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lunes, 24 de febrero de 2014

Capítulo 67.



    El domingo tres de agosto amaneció soleado y muy, muy caluroso. Vicky despertó con el armonioso canto de un pájaro que sonaba cerca de la ventana. Se sentó en la cama y miró hacia la de Alejandro. El hombre, como siempre, dormía boca arriba, e incluso roncaba de forma bastante ruidosa. Se removió en la cama y tosió, pero no despertó. Vicky miró su reloj de esfera ovalada, eran poco más de las ocho de la mañana. Se levantó y puso su fina bata de cama color malva, sobre el camisón a juego. Después de buscar su ropa en la maleta, se decidió por unos vaqueros azul oscuro y una camisa en tirantes. Cuando se giró para salir de la sala de dio cuenta de que Alejandro la observaba con la cabeza apoyada en su mano derecha.
- Buenos días, dormilón.-dijo Vicky y, dejando la ropa sobre la cama, se acercó a darle un cariñoso beso de buenos días.
- Buenos días, mi vida.-dijo Alejandro desperezándose.-Vicky, no se tú, pero yo estoy encantao de estar aquí y, como me insistan tus padres, me quedo a vivir con ellos y con Adrián. Quedas advertida, cielo.
  Vicky soltó una carcajada que amortiguó tapándose la boca con la mano.
- Estás a gusto, ¿eh?-preguntó feliz.
- Mucho.-confesó rotundamente.- Tu familia es encantadora, tu pueblo, precioso, y tú un ángel echao del cielo a escobazos.-terminó la frase con una carcajada al ver la cara de su prometida.
- Vaya, empezaste muy bien, pero al final lo has jodido, guapo.-exclamó Vicky dándole con el dedo índice en la nariz.
- Vicky, ahora en serio. Estoy muy cómodo con todos ellos.-reconoció-Me tratan con total normalidad y eso me encanta. Me hace sentirme uno más.
- Es que eso es lo que eres, uno más. Ni mejor ni peor, igual.
- Eso es, y no es lo habitual, por desgracia.-dijo Alejandro con cierto pesar.
- Bueno, dejémonos de cháchara y levántate ya que te recuerdo que tienes que ponerte a cocinar ya mismo si quieres participar en el concurso.
- ¡A la orden, mi coronel!-exclamó Alejandro con un saludo a lo militar.
  Alejandro decidió que quería refrescarse de los calores veraniegos y comentó a Vicky que necesitaba urgentemente una buena ducha, así que la mujer resolvió hablar con su madre a ver como lo arreglaban y al final Sole encontró un taburete de platico que a Alejandro le fue muy útil para, una vez colocado dentro de la bañera, él se sentara en el mismo para así asearse con total seguridad y comodidad.
   Una vez que Alejandro salió de la bañera completamente relajado, con ayuda de Vicky, que decidió asegurarse que no le pasara nada quedándose con él en el baño, se colocó unos vaqueros desgastados, una camisa polo color verde césped y remató su vestuario con unas deportivas grises que, como todo su calzado, tenía las suelas intactas y unas arrugas en el comienzo de los cordones, justo al inicio de los dedos. Para terminar se echó loción sobre la barbilla bien rasurada y se peinó los rebeldes y lacios cabellos.
-¿Qué tal estoy?.-preguntó a Vicky mientras recogía sus utensilios de aseo en un neceser negro de Nike, que fue el último regalo de cumpleaños que recibió de sus pequeños, apenas cinco semanas antes del accidente.
  Vicky le observó, y sonrió.
- Guapísimo, como siempre, mi vida.-dijo con total sinceridad.
- Tu le subes la autoestima al mismísimo Cuasimodo, cielo.
  Vicky sonrió y se acercó a él para darle un beso en la mejilla.
- Quillo, que cosas tienes, ojú.
  Ella había optado también por ponerse unos vaqueros y una camiseta de manga corta color crudo, que le sentaba a las mil maravillas a su bello bronceado y a su redondeado pero esbelto cuerpo, en el que cada gramo de más estaba perfectamente colocado.
- Creo que me he arreglao demasiado para hacer de cocinillas, ¿no crees?
- No, estás bien. Unos vaqueros y un polo no es nada exagerado.-indicó Vicky.
- Bueno, venga, haz el favor de bajar a decirle a uno de los chicos que haga el favor de subir a ayudarme con la silla.
  Vicky asintió.
  Después de que Adrián le ayudase a sentarse en su silla de ruedas, todos se reunieron en el piso de abajo, excepto Julia y Jacobo, que bajaron los últimos.
- Vaya, pareja, veo que se os han pegado las sábanas.-bromeó Adrián, y todos los demás se rieron.
  Julia se dirigió a coger unas tazas, en las que sirvió café, luego le entregó una de ellas a su marido, que se había arreglado muy elegante con un traje chaqueta color gris perla que le sentaba como un guante.
- La verdad es que si.-confesó Jacobo, mientras cogía la taza de café que le ofrecía su bella esposa.-Se estaba tan a gusto en la cama que me duche después de Julia, y me retrasé más de la cuenta.
- Y luego dicen que somos nosotras las que nos eternizamos a la hora de arreglarnos.-exclamó Laura sonriendo.
  Sole miró a su nuera.
- Ya se sabe, hija, cría fama y échate a dormir.
- ¡Ja!-exclamó Adrián.- ¿No te has mudado mucho tú, para una comida campestre, cuñado?-la pregunta iba dirigida a Jacobo, que la recibió con una sonrisa.
- La verdad es que sí, viendo lo cómodos que os habéis puesto los demás.
- Bueno, hijos, venga a desayunar, que se enfrían las tostadas.-les apremió Sole.-Y para los golosos, tengo empanadillas fritas.
- Ayyy, mamá, que ricas.-exclamó Vicky, dispuesta a dar buena cuenta de las empanadillas dulces que Sole había comprado esa misma mañana a una de sus vecinas, que las hacía para venderlas entre sus conciudadanos.
- Madre del amor hermoso, si me quedo a vivir aquí, y sigo comiendo estas cosas acabaré usando la carroza de Baltasar a modo de silla, os lo aseguro.-confesó Alejandro a sabiendas de que se había engordado varios kilos desde que conoció a Vicky.-Desde que estoy contigo, cariño, la bascula me odia de mala manera.-dijo y soltó una carcajada.
- Alejandro, es una tontería de pregunta-dijo Adrián, que desayunaba de pie detrás de Vicky, y por tanto, frente a Alejandro.-pero ¿Cómo te pesas tú si no te sostienes de pie?
   El aludido soltó una nueva carcajada.
- Pues no es ninguna tontería, Adrián. Yo me hacia esa misma pregunta antes de mi accidente.–Confesó-Resulta que la báscula en cuestión es una especie de columpio. O sea, que tiene una silla que está medio suspendida en el aire, a modo de columpio, te sientas en ella y te da el disgusto del año cuando le sopla a tu medico lo que pesas.
  Adrián, una vez satisfecha su curiosidad asintió.
- Aja, ahora lo entiendo, sí, claro.
- Bueno, Alejandro, tu disfruta de estos días.-le recomendó Miguel-y cuando regreses a casa te pones a dieta y te quitas de encima esos kilitos de más que dices que has cogido.
- Eso haré, sino soy hombre muerto cuando me vea mi médico, os lo aseguro.-confesó Alejandro entre risas al recordar que el doctor Villanueva le había advertido que debía comer menos fritos y más verduras.
  Jacobo se terminó a duras penas el café, pero se apartó de la mesa sin probar las tostadas que su mujer le había preparado.
-¿No te las comes, Cari?- le preguntó Julia extrañada de que no se tomase más que el café.
- No, tengo que subir al baño de nuevo, cómetelas tu, vida.
  Julia sintió y, después de darle una a su hermana, se la comió, mientras esperaba a Jacobo, que tardó un buen rato en bajar.
   La familia se sentó a tomar el fresco en el comedor, pues estaban los dos ventanales abiertos y entraba una agradable brisa.
- Sole.-dijo Alejandro dirigiéndose a su nueva y simpática suegra, a la que, sin duda alguna, había comenzado a coger cariño.- ¿A qué hora tenemos que tener las tortillas listas para el concurso?
- Bueno, el concurso de cierra a las dos de la tarde, y entonces el jurado hace la cata de las tortillas y delibera para elegir la mejor, y mientras ellos están en ese menester, los participantes cortan sus tortillas para repartirlas entre el público, luego el jurado da el veredicto y entrega el premio al participante ganador, que consiste en un fin de semana en un hotel balneario que hay en la provincia, y para el segundo, un premio en metálico que varía cada año, dependiendo de los patrocinadores del evento.
- Vicky, cariño, ves preparando la maleta que nos vamos mañana a un balneario con los gastos pagados.-anunció Alejandro.
- A eso lo llamo yo tener confianza en uno mismo, si señor.- exclamó Laura.
  Alejandro rió.
- Laura, sé que es difícil de que gane a Sole, pero como dijo aquella: ”A  Díos pongo por testigo que pondré todos los huevos en la sartén y ganaré a Sole esta vez”.-declamó Alejandro brazos en alto como quien recita un pasaje de Don Juan Tenorio, ante las risas de todos.
- Que tío, que labia tiene el cabrón.-le espetó un divertido Adrián.
- Anda, Escarlata O’Hara, ven a la cocina que es tu turno. Mi madre la hizo antes de que nos levantásemos los demás.-le dijo Vicky dándole una colleja.
- Ay, ya estamos.-Exclamó Alejandro y se dispuso a seguir a Vicky hasta la cocina.
- ¿Quieres que te ayude en algo, Arguiñanito?-preguntó Vicky dispuesta a echarle una mano si él se lo pedía.
- De eso nada, la cocina es mía durante las próximas dos horas.-dijo Alejandro mientras se ponía un delantal color rojo de Sole, que había encontrado en uno de los cuatro cajones que rodeaban la mesa de dos alas abatibles que estaba en el centro de la gran cocina, que Alejandro imaginó que era como dos veces más amplia que la de su propia casa.-Bueno, ahora que pienso, sí que me puedes ayudar. Bájame una sartén y un recipiente grande para hacer la mezcla de los huevos y las patatas.
  Vicky así lo hizo y luego se marchó por donde había venido.
  Jacobo y Miguel decidieron ir a dar una vuelta mientras hacían tiempo hasta la hora de salir hacia la ermita.
  Mientras Alejandro cortaba patatas para la tortilla, Vicky, su hermana Julia, y Laura, la cuñada de ambas, le observaban a hurtadillas desde la puerta de la cocina, y las tres tuvieron que admitir para sus adentros que el hombre se desenvolvía sin ninguna dificultad entre sartenes y fogones. Se rieron al escuchar como “destrozaba” el aria del Toreador, de la famosa ópera Carmen. Fue entonces cuando Alejandro las sorprendió al mirar hacia la puerta de la cocina, donde estaban las tres mujeres escondidas riendo a carcajadas.
-¿Se puede saber qué hacéis ahí escondías, trío de cotillas?-exclamó Alejandro sin levantar la mirada de la sartén donde estaba echando las patatas que acababa de cortar en finas láminas.-No sé si lo habéis notao, pero soy paralítico, no ciego, que conste. Y, por el tiempo que lleváis escondidas detrás de ese marco, diría que me estáis espiando para irle con el chisme a Sole, ¿o me equivoco, chicas?
  Las tres mujeres, que hasta ese momento, que se vieron descubiertas, habían permanecido observando en silencio el manejo de Alejandro en esos menesteres, salieron de su escondite.
- No estábamos espiando, solo te observábamos mientras cocinabas.-dijo Vicky en defensa de ella misma y de las otras dos, que reían,
- Ya, y yo voy a bailar en el Bolshoi un día de estos, ya lo veréis.-exclamó Alejandro entre carcajadas.- ¿No veis que estáis pilladas, chicas?
- Alejandro, es cierto que estábamos escondidas observándote.-admitió Laura riendo.-Pero lo hacíamos admiradas de ver cómo te manejas tú solo en la cocina, no por ir con el chisme a Sole, de veras.
   Alejandro dejó la sartén en el fregadero después de volcar la gran tortilla sobre un enorme plato plano que Vicky le había alcanzado antes de comenzar a cocinar.
- De acuerdo, os voy a creer porque ya he terminado mi “obra maestra” y no da tiempo a que valláis con el chisme a Sole, como tú dices.-dijo al fin con la típica sonrisa en sus finos labios que tanto le gustaba a Vicky.
- Por cierto, cuñado, si algún día dejas de escribir, por lo que más quieras, no te dediques a la ópera.-le rogó Laura entre carcajadas y con las manos juntas en señal de ruego.
- Ja, muy graciosa la niña.-exclamó Alejandro haciéndose el ofendido.
  Las tres mujeres se acercaron atraídas por el suculento aroma de la tortilla. Fue Julia la que, eso sí, tímidamente, acercó más su fina nariz al plato.
- Alejandro, esto huele que alimenta. Como la vea Jacobo, con lo que le gustan, no llega a la cata del jurado, te lo aseguro. Pero dime una cosa ¿Qué le echas para que coja ese olorcillo tan rico? Las mías solo huelen a patatas y huevo.
   Alejandro puso cara de importancia.
- Eso es Top Secret, al menos hasta después del concurso, cuñadita.
- ¿No me lo vas a decir?-insistió Julia sonriendo por la cara de orgullo que tenía Alejandro.
- Ni hablar, los secretos de los cocineros no se cuentan. Tal vez algún día escriba mis memorias y lo cuente en ellas.-explicó Alejandro.
- ¡Aleee!-exclamó Vicky.-Vaya ataque de modestia que te ha dado, ¿eh?
- En fin, los genios somos unos incomprendidos, ya se sabe…
  Alejandro enfatizó su frase echándose brillo en las uñas con el aliento y frotándoselas en el delantal de color rojo tomate que llevaba puesto.
- Chicas, mejor dejemos al “genio” sólo, que entre él y su ego no cabe nadie más aquí en la cocina, y mira que es grande.-dijo Vicky riendo.
   Las tres mujeres salieron riendo de la cocina donde dejaron a Alejandro que terminase su misteriosa tortilla.
- Estoy sorprendida con Alejandro.-admitió Vicky a su hermana y a Laura.-Jamás imaginé que se encontraría tan bien aquí, la verdad. ¿Sabéis una cosa? Ayer me confesó que se sentía muy a gusto entre nosotros porque no lo mirábamos con pena, como hace la mayoría de la gente.-dijo Vicky mientras se dirigían a la sala estar, donde estaban Jacobo y Miguel, dando buena cuenta de unas latas de cerveza y una generosa ración de jamón serrano recién cortado.
- Como nos cuidamos ¿eh?-dijo Julia acercándose a su marido que en ese momento tenía la boca ocupada con una buena lasca de jamón.
- Se hace lo que se puede, hermanita.-reconoció Miguel repantigándose aún más en el sofá en el que estaba sentado.-Jacobo y yo estamos ya para sopitas y poca cosa más ¿verdad cuñado?.
   El aludido rió el comentario de Miguel, al que se le notaba una incipiente barriguita al estar echado hacía atrás.
- Habla por ti, Miguelón, que yo me siento como un rapaz de quince años.-dijo Jacobo.
- Tío, no jorobes que tenemos la misma edad.- protestó entre risas el marido de Julia.
- De eso nada, que me llevas dos meses.-indicó Miguel.
- Si, claro, y en dos meses se aprende algebra y aritmética entre otras cosas. Que morro tienes, galeguiño.
  Ambos soltaron una carcajada y Jacobo sintió un pinchazo en el vientre, pero no dijo nada y disimulo como buenamente pudo para no preocupar a su mujer y, de paso, al resto de la familia.
- ¿Estás bien, Jacobo?-preguntó Julia a su marido, pues para ella no había pasado desapercibido el sutil gesto de dolor del hombre con el que compartía su vida desde hacía más de una década.
  Jacobo carraspeó para aclararse la voz antes de responder.
- Sí, estoy estupendamente. Una cerveza bien fría, jamoncito del bueno y una compañía excelente, ¿Qué más se puede pedir?
-¿A Catherine Z. Jones?-preguntó Miguel sonriendo.
  Jacobo le miró divertido.
- Bueno, no seré yo quien diga que no a semejante oferta.-respondió y al ver la cara de bulldog que se le puso de repente a su mujer, soltó una carcajada.- ¡Carallo, creo que mi mujer no piensa lo mismo, Miguel!
- Yo sé de un gallego que va a dormir esta noche con los perros…-le amenazó Julia fingiéndose molesta por el comentario de su marido, pero no era así, tal era la confianza que había entre los dos.
   Al reír a pleno pulmón, Jacobo sintió de nuevo la punzada en su vientre, y trató de calmarla dándose disimuladamente un pequeño masaje en la zona.
   Una vez arreglados y listos para salir, todos se dirigieron al lugar destinado desde hacía más de dos siglos para celebrar la fiesta de la Santa mártir, Eulalia de Baeza, una joven de apenas quince años, que fue deshonrada en su propia casa y que acabó tirándose de la torre de la iglesia para salvarse de la humillación de saberse mancillada por su propio padre.
   Cuando Sole vio a su familia se acercó a ellos sonriente.
- Hola, hijos. Alejandro, ya pensaba que te habías arrepentido y no vendrías.
- De eso ni hablar, Sole. Yo me comprometí a presentarme al concurso y aquí me tienes, dispuesto a ganar.
  Sole sonrió.
- Eso ya lo veremos, querido yerno.
  En ese momento se acercó al pequeño grupo Adrián acompañado de un joven algo más alto que él y de cabellos casi rubios.
- Madre, chicos, os presento a Gonzalo Cantero, Lalo para los amigos. Es un amigo de mi época de estudiante en el instituto.
  Vicky sintió algo muy especial entre Lalo y su hermano, pero no supo que era en ese momento.
- Encantada, Lalo, yo soy Vicky, y este es mi prometido, Alejandro Jaureguibeitia.
  Éste notó un leve desconcierto en la cara de Lalo, que le ofreció su mano a modo de saludo.
- No, no soy enano, es que voy sentado.-dijo para quitar hierro a la situación, como era habitual en él.
   El joven, de edad similar a la de Adrián, se puso rojo como un tomate, ante la cara divertida de los demás.
- Disculpa, no quería…bueno, yo…-Lalo deseó en ese momento ser engullido por la tierra, pero al ver la carcajada que soltó Alejandro, no sabía cómo reaccionar por culpa de su enfermiza timidez, que cuando era niño, e incluso de adolescente, le había hecho pasar bastantes malos ratos, al tiempo que le hacía convertirse el objeto de la burla de algún desalmado compañero, y del que siempre le recataba su buen amigo Adrián, desde que ambos coincidieron al empezar el instituto.
- No te disculpes, solo era una broma. En el fondo sé que no mirabas la silla, sino mis piernas de atleta.
- Mucho gusto, Alejandro.-dijo Lalo estrechándole la mano, pero con sus verdes y saltones ojos clavados en el suelo.
  Alejandro seguía riendo, igual que Vicky que intervino.
- No seas malo con el muchacho, hombre.
  Julia se acercó a saludar al joven rubio de ojos azules ligeramente saltones, que acompañaba a su hermano.
- Yo soy la hermana mayor de Adrián, me llamo Julia, y este es Jacobo Carreiras, mi marido.
- Encantado, Lalo.-dijo Jacobo estrechándole la mano a Lalo, que parecía algo cohibido.
- Mucho gusto, familia.-dijo Lalo a modo de saludo.
  Adrián se dirigió a su madre y después de hacer las presentaciones, le dijo:
- Madre, veníamos a decirte que ya están esperando a que presentéis las tortillas.
- De acuerdo, voy a por la mía ahora mismo.-dijo Sole.-Alejandro ¿no has traído la tuya?
  De repente Alejandro se quedó mirando a Vicky.
- Dime que no te la has dejao en casa de tus padres…
  Vicky se detuvo en seco y le miró.
- Creí que la traías tú, cariño.
- ¿Con qué mano, tesoro?-preguntó Alejandro con una mano puesta en cada una de las ruedas se su silla.
- Es verdad, que tonta he sido. Espera voy a buscarla que está en la mesa de la cocina.
  Jacobo se acercó a Vicky.
- Deja, dame las llaves de casa que ya voy yo a buscarla.
-¿No te importa-le preguntó Vicky entregándole las llaves.
- Muller, si me importase? no me habría ofrecido ¿no te parece?
  Vicky sonrió dándole un pellizquito en la cara al hombre.
- Claro, gracias Jacobo, eres un solete.
- Anda ya.-exclamó su cuñado ya de camino a la casa.-Vengo rápido como un rayo.
                                                                 *****












 

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