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lunes, 24 de febrero de 2014

Capítulo 68.


   Jacobo abrió la puerta y se fue directamente a la cocina donde no tardó en localizar la bandeja de papel de repostería donde Alejandro había colocado su hermosa tortilla de patatas, con un ingrediente secreto que nadie consiguió que revelarse. Incluso Vicky no consiguió que se lo dijera, a pesar de sus intentos de sonsacarle una pista. Se acercó a cogerla cuando volvió a sentir un nuevo pinchazo en la parte derecha de su vientre que le hizo agarrarse a la mesa para no caer.
- Carajo.-susurró Jacobo mientras trataba de mantenerse de pie junto a la mesa.
   Respiró unas cuantas veces cogiendo el aire por la nariz y soltándolo por la boca, mientras con la mano derecha se hacía presión en la zona, hasta que el dolor comenzó a mitigarse. Cuando se recuperó, cosa que le llevó dos o tres minutos que a él le parecieron eternos, se limpió con el dorso de la mano izquierda el sudor que le había corrido por la cara. Después de coger la tortilla y pararse en la entrada para respirar hondo salió de la casa con su habitual sonrisa que ocultaba perfectamente su estado, que comenzaba a inquietarle, pero que no estaba dispuesto a que arruinase el día del cumpleaños de su suegra.
- ¿No la encontrabas o qué?-le dijo Miguel ajeno a todo.-Cualquiera diría que has ido a buscarla a Jaén.
  Jacobo mostró de nuevo su atractiva sonrisa, que de joven había causado estragos entre las féminas de su pequeño pueblo.
- Si, la encontré a la primera, pero es que me topé con Hiedra y Dante y querían venirse conmigo.-mintió Jacobo con una sonrisa, para no tener que dar demasiadas explicaciones. Me costó un poco convencerlos de que debían quedarse en casa vigilando.
  Sole hubiera jurado que acababa de ver a los dos perros jugar delante de “La extremeña”, pero pensó que tal vez estaba equivocada y que en realidad los había visto jugar en el patio de su casa. No supo si era así o no.
- Bueno, hijos, me voy a la explanada a ayudar a poner las mesas, os espero allí.-dijo Sole encaminándose por una vereda que llevaba directamente a la ermita de Santa Eulalia Mártir.
- Espere, Sole, que la acompaño.-dijo Lalo y después de hacer un sutil gesto a Adrián, se fue cogido del brazo de la madre de éste.
   Adrián recordó de pronto que estaba a punto de “meterse” con su cuñado cuando llegó su madre, y no dudó en continuar en ello.
- Jacobo, como te iba a decir cuando llegó mi madre, con esa actitud tuya con los animales se ve que tienes un complejo de Noé que pa que te cuento, tío.-dijo entre risas Adrián, que estaba muy atractivo con su habitual barba de tres días.
- Me gustan, no lo niego.-admitió Jacobo, que en su juventud había dudado muy seriamente si encaminar sus pasos profesionales hacia la práctica de la veterinaria, pero el hecho de padecer parotiditis, o lo que es lo mismo, paperas y con ellas la certeza de que nunca podría engendrar un hijo, le dio el argumento que necesitaba para decidirse por la ginecología y la obstetricia, para seis años más tarde, ampliar sus conocimientos con la carrera de pediatría.
- Bueno, propongo que nos vayamos ya a la explanada de la ermita para coger una buena mesa.-dijo Julia cogiéndose del brazo de su atractivo marido.-Jacobo estas guapísimo con este pantalón gris y esta camisa amarilla. No te imaginas lo que me costó encontrar un regalo adecuado y que te gustase, pero creo que acerté.
- Es bonita, si.-admitió Jacobo.-Y mira que ya sabes que a mí el amarillo no me convence demasiado.
- Esa era mi mayor duda, pero pensé que te quedaría divina cuando coges este bronceado. Ya te dije que si querías la cambiaba. No me costaba nada, cielo.
  Jacobo se llevó con disimulo la mamo al lado derecho del vientre, pero sonrió.
- Lo sé, pero como a ti te gusta pues ya está. ¿Para quién me voy yo a poner guapo si no es para ti, morena mía? Que como me descuide, como te conservas tan bien, me cambias por uno de treinta.
- De eso nada.-dijo ella muy seria, abrazada a su marido.- Como mucho te cambio por dos de veinte.-le espetó acariciándole la barbilla y recorriéndole con el dedo el hoyuelo que tenía en medio, acompañado de profundas arrugas de expresión a los rabillos de los ojos, que en dos meses se habían acentuado a causa de la pérdida de unos cuantos kilos a raíz de la operación de apendicitis a la que fue sometido de forma urgente en junio.-Jacobo, te noto cara de cansado ¿te sientes bien?.
   Jacobo Carreiras asintió decidido a mantener el tipo el mayor tiempo posible.
- Qué si, pesada.-no sabía cómo cambiar de conversación y echó mano de lo primero que se le paso por la cabeza.- Oye, ¿le enseñaste a tus hermanos como quedó la placa que le vais a regalar a vuestra madre?
- Sí, se la enseñé esta mañana. A Vicky le ha gustado mucho. Por cierto, Jacobo, no digas “le vais”, sino “le vamos”, que los hijos políticos también estáis incluidos, por supuesto.
  Jacobo sonrió y Julia pudo reconocer en aquel rostro marcado de arrugas al hombre de facciones decididamente perfectas, que se había enamorado cuando apenas era una adolescente, ya que Jacobo se convirtió en asiduo visitante de la casa Fernández-Castillo desde que fue por primera vez en el primer permiso que él y Miguel tuvieron justo después de jurar bandera.
- Lo imaginé.-admitió Jacobo, que en ningún momento dudó de que contasen con él y su concuñada Laura- Solo fue una forma de hablar, mujer. Ya sabes que yo la quiero como a una segunda madre. Es lo más parecido que me queda a una desde que murió a pobre da miña.
- Se que la quieres mucho y ella a ti, no lo dudes.-dijo Julia.- Ella me dijo no hace mucho que no tiene cuatro hijos, sino seis, por que a ti y a Laura os quiere como si lo fueseis, y ahora supongo que empieza a sentir lo mismo por Alejandro. Conociéndola, seguro que ya ha comenzado a quererle.
- Me apuesto la cabeza, por que el jodido es simpático.-reconoció Jacobo sonriendo.
- Sí, lo es.-Julia se echó a reír de pronto.-Esta mañana estábamos mi hermana, Laura y yo, espiándole desde la puerta de la cocina para ver como se desenvolvía y el tío nos pilló y nos dijo que éramos tres cotillas. Y parecía que estaba tan concentrado…-soltó una carcajada.-Se lo estaba pasando de maravilla, hasta tarareaba algo, pero no supimos identificar que era. Al pobre se le da mejor escribir que cantar.-Jacobo soltó una fuerte carcajada que hizo que volviera a resentirse del abdomen, de tal manera que esta vez no pudo disimular delante de su mujer, que le miró preocupada.- Cariño, hace rato que me he dado cuenta que te pasa algo y es mejor que me lo digas por qué no paro de darle vueltas y me estoy empezando a preocupar de verdad.-le advirtió Julia mientras le ponía la mano en el hombro.
- Julia, no es nada.-dijo tratando de aparentar en todo momento una serenidad que comenzaba a flaquear.-Solo son los puntos que me tiran un poco. Nada más, de veras. Eso es señal que está cicatrizando bien.
   Julia asintió mientras jugueteaba nerviosa con el fino tirante de su top color malva que llevaba combinado con unos vaqueros.
- Está bien.-dijo de mala gana.-Pero no te enfades, si me preocupo es porque te quiero.
  Jacobo sonrió.
- Que me quieres no lo pongo en duda, pero si te preocupas, es porque eres una hipocondríaca como no hay dos en esta parte de la galaxia.-dijo Jacobo sonriendo y abrazándola por detrás mientras enrollaba ¡
  Julia no se molestó con el comentario de su marido porque sabía que tenía razón. Era clavadita a Sole y, como ella, jamás vería el vaso medio lleno.
  Cuando la pareja estaba muy acaramelada dándose un dulce beso, sintieron como se acercaba alguien por detrás. Era Alejandro que venía a buscarles.
- A ver, tortolitos, que os estamos esperando.-dijo con la sonrisa en la cara. Pero se detuvo en seco al ver que se estaban besando y optó por carraspear para que advirtieran su presencia.-Ups, perdón, pareja. Lo siento, chicos.
- ¿Llevas mucho rato ahí, cuñado?.-pregunto Jacobo levantado la vista, mientras soltaba muy a regañadientes a su bella esposa.
- No, no he visto nada.-dijo Alejandro sonriendo mientras de tapaba los ojos.- Venga, soltaos ya que si no, no puedo volverme con una sola mano y los mismo me la doy.
  Julia se echó a reír mientras Jacobo le propinaba una colleja a Alejandro.
-¡Otro, que cruz, Dios mío!.-exclamó Alejandro riendo.
- Julia, es divertido esto de dar collejas ¿sabes?.-bromeó Jacobo, mientras caminaba junto a su mujer, y Alejandro.
- A este paso cojo complejo de pelota de tenis.-dijo Alejandro.-Lo que creo es que no sabéis que es delito pegar a un discapacitado.
   Jacobo soltó la risa, pero no dijo nada, se quedó callado mientras trataba de ocultar el dolor de su vientre tras una sonrisa.
   Cuando se acercaron a donde estaban todos reunidos en alegre charla, Julia se dirigió a hurtadillas al maletero de su coche, aparcado a un lado de la entrada a la hermosa ermita de Santa Eulalia Mártir, y sacó del maletero un paquete muy bien envuelto en papel de regalo color verde con un lazo dorado. Sin dilación, y con el presente bien escondido a sus espaldas se acercó al grupo, al que se había unido Gerardo y, cómo no, todos sus hijos propios y políticos.
   Julia, hizo una discreta señal a su hermano Miguel y éste agarró a Vicky del brazo. Los dos hermanos se reunieron con Julia y con Adrián. Una vez juntos, los cuatro se acercaron a una sorprendida Sole, que estaba rodeada por sus hijos políticos.
-¡Felicidades, mamá!.-gritaron los cuatro hermanos a la vez que entre todos le entregaban el regalo de cumpleaños a su estupefacta madre, que no por asomo esperaba algo así.
  Sole se peinó el cabello con los dedos con gesto nervioso.
- Pero…yo…es…uf.-Estaba tan sorprendida que le costó reaccionar:-Gracias hijos míos.-Sole abrió el regalo y se quedó sorprendida al ver la bonita placa y leyó en voz alta la inscripción.-“A la madre más generosa de todas de tus hijos”. Esto es…uff, no me lo esperaba hijos.
- De eso se trata-dijo Jacobo dándole un beso.-Felicidades, Sole.
  Uno por uno, todos los miembros de la familia fueron felicitando a la emocionada Sole. Después de aquello, todos se mezclaron con los vecinos para saludar. Vicky se propuso presentar a Alejandro a todo el mundo.
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