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lunes, 24 de febrero de 2014

Capítulo 66.


    Cuando volvieron de pasar la tarde en la Feria, Alejandro, Jacobo y Miguel, que sin estar borrachos sí que estaban algo alegres, se dedicaron a contar todo tipo de chistes para regocijo de Soledad, que era de risa fácil, igual que sus dos hijas.
- Un hombre entra en una librería-comenzó a decir Jacobo.-y le dice al vendedor:” ¿Tiene algún libro para el cansancio?”, el otro va y le responde:”Sí, pero ahora lo tengo agotado”.
   Jacobo soltó la risa al acabar la frase.
  Todos soltaron una carcajada, y Alejandro se dejó caer hacia el lado derecho y se agarró al asiento de su silla para no caer al suelo.
- Coño, que bueno, Jacobo.-exclamó riendo a carcajadas.-Ostras, mi barriga, jajá, ay, jajá.
- “Doctor, doctor.-se animó Vicky.-Se me cae el pelo, ¿me va a dar algo para conservarlo?”, y el médico va y le responde, “Si, tome, aquí tengo esta cajita”, jajá.
  Alejandro, Jacobo y Miguel, que ya habían comenzado a sentir los estragos de la alopecia en sus cabezas la miraron con sonrisa irónica, replicaron a la vez:
- ¡Muy graciosa, Vicky, muy graciosa!-exclamaron y luego rieron al darse cuenta de su sincronización espontánea.
- Ostras, parecía que lo habéis ensayado, chicos.-dijo Laura riendo.
- Ya te vale, hermanita, con lo sensibles que se ponen los cuarentones con ese tema.-le comentó Adrián entre risas.
  Su hermano mayor se le quedó mirando mientras reía.
- Pues tú no te rías, que vas a quedarte igual a mi edad, que somos hermanos, y padre tiene más claros que un bosque quemado.
   Gerardo, levantó la mirada, y sonrió al mayor de sus hijos.
- Hijo, es que yo nunca tuve nada agraciado que heredar, ya lo ves.-reconoció un desconocido Gerardo, que no era nada amigo de entablar conversación con grupos grandes.
- Pues, con todo y con eso de que estoy ya medio pelón, no me puedo quejar, porque aún tengo bastante pelo comparado con uno que yo me sé.-dijo mirando descaradamente a Jacobo.
   El gallego sonrió.
- Mi incipiente calvicie, cuñado, es por los disgustos que me da tu hermanita, y nuestro querido Dante, que no se qué leches hice yo en mi vida anterior, para acabar con ese golfo como macota, y esta despistada como esposa, que un día se deja la cabeza olvidada en algún sitio, ya veréis.
- Yo no soy despistada, lo que pasa es que tengo memoria selectiva.-se defendió Julia.
   Su hermano Miguel soltó una ruidosa carcajada.
- O dicho de otra manera, solo te acuerdas de lo que te da la gana, ¿no?-dijo Miguel entre risas.                                                                                                        
- Miguelito, yo de ti no me la jugaría, que llevo tacones altos y uno de ellos puede acabar incrustado en cierta parte de tu anatomía masculina.-amenazó su hermana menor entre risas.
  Alejandro soltó una carcajada.
- Ay, la leche, esta es peor que su hermana. Esta usa “armas de destrucción masiva”. Fíjate que me ha dolido a mí y todo, jajá.
- Y, digo yo.-empezó a decir Adrián.-¿para qué leches llevas tacones si mides más de uno setenta?.
  Vicky sonrió.
- Por presumida, la verdad.-admitió.-Los tacones hacen más bonitas las piernas.
  Alejandro soltó la risa.
- Coño, Vicky, mañana me prestas un par de zapatos de tacón a ver si mis piernas recuperan el lustre perdido.
   Jacobo, que estaba bebiendo, por poco se atraganta con el agua. Se puso a toser de forma violenta y Julia, su mujer, con celeridad se acercó a él para darle golpecitos en la espalda para hacer que respirase de nuevo. Adrián y Vicky, que estaban sentados a sendos lados del hombre, y al ver que Julia no conseguía que recuperase el resuello comenzaron a darle golpes en la espalda hasta que se recobró.
- Ayyy, que me ahogo… jajá.-dijo mientras tosía y reía al tiempo.-Tranquilos, ya está. Ya pasó, chicos, que me estáis dando la del pulpo a lo tonto entre los tres.-dijo Jacobo levantando ambos brazos.
- Cariño, que susto.-dijo Julia, mientras le daba un pañuelo de papel para que se limpiase las lágrimas que le habían brotado por el ahogo.
- Para susto el mío, que me vi jugando al Remigio con San Pedro, a hostia caña.-exclamó Jacobo cuando consiguió poder hablar.-La madre que te parió, Alejandro.
  El hombre sonrió al ver que Jacobo se encontraba perfectamente.
- Dímelo a mí que la primera vez que salí con Vicky me dio un ataque de tos como a ti y por poco me asfixio también. Se pasa un rato muy malo, la verdad.
   Jacobo asintió.
- Ya lo creo, cuando notas que el aire te falta es horroroso.- Se llevó las manos al abdomen al sentir una punzada en la herida de la apendicetomía.-Carajo de cicatriz…
-¿Estás bien, hijo?-se interesó Gerardo, estaba fumándose un gran puro en su vieja mecedora, verdaderamente preocupado por su yerno.
   Jacobo asintió.
- Sí, estoy bien, tranquilo, Gerardo.-sonrió mirando a Alejandro.-La culpa es tuya, hombre. Mira que soltar semejante burrada mientras estaba con la boca llena de agua…
   Alejandro sonrió también llevándose la mano al pecho.
-¿Culpa mía, Jacobo?.-preguntó con los ojos muy abiertos para mostrarse cómicamente sorprendido por tamaña “acusación”.-Pero que geta tienes, cuñao…
   Jacobo no dejaba de reír y eso le hizo que su abdomen se resintiera.
- Otras, aun me tiran los puntos de la herida y hasta me hacen sudar.-confesó Jacobo, limpiándose el sudor que le había brotado en la frente, con el dorso de la mano.
  Julia cabeceó preocupada.
- Y tú empeñado en venir, Jacobo.-dijo mirándole y luego miró a su madre.- Debimos quedarnos en casa y venir para navidades, así hubiera estado más recuperado. Después de todo son más de mil kilómetros y eso es mucho de golpe, teniendo en cuenta que hace sólo dos meses que le operaron. Pero como es tan cabezota…
- Cariño, me siento bien y tenía ganas de venir.-dijo Jacobo.-No te preocupes que estoy perfectamente, cielo. Además, si ya trabajo con normalidad, pues también es lógico que mis vacaciones las pase con normalidad. Teníamos pensado venir y eso hicimos.
- Solo espero no tener que salir corriendo a urgencias de nuevo.-dijo Julia más para sí que para los demás.
- Eso, viva el optimismo.-exclamó Jacobo.- Muller, ya te dije que estoy bien y no me va a pasar nada malo. Después de todo solo será una semana y luego a casita a descansar el resto del mes, y rezar para que no se le adelante el parto a ninguna de las que están esperando para las próximas dos semanas.
  Alejando miró a Jacobo.
-¿Estas sólo tú en la consulta?-preguntó.
- Pues en el hospital no, pero en la mía privada si y le dejé el encargo a un colega del hospital por si se adelanta algún renacuajo, pero vamos, no creo por que el próximo nacimiento lo esperamos para últimos de mes.
- ¿Cómo te va en los partos en domicilio?-se interesó Laura.
- Pues muy bien, de hecho se han incrementado en el último año.-comentó Jacobo.-Por lo visto se está poniendo de moda parir en casa como nuestras abuelas.
  Soledad no tardó en intervenir.
- De eso nada, querido yerno.-dijo sonriendo.-Yo parí a mis tres hijos aquí en esta casa y de eso no hace tanto.
-¿En casa, Sole?-exclamó Alejandro asombrado.
  La madre de Vicky asintió sonriendo ante la cara de asombro del hombre.
- Sí, claro.-respondió.-Ya sabes que el hospital está muy lejos y si te pones de parto no da tiempo a llegar o llegas molida entre los dolores y el mareo, al menos yo preferí estar en mi casa cómodamente y esperar la llegada de mis hijos en compañía de la partera del pueblo y de Julia, mi suegra que en paz descanse, aunque para cuando nació Adrián ya teníamos al doctor Álvarez instalado aquí y él me asistió perfectamente.
   Alejandro, después de su experiencia viendo nacer a sus dos hijos en un hospital moderno y con todas las comodidades al servicio de la madre, no podía imaginar que ninguna mujer fuera capaz de dar a luz en casa como lo habían hecho sus antepasadas desde tiempos remotos.
- Soledad, eso es masoquismo en toda regla.-dijo convencido.-Si puedes tener a tu hijo en un hospital es una barbaridad tenerlo en casa sin nada de calmantes. Vamos, digo yo, no se…
  Jacobo intervino.
- Alejandro, de todas maneras, no se pone por norma la epidural si la madre no la pide. Además, no sé si sabes que se administra casi al final cuando ya se ha dilatado por completo, por lo que los dolores te los chupas igual. De hecho solo te ahorras los de la expulsión del bebe, y yo pienso que después de una media de entre cinco o diez horas pasándolas canutas es absurdo que pases por el trago, por otro lado nada agradable, de la inyección en la médula para los últimos minutos, por así decirlo.
- Chicos, yo no he parido.-intervino Laura.-pero creo que a mí me merecería la pena el mal trago.
- Que juventud, Dios bendito.-exclamó Soledad mirando al techo.
- Pues a mí me gustaría parir a la antigua.-dijo de repente Vicky- Es decir, en casa y sin analgésicos. El segundo, si acaso, ya me planteo lo de la epidural.
   Jacobo soltó una carcajada.
- Eso, tú como una de mis pacientes.-comenzó entre risas.-Me dijo al quedarse embarazada que quería un parto totalmente natural y en casa, o sea, a la antigua, y cuando llevaba solo dos horas dilatando va y me suelta:”Jacobo, si acaso me pones esa inyección para lo que queda, que ya supe lo que es parir a la manera de antes”. Como era tarde para la inyección pues nada, quisiste a palo seco, pues a palo seco. Ni que decir tiene que el pequeño Nicolás es hijo único.
   Las risas fueron unánimes.
- Yo lo reconozco.-dijo Alejandro.-Después de acompañar a Elisa en los partos de mis niños, yo no me veo capaz de pasar por un trago como ese. Yo me muero del dolor, os lo aseguro.
  Miguel pensó que él tampoco lo soportaría, pero jamás lo reconocería de no ser cruelmente torturado, pues era, si cabe, más orgulloso que su padre.
- Bueno, es que los hombres no estamos preparados genéticamente para pasar por ese trance, y estoy seguro de que no lo superaríamos.-dijo muy convencido Jacobo.-Al menos, yo, no.
  Todos soltaron la risa.
- Menos mal que la especie no depende de los hombres.-exclamó Sole divertida.
- Totalmente de acuerdo, mamá.-admitió Julia riendo.
- Bueno, tendría una cosa positiva.-intervino Vicky.-El problema de la superpoblación acabaría en pocos años.
   Las mujeres rieron largo rato, al igual que Adrián, que estaba muy divertido.
- ¿Tú asistes partos en bañeras?-se interesó Alejandro, que parecía que estaba muy puesto en el tema.
- Sí, por supuesto. En bañera, en silla de partos, en cuclillas, a cuatro patas, de pie, de costado…De todas las maneras que se te ocurran.
  Soledad estaba asombrada.
- No sabía que había tantas maneras de parir. De hecho, yo solo conozco la, digamos, clásica.
- Esa, para mí, no es la más adecuada.-dijo Jacobo con decisión.-Para la comadrona es la más cómoda, pues si pasa algo imprevisto lo tiene más fácil si ocurre algún imprevisto o, simplemente porque el médico puede estar sentado mientras tanto, pero fisiológicamente hablando no es la mejor para la madre, por que al estar tumbada, el feto baja más lentamente y por tanto el parto se alarga más de la cuenta. En cambio, al parir de pie, sentada o acuclillada, la fuerza de la gravedad hace que el bebé corone antes y con menos esfuerzos por parte de la mujer, y eso evita que sufra más de lo necesario, y de paso, más de una episiotomía, que eu non gusta ter que facer un pelo, la verdad.
  Soledad asintió vehementemente.
- Pues es una gran idea, lástima que para mí llegue treinta y dos años tarde.-se lamentó soltando una carcajada.-Y eso que Adrián nació muy rápido, fijaros que en tres horas lo tenía en brazos, agarrado al pezón de mi pecho como un desesperado.
   El chico rió.
- Mamá, para que luego digas que soy un incordio, y fui el más considerado de los tres.
  Soledad rió.
- Sí, tus hermanas fueron más grandes que tú. Julia peso nada menos que tres ochocientos y Vicky tres novecientos cincuenta. Tú, hijo, no llegaste a los dos kilos y medio y naciste de apenas dos retortijones.-contó Soledad con cierta añoranza.
- Madre, por Dios, hablas como de un dolor de barriga de lo más corriente.-se quejó Adrián con cómica cara de pena.
- Amor, para mí, mis cuatro hijos me importáis de igual forma, independientemente de haberos parido o no, y de lo que me costase hacerlo-reconoció Soledad.
- Sí, eso ya lo sé, mamá. Pero, a veces disimulas muy bien.-le dijo el menor de sus hijos.
  Todos se echaron a reír.
- Aunque si es de ser franca, si Vicky tarda diez minutos más en salir, me mata. Por Dios, que dolores y que forma de empujar, y la niña sin salir, la puñetera.
- Madre, que cosas tienes.-dijo entre risas la menor de las hermanas.
- Vicky, no exagero nada. Cinco minutos más y te hago salir con sacacorchos.-dijo Sole entre risas propias y de sus familiares.   
   Jacobo reía de tal forma que hasta lloraba.
- Que gracia, carajo.-exclamó el hombre riendo como no lo había hecho en años.-Ya te vale a ti también, Vicky, eso no se le hace a una madre, muller.
-¿Qué culpa tengo yo si mis padres, al “fabricarme”, echaron a la masa más nitrato de la cuenta?-se defendió la mujer riendo y los demás la imitaron.
- Menuda geta…-le dijo Adrián muerto de la risa.
  Soledad de repente recordó que tenía que decidir qué tipo de tortilla presentaría en el concurso del día siguiente, durante la fiesta en honor a Santa Eulalia Mártir, patrona de Hoyos del río.
-¡Caramba, que desastre!-exclamó de repente.
-¿Ocurre algo, madre?-se interesó Miguel.
  Soledad miró a su hijo mayor.
- Pues que con vuestra llegada había olvidado por completo el concurso de tortillas de mañana en la fiesta de la patrona.
- ¿Te vas a presentar de nuevo, Sole?.-preguntó Laura, a su suegra desde hacía casi doce años.
- Por supuesto que lo voy a hacer.-dijo ésta con convicción absoluta.-Llevo ganando cuatro años seguidos y este año quiero conseguir mi quinto premio.
- A mí se me dan muy bien las tortillas de patatas.-comentó Alejandro para sorpresa de todos.
-¿Ah, sí?-se interesó Soledad.
- Sí, modestia aparte, “las bordo”.-dijo Alejandro henchido de orgullo.
   Vicky asintió.
- Eso sí que es cierto, mamá.-dijo sonriendo.-Le quedan riquísimas. Yo no he vuelto a hacer una tortilla de patatas desde que vivimos juntos, eso se lo dejo a él, que es un maestro.
  Sole miró a Alejandro, sorprendida.
- Alejandro, si te gusta cocinar y te salen bien las tortillas pues preséntate al concurso y a ver si me ganas.-le retó Sole divertida.
   Alejandro la miró sin saber qué hacer ni que decir, no esperaba tanto interés por parte de Sole.
-¿Por qué no te presentas al concurso, cariño?.-insistió Vicky, esperando convencerle de que lo hiciera.
  Julia intervino.
- Alejandro, venga, preséntate.-le animó divertida.
- ¿Estáis locas?-exclamó Alejandro riendo.-Una cosa es que me salgan decentemente y otra muy distinta es que sean lo suficientemente buenas para presentarme a ese concurso.
- ¿Es que temes que no puedas ganarme, yerno?-le retó Soledad.
   Alejandro sonrió con picardía.
- Claro que te puedo ganar, mi tortilla de atún y champiñones es una delicia para el paladar de cualquiera.-dijo dejándose de falsas modestias.
- Alejandro, cariño, no digas nada delante del “enemigo”.-dijo Vicky riendo y en clara referencia a su madre.
- Muy bien, querido futuro yerno, te reto.-dijo Soledad riendo.-Mañana vas a recibir la paliza del siglo, ya lo veras, Alejandro.
  El vasco extendió su mano para estrechársela a Sole.
- De acuerdo, acepto el reto. Pero cuando te gane, no te quejes, Sole.
-¡Esto se pone interesante, familia!-exclamó Adrián frotándose las manos.

                                               *****









 

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