para su cumpleaños por si la moscas.
  Todos soltaron la risa, menos Alejandro que se repente y sin saber como recordó el descubrimiento que había hecho tiempo atrás cuando Vicky le dijo lo que Consuelo había hecho con la herencia de su difunta esposa.
- Hay suegras que no se merecen ni el aire que respiran.-dijo muy serio mientras jugueteaba con el vaso de agua que tenía junto al plato.
  Vicky, que sabía a lo que se refería le cogió la mano izquierda.
- Alejandro, no pienses en eso ahora.
  El hombre no la escuchó por que tenía la mente a años de distancia.
- Mi suegra se gastó el dinero que le perteneció por la muerte de su hija y nietos en un viaje por Europa. O sea que hay suegras y suegras, como acabo de decir, chicos-dijo con pesar.-Y a mí me tocó la de peor calaña, os lo aseguro.
  Julia le miró asombrada por lo que había escuchado.
- Eso no es posible, Alejandro. Debes estar en un error.
  El hombre asintió y todos se miraron asombrados.
- Por supuesto que lo es, tu hermana me lo confirmo no hace mucho.
- Mare de Deu, que barbaridad.-fue único que Laura acertó a decir.
- Alejandro ¿Cómo es posible que hiciera eso?-preguntó Jacobo.-Eso no entra en cabeza humana, carallo.
- Pues, lo hizo, Jacobo. Tuvimos el accidente a mediados de agosto y en septiembre se abrió el testamento, a cuya lectura no pude ir lógicamente, y cosa que no me interesaba, la verdad, y a finales ella estaba de camino a Roma. Se fue sola para “relajarse”, y dejó a mi suegro en casa. Pobre Ambrosio, que es un trozo de pan bendito.
- Desde luego que lo es, cielo.-admitió Vicky.-Es un hombre encantador, la verdad. Lástima que “le toco” esa arpía.
- Entonces estas viudo ¿no?-preguntó Gerardo, que escuchaba la conversación en silencio hasta ese momento.
  Alejandro asintió mientras se ponía un poco de vino blanco en el vaso donde había estado tomando agua.
- Sí, el día catorce hará nueve años.-bebió media copa de un solo trago.- Tuvimos un accidente y murieron mi mujer y nuestros dos hijos. Yo me partí la columna y estuve en coma una semana.
- Joder, menudo palo.-dijo Adrián con un gesto de evidente pesadumbre en la cara.
  Durante unos segundos, que a todos les parecieron eternos, nadie dijo nada, pero Soledad se levantó y lo rompió para hacer una pregunta.
- ¿Alguien quiere repetir, chicos?-preguntó Soledad intentando cambiar de tema.
- Madre, no me tientes que sabes que este plato me puede y no debo comer tanto que me está saliendo una curvita en la barriga, y no creo que nadie se crea que estoy embarazado.-dijo Miguel riendo mientras se acariciaba el vientre como si se acabara de dar un gran atracón.
  Laura soltó la risa y, como estaba bebiendo, el vino salió disparado de su boca a la cara de su marido.
- Perdona, cariño, pero eso te pasa por decir esas cosas.-dijo riendo.
  Alejandro soltó la risa al igual que todos los demás.
- Ostras, otra con complejo de aspersor.-dijo en clara referencia al “incidente” con Vicky el día de su cumpleaños menos de un mes atrás.- Esto debe ser contagioso, chicas.
  Vicky se echó a reír, tapándose la cara con ambas manos.
- Ayyy, no me lo recuerdes, cariño.-dijo Vicky riendo.-No os lo imaginaríais ni en un millón de años, familia. Hice un ridículo espantoso.
   Adrián fue quien habló.
- Cuéntalo, Vicky, no nos dejes con el suspense.
- Pues que el cumpleaños de Alejandro fue en San Fermín e hicimos una pequeña celebración con unos amigos, y yo me lo pase tan bien que bebí más cervezas de la cuenta y acabé cogiendo una señora borrachera y, por lo que luego me han contado, porque yo no lo recuerdo, me lo pasé pipa riendo por todo y en una de esas, estaba con la boca llena de cerveza y se la escupí al pobre Alejandro en todo el careto.
- Ostias, que bueno, mi hermana, la sensata, borracha y yo me lo pierdo.-dijo Adrián carcajeándose.
  Alejandro se echó a reír como el resto de la familia.
- Quien se rió fui yo al otro día cuando se despertó con una resaca de tres pares de coj…narices.-“Ay, que me pierdo”. Pensó Alejandro.
- Eso es cierto, se lo pasó de fabula riéndose a mi costa.-afirmó Vicky.- Por cierto, chicas, no os emborrachéis en la vida que se pasa fatal.
  Jacobo se echó a reír.
- Tarde, tu hermana lo hizo con vino dulce la Nochevieja pasada.-descubrió para todos, que nada sabían de eso.
- Madre mía que ejemplo me estáis dando.-dijo Adrián riendo.-Esa no es forma de educar a vuestro hermanito menor, chicas.
- Ey, que tu ya te afeitas hace años.-protestó Vicky.-Vamos que seguro que te has emborrachado muchas más veces que nosotras dos juntas.
- Eh…bueno, no pienso hablar si no es en presencia de mi abogado.-dijo Adrián.
-¡Presente!-exclamó Miguel.
- ¡Chivato!-exclamó Adrián lanzándole un trozo de pan.
  Todos rieron la cómica representación de los dos hermanos.
- Sois como niños, hijos.-dijo Soledad sonriendo.
- Déjales mamá, que se lo están pasando de miedo y nosotros también a su costa.-admitió Julia.
- También es verdad.-reconoció la madre.
- Hermanito, tenemos una fama que para que te cuento.-dijo Miguel riendo.
- Me temo que si.-reconoció el pequeño de los Fernández.
  Soledad se puso en pie y empezó a retirar los platos con ayuda de sus hijas y de su yerno, al que no se le caían los anillos a la hora de arremangarse a ayudar donde hiciese falta una mano.
-¿Qué queréis de postre, tarde manzana casera o sandia?-preguntó a sabiendas de la respuesta que recibiría.
  Todos contestaron a la vez, como si lo hubieran ensayado miles de veces.
- ¡Tarta de manzana casera!
  Todos soltaron una exclamación, y Miguel soltó una carcajada.
- Madre, definitivamente tengo claro que aún no tenías pensado el menú para Nochevieja y cuando me has visto lo has decidido, en lugar de cochinillo asado, quieres poner “Miguelón a la naranja” como si lo viera, fíjate.
  Laura soltó una ruidosa carcajada.
- Cariño, que conste que cuando te digo que estas para comerte, no es literal.
  Miguel soltó un gracioso resoplido mirando a Alejandro.
- Menos mal.-señaló a la silla de Alejandro.- Tío, pon la directa en esa silla y no pares hasta llegar a Valencia por lo menos, que tú aún puedes escapar.
  Alejandro estaba muy divertido riendo casi todo el tiempo y Vicky gozosa de ello. El ambiente relajado de la casa había hecho que el hombre se sintiera uno más rápidamente.
  Después de tomar el delicioso postre casero y una taza de café, se dirigieron al patio trasero de la casa, donde había un pozo que estaba en desuso, pero que adornaba.
- Vicky, quiero que sepas que estoy muy a gusto aquí con tu familia.-confesó Alejandro acercando su cara a la de ella.
- Me alegro, tesoro. ¿Qué te parece mi padre?.
- Bueno, tiene cara de bulldog, pero supongo que en el fondo es un Yorkshire.
  Vicky rió.
- No te fíes de los “yorkies”, tienen tres metros bajo tierra. Acuérdate de Óscar.
  Alejandro soltó la risa.
- Eso es verdad. Por cierto, ¿has vuelta a llamar a casa?.
- Sí, esta mañana.-respondió Vicky.-Y Myrna me ha dicho que ha hecho un “pacto de no agresión mutua” con Óscar.
  Las risas de la pareja fueron interrumpidas por la llegada de Jacobo, que traía dos tazas de café, que les ofreció
- Chicos, Sole me mandó traeros el café.
  Alejandro le cogió una de las tazas.
- Gracias, hombre.
- De nada, a mandar.-dijo el atractivo cuñado de Vicky.
-¡Jacobo, ven a por los que faltan!-le gritó su mujer desde la cocina.
-¡Voy!-exclamó el hombre mientras se dirigía a la cocina.-Oye, te recuerdo que estoy convaleciente, eh.
 Al pasar junto a Miguel que estaba sentado en una de las sillas, éste le dio un manotazo en el trasero.
- Anda, galego, no le eches tanto teatro al asunto y tira pa la cocina.-le apremió.
  Jacobo le miró y dijo:
- No me critiques, cuñado, que si eres tú el que pasa por aquello te mueres del susto en aquella carretera solitaria junto al bosque, de noche, con un dolor de cojones y sin nadie en kilómetros a la redonda para pedir ayuda.
-¿Has oído hablar de una cosa que se llama… móvil?-siguió Miguel.-Suele ser muy útil en casos como ese que cuentas.
- Lo tenía.-respondió el médico.-En el maletín, dentro del portaequipaje del coche…y sin batería.
- La virgen…-susurró Alejandro.
- Eso, tú bien preparado para la vida moderna.-le soltó Adrián, riendo.
- A partir de ahora lo llevaré en la guantera, lo prometo. Que me corre peligro cierto apéndice que aún me queda intacto.
- Ya puedes jurarlo, Jacobo Carreiras.-exclamó Julia, mientras Alejandro observaba la escena muy divertido.
  Cuando se quedaron a solas, Alejandro se acercó a Vicky para hablarle.
- Vicky.-Susurró Alejandro.-Cuando acabemos de tomar este café sería conveniente que me ayudases a…
  Ella no le dejó acabar.
- Sí, ya, la pinza está aquí detrás en la mochila de la silla, yo la dejé allí esta mañana cuando te estabas vistiendo después de la ducha.
-¿Cómo lo hacemos, porque ahora hay más personas en la casa?
- No te apures, se lo decimos a mi madre y a ver cómo nos lo montamos para que sea lo más discreto posible, porque ahora en la cocina pues como que no, que nos pueden pillar.
  Alejandro se encogió de hombros.
- Bueno, la verdad es que a mí no es que me moleste que se entere tu familia, pues no hace falta ser médico para saber que yo me lo hago todo encima, pero tampoco quisiera que me vieran en pleno lío.
  Cuando acabaron la sobremesa, Vicky cogió a su madre del brazo y, con mucha discreción se la llevó a un lado del comedor para hablar con ella sobre el tema de Alejandro. Soledad la escuchó y luego dijo:
- No te apures, hija. Llévalo a la salita de la plancha y allí tendrá toda la intimidad que necesite, yo estaré atenta por si a tu hermano se le ocurre, como de costumbre, entrar allí para hablar a escondidas con su “amiga invisible”.-dijo Soledad.
- Vale, se lo voy a decir a Alejandro, gracias mamá.-dijo y le dio un beso en la mejilla.
- De nada, cariño. Yo lo que quiero es que seas feliz y si Alejandro ha conseguido que lo seas, pues a mí ya me vale. Además es un encanto de hombre y guapo a rabiar, para que negar.
  Ambas se echaron a reír con complicidad hasta que apareció Alejandro.
- Vicky, perdona, pero esto está a punto de reventar, así que…
  Las dos mujeres se volvieron al sentir su voz. Pero quien habló fue Vicky.
- Si, cariño, ya está arreglado, ven, sígueme.
  Le llevó al patio y lo cruzaron hasta llegar a una especie de almacén donde guardaban las provisiones para el bar.
- Este es la trastienda del bar, y puedes usarlo cada vez que necesites intimidad.
  Alejandro asintió y se iba a meter en el cuarto cuando regresó junto a su prometida.
- Vicky ¿dónde echo los orines?-pregunto Alejandro, pues al parecer ellas no habían reparado en eso.
- Ostras, no caí en ello. Espera, voy a ver si encuentro una botella.
  Al cabo de un rato regresó con una botella grande de agua que había quedado vacía durante la comida. Alejandro entró en el pequeño cuarto que estaba lleno de cajas de refrescos, separando las llenas en un lado y las vacías en el otro además de un montón de cachivaches de todo tipo que debían ser, imaginó, de Gerardo. Cuando terminó salió y le entregó la botella, con más de la mitad de su capacidad llena de orines.
- Toma, preciosa. Haz el favor de vaciarla, porque me va a venir de coña mientras estemos aquí.
  La mujer asintió mientras se hacía con el recipiente.
- Ahora mismo vuelvo, tu ve de nuevo al comedor.-dijo Vicky.
  Alejandro asintió y se separaron cada uno en una dirección.
  A eso de las cuatro y media, Julia propuso que fueran a dar una vuelta por la Feria de Artesanía. Y, dicho y hecho, a las cinco estaban las tres parejas camino de la ermita, pues la Feria estaba instalada muy cerca.
- Vicky si tienes pensado comprar alguna cosa, hazlo ¿de acuerdo preciosa?-le dijo Alejandro.
  Jacobo, que iba al lado de Alejandro con Julia cogida por la cintura, sonrió.
- Rapaz, no te cortes el cuello, que tú no sabes lo que dijiste delante de éstas tres chicas.-bromeó y eso le costó un buen codazo en las costillas de parte de Julia.-Au.
- Lo tendré en cuenta, cuñao.-le respondió Alejandro riendo ante la expresión que vio en el bello rostro de Vicky.-Macho, ¿te apuestas algo que esta noche dormimos juntos tu y yo en la bañera?
Jacobo rió también.
- Pues, creo que si, por que a Julia se le puso también cara de pocos amigos.
- Que fama, hermanita.-dijo Vicky.
- Ya ves, con lo buenas que somos nosotras.-bromeó Julia siguiéndole la broma a su hermana menor.
-¿Buena tú?-le preguntó Jacobo señalándola divertido.-Si tú no eres buena ni durmiendo. Alejandro, como Vicky pegue las mismas patadas que Julia vas listo.
  Alejandro rió.
- Pues, no sabría decirte. Aunque me dé una paliza a patadas no me enteraría hasta que viese los moratones.
  Jacobo se quedó cortado, pero luego soltó una carcajada.
- Carallo, es verdad. No me di cuenta, perdona, home.
  Alejandro rió divertido al ver la cara de apuro de Jacobo.
- No te preocupes hombre, no me has molestado.
- Jacobo, cielo.-le dijo Julia dándole un beso.-Cada vez que hablas, sube el pan.
  Vicky rió ante el comentario de su hermana.
- Julia, no seas malaje con el pobre Jacobo, que no habla por no pecar, y lo sabes muy bien.
  Miguel le dio un codazo en el brazo a Jacobo.
- Como te defiende la cuñadita ¿eh? Anda que te quejarás.
- Al menos me defiende alguien.-bromeó Jacobo.
  Las tres parejas llegaron a la explanada de la ermita y vieron que estaba llena de gente. Había dos filas de tenderetes que la recorrían de lado a lado. Había de todo tipo, cerámica, muebles antiguos, ropa hippie, inciensos, bisutería en plata, velas, etc.
   Las mujeres se adelantaron y comenzaron a caminar juntas, visitando todos los puestos sin excepción, mientras charlaban y reían alegremente. Los tres hombres iban detrás caminando más despacio y charlando animadamente de deportes, que era una de las aficiones que tenían en común.
- Desde luego, estaba muy claro que la Liga era del Barcelona.-opinó Jacobo.-Jugaron como verdaderos campeones. Y Messi está inconmensurable, es un verdadero “crack”.
- Sí, de acuerdo en lo de Messi.-le dio la razón Alejandro.-Pero sería más divertido que de vez en cuando se la llevase alguno que no fuera el Barça, o el Madrid.
- ¿De qué equipo eres tú, Alejandro?-quiso saber Miguel que, aunque no era muy de aficionado, de vez en cuando veía algún partido en que algún equipo español se jugase algo o bien los de la Selección.
- Yo del Deport y del Atleti a partes iguales.-explicó Alejandro ante la sorpresa de sus dos cuñados.
- Explícame eso, que no lo entendí.-le pidió Jacobo sonriendo.-O eres de los Leones o de los Deportivistas.
  Alejandro rió.
- Pues, eso es muy sencillo, galego. Soy de los dos porque mi padre era del Bilbao y mi abuelo materno, como buen gallego, era del Deportivo, y claro, como veía los partidos de los dos equipos que daban en la televisión, acabé que no podía decidir cual me gustaba más. Se puede decir que, en cuestiones deportivas, tengo el corazón “repartio”, en lugar de partio, como dice Alejandro Sanz.
- Una respuesta muy diplomática, si señor.-opinó Jacobo.
- La que tengo.-insistió Alejandro.
  Las tres mujeres se detuvieron al pasar delante de un puesto donde se servían aperitivos y bebidas.
- Chicos ¿tomamos unas tapas?-propuso Vicky.
  Los tres hombres asintieron al unísono y al cabo de unos minutos estaban los seis sentados ante una mesa tomando unas tapas de calamares a la andaluza y de “pescaito” frito. Para beber se decantaron por unos rebujitos, una bebida típica de la zona.
- Está bueno este rebujito.-admitió Alejandro mientras lo paladeaba.- ¿Qué lleva?-preguntó a Vicky.
- Vino fino, 7up, hielo y un poco de hierbabuena.-le explicó su prometida.
- O sea, para mí eso equivale a una cogorza del quince.-bromeó Alejandro.-Y ya sabéis que yo conduzco todo el tiempo mi “bólido”.
- Pues, eso tiene fácil arreglo.-dijo Miguel.-No bebas.
- Ja, un cuerno.-exclamó un divertido Alejandro, para goce de Vicky, que le observaba en silencio.- Que estoy de vacaciones, amigo. Además, hace muchos años que no salía de mi ciudad y que no me divertía como lo estoy haciendo.-De pronto se puso algo serio.-Hasta me siento un poco culpable, lo reconozco. El día catorce es el aniversario del accidente y es el primer año que no les voy a ir a visitar y a llevarles flores a mis niños.
- Alejandro, cielo.-le susurró Vicky mientras le acariciaba la cara.
- Lo siento.-se disculpó él.-Perdona, no es el momento ni el lugar para decir esas cosas. Perdonadme, familia.
  Laura, sentada a la izquierda de Alejandro, entre él y Miguel, sonrió amablemente.
- No te disculpes, tranquilo.
- Bueno.-dijo Jacobo que había ido a la barra a recoger el pedido, con una gran bandeja entre las manos en las que venían las tapas y las bebidas-Aquí vienen el pescaito y el rebujito.
  Después de dar buena cuenta del abundante aperitivo, se dirigieron a los puesto de nuevo pues a las chicas les apetecía echar otra ojeada a unas cuantas cosas que les habían llamado la atención.
- Julia, te temo cuando se te pone esa cara de compradora compulsiva.-bromeó Jacobo.
- Anda, cielo, cariño, guapo…-le piropeaba mientras le hacía carantoñas en la cara.
  Jacobo miró a su mujer muy serio.
- Julia, si con éste peloteo tan descarado, pretendes conseguir que te deje comprar algo que probablemente sea escandalosamente caro, y absolutamente innecesario…-Jacobo soltó una gran carcajada.-está bien, te funcionó.
- Biennnnnnn.-gritó ella mientras aplaudía triunfante, y le daba varios besos repartidos entre ambas mejillas.-Veras como te enamoras de lo que te voy a enseñar. Yo lo vi y me quedé prendada.
- Ya, bueno, a ver qué es eso tan maravilloso que vistes.-dijo Jacobo levantándose pesadamente de la mesa.
- Chicos ¿Por qué diantre tengo la sensación de que estas tres hacen con nosotros lo que les da la real gana?.-preguntó Miguel riendo.
- Porque es así, Miguel.-confirmó Alejandro.-Nos miran, nos sonríen y, nosotros caemos como pardillos en sus redes.
- Que exagerados.-dijo Vicky, que decidió apoyar a su hermana.-Cualquiera diría que las mujeres somos una brujas malas.
  Miguel le miró divertido.
- En fin, ejem, mejor no digo nada, que luego se sabe todo.-dijo y se rió al ver la cara de pocos amigos de su esposa desde hacía ya siete años.
- Que pena me dais, chicos.-ironizó Laura.
  Al final, Julia se salió con la suya y acabaron comprando un precioso espejo de pared ovalado color dorado, que casualmente era muy similar al que Alejandro tenía en su recibidor.

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