Páginas

Seguidores

viernes, 20 de septiembre de 2013

Capítulo 48.

Después del desayuno, el Dr. Carvajal se presentó en la habitación de Alejandro. - Bueno, en vista de que la enfermera del turno de noche ha anotado que esta pasada madrugada ha expulsado bastantes residuos y que no ha vuelto a tener dolor ni molestias importantes, y que ha tomado alimentos que le han sentado estupendamente pues yo me voy a arriesgar a darle el alta hoy mismo. Se la dejaré firmada y si quiere puede marcharse después de la comida. Alejandro negó enérgicamente con el dedo índice de la mano derecha. - ¡Ah, no, doctor!-exclamó sonriendo- Si no le importa quisiera marcharme lo antes posible. No se ofenda pero estoy harto de estar aquí encerrao, y estoy loco por volver a casa con mi familia. El médico sonrió consciente de la angustia que representa para una persona permanecer ingresado. Habló después de pensarlo durante unos segundos. - Está bien, me ha convencido. Le voy a dar el alta ahora mismo, pero quiero que siga a rajatabla unas recomendaciones. - Con tal de salir de aquí, soy capaz de salir corriendo con las manos.-exageró Alejandro. El galeno sonrió la ocurrencia de su paciente. - Bueno, son indicaciones mucho más sencillas. Debe beber muchos líquidos, especialmente agua durante al menos un par de semanas, al menos dos litros diarios. Hoy es miércoles así que haga reposo durante un par de días y a partir del viernes ya puede hacer su vida normal. Y siga con una dieta blanda durante una semana y vaya incorporando poco a poco alimentos cada vez más elaborados y sólidos. En lo que respecta a posibles molestias, puede tomar analgésicos tipo paracetamol, una pastilla cada seis horas si lo precisa. Y, por último, y sin pretender ser pájaro de mal agüero, no olvide que este episodio se pude repetir nuevamente, si llega el caso, no dude en volver a urgencias. Alejandro hizo un simpático gesto de superstición. - No fastidie, doctor. Si le he caído simpático y quiere volver a verme, yo le invito con muchísimo gusto a comer en mi casa, pero de vernos aquí, ni lo sueñe, si es que está en mis manos el poderlo evitar. El médico y Vicky soltaron la risa. Fue ella la que habló. - Dr. Carvajal, tenga la seguridad de que se encuentra bien, y lo sé porque es cuando suelta este tipo de burradas.-dijo entre risas. Alejandro la miró a ella y luego levantó la cabeza hacia el techo. - Dios bendito, que fama tengo.-dijo riéndose. Vicky le dio una colleja. - La que te has ganao, quillo. La que te has ganao. Alejandro hizo una graciosa mueca con la cara. - Ale, le salió a la niña la vena andaluza.-dijo, y soltó una ruidosa carcajada. - Bueno, yo tengo que irme ya. Me esperan en quirófano.-dijo el médico y le tendió la mano.-Lo dicho, a la más mínima aquí, y, espero que nos veamos de nuevo, pero que sea en el cine. - De acuerdo, y si, que sea donde sea menos aquí, doctor.-replicó Alejandro. El médico se marchó contento por la evolución de la salud de Alejandro y satisfecho del trabajo cumplido. - Mientras te traen la comida voy recogiendo tus cosas, ¿de acuerdo?.-comentó Vicky. - No hay nada que recoger, cariño. Aquí sólo tengo la ropa que traía el día que vine a urgencias. Y no pretenderás que me marche en cueros, ¿no?. - Es verdad.-admitió la mujer.-Es que estoy nerviosa, cariño. La voz comenzaba a fallarle como de costumbre. - Cielo, no te ofendas, pero con esa voz me recuerdas a Colombo.-ella le amenazó con el puño cerrado.- Vale, vale, no he dicho nada, cariño. Ay, si eres la dulzura personificada. Alejandro la atrajo hacia sí y le dio un beso en la mejilla, pues Ramón sonreía mientras les observaba. Cuando la enfermera le trajo por fin los papeles del alta y unas recetas de analgésicos eran casi las doce del mediodía, así que Vicky convenció a Alejandro de que se quedase a comer en el hospital, cosa que no fue una gran idea, pues solo le trajeron un caldo, supuestamente de pollo, pero que en realidad parecía que estaba hecho con patillas de caldo de ave, y una “deliciosa” tortilla de claras a medio cuajar que Alejandro, sólo ver cómo salía el huevo aún líquido de dentro, no pudo comerse a riesgo de vomitarla allí mismo. - Cielo, si tiene una pinta deliciosa.-mintió Vicky con la intención de persuadirle para que se la comiera. Alejandro le hecho una mirada asesina. - ¿Pinta deliciosa?.-protestó el hombre.- ¡Ja!, eso no te lo crees ni tú, Victoria Fernández. - ¿No piensas comértela?. - Lo que me dan son ganas de tirarla al retrete, joder, que pinta más asquerosa tiene la jodía.-refunfuñó Alejandro. - ¿Te voy a por un bocadillo de jamón de York?-preguntó ella que no estaba dispuesta a que se quedase sin comer. - No, lo mejor será que nos marchemos ya de aquí.- dijo Alejandro que ya estaba más que harto de aquel lugar.-¿Has venido en tú coche o te ha traído Jorge? - No, he traído mi coche.-dijo la mujer a sabiendas de que él querría salir in-mediatamente de centro hospitalario. - ¡Aja, perfecto!-exclamó Alejandro.- Me visto en un santiamén y nos largamos de aquí ya mismo. - Pero… - Pero nada, me pongo mi ropa y nos vamos ahora mismo. Ella se dio por vencida y una hora y media después estaban dirigiéndose hacia el aparcamiento de fuera del recinto donde Vicky tenía aparcado su coche. Cuando se dispuso a subir al asiento de copiloto del Megane de Vicky, Alejandro notó que había perdido algo de fuerzas durante esos tres largos días, pero al final, y con la ayuda de su novia consiguió sentarse. Vicky, que no lo había hecho aún, intentaba, sin mucho éxito desmontar y plegar la silla de ruedas de Alejandro. Después de “pelearse” con una de las ruedas, que no “quería” salir de su eje, lo consiguió al tercer intento y por fin la silla acabó colocada en los asientos traseros del coche. - A ver si le echamos un antioxidante o lo que sea a esa rueda porque no hay Dios que la saque.-dijo mientras se colocaba el cinturón de seguridad y ponía el vehículo en marcha en dirección a casa de Alejandro, situada en una zona de adosados a poca distancia del hospital. - No es la rueda, yo la saco sin dificultad, eres tú que, a pesar de tu estatura y complexión fuerte, eres una debilucha. Al acabar la frase se echó a reír ante la mirada “asesina” que le echó Vicky por encima de sus grandes gafas de sol de montura y cristales negros. -¿Debilucha yo?. Ja, si peleaba con los críos de mi clase como un muchacho más y a veces les ganaba.-soltó una carcajada.-Mi madre solía llamarme “marimacho”. Ella, pobrecita mía, esperando verme vestida como una chica y no con vaqueros y camisas de chico que le sisaba a mi hermano mayor. Supongo que eso pasa cuando tienes dos hermanos varones. Alejandro la miró sorprendido. - Menos mal que ahora vistes como una mujer.-dijo también riendo. - Esa fue en mi época rebelde.-reconoció la mujer.-Si mi padre decía que la tierra es redonda yo me empeñaba en demostrar que era cuadrada.-rió-. El caso era llevarle la contraria por sistema. - ¿Por qué será que te creo?-preguntó él sonriendo. Ambos rieron. Cuando Vicky iba a incorporarse a una rotonda, un todo terreno que pasaba a su izquierda no se detuvo para cederle el paso como era su deber según el código de circulación y Vicky tuvo que dar un volantazo para evitar que los envistiera. Alejandro, que no había visto venir al otro vehículo se llevó el susto de su vida y solo acertó a coger el volante y girarlo para evitar el impacto. El Megane de Vicky acabó en la cuneta. - ¡Hijoputa!-gritó Vicky presa de los nervios. Alejandro por su parte no articuló palabra alguna. Por un instante revivió su propio accidente y quedó paralizado. Se llevó la mano al pecho para tratar de controlar su corazón que latía como un caballo desbocado. - Dios mío bendito, que susto.-dijo resoplando cuando se serenó un poco.-¿Estás bien, mi vida? Vicky tenía los brazos apoyados sobre el volante y la cara hundida entre ellos. - Sí, ¿y tú, amor?-dijo incorporándose en el asiento. - Sí, pero por un momento nos he visto volcados, Vicky. Te pasa algo y mato a ese bestia, joder.-los nervios provocados por el susto, estaban desembocando en la ira que tenía contenida contra sí mismo por considerarse el causante único de su perdida y su estado físico actual.- Vicky, le mato si te hubiera pasao algo, le mato, mi vida.-dijo comenzando a llorar de forma espasmódica y casi a gritos. Vicky dejando a un lado su propio estado se giró hacia él y se quitó el cinturón de seguridad para abrazarle. - Ya pasó, cielo, y estamos bien.-dijo mientras le sujetaba la cabeza contra su pecho y le acariciaba el cabello. La mujer cogió su bolso y le dio a Alejandro una botella de agua.- Toma, bebe para que te calmes, cariño.-le dijo entregándosela. Alejandro se bebió media botella de las pequeñas. Al cabo de unos minutos se enderezó de nuevo. - Gracias, ya estoy mejor, solo ha sido el susto. He revivido cosas y eso ha sido lo que me ha alterao tanto, cariño. Pero ya estoy más tranquilo. No digas nada en casa, no es necesario que se preocupen si no ha pasao nada, afortunadamente. Vicky asintió. - De acuerdo, no diré nada a nadie. - Vicky ¿se me nota que he…?. - Tienes los ojos un poco rojos, pero si preguntan puedes decir que es por el cansancio de estar en el hospital. - Con Myrna eso no cuela ni de coña, pero bueno… El resto del camino a casa lo hicieron en silencio. *****

No hay comentarios:

Publicar un comentario