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lunes, 29 de julio de 2013

Capítulo 15.

     Vicky entró delante de Alejandro en el espacioso recibidor. Había un bonito espejo de marco negro labrado en la pared y debajo una mesa de mármol blanco cuyas patas la formaban la parte de abajo de una vieja máquina de coser “SINGER” de más de ochenta años, según calculó ella.

- Que patas más bonitas.-comentó Vicky, que se detuvo unos segundos para observarla de cerca.- Una idea genial hacer una mesa de recibidor con las patas de una máquina de coser.

- Sí, ya lo creo.

- Es una preciosidad, Alejandro.-dijo Vicky sin dejar de observarla, mientras acariciaba el frío mármol blanco con betas grises.

- Es muy antigua.-dijo Alejandro.

- Al menos, de la época de nuestras bisabuelas.-indicó Vicky.

- Creo que así es. Se la compró mi bisabuela, con unos cupones o nosequé que daban entonces. De ella pasó a su hija, luego, a la muerte de mi madre, le tocaba a mi hermana, pero ella no es muy aficionada a la costura y se la cedió a mí mujer, Elisa y -de repente se detuvo un instante.-Se suponía que la heredaría mi niña, pero…

   Vicky, al notar que se entristecía decidió volver al tema de la máquina de coser.

- En aquellos tiempos, los cupones era la única manera que alguien de clase humilde podía conseguir ese tipo de “lujos” para hacerse ellas mismas la ropa. Es decir, un vestido para la semana y otro para los domingos.

- Pues si.-dijo Alejandro.-Y todavía hay quien se queja porque no puede ir de vacaciones al Caribe, y de que con Franco se vivía mucho mejor…Mi abuelo materno, Álvaro, decía siempre que cuando la Dictadura se vivía bien sin delincuencia. Lo que el grueso de la población no sabía, o no quería enterarse en algunos casos, era que todo iba “bien” con ese tipo porque todo el que no estaba de acuerdo con su Dictadura acababa preso o, directamente criando malvas en alguna fosa común.

- Eso es cierto, pero da la sensación de que les tenía “comido el seso” a todo el mundo con eso de “Una España grande y libre” y por entonces éramos el “culo del mundo”.-Vicky iba detrás de él, mirando de un lado al otro por el pasillo, en el que habían dos habitaciones grandes, una a cada lado del mismo, seguidas, a la derecha por otra algo más pequeña, que pensó ella que era la que ocupaba Myrna y enfrente el aseo.

- Si nos oyera mi abuelo paterno, que era de los de “cara al sol” para bendecir la mesa y de saludo a lo Hitler cuando salía el “jodido Paquito” en TV, se volvía a morir del sofocón.-soltaron una carcajada.-Era un falangista de los más radicales, el muy cabrón…

- De esos, como diría el marido de mi hermana, “haberlos hailos todavía, como las meigas”.

   Alejandro sonrió.

- Que bueno eso, Vicky, je je.-exclamó Alejandro riendo.-Sígueme, por favor.-le pidió mientras la adelantaba en dirección al largo pasillo que daba al comedor. Allí había únicamente una mesa ovalada rodeada de seis sillas con asientos tapizados en color Camel, y a continuación un sofá de tres plazas del mismo color colocado frente a la enorme televisión de pantalla plana.- Vicky, siéntate donde quieras. Estás en tu casa.

   La mujer eligió el sofá que tenía delante una pequeña mesita de café.

- Sí, gracias.-dijo acercándose al sofá de tres plazas de color Camel que había en el espacioso comedor.

-¿Te apetece tomar algo?-preguntó Alejandro quitándose la chaqueta y colocándola en el respaldo de una de las sillas.

- Sí, gracias.-dijo Vicky dejando también su bolso y su chaqueta encima de una de las sillas del comedor.

-¿Un descafeinado?- propuso Alejandro.

   Vicky asintió

- Sí, buena idea.

- Ahora vengo.-dijo dirigiéndose a la cocina.

   Vicky echó una ojeada a la estancia. Era un sitio agradable y muy luminoso gracias al ventanal que había justo en la pared situada frente a ella.

   Alejandro llegó en ese momento llevando en su regazo una bandeja con unas tazas blancas de café y un bonito azucarero a juego. Llevaba la silla con la destreza que sólo dan los años de experiencia.

- Toma, aquí tienes un cafecito bien calentito para que entres en calor.

   Puso bandeja en la mesita frente a ellos, frenó la silla y con un ágil y rápido movimiento se sentó junto a Vicky.

   Ella le miró sorprendida.

- Caray, no pensé que pudieras moverte con tanta soltura.

   Alejandro retorció el cuello en un gesto que resultó casi cómico.

- Bueno, tanto como soltura….yo no diría eso, pero, sí, intento ser lo más autónomo posible.

   Se giró hacia ella y le acarició la mejilla con el dorso de la mano de la forma más dulce que Vicky había sentido jamás, y pensó que estaba tocando terciopelo. Ella puso su mano sobre la de él y se la llevó a los labios para besarla.

   Alejandro, sin poder reprimirse ya, le pasó una mano por la nuca y acercándose con suavidad la besó en la boca primero con mucha ternura, y poco a poco con gran pasión. Ella le pasó también la mano por el cuello y se fundieron en un ardiente y largo beso. Cuando se apartaron el uno del otro se miraron sorprendidos de la pasión que acababan de sentir.

- Alejandro, creo que vamos muy rápidos.- admitió ella.

   Era la primera vez que estaba con un hombre desde que se separó de su ex marido tres años atrás y de repente sintió un miedo terrible a equivocarse de nuevo.

- Si, pero yo tengo ya bastantes dudas por los dos, no me metas más en la cabeza.

- ¿Estás seguro de esto, Alejandro?

- No, pero me gustas mucho, Vicky. Eres la primera mujer que me interesa desde que murió mi esposa.- Te quiero, Vicky, te quiero con locura.

   Ella pensó si no era más que atracción física o la necesidad que volver a sentirse amado de nuevo.

- Alejandro, ¿estás seguro que es amor?.

   Alejandro la miró con el ceño un poco fruncido.

- No lo sé, pero estoy convencido de lo que quiero.

- Hace muy poco que nos conocemos…

- ¿Y eso que importa? Somos dos adultos responsables y ambos estamos solos. Ambos hemos vividos experiencias muy duras, aunque diferentes. No es lo mismo divorciarse de un cabrón que te pega, que perder de repente a toda tu familia. Pero, en definitiva, ambos hemos sufrido mucho, eso es verdad. Tenemos derecho a gozar de una segunda oportunidad.

   En realidad, ella también lo veía de ese modo, se acercó más a él y se abrazaron y se besaron durante un buen rato. Cuando bajaron al fin de la nube en la que se hallaban, Alejandro la miró con una pregunta en la mente, pero como no se decidía a hacerla, fue ella quien habló.

- Sí, vamos, mi amor.-dejaron las tazas en la bandeja que descansaba sobre la mesa y ella cogió los mangos de detrás de la silla que Alejandro ocupó y decididos se dirigieron al pasillo.

- Mi dormitorio es el del final del pasillo a la derecha.- con eso quedó bien claro lo que ambos querían.-Pero no hagamos ruido que Myrna debe estar viendo la tele.

   Myrna, que, efectivamente estaba aún despierta viendo una película le oyó y sonrió feliz.

   Fue Vicky quien se sentó en la cama de un metro treinta y cinco, adornada con un bonito edredón en color salmón a juego con las cortinas.

   Alejandro se acercó lentamente, pero decidido a romper definitivamente con sus miedos y dudas. Ella deshizo la cama y se quitó los zapatos. Él, aún sentado en su silla se quitó la corbata con cierta calma. Y dijo:

- Ahora vengo, voy al baño.-ella asintió girando la cabeza hacia él.

   Alejandro regresó tiempo después. Se había quitado la sonda y el pañal. No quería que ella lo viera en la primera ocasión que tenían un encuentro íntimo. Más adelante se lo contaría. Esperó a que Vicky abriera la cama, y entonces se sentó a su lado. Volvieron a besarse, pero esta vez con gran carga sexual, Vicky empezó a quitarle la camisa mientras él hacía lo propio con el jersey de ella. Ambas prendas cayeron inertes al suelo. Sin apenas darse cuenta estaban totalmente desnudos y se abrazaban y besaban con una intensidad casi salvaje, propia de dos personas que llevaban demasiado tiempo sin tener a nadie en sus vidas. Alejandro tumbado boca arriba le acariciaba los generosos pero firmes pechos y sintió que el suyo propio empezaba a arder. Vicky que estaba sentada sobre las piernas de él le besaba en la boca, el cuello, el velludo pecho. No podía detener tanta pasión reprimida durante años de soledad. Ninguno de los dos podía. Vicky le acarició el cuello y justo debajo de la nuez notó una cicatriz que formaba una fina línea vertical.

   Vicky siguió acariciándole el pecho hasta bajar por la cintura y llegar al empeine.

- No te molestes, ahí abajo todo está muerto.

- Bueno, pues buscaremos algo que no lo esté.

   Volvió a echarse sobre él. Empezó a acariciarle por los fuertes hombros, los costados, el vientre. Allí vio una cicatriz justo por debajo de las costillas del lado izquierdo. La acarició muy despacio y con dulzura.

- Tuvieron que extirparme el bazo, que estaba destrozado, por lo visto.-se limitó a decir Alejandro, con cierto miedo en la voz. Miedo al rechazo.

- Madre mía.- susurró Vicky casi para sí misma.-Sí, recuerdo que me lo dijiste.

-¿Te da…asco?-preguntó Alejandro al notar que ella no se atrevía a tocarla.

  Vicky negó con vehemencia.

- No, por supuesto que no, es que no quiero hacerte daño.-confesó.-Sólo eso, cariño.

    Alejandro sonrió y le acarició la mejilla.

- No te preocupes, no me haces daño. En realidad, ni me entero de que no tengo el bazo. Solo es jodido cuando tengo una infección, que tarda más en curarse de lo normal, y tienen que meterme más antibióticos que a cualquier otra persona que lo conserve.-ella se metió de nuevo bajo las sábanas y comenzó a acariciarle por todo el abdomen, las caderas, incluso le acarició lo más intimo.

   Alejandro imaginó por donde le estaba tocando y sintió por primera vez en casi una década, una gran sensación de frustración. Estaba allí, con una mujer preciosa y su cuerpo no reaccionaba. Por primera vez, después de más de ocho años sufriendo las secuelas de la parálisis, se sintió descorazonado. No obstante, decidió que no debía interferir eso en su nueva y esperanzadora relación. Estaba dispuesto a ser feliz de nuevo, aunque de otra manera. Le cogió por la barbilla e hizo que ella se enderezase hasta que sus miradas se encontraron, entonces Alejandro acercó su boca a la de ella y se fundieron en un largo y ardiente beso, que vivieron ambos con una mezcla de impaciencia y felicidad. Los dos tenían la sensación de que despertarían de un momento a otro y se encontrarían de nuevo completamente solo, y que en sus camas seguirían desocupados los lados opuestos a donde ellos descansaban cada noche, entre miedos, pesadillas y, por qué no, esperanzas en un futuro algo mejor que aquel solitario pasado, lleno de dolor y recuerdos que, a pesar de los años transcurridos, le seguían atormentando.

- Tú sigue, que al final me aficiono a la espeleología, con tanto buscar.-dijo Alejandro soltando la risa.-Y parece que te estoy dando mi parte de lesiones en lugar de hacerte el amor, la leche.

   Ambos soltaron la risa, pero luego ella siguió besándole por todas partes.

- Vale, pues allá voy.-dijo metiendo la cabeza bajo las sábanas. Luego volvió a subir hacia el pecho velludo y empezó a lamerle los pezones. Alejandro lanzó un gemido de placer y ella sonrió.-Ya encontré algo vivo por aquí, seguiré buscando.-dijo sonriendo con mucha sensualidad. Él le deshizo la coleta y una cascada de cabellos castaños calló hacia delante. Alejandro le metió los dedos entre el pelo a modo de peine y la atrajo hacia sí para besarla de nuevo. La cogió por la cintura y la hizo sentarse sobre su vientre. Le acarició los pechos, bajó desde ellos hasta las caderas y luego hacia lo más íntimo, y fue entonces ella fue la que lanzó un gemido de placer, y se echó sobre su pecho sin dejar de besarle por todas partes. El bajó la mano hasta el sexo de ella y le introdujo el dedo y una gran bola de fuego y placer estalló en el pecho de Vicky. Jamás había sentido algo así cuando hacía el amor con su ex marido. Fue algo indescriptible. Cuando se sintieron agotados, aunque no saciados, Vicky se echó junto a Alejandro y se fundieron en un gran abrazo que les convirtió en un solo ser.

- Alejandro ¿qué fue lo que pasó a tu familia?

   Alejandro echó una bocanada de humo al aire, y luego habló.

- Como ya te he dicho fue hace nueve años. Teníamos dos hijos, Álvaro, de doce años y Carlota de diez. Éramos muy felices, pero en un momento todo se fue al diablo. Fue en agosto, estábamos pasando un bonito día de playa. Hicimos castillos de arena, nos bañamos los cuatro juntos, jugamos a la pelota, en fin, como cualquier familia. Cuando decidimos volver a casa lo hicimos por la costa, para que mi niño pudiera ver los grandes barcos atracados en el puerto, cosa que le apasionaba.-tomó un trago de vino.-Me distraje un solo segundo buscando el puto paquete tabaco en la guantera, se me fue la dirección y, después de romper el quitamiedos de la carretera, caímos por un barranco. El coche dio varias vueltas de campana hasta quedar detenido por una gran roca. Mi mujer y mi niño murieron en el acto, y mi pequeña Carlota…fue desconectada de la máquina que la mantenía con vida tres días después.-bajó la mirada unos segundos.- Yo sufrí una fractura entre dos vértebras, la T-7 y la T-8. Tuvieron que operarme para fijármelas. También sufrí daños en el bazo, que tuvieron que extirparme. Para colmo, durante la intervención padecí una fuerte hemorragia interna que me provocó un coma y para rematar me rompí el brazo izquierdo. Cuando desperté una semana después del accidente, comenzó mi nueva vida en el infierno. Descubrí que no tenía sensibilidad ni movimiento de cintura para abajo. Y, poco a poco me iban preparando para decirme que mi familia había muerto. Eso fue lo más duro. Hubiera dado la movilidad de mis brazos también a cambio de sus vidas, pero eso no se puede hacer, por desgracia. Yo les maté por una imprudencia y llevo pagándolo nueve años.

   Vicky, que había estado escuchando el relato en respetuoso silencio, dijo con un susurro:

- Que horror, Alejandro, pero no debes decir eso.-dijo ella muy afectada por lo que acababa de escuchar y se acercó más a él para abrazarle.- No les mataste, fue un desgraciado accidente… No sé qué más decirte, la verdad.

- No digas nada, eso pasó hace mucho y sigo sin poder dormir algunas noches. Revivo una y otra vez el momento del impacto contra el quitamiedos de la carretera. Vicky, te juro que traté de frenar y girar el volante, pero no me dio tiempo. Caímos, dando vueltas de campana, por un precipicio que daba al mar. Recuerdo claramente el ruido, los gritos de mis niños, de mi mujer… Lo siguiente que me viene a la memoria son las caras de mi hermana y mi ex cuñado, ya en el hospital…-Alejandro parecía ausente. No dijo nada más. Se limitó a suspirar.

- Qué horror, Alejandro.-susurró Vicky con la mejilla apoyada en el pecho de él, mientras Alejandro le mesaba el espeso cabello distraídamente. Sín duda, con la mente en otro lugar y tiempo.

  Permanecieron en silencio durante un buen rato, hasta que él salió de ese trance himnoptico para decir:

- Vicky, yo te he contado mi historia, pero yo no sé apenas nada de ti.-dijo mirándola a los ojos.-Después de semanas prácticamente solo sé que estas divorciada…

   Vicky se puso de espaldas y algo tensa comenzó a contar su historia.

- Bueno, pues, como te dije en su momento, estoy divorciada desde hace tres años. Me casé muy joven con el “guaperas” de la discoteca que ambos frecuentábamos entonces. Le conocí y enseguida me enamoré de su gran personalidad. Era arrogante, valiente, un “tío duro” vamos. Empezamos a salir enseguida y a los dos meses ya éramos novios formales. Él, Tony, trabajaba como disk-jockey y yo estaba estudiando. Tres meses después se lo presenté a mis padres y ellos me dijeron que no les gustaba. Yo me enfadé y seguí saliendo a escondidas con él. Un día después de una gran bronca con mi padre me marché de casa y me fui a vivir con él. Nos casamos por el juzgado cuando yo tenía dieciocho años, y dejé de estudiar para hacerme cargo de la casa, eso fue en el noventa y uno. Al principio todo fue bien, fueron dos años geniales en todos los sentidos, pero entonces Tony conoció a un grupo de gente poco recomendable. Se pasaba con ellos prácticamente todo el tiempo, y acabó metido en la droga. A los dos años de casados me dio la primera bofetada, llegó de madrugada borracho y quiso que nos acostáramos, yo me negué, me pegó y me violó.

   Alejandro no pudo callarse más.

- Menudo hijo de puta, Vicky.-la abrazó con mucha ternura.

- Al otro día, me pidió disculpas aparentemente muy afectado y diciéndome que no volvería a suceder, y le perdoné. Pero cada borrachera acababa con una paliza para mí. Siempre había una razón, la cena fría, la cerveza caliente, la comida sin terminar, etc. Me pegaba cada vez que me veía tomar la píldora y, claro, me quedé embarazada.-en ese momento Vicky le cogió la mano a Alejandro como pidiéndole consuelo, que él le dio gustoso abrazándola con gran ternura.-Cuando estaba en el segundo trimestre del embarazo me dio otra paliza, y me caí sobre una mesa que me golpeó en el vientre.-Vicky empezó a llorar en silencio.-Era una niña, Alejandro. Perdí a mi bebé por que su padre lo mató antes de nacer.

- Que hijo de puta, amor mío.-susurró Alejandro con una mezcla de rabia hacía ese tal Tony y de compasión a la mujer que sollozaba entre sus brazos.

- Marga me convenció de que le abandonase y me fuese a vivir con ella, y yo, aunque muerta de miedo, acepté.

- Esa Marga, por lo poco que se de ella, debe ser un ángel, me parece.-indicó Alejandro.-Y, menudo cabrón ese ex marido tuyo. Se merece topar con alguien que le dé su merecido.

   Vicky asintió.

- Lo es, Alejandro, lo es. Bueno, pues al final me divorcié, me trasladé al piso que vivo ahora y me quedé con lo único bueno de aquella relación, Óscar, mi perro.

   Alejandro asintió acariciándole el cabello.

-¿No le denunciaste por agresión?

   Vicky asintió.

- Sí, Marga me animó a ello. Le condenaron a tres años de cárcel por eso y algunas cosas más, y no he vuelto a saber nada más de ese tipo.

- Mejor, así estarás tranquila, sabiendo que está a buen recaudo.

- Sí, por que cuando le detuvieron me amenazó con matarme cuando tuviera la menor ocasión, y tengo miedo de que salga cualquier día, por ese asunto de las reducciones de condena por cualquier motivo.

   Alejandro no podía entender cómo se podía pegar a la mujer que uno dice amar.

- Ya no estás sola, mi ángel.-le dio un beso en la frente y ella notó que sus labios estaban calientes. Vicky tenía la cabeza apoyada en el pecho de él, y continuaron en esa posición toda la noche. Ni la pequeña tormenta de poco más de una hora les despertó de su profundo y relajado sueño.

   Vicky despertó primero y se puso a observar a Alejandro mientras este dormía plácidamente. De repente abrió los ojos y cuando vio que ella le miraba le sonrió.

- ¿Se puede saber que estas mirando, so cotilla?-bromeó el hombre mientras se giraba para mirarla de frente.

-¿Sabes que mientras dormía me he dado cuenta de una cosa muy graciosa?

-¿De qué, si puede saberse?-dijo él mientras se sentaba en la cama y se colocaba la almohada en los riñones.

- De que te pareces a Julio Salinas.-dijo Vicky riendo.

- ¿El futbolista?-preguntó Alejandro divertido.

- No, el lechero de la esquina.-bromeó ella.-¿Cuántos Julio Salinas conoces tú?

   Alejandro rió aún más.

- Eso me halaga, dice mi hermana que está, ¿cómo dice ella?...-se puso el dedo en la barbilla como si quisiera recordar algo importante. De pronto sonrió.-Ah, sí, “como un queso”. Supongo que quiere decir que es atractivo. Elisa pensaba lo mismo.

  Vicky soltó la risa.

-¿Qué opinas tú de, no sé, por ejemplo, de Angelina Jolie?

   Alejandro sonrió, pues había acertado con su famosa favorita.

- Ahí le has dao, morena.-admitió Alejandro sonriendo con picardía.- Pues pienso de Angelina lo mismo que tú de Salinas, que quieres que te diga, cielo.-confesó.

   Vicky rió.

- Pues eso, para muchas mujeres ese Salinas es todo un “monumento”, aunque espero se le diese mejor el fútbol que el baile, eso sí, le ponía mucha gracia.

   Alejandro rió divertido.

- Pues, era curioso, fallaba lo más fácil y luego metía los goles más complicados que te imaginas.-dijo Alejandro.

   Vicky sonrió.

- Vaya por Dios.-exclamó ella riendo. Vicky le acarició el cuello y justo debajo de la nuez notó una cicatriz que formaba una fina línea vertical.

- Eso es de la traqueotomía que tuvieron que practicarme en el mismo lugar del accidente para que pudiera respirar.-dijo con toda naturalidad.-Debí darme un golpe en el pecho con el volante y me ahogaba. No me pudieron colocar el clásico respirador en la boca, porque del golpe en el volante que me di fue tan fuerte, que me rompí la mandíbula inferir y me saltaron varios dientes. Cinco de los ocho dientes incisivos que tenemos los llevo implantados.

- Pues no se te nota nada. Yo no lo hubiera dicho nunca que no son tuyos.

   Alejandro sonrió.

- Bueno, míos son por que pagué por ellos un ojo de la cara.

   Vicky rió el comentario.

- Que cosas tienes, Alejandro.

   Alejandro la miraba muy serio.

- Eres una mujer preciosa, Vicky.-admitió Alejandro mirándola con miedo a despertar de repente y verse de nuevo solo en aquella cama de matrimonio, que fue lo único que quiso conservar de su antigua vida, intentando, con ello, sentir que todo seguía siendo como entonces, pero no lo había conseguido nunca.

   Por la mañana fue Vicky quien la que despertó primero y a oscuras, después de tapar la completa desnudez de su cuerpo con la camisa de él, que había cogido del suelo, donde yacía con el resto de sus ropas, fue a la cocina a preparar el desayuno. Encontró dos grandes tazas y las llenó de café, luego preparó cuatro tostadas de pan de molde y las untó con mantequilla y mermelada de fresa que encontró en la nevera. Para acabar lo ordenó todo en una bandeja blanca con patas plegables añadió unas cuantas servilletas de papel y se dirigió de nuevo al dormitorio. Abrió la puerta con mucho cuidado y cuando oyó la relajada respiración de Alejandro comprobó que aún dormía.

- Despierta, dormilón, que ya son más de las diez y media.

   Al oír la voz de la mujer, Alejandro de despertó de pronto sobresaltado, y con los ojos aún medio cerrados dijo:

- Buenos días, mi vida. Que susto me has dado, mujer.-Al ver que ella llevaba en las manos la bandeja del desayuno se incorporó apoyando la espalda en la almohada. Vicky le puso la bandeja sobre las piernas y le dio un cálido beso de “buenos días” en los labios, que él respondió con gusto.

- Que frío tengo.-admitió Vicky.

- Ponte algo más encima que vas a pillar un trancazo de tres pares.-Vicky, se puso el jersey de Alejandro sobre los hombros.-¿Se puede saber a qué hora te has levantado? No te he sentido. He dormido profundamente toda la noche y sin mi habitual somnífero.- se desperezó ruidosamente lanzando un grave y gracioso rugido.

   Vicky rió.

- Hace un par de horas. No sé si lo sabes, pero son casi las once de la mañana.

   Alejandro abrió los ojos como platos.

-¡La ostia!- exclamó mirando su reloj para asegurarse de que era cierto.

   Permanecieron en silencio, él devorando el ágape y ella, jugueteando con su tostada y con la mente en otro sitio. Alejandro no tardó en advertirlo.

-¿Ocurre algo, Vicky?

   Ella tardó unos segundos en responder. Antes de decir nada, quería elegir cuidadosamente las palabras. No quería herirle más de lo estrictamente necesario.

- Alejandro, tengo que decirte una cosa. Es muy importante, pero no quiero hacerte daño, por eso lo voy a hacer ahora que esto está comenzando.

  El hombre se puso serio de repente y dejó la tostada que se estaba comiendo en el plato.

-¿Qué te pasa, Vicky? ¿He dicho o hecho algo que te haya ofendido? Si es así, dímelo, y me disculparé. No tengo manías para disculparme si es necesario.

   Vicky negó.

- Ese es el problema Alejandro. Eres un hombre encantador, y te aseguro que podría a llegar a enamorarme de ti sin ningún esfuerzo, pero no estoy lista, ni tú tampoco.

- ¿Y lo de esta noche pasada?-preguntó Alejandro dejando la taza de café sobre la bandeja.- Yo te quiero, Vicky. Estas semanas han sido las mejores de los últimos años para mí. Te quiero mucho, mi niña.

   Él le acarició el mentón e intentó acercase a ella, pero Vicky se apartó de inmediato y negó pesadamente mientras se ponía de pie.

- No, lo que te pasa es que estas muy sólo y te quieres agarrar a un clavo ardiendo. Se de lo que hablo, yo llevo sola tres años y no niego que necesitaba el calor de otra persona. El sentir que atraigo a otro hombre, es muy bonito, pero de eso a estar enamorada hay un mundo, créeme. Tú no has olvidado a tú mujer, lo sé porque la nombras cada dos por tres, y eso no es malo, no me molesta, pero me dice que no has pasado página. Alejandro, antes de comenzar algo serio, deberíamos curar nuestras heridas a solas y cuando lo hayamos conseguido, sólo entonces, podremos comenzar algo que sea de verdad, y no el fruto de la desesperación de dos personas que se sienten solas. Y, lo de esta pasada noche ha sido por de la bebida. No es que estuviéramos borrachos, pero tampoco estábamos del todo en nuestros cabales, ya me entiendes. Alejandro, creo que lo mejor es que me marche ahora mismo y nos veamos de aquí a unos días, cuando hayamos meditado sobre todo esto. Si en este tiempo no cambiamos de opinión, seguiremos adelante, te lo prometo.

   A ambos se le quitó las ganas de seguir desayunando y decidieron vestirse.

- ¿Te llevo a tú casa, Vicky?-preguntó Alejandro mientras fumaba un cigarrillo, intentando retrasar el momento de la despedida que, probablemente sería para siempre.

- No, será mejor que no. Cogeré un taxi.-dijo ella abriendo la puerta de la calle.-Adiós Alejandro, ojala puedas superar lo de tu familia, y rehacer tu vida. De corazón que te lo deseo.

   Alejandro bajó la cabeza con rostro, desolado. Se había arriesgado con unas cartas con las que ni el mismo estaba seguro de vencer la partida a la soledad, y ésta había ganado de nuevo.

- No debí ceder a mis instintos.

- Yo también lo quería.-admitió Vicky.- Bueno, será mejor que me marche ahora, o no lo podré hacer nunca.

   Alejandro no quería darse por vencido. Se sabía enamorado de Vicky y, pensaba, era correspondido ¿o tal vez no?...Ahora ya no lo tenía tan claro. Ya no…

- Vicky, no podemos permitir que esto acabe de esta manera, por favor. Comprendo que necesites unos días para aclarar tus ideas, pero no te cierres a una nueva oportunidad. Déjame demostrarte que te amo de verdad, por favor.

   La mujer no sabía si dársela o no, pero al final aceptó.

- De acuerdo, hoy es domingo, el viernes nos veremos en “Mogambo” para tomar algo y ver si esta separación ha servido para saber que queremos hacer, ¿de acuerdo?

   Alejandro asintió.

- ¿Te parece que nos veamos a las diez allí?

   Vicky asintió y se marchó con gesto de derrota en la cara, pues estaba segura que esa relación, muy a su pesar, no llegaría a ninguna parte.

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